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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (32 page)

—Estoy seguro de que podéis discutir esto mañana. Ahora deberíamos irnos. No podemos correr el riesgo de perder esa reserva, después de lo difícil que ha sido conseguirla.

Sabine suspira y se rinde al contundente argumento de Muñoz, pero no está dispuesta a dejarme escapar tan fácilmente.

—Mañana por la mañana, Ever —dice con los dientes apretados—. Quiero que seas la primera persona que vea cuando me levante. —Al ver la expresión de mi cara, añade—: No hay peros que valgan.

Asiento, aunque no pienso asistir a esa cita. Si las cosas salen como espero, mañana por la mañana estaré muy lejos de la mesa de la cocina. Estaré en una suite del Montage con Damen, haciendo realidad el sueño que hemos deseado durante tanto tiempo…

Sin embargo, no pienso contarle eso, así que me limito a asentir con la cabeza antes de decirle:

—Vale. —Y di go esto solo porque soy consciente de que, como buena abogada, siempre insiste en obtener una respuesta verbal que no pueda malinterpretarse o tergiversarse.

Y cuando creo que lo peor ha pasado, al menos por el momento, mi tía insiste en que le pida disculpas a su amiga… como si hubiera cometido algún crimen. Sé que lo pagaré más tarde, pero no pienso hacerlo.

En lugar de eso, la miro y le digo:

—Nada de esto cambia lo que le he dicho ahí dentro. —Señalo con un gesto la oficina—. Su pasado, Tommy, su futuro… Sabe que lo que le he dicho es cierto. Ah, y sobre esa oportunidad que se le presenta… —La miro a ella y luego al hombre con el que se ha citado—. Bueno, dude de mí cuanto quiera, pero haría bien en seguir mi consejo.

Echo un vistazo a Sabine y veo que su aura suelta llamaradas de furia, una furia que logra controlar a duras penas gracias al brazo de Muñoz que le rodea la cintura. El profesor me hace un guiño cómplice, la obliga a darse la vuelta y la acompaña hacia la puerta, seguidos de sus amigos.

En el instante en que la puerta se cierra tras ellos, Jude me mira y me dice:

—Tía, he sentido un mal rollo increíble cuando he llegado aquí. Creo que tendré que restregar el lugar con salvia para limpiarlo bien. —Sacude la cabeza—. ¿Qué ha pasado? Creía que ya se lo habrías contado a tu tía a estas alturas.

—¿Estás de broma? Ya has visto lo que acaba de ocurrir. El tipo de escenita que pretendía evitar.

Se encoge de hombros y empieza a contar el dinero de la caja registradora.

—Bueno, quizá la cosa habría ido mejor si se lo hubieras contado. Para ella ha sido como un mazazo entrar y ver que trabajabas aquí… leyendo el futuro, nada menos.

Frunzo el ceño y saco el monedero para pagarle el dinero que le debo por la sesión gratis que acabo de terminar.

—¿Seguro que quieres pagarla? —pregunta negándose a aceptar el dinero.

—Por favor. —Le ofrezco el dinero de nuevo. Veo que alza las cejas y sé que está a punto de rechazarlo otra vez, así que añado—: Y quédate con el cambio. Tómatelo como un pago por todo… el mal rollo… que he causado. En serio. —Se lo dejo en las manos—. Si esto no hubiera ocurrido, ¿quién sabe?, a lo mejor se habría convertido en una de nuestras dientas habituales. Así que tómatelo como un pequeño pago por esos futuros ingresos perdidos.

—No tengo claro que la hayas perdido como dienta —dice mientras mete el dinero en la bolsa del banco y cierra la caja registradora—. Si le has hecho una predicción tan buena como creo, al final regresará, o se lo contará a sus amigas, que vendrán aunque solo sea por curiosidad. Este tipo de cosas son una tentación que la gente no puede resistir. Ya sabes, un titular como «Abogada tradicional acoge a una sobrina estafadora que en su tiempo libre es una médium de un talento extraordinario». Podría ser el argumento de un libro o el de una película.

Me encojo de hombros y me tomo un momento para retocar el poco maquillaje que llevo mirándome en mi diminuto espejo de mano.

—Con respecto a eso…

Jude me mira con expresión interrogante.

—Creo que mis días como Avalon han terminado.

Suspira claramente decepcionado.

—No me malinterpretes, lo he pasado muy bien. Hoy he notado (bueno, al menos hasta que ha comenzado el espectáculo) que empezaba a mejorar mucho, que podía llegar a ayudar a la gente… Pero ahora quizá será mejor que vuelvas a contratar a Ava. Además, las clases empezarán pronto y…

—¿Vas a dejar el trabajo? —Frunce el ceño. Está claro que la idea no le hace ninguna gracia.

—No. —Sacudo la cabeza—. No, es solo que… bueno, es evidente que tendré que dedicarle menos horas, y no quiero causarte más problemas de los que te he causado ya.

—No te preocupes. —Alza los hombros—. Ya he vuelto a contratar a Ava, porque supuse que tendrías que trabajar menos horas… Pero puedes retomarlo cuando quieras, Ever. Los clientes te adoran, y yo… Bueno… —Se ruboriza—. Yo también estoy muy impresionado con tu talento como empleada. —Se pellizca la nariz, suspira y niega con la cabeza—. Mierda, no se puede decir que sea muy sutil…

Me encojo de hombros. No sabría decir quién está más incómodo, si él o yo.

—En fin, ¿sabes lo que vas a decirle a tu tía mañana? —pregunta, ansioso por cambiar de tema.

—No. —Guardo el brillo de labios en el bolso y luego cierro la cremallera—. Ni idea.

—¿No te parece que deberías pensarlo un poco? ¿Idear algún plan? No querrás que te pille antes de que tengas la oportunidad de tomarte tu primera taza de café, ¿verdad?

—Yo no tomo café. —Elevo los hombros una vez más.

—Vale, pues elixir. Lo que sea. —Se echa a reír—. Sabes muy bien lo que quiero decir.

Me cuelgo el bolso del hombro y lo miro.

—Oye, no me malinterpretes, quiero mucho a Sabine. Me acogió cuando lo perdí todo en el mundo y, a cambio, yo no he hecho otra cosa que convertir su vida en un infierno todos los días. Y si bien estoy más que dispuesta a sincerarme, aunque solo sea porque ella se ha ganado el derecho a conocer la verdad (o al menos algo parecido a la verdad), no será mañana por la mañana. Ni de lejos. —Intento no sonreír, pero no puedo evitarlo. Cuando pienso en mi plan, en mi plan a prueba de bombas, toda mi cara se ilumina.

Por ahora necesito reservar toda mi energía, toda mi luz, todo mi «buen rollo», como lo llama Jude, para Roman. Tengo que canalizarlo todo en él. Tengo que cubrirlo de amor, paz y buena voluntad, porque solo acercándome a él de esa manera tengo alguna posibilidad de ganar. Es la única forma de conseguir lo que quiero.

Si algo he aprendido después de todo esto es que la resistencia nunca sirve de nada. Librar una guerra contra aquello que no deseo solo sirve para manifestar eso mismo. Y esa es la razón por la que el poder que Roman tenía sobre mí se debilitó cuando recurrí a Hécate: porque dejé de obsesionarme con él durante cinco minutos y empezó a deteriorarse. Así pues, teniendo eso en cuenta, me parece acertado asumir que si concentro mi energía en aquello que deseo (la paz entre nosotros y los renegados, y el antídoto del antídoto), saldré victoriosa.

Cuando vaya esta noche a su casa, no será como enemiga, como alguien dispuesto a engañar y luchar para conseguir lo que quiere. Me acercaré a él con mi mejor versión de mí misma, en mi más pura esencia.

Y luego le ofreceré la oportunidad de salir de las profundidades y ponerse a mi nivel.

Estoy tan absorta en mis pensamientos, tan perdida en mi excitante plan, que al principio ni siquiera oigo lo que me dice Jude.

—¿Adónde vas? —Me mira con los ojos entornados. Tiene su radar psíquico en alerta máxima.

Sin embargo, no soy capaz de borrar la sonrisa de mi cara.

—Voy a hacer algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. —Hago una pausa al ver que inclina la cabeza y arquea una ceja. Su aura empieza a ondear. Desearía tener más tiempo para poder tranquilizarlo, para decirle que no se preocupe, pero no lo tengo. Ya me he demorado demasiado. Así que en lugar de eso, le digo—: No te preocupes, esta vez sé lo que me hago. Esta vez todo será diferente. Ya lo verás.

—Ever… —Estira un brazo hacia mí, pero su mano solo atrapa el aire del espacio vacío que hay a su lado.

—No te preocupes —le digo con voz tranquilizadora—. Sé exactamente lo que debo hacer. Ahora sé cómo debo tratar a Roman. —Asiento y me fijo en su cabello enredado. Durante las últimas semanas que ha pasado haciendo surf, el sol del verano le ha aclarado el pelo, que ahora tiene un montón de mechas plateadas—. Sé con exactitud cómo arreglar las cosas, cómo debo actuar —añado. Él se echa hacia atrás en el taburete y se rasca la barbilla con aire pensativo. Su anillo de malaquita tiene casi el mismo tono verde que su mirada tropical… llena de recelo y preocupación. Pero lo paso por alto. No lo tengo en cuenta. Porque es la primera vez en mucho tiempo que me siento poderosa, segura de mí misma, y no pienso permitir que nadie plante la semilla de la más mínima duda en mi mente—. Fui a los Grandes Templos del Conocimiento… —Hago una pausa, ya que sé que se necesita algo más para convencerlo que un gesto de asentimiento y el aplomo de mis palabras—. Y… bueno, digamos que me aconsejaron muy pero que muy bien. —Aprieto los labios y me coloco el bolso sobre el hombro. Debería poner punto y final a la conversación en ese instante.

Jude me mira y se pasa la mano por la parte delantera de la camiseta para juguetear con los dedos sobre el símbolo blanco y negro del yin y el yang. Inclina la cabeza y dice:

—Ever… creo que no deberías seguir ese camino otra vez. Por si no lo recuerdas, la última vez que estuviste cara a cara con Roman la cosa no salió muy bien, y me parece que no ha pasado tiempo suficiente para que lo intentes de nuevo. Es demasiado pronto.

Alzo los hombros. Sus palabras se deslizan sobre mí como el aceite sobre el agua; no tienen ningún efecto y eso, a juzgar por la expresión de su rostro, solo parece preocuparlo aún más.

—Lo tendré en cuenta —le digo al tiempo que me coloco un mechón de pelo tras la oreja—. Pero la cosa es… que voy a hacerlo de todas maneras. Voy a ir. Una última vez… por decirlo de algún modo.

—¿Cuándo? ¿Ahora? ¿Hablas en serio? —Frunce el entrecejo mientras me mira a los ojos de una forma que me hace vacilar.

Yergo los hombros y cruzo los brazos a la altura del pecho.

—¿Por qué? ¿Piensas seguirme para poder detenerme?

—Tal vez. —Hace un gesto de indiferencia con los hombros y añade justo después—: Haré lo que haga falta.

—¿Lo que haga falta… para qué? —Inclino la cabeza hacia un lado desafiándolo con la mirada.

—Para mantenerte a salvo. Para protegerte de él.

Respiro hondo y lo miro. Lo miro de verdad. Desde la cabellera dorada hasta la cintura, porque, gracias al mostrador, no puedo ver nada más.

—¿Y por qué ibas a hacer algo así? Creí que querías que fuera feliz… aun cuando eso significara que estuviera con Damen. ¿No fue eso lo que me dijiste?

Jude se frota los labios y cambia de posición en el taburete; parece tan incómodo que me siento mal por lo que le he dicho. He ido demasiado lejos. El mero hecho de que en el pasado nos lo contáramos todo y compartiéramos más de lo que habríamos debido no significa que tenga derecho a cuestionarlo o a aprovecharme de lo que me dijo. No significa que deba insistir en obtener una respuesta cuando es obvio que la pregunta le hiere. Aun así, hay algo en su forma de moverse, no solo a nivel físico, sino también a nivel energético, que me deja intrigada… Me hace sentir un insignificante atisbo de duda…

Me doy la vuelta y me dirijo a la puerta. Él me sigue hasta el callejón, donde ambos hemos aparcado nuestros coches.

—He quedado con Honor después… ¿Te apetece pasarte por mi casa más tarde? Puedes traerte a Damen, si quieres. No me importa.

Me detengo para mirarlo.

—Vale, sí que me importa… pero lo disimularé muy bien. Palabra de honor. —Alza la mano.

—¿Estás saliendo con Honor? —le pregunto mientras abre la puerta de su viejo Jeep negro y se sube al coche.

—Sí, ya sabes, tu amiga de clase, la que fue el otro día a tu cumpleaños.

Intento decirle que no es mi amiga, que según lo que pude atisbar el otro día en la playa, en su energía, lo más seguro es que sea cualquier cosa menos eso… pero cuando veo la expresión de su rostro, decido callármelo.

—No es tan mala, ¿sabes? —Mete la llave en el contacto y arranca el motor tras una serie de estallidos y chapurreos—. Deberías darle una oportunidad.

Mientras observo a Jude, recuerdo lo que le dije aquel primer día, antes de conocerlo bien, mucho antes de conocer nuestro pasado. Le dije algo como que siempre se enamoraba de la chica equivocada. Me pregunto si se está enamorando otra vez. Sin embargo, cuando veo la forma en que cambia su mirada, la manera en que su aura chispea con llamaradas, sé que la chica equivocada sigo siendo yo. Honor ni siquiera entra en la competición. Y no estoy segura de qué es lo que me molesta más: saber eso o el súbito alivio que siento al saberlo.

—Ever…

Me mira de esa forma que me deja sin aliento. Su rostro tiene una expresión tan conflictiva que resulta evidente lo que dirá a continuación, pero al final cierra los ojos, se muerde los labios y respira hondo.

—¿Estarás bien? ¿Estás segura de lo que vas a hacer?

Asiento con la cabeza y me subo al coche, mucho más segura de mí misma que nunca. La oscuridad ha desaparecido, ha perdido la batalla contra la luz, y nada puede salir mal. Cierro los ojos y enciendo el motor antes de volverme hacia Jude.

—No te preocupes. Esta vez sé muy bien lo que me hago. Esta vez todo será diferente. Ya lo verás.

Capítulo treinta y tres

C
uando llego a casa de Roman, todo está tranquilo.

Justo como esperaba.

Justo como había planeado.

Cuando Haven me dijo que iba a ir a un concierto con Misa, Marco y Rafe, supe que era la oportunidad perfecta para pillar a Roman solo, tranquilo, y poder acercarme a él de un modo pacífico, razonable y calmado para explicarle mi situación.

De pie frente a su puerta, me tomo un momento para cerrar los ojos y tratar de serenarme. Concentro mi atención en mi interior y no logro encontrar ni el más mínimo rastro del monstruo. Es como si me hubiera liberado de todo el odio y la furia que sentía por Roman, como si hubiera extinguido el oxígeno que el fuego oscuro necesitaba para sobrevivir… y lo único que queda en su lugar soy yo.

Y solo después de llamar a la puerta unas cuantas veces sin que me abra, decido entrar en la casa. Sé que él está aquí, y no solo porque su Aston Martin rojo cereza esté aparcado en la entrada, sino porque puedo sentir su presencia. No obstante, por raro que parezca, él no ha sentido la mía. De lo contrario, ya estaría aquí.

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