Read El Cortejo de la Princesa Leia Online
Authors: Dave Wolverton
En cuanto su bestia hubo bajado la cabeza, Isolder descubrió que su posición era muy estable y que incluso resultaba cómoda, aunque al principio Erredós no paró de quejarse mediante gemidos y silbidos. El Pueblo Azul del Desierto recorrió en un galope atronador ochenta kilómetros de planicie desértica y grandes dunas. Sus ojos rojizos parecían brillar con centelleos negros en la oscuridad, y sus bocas gruñían y bufaban continuamente. Isolder les escuchó hablar y comprendió que los gruñidos y bufidos procedían de animales que se encontraban en el perímetro externo de la manada, y que estaban dando instrucciones. Si los reptiles bufaban dos o tres veces en un lado de la manada, todas las criaturas se desviaban; pero si emitían gruñidos de conformidad, entonces la manada seguía avanzando en la misma dirección.
A primera hora de la noche llegaron a un ancho río de aguas fangosas en cuyos bajíos crecían matorrales y juncos. Pájaros de largo cuello y alas de apariencia correosa se lanzaban sobre el río planeando bajo la luz de la luna para beber de sus aguas. El Pueblo Azul del Desierto se detuvo allí para abrevar y alimentarse entre los cañaverales.
—Aquí es donde nos bajamos —dijo Luke.
Desmontaron, y Luke acarició el hocico de cada una de sus monturas y les agradeció lo que habían hecho por ellos hablándoles en voz baja y suave.
—¿No puedes hacer que nos lleven más lejos? —preguntó Isolder—. Aún nos queda mucha distancia por recorrer.
Luke le lanzó una mirada de irritación.
—Yo no obligo a hacer nada a nadie —dijo—. No he hecho que Erredós me siguiera, de la misma manera que tampoco he hecho que me siguieras. El Pueblo Azul del Desierto accedió a traernos hasta aquí, y ahora que tenemos agua nuestras piernas bastarán para recorrer el resto del trayecto.
Isolder comprendió de repente por qué la conducta de Luke hacia el Pueblo Azul del Desierto le resultaba tan incómoda y extraña, y la razón era que la familia real de Hapes no trataba tan bien a sus sirvientes. Las mujeres eran más respetadas que los hombres, los industriales más que los granjeros y la realeza más que todos ellos. Pero Luke estaba tratando a su androide y a aquellos animales estúpidos como si fueran los iguales de Isolder, o como si fueran hermanos de Luke y eso alarmaba a Isolder. Pensar que el Jedi le veía como no más importante que un androide o un animal le alarmaba y le preocupaba, y sin embargo Luke trataba con tal ternura al Pueblo Azul del Desierto que de repente Isolder se encontró sintiendo celos de ellos.
—¡No deberías comportarte así! —se encontró diciendo de repente—. ¡El universo no funciona de esta manera!
—¿Qué quieres decir? —preguntó Luke.
—Tú estás... ¡Estás tratando a esas bestias como si fueran tus iguales! ¡Muestras el mismo grado de cordialidad ante mi madre, la Ta'a Chume del Imperio de Hapes, que cuando estás tratando a un androide!
—Este androide y estas bestias contienen una porción similar de la Fuerza en su interior —dijo Luke—. Si sirvo a la Fuerza, ¿cómo puedo no respetarlas, igual que respeto a la Ta'a Chume?
Isolder meneó la cabeza.
—Ahora comprendo por qué mi madre quería matarte, Jedi. Tienes ideas muy peligrosas.
—Quizá son peligrosas para los déspotas —replicó Luke, y sonrió—. Dime, Isolder, ¿tú sirves a tu madre y a su imperio por encima de todo lo demás?
—Por supuesto —dijo Isolder.
—Bueno, pues si la sirvieses no estarías aquí —afirmó Luke—. Te habrías conformado con casarte con alguna déspota local y engendrar sus herederos, pero tu corazón se encuentra dividido. Te dices a ti mismo que has venido a rescatar a Leia, pero crees que en realidad has venido a Dathomir para aprender los caminos de la Fuerza.
Un escalofrío de emoción recorrió a Isolder al comprender que aquello podía ser verdad, y sin embargo la mera idea sonaba absurda. Luke estaba diciendo que hasta el más pequeño impulso de Isolder y cada una de sus locas decisiones podían ser tomadas como evidencia de que Isolder era su discípulo, un servidor de algún poder más alto de cuya existencia ni siquiera estaba convencido.
Cierto, Luke había flotado por los aires y había llevado la nave de Isolder hasta el suelo sin que sufriera ningún daño, pero ¿acaso no era posible que ese poder hubiera surgido de la misma mente alterada de Luke, en vez de proceder de una Fuerza mística? En Thrakia había una raza de insectos con recuerdos transmitidos genéticamente que adoraban su propia capacidad de hablar. Al parecer, todos los insectos se acordaban de que en un pasado relativamente reciente se habían comunicado únicamente a través de los olores, y de repente un día descubrieron que poseían la capacidad de comunicarse entre sí haciendo chasquear sus mandíbulas. Ya habían transcurrido trescientos años desde entonces, pero aún seguían estando impresionados por el hecho de que pudieran comunicarse de aquella forma, y todos ellos lo tomaban como una señal de que habían recibido un don procedente de un ser superior a ellos. ¡Pero en realidad todo se reducía a los chasquidos que hacían con sus estúpidas mandíbulas!
Mientras se alejaban por las colinas siguiendo el curso del río, Isolder contempló al Jedi y empezó a hacerse preguntas. ¿Sería verdad que Luke estaba guiado por alguna Fuerza mística, o se limitaba a seguir los dictados de su propia conciencia y se había engañado a sí mismo hasta creer que sus extraños poderes y sus locas ideas procedían de alguna influencia exterior?
Con cada metro que avanzaban hacia las montañas Isolder tenía que preguntarse si sus pasos eran guiados por el lado luminoso de la Fuerza y, en el caso de que fuera así, dónde acabaría llevándole aquella Fuerza.
Fuera cual fuese la respuesta que encontrara a esa pregunta, Isolder sabía que cambiaría todos los momentos del futuro de su existencia.
Al amanecer, la neblina matinal que brotaba de las fangosas aguas del río oscureció la visión de Luke impidiéndole ver a más de pocos metros de distancia. Habían estado siguiendo la orilla y el suelo se había vuelto pantanoso, lo que obstaculizaba considerablemente el avance de Erredós. Todos los árboles que se alzaban a lo largo del río estaban quemados y podridos, y las ramas asomaban de entre la neblina como dedos retorcidos trazados en una amplia gama de ébano y hielo. Grandes lagartos que tenían el cuerpo lleno de motas se aferraban a los árboles, y a veces había hasta una docena en una misma rama que observaban los cañaverales envueltos en el sudario de la neblina buscando presas o depredadores.
Isolder avanzaba en silencio detrás de Luke, quien se volvía de vez en cuando para verle sumido en sus pensamientos y con el ceño fruncido. Luke sabía muy bien qué debía estar pensando el joven príncipe. No hacía muchos años, Luke había seguido a Obi-Wan Kenobi en una loca empresa similar para llevar unos planos robados hasta Alderaan.
Luke estaba pensando que durante los últimos meses había deseado desesperadamente dar con los archivos de los antiguos Jedi, y encontrar algunos estudiantes dotados de talento y enseñarles la Fuerza; pero también era consciente de la verdad y la verdad era que Isolder le había buscado, a pesar de que hasta el momento el príncipe no había dado muestras de tener mucho talento.
Eso ofrecía a Luke una ocasión de practicar y de enseñar a alguien a seguir el lado luminoso de la Fuerza, y de hacerlo sin la presión que supondría el tener que preocuparse pensando en la posibilidad de que el estudiante acabara convirtiéndose en otro Vader.
Avanzó cautelosamente a través del barrizal manteniéndose alerta para detectar posibles zonas de arenas movedizas, y se preguntó si era así como había ocurrido todo con Obi-Wan Kenobi. Luke siempre había imaginado que el anciano había estado esperando a que Luke madurase, igual que un granjero que cuida su campo de grano; pero en aquel momento se preguntó si su repentina intrusión en los asuntos de Obi-Wan no habría sido una sorpresa tan grande para Obi-Wan como la intrusión de Isolder acababa de serlo para Luke.
Estaba claro que Isolder se sentía muy impresionado por la Fuerza. Luke podía darse cuenta de ello, pero no podía captar ningún poder en el príncipe. Quizá el poder fuese tan nuevo y tan pequeño que ni el mismo Isolder era capaz de notar su existencia.
Luke llegó a una bifurcación en el camino que habían estado siguiendo. De los dos senderos uno sobresalía de las ciénagas y daba la impresión de resultar más seguro, pero el sendero embarrado parecía atraerle. Luke siguió sus instintos y avanzó por él.
Mientras caminaba pensó que quizá nunca había existido una academia Jedi. No cabía duda de que la Ta'a Chume le había mentido respecto a la existencia de una academia en uno de sus planetas, y Luke había captado la mentira en cuanto la oyó.
Quizá la Fuerza dirigía a los acólitos hacia sus Maestros cuando eran necesitados. Quizá el único adiestramiento dotado de algún valor que un Jedi podía llegar a recibir se obtenía únicamente cuando se enfrentaba a la oscuridad.
Si eso era cierto, no cabía duda de que Dathomir sería la academia perfecta. Luke podía sentir tremendas perturbaciones en la Fuerza, inmensos pozos de oscuridad que abrían sus fauces para tragárselo todo. Nunca se había tropezado con nada que fuese ni remotamente parecido a aquello. La caverna de Yoda había contenido una oscuridad semejante, pero aquí Luke la sentía rodeándole por todas partes.
Unas aves reptilianas graznaron por delante de ellos y se remontaron hacia el cielo impulsadas por sus alas correosas. Luke se detuvo, y se dio cuenta de que acababa de llegar al extremo de una península que se adentraba en el río. No podía seguir avanzando, y el agua fangosa y negruzca burbujeaba por toda aquella zona. Se encontraba ante un pozo de brea, y Luke miró a su alrededor buscando un sitio en el que poner los pies.
—¿Qué es eso? —preguntó Isolder de repente.
Luke alzó la mirada. Sobresaliendo de la neblina que flotaba sobre el río había una enorme plataforma de metal que se inclinaba en un ángulo muy pronunciado. Las bandadas de aves reptilianas revoloteaban nerviosamente alrededor de la plataforma. El sol naciente proyectó sus rayos dorados sobre el metal oxidado volviéndolo de color bronce, y más allá de la plataforma había un gigantesco conjunto de toberas medio consumida por la intemperie, de tal manera que Luke podía ver partes de los enormes turbogeneradores que aún seguían estando intactos.
—Parece como si una vieja nave espacial se hubiera estrellado aquí —dijo Luke.
Apenas hubo hablado se dio cuenta de que los restos eran muy grandes, más incluso que los de uno de los antiguos destructores de la clase Victoria; pero debían llevar miles de años allí.
Una leve brisa sopló sobre el río agitando la neblina, y Luke tuvo un fugaz atisbo de una cúpula que se alzaba al otro lado del conjunto de toberas. El transpariacero seguía intacto.
Había empezado a darse la vuelta para irse cuando el nombre escrito sobre el metal oxidado de las toberas atrajo su atención:
Chu'unthor.
Fue como si la mente le diera un vuelco. Lo que había llevado a Yoda hasta aquel planeta hacía centenares de años no era una raza, sino la nave espacial que Luke tenía delante de los ojos; y en todo ese tiempo, nadie había logrado sacarla del planeta.
—Tenemos que sacarla de aquí —dijo Luke con la voz enronquecida por la excitación.
—¿Para qué? —preguntó Isolder—. No es más que un montón de viejos restos.
Luke miró a su alrededor intentando encontrar un camino que llevara a la nave por entre la neblina. Volvieron por la península y avanzaron trazando un círculo por las ciénagas durante casi un kilómetro hasta que encontraron dos viejas balsas de madera hechas con troncos unidos mediante tiras de cuero ya medio podrido. Parecían dos juguetes para entretener a los niños. Había señales recientes en la orilla allí donde habían atado las balsas.
—Alguien ha estado aquí recientemente —observó Isolder.
—Sí —dijo Luke—. Bueno, ¿quién podría pasar por alto la oportunidad de echar un vistazo a un naufragio tan magnífico?
—Yo podría hacerlo —replicó Isolder—. En realidad no necesitamos ir hasta allí, ¿verdad? Quiero decir que,.. Bueno, hemos venido a rescatar a Leia.
Erredós indicó que estaba de acuerdo con un silbido, y después emitió un torrente de chasquidos y pitidos para recordar a Luke que cada vez que un androide se metía en el agua había un monstruo en ella.
Isolder volvió la mirada hacia las montañas, y Luke se dio cuenta de que el príncipe no quería más retrasos en su viaje. Pero Luke había sido llevado hasta allí por el impulso de la Fuerza, y se había dejado guiar por ella igual que permitía que le guiara durante la batalla. Sabía que debía confiar en sus presentimientos y emociones, y en aquel momento le estaban diciendo que fuera a aquellos restos.
—Sólo serán unos minutos —dijo Luke, y saltó a una balsa—. ¿Quién viene conmigo?
—Yo esperaré aquí —dijo Isolder.
El ojo de Erredós giró para observar al príncipe. El androide estaba temblando de miedo, pero emitió un ruido rechinante dirigido a Isolder y rodó hasta la balsa.
Luke llevó la balsa hacia los restos de la nave impulsándola con la pértiga. Enormes peces marrones flotaban perezosamente en las tranquilas aguas tomando el sol. Los rayos matinales ya habían empezado a disipar la neblina, y en cuanto estuvo un poco más cerca Luke pudo distinguir casi toda la nave: colonias de cúpulas para habitáculos, la sección de ingeniería... El casco de la zona de los motores de hiperimpulso se había oxidado hasta tal extremo que estaba lleno de agujeros. La nave parecía tener dos kilómetros de longitud, uno de anchura y ocho niveles de altura. El espacio que había entre las ventanillas de la sección habitable indicaba que el
Chu'unthor
había transportado a muchos pasajeros y que casi había sido una ciudad flotante, quizá alguna clase de embarcación de recreo. No cabía duda de que la nave había sido fabricada para alojar personas. La inclinación de la nave parecía indicar que la mayor parte de ella estaba hundida a bastante profundidad por debajo de los pozos de brea, con sólo las cubiertas superiores visibles, y éstas se hallaban bastante oxidadas.
Pero no se trataba de unos restos corrientes. No había señales de detonaciones que mostraran signos de una batalla, agujeros abiertos que indicaran una explosión o estructuras retorcidas que hablaran de un descenso violento. Más bien parecía como si la nave hubiera sufrido un problema técnico, hubiera descendido hasta la superficie de Dathomir flotando apaciblemente y luego hubiera intentado posarse en los pozos de brea.