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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (34 page)

—Eso te gustaría, ¿verdad? ¿Ganar este asalto?

—Ambos ganaríamos, ¿no te parece? Tú harías algo bueno… y recibirías también algo bueno. Es el karma. El efecto dominó. Nunca falla.

—Venga, ¿hemos vuelto a ese rollo? —Pone los ojos en blanco—. Parece que el imbécil de Damen te ha enseñado bien.

—Tal vez sí. —Sonrío, pero no muerdo su anzuelo—. O tal vez no. Nunca lo sabrás hasta que lo intentes, ¿verdad?

—¿Qué? ¿Crees que no he hecho nunca nada bueno?

—Creo que ha pasado mucho tiempo desde entonces. Lo más probable es que estés algo oxidado.

Suelta una carcajada y echa la cabeza hacia atrás, pero no aparta la mano de mi pierna, acariciándomela.

—Vale, Ever. Digamos que te entrego el antídoto que permitiría que Damen y tú compartierais vuestros corazoncitos. ¿Y luego qué? ¿Cuánto tendría que esperar a que el supuesto karma me devolviera el golpe? ¿Lo sabes?

Me encojo de hombros.

—Por lo que yo sé, no se puede forzar el karma; sigue sus propias leyes. Lo único que sé es que funciona.

—Vale. Entonces se supone que debo entregarte algo, algo que deseas con desesperación, y arriesgarme a no recibir nada a cambio… ¿es eso? A mí no me parece justo, encanto, así que tal vez quieras reconsiderar tu propuesta. Quizá haya algo que puedas darme a cambio. —Sonríe y desliza la mano mucho más arriba. Demasiado arriba. Y cuando me mira a los ojos en un intento por dominarme, por obligarme a entrar en su cabeza como antes… no funciona. Me quedo donde estoy, como si hubiera echado raíces en este lugar.

Y aun así, ese simple acto me ha dado una idea, una que tal vez consiga acelerar las cosas y llevarme al Montage, donde me reuniré con Damen.

—Bueno… —Hago lo posible por ignorar la sensación de esos dedos extendidos sobre mi muslo—. Si no confías en el karma, podrías confiar en mí.

Roman me mira con la cabeza ladeada. El uróboros aparece y desaparece ante mis ojos.

—Porque, ahora que lo pienso, sí que tengo algo que entregarte. Algo que me consta que quieres. Algo que solo yo puedo darte.

—¡Bueno, eso ya me gusta más! —Sonríe—. Ahora empezamos a entendernos. Sabía que al final cambiarías de opinión, que al final verías la luz. —Se acerca más y me aprieta con más fuerza.

Sin embargo, no me muevo. Respiro con normalidad, con calma, consciente de la luz que aún brilla en mi interior.

—No se trata de eso… Es… es algo mucho mejor.

Entorna los párpados.

—Vamos, no seas tan dura contigo misma, encanto. La primera vez siempre es difícil. Te prometo que tendremos un montón de oportunidades para que mejores tus habilidades.

Se echa a reír después de hablar, deseando que lo imite. Pero no lo hago. Sigo pensando en lo que acabo de decir, en el nuevo plan que empieza a tomar forma en mi cabeza. Sé que no será lo que él espera, y que tal vez haga que me odie aún más, pero es el único modo que se me ocurre de ponerlo en contacto con ella… si es que es posible conectar con un alma perdida, claro.

—Suéltame la pierna. —Lo miro directamente a los ojos.

—¡Ja! —Sacude la cabeza—. ¿Ves? Sabía que fingías… no eres más que una farsante, Ever, ¿lo sabías? No eres más que…

—Suéltame la pierna y dame las manos —le digo con voz calmada, decidida—. Confía en mí. No tienes nada que perder, te lo prometo.

Vacila un instante antes de hacer lo que le pido. Nos sentamos con las piernas cruzadas sobre la cama: mis rodillas desnudas rozan las suyas, sus manos aprietan las mías… Una escena que me recuerda vagamente al hechizo vinculante que originó todo este lío.

Pero no es ni remotamente parecido.

En absoluto.

Estoy a punto de dar un enorme salto de fe. A punto de compartir con Roman algo que sin duda acabará por conseguirme el antídoto. Lo miro a los ojos y le digo:

—Tu argumento tiene un fallo.

Entorna los párpados.

—Ese argumento según el cual no existe nada salvo el aquí y el ahora. Si de verdad creyeras eso, ¿por qué ibas a intentar ponerte en contacto con Drina? Si de verdad creyeras que no hay nada más allá del plano terrestre en el que nos encontramos ahora, ¿con qué intentabas contactar exactamente?

Roman me mira con expresión desconcertada.

—Con su esencia… con su… —Sacude la cabeza e intenta soltarme las manos, pero se las aprieto con más fuerza—. ¿Qué demonios es esto? —Resulta evidente que no está muy contento conmigo.

—Las cosas no terminan aquí, Roman. Hay más, mucho más. Más de lo que jamás has imaginado. Esto, lo que ves aquí… no es más que un píxel de una pantalla muchísimo más grande. Pero me da la sensación de que, a pesar de lo que dices, ya te habías dado cuenta de eso. Y puesto que es probable que lo sepas, estás abierto a ello. Y teniendo eso en cuenta, me pregunto si podríamos hacer una especie de trato.

—¡Lo sabía! —Se echa a reír sacudiendo la cabeza—. Sabía que no te habías rendido. Nunca tiras la toalla, ¿verdad, Ever?

Paso por alto el comentario y continúo:

—Si te llevo con Drina, si te muestro dónde se encuentra, ¿me darás el antídoto?

Me suelta las manos. Su rostro está pálido, atónito. Realiza esfuerzos evidentes por mantener la calma.

—¿Me tomas el pelo?

—No. —Niego con la cabeza—. No te tomo el pelo. De verdad que no. Te lo juro.

—En ese caso, ¿por qué haces esto?

—Porque me parece lo más justo. Tú me das lo que más deseo y yo te entrego lo que más deseas. Tal vez no te guste lo que vas a ver, y lo más probable es que me odies después… pero estoy dispuesta a correr el riesgo. Y te prometo una cosa: te daré una perspectiva completa, sin obstáculos visuales. No pienso guardarme nada.

—¿Y si después de entregarme lo que deseo no te doy el antídoto? ¿Qué ocurrirá entonces?

—Si eso ocurre, es que te he juzgado mal. —Me encojo de hombros—. Y me iré de aquí con las manos vacías. Pero no te odiaré, y no volveré a molestarte. Sin embargo, me parece que empezarás a creer en el karma una vez que experimentes los efectos de una acción como esta. Bueno… ¿estás listo?

Roman me mira durante un buen rato mientras sopesa las opciones y considera las posibilidades. Al final, asiente con la cabeza y clava sus ojos en los míos.

—¿Quieres saber dónde lo guardo?

Trago saliva con fuerza. Se me ha acelerado la respiración.

—Está justo aquí. —Estira el brazo hacia la mesilla, abre el cajón y saca una pequeña caja enjoyada ribeteada en terciopelo. La abre y coge un frasquito de cristal que contiene un líquido opalescente muy parecido al elixir… solo que de color verde.

Observo cómo lo mueve ante mis ojos, el brillo chispeante del líquido. Apenas puedo creer que la respuesta a todos mis problemas sea una cosa tan pequeña.

—Creí que habías dicho que no lo guardabas aquí —le digo. Se me seca la boca mientras lo miro… mientras contemplo el líquido resplandeciente.

—Y así era. Hasta la otra noche. Antes lo guardaba en la tienda. Pero aquí está, encanto… una dosis única de la que no existe receta. Toda la lista de ingredientes está aquí. —Se da unos golpecitos en la cabeza y me observa con atención—. Así que trato hecho, ¿no? Tú me muestras lo que quiero ver… y yo te doy lo que deseas. —Sonríe mientras se guarda el antídoto en el bolsillo de la camisa—. Tú primero. Cumple tu parte del trato, llévame con ella… y el final feliz para siempre será tuyo.

Capítulo treinta y cuatro

—C
ierra los ojos —susurro al tiempo que aferró las manos frías de Roman. Nuestras rodillas están apretadas entre sí y nuestros rostros están tan cerca que puedo sentir su aliento gélido sobre mi mejilla—. Y ahora abre tu mente. Líbrate de todos los pensamientos. Vacíala… déjala en blanco… Olvídalo todo. ¿Lo tienes?

Asiente y me aprieta los dedos con más fuerza. Está tan concentrado, desea tanto ver dónde se encuentra Drina, que resulta desgarrador.

—Ahora quiero que entres en mi mente. Voy a bajar mi escudo para dejarte pasar y… te advierto una cosa, Roman: tal vez no te guste lo que vas a ver, tal vez te enfades muchísimo conmigo… pero quiero que recuerdes que solo estoy cumpliendo mi parte del trato, ¿vale? Nunca he dicho que fuera a gustarte, solo he dicho que te llevaría al lugar donde se encuentra. —Abro un ojo y veo que asiente de nuevo—. Vale, pues adelante… Entra en mi mente muy despacio… ¿Estás conmigo?

—Sí —susurra—. Sí… está muy… muy oscuro. No puedo ver nada… y estoy cayendo… muy rápido… ¿Dónde…?

—Acabará pronto… Aguanta un poco —lo animo.

Su respiración se vuelve más rápida. Una nube gélida de aliento roza mis mejillas.

—Se… Se ha detenido… Ya no caigo… Pero todo está muy oscuro… Estoy flotando aquí solo… muy solo… Hay alguien más aquí… ella está aquí y… Ay, Dios… Drina… ¿dónde estás…?

Se aferra a mis manos con tanta fuerza que se me entumecen los dedos. Su respiración es rápida y superficial, y su cuerpo está cubierto por una capa de sudor. Se desploma sobre mí, dejándose llevar por los sucesos que se desarrollan en mi cabeza… en su cabeza… Un horrible paseo por Shadowland, el abismo infinito, el descanso final para las almas inmortales… para nuestras almas.

Murmura una serie de palabras en voz tan baja que no logro entender lo que dice. Lo único que sé, por el tono, es que se siente nervioso, preocupado y frenético mientras flota en la oscuridad, buscándola con desesperación. Apoya la frente contra la mía, la nariz contra mi mejilla. Sus labios están muy cerca de los míos mientras concentra toda su energía en ella.

Y así es como nos encuentra Jude.

Eso es lo que ve.

A Roman y a mí juntos, sudando sobre las sábanas, con los cuerpos unidos y aferrándonos el uno al otro, tan perdidos en la visión que no sentimos su presencia, que no lo oímos hasta que es demasiado tarde.

Demasiado tarde para detenerlo.

Demasiado tarde para deshacer lo que ha hecho.

Demasiado tarde para rebobinar y volver a empezar… para volver al principio… al momento en que estaba tan cerca de conseguir lo que quiero.

En cuestión de un instante, Jude me aparta de Roman y se abalanza sobre él apuntando con la cabeza hacia el centro de su torso, inmune a mi grito agonizante.

—¡Nooooooo!

El alarido resuena una y otra vez por toda la estancia.

Me esfuerzo por levantarme, por apartarlo… por impedir que siga adelante… pero es demasiado tarde. Aunque soy muy rápida, no puedo detenerlo… Empiezo tarde… Cuando salgo de mi visión, Jude ya está en acción.

Ya está encima de Roman.

Ya ha asestado un puñetazo en su chacra central.

Su punto débil.

Su talón de Aquiles.

El núcleo de la envidia, los celos y el deseo irracional de posesión.

La suma de necesidades que han guiado a Roman durante los últimos seiscientos años.

Y deja de ser un glorioso espléndido dorado para convertirse en un montón de polvo.

Salto sobre Jude, lo agarro por los hombros y lo empujo al otro lado de la habitación. Oigo un crujido apagado cuando se estrella contra el tocador, pero no me molesto en volver la vista. Me concentro solo en una cosa, en la camisa blanca de Roman, llena de esquirlas brillantes y una mancha verde que cada vez se extiende más.

El antídoto.

El frasco del antídoto se ha hecho añicos… durante el forcejeo… llevándose consigo todas mis esperanzas.

Y ahora que Roman ya no existe, que su alma se ha perdido en Shadowland, no hay forma de intentar recuperarlo.

—¿Cómo has podido? —Miro a Jude con expresión asesina—. ¿Cómo has podido hacer una cosa así? —Se esfuerza por ponerse en pie. Tiene la cara pálida y se frota la espalda con la mano—. ¡Lo has estropeado todo! ¡Todo! Estaba tan cerca… tan cerca de conseguir el antídoto… ¡y tú me has robado la oportunidad! ¡Para siempre!

Jude me mira con las manos apoyadas en las rodillas y el ceño fruncido.

—Ever… —dice mientras intenta recuperar el aliento— Yo no pretendía… no quería… —Sacude la cabeza—. Tienes que creerme. Pensaba que corrías peligro… ¡Parecía que estabas metida en un lío! Tú no has visto lo que yo… estabas… Estaba encima de ti… —Niega de nuevo con la cabeza—. Y parecía que luchabas… por dentro, como si no pudieras soportarlo, como si no pudieras luchar contra la atracción que sentías por él. Por eso he venido. Por eso estoy aquí. Sabía adonde te dirigías cuando te marchaste de la tienda, y pensé que no estabas preparada para intentarlo de nuevo. Y cuando he entrado en la habitación… y te he visto así… Bueno, no quería esperar hasta el último momento, así que… yo…

—¿Así que lo has matado? —Lo miro con los ojos abiertos de par en par. Siento la garganta seca—. ¿Has utilizado la información que compartí contigo para matarlo?

Sacude la cabeza y se pone en pie. Su camiseta muestra un desgarrón causado cuando lo lancé al otro lado de la estancia, y su aura emite llamaradas de angustia. Juguetea con el anillo de malaquita que lleva en la mano y que ha utilizado para matar a Roman.

—Me dijiste que era malvado, diabólico… que dirigía un grupo de inmortales renegados… y que no podías resistirte a él debido al hechizo. Me pediste ayuda. Confiaste en mí… no en Damen. Me elegiste, Ever, ¡te guste o no! Y lo único que quería era salvarte… de Roman y de ti misma. Esa era mi única intención… protegerte… ¡cuidar de ti!

—¿De veras? —Lo miro con los ojos entornados mientras una nueva idea toma forma en mi mente—. ¿Esa era tu única intención? ¿En serio?

—¿Qué intentas decir? —Entorna los párpados y se frota los labios mientras trata de descifrar mis palabras.

—Sabes muy bien lo que intento decir —respondo. Mi cuerpo tiembla de furia, de ira y de derrota mientras aferró la camisa manchada con el antídoto de Roman—. Lo has hecho a propósito. —Lo fulmino con la mirada. No tengo ninguna prueba de que eso sea cierto, pero una vez que pronuncio las palabras, una vez que las digo en alto, la idea cobra fuerza—. Lo has hecho a propósito, y no por un error. Sabías perfectamente lo que te hacías cuando has venido aquí. ¿Esto es todo? ¿Así pensabas ganar un juego que ha durado cuatrocientos años? ¿Este es tu gran movimiento? ¿Arrebatarle a la chica a la que dices que quieres lo único que desea en el mundo? ¿Asegurarte de que nunca pueda estar con Damen? ¿Así es como juegas, Jude? ¿De verdad crees que eso hará que renuncie a mi alma gemela y te elija a ti?

Sacudo la cabeza y contemplo la camisa de Roman. Se me encoge el corazón al ver la mancha de la parte delantera, al pensar en la horrible vida de Roman y dónde se encuentra su alma ahora. Sé que estaba tan cerca, tan cerca de llegar hasta él… a punto de cambiarlo todo… de conseguir lo que quería… Y ahora, esto.

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