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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

La rebelión de los pupilos (43 page)

—¡Los
gubru
son unos holgazanes y unos herejes! Uthacalthing ¿cómo puede ser tan ingenuamente optimista? —la cresta de Kault tembló y sus párpados se agitaron.

Uthacalthing se limitó a devolver la mirada a su compañero de naufragio con una ligera sonrisa en los labios.

—Ah, bien —dijo el
thenanio—
. Ya veo. Está poniendo a prueba mi sentido del humor con una frase irónica. —El
thenanio
hizo que el borde de su cresta se inflase unos momentos—. Divertido, lo comprendo. Sigamos remando.

Uthacalthing se dio la vuelta y tomó su remo. Con un suspiro formó
tu'fluk
, el glifo de la contrariedad por un chiste no apreciado adecuadamente.

Con toda seguridad, esta terca criatura fue designada embajador en un mundo terrestre porque posee lo que entre los thenanios se considera un gran sentido del humor.

Tal posibilidad podía ser la imagen inversa de la razón por la cual Uthacalthing había sido elegido por los
tymbrimi…
por su naturaleza comparativamente seria, su tacto y su comedimiento.

No, pensó Uthacalthing mientras remaban, deslizándose entre retazos de hierba salina.
Kault, mi amigo, no ha comprendido el chiste en absoluto. Pero ya lo entenderá.

El recorrido hasta la desembocadura del río fue largo. Garth había girado más de veinte veces desde que Kault y él tuvieran que abandonar la incapacitada nave, aún en vuelo, y lanzarse en paracaídas a unos terrenos salvajes. Los infortunados pupilos
ynnin
del
thenanio
se asustaron, sus dos paracaídas se enredaron entre sí, cayeron y murieron. Desde entonces, los dos diplomáticos no habían contado más que con su mutua compañía.

Al menos era primavera y no pasarían frío. Eso representaba un cierto alivio.

La marcha del bote improvisado, hecho con ramas de árbol y tela de paracaídas, era lenta. Se encontraban sólo a unos cuatrocientos metros de su meta, pero les costó casi cuatro horas abrirse paso por los tortuosos canales. Aunque el terreno era llano, unas hierbas altas les tapaban la visión la mayor parte del tiempo.

De repente, apareció ante ellos la ruina de una pequeña nave espacial en otro tiempo bruñida y brillante.

—Aún no veo por qué hemos de regresar —dijo Kault con voz áspera—. Conseguimos los suficientes alimentos para mantenernos con vida sin tomar tierra. Cuando las cosas se tranquilicen, podemos internarnos y…

—Espere aquí —le ordenó Uthacalthing sin preocuparse por haberlo interrumpido. Gracias a Ifni, los
thenanios
no eran quisquillosos respecto a eso. Pasó una pierna por encima del flanco del bote y se metió en el agua—. No hay ninguna necesidad de que nos arriesguemos los dos aproximándonos más. Continuaré yo solo.

Uthacalthing conocía lo bastante a su compañero de naufragio para percibir la expresión contrariada de Kault. La cultura
thenania
hacía mucho hincapié en el valor personal, especialmente a partir del momento en que los vuelos espaciales habían comenzado a aterrorizarlos.

—Le acompañaré, Uthacalthing —repuso dejando el remo—. Tal vez haya peligros.

—No es necesario, mi colega y amigo —Uthacalthing lo detuvo alzando la mano—. Su forma física no es la adecuada para este cenagal. Y además podría volcar el bote. Limítese a descansar. Regresaré en pocos minutos.

—Muy bien, entonces —Kault parecía visiblemente aliviado—. Lo esperaré aquí.

Uthacalthing se abrió camino por los bajíos, tanteando con el pie el engañoso lodo. Bordeó los torbellinos de fluidos de la nave y se dirigió hacia el banco donde la destrozada parte trasera se levantaba sobre la marisma.

Fue un trabajo duro. Sintió que su cuerpo intentaba modificarse para soportar mejor el esfuerzo de vadear aquel lodazal, pero logró reprimir la reacción. Gracias al glifo
nuturunow
, consiguió limitar las adaptaciones al mínimo. Era una distancia corta que no compensaba el precio que los cambios le habrían costado.

Su corona se expandió, en parte para sostener el
nuturunow
y en parte para detectar presencias entre las hierbas. Era poco probable que algo pudiera dañarlo allí. Los
bururalli
se habían ocupado de eso. No obstante, sondeó la zona al tiempo que vadeaba y acariciaba la red de empatía de aquel conglomerado de vida de los pantanos.

Pequeñas criaturas lo rodeaban por todas partes. Poseían formas básicas, estandarizadas: pájaros brillantes y cenceños, reptiloides con escamas y bocas en forma de cuerno, animalillos peludos que se escondían entre las cañas. Desde hacía mucho tiempo se sabía que los animales que respiran oxígeno tienen tres formas clásicas de cubrir su cuerpo. Cuando las células epidérmicas se abombaban hacia afuera se convertían en plumas. Cuando se abombaban hacia dentro daban lugar al pelo. Y cuando se hacían gruesas, planas y duras, el animal se cubría de escamas.

Allí se habían desarrollado los tres tipos, siguiendo los patrones típicos. Las plumas eran ideales para los pájaros, que necesitaban un máximo de aislamiento con un mínimo peso. Los animales de sangre caliente estaban cubiertos de pelo ya que no podían afrontar la pérdida de calor.

Pero aquello era sólo en la superficie, por supuesto. En el interior, existía un número casi infinito de formas de abordar el problema de la vida. Cada criatura era única, cada mundo un maravilloso experimento de diversidad.

Se suponía que un planeta era un gran vivero y como tal merecía protección. Era una creencia que Uthacalthing y su compañero compartían.

Su gente y la de Kault eran enemigos, no como los
gubru
y los humanos de Garth, pero sí en cierto modo, según constaba en el Instituto de la Guerra Civilizada. Existían muchos tipos de conflictos, la mayoría de los cuales eran peligrosos y muy serios. No obstante, a Uthacalthing le caía bien aquel
thenanio
, en cierto sentido. Siempre es preferible gastar bromas a alguien que te guste.

Se movió lentamente por la aceitosa agua, con las polainas cubiertas de sustancias pegajosas, hasta que finalmente pudo encaramarse en el banco de lodo. Uthacalthing comprobó si había radiaciones y se dirigió despacio hasta la nave caída.

Kault vio al
tymbrimi
desaparecer tras el flanco de la destrozada nave. Permaneció inmóvil, tal como le había recomendado, moviendo sólo ocasionalmente el remo para golpear la perezosa corriente y mantenerse alejado de la aceitosa suspensión. En sus ranuras respiratorias se habían formado unas mucosidades que lo protegían del mal olor. A lo largo y a lo ancho de las Cinco Galaxias, los
thenanios
tenían la reputación de ser duros luchadores y formidables viajeros espaciales. Pero era sólo en los planetas habitables y respirables donde Kault y los suyos podían sentirse relajados. Por eso, sus naves semejaban auténticos mundos sólidos y duraderos. Una patrullera construida por ellos no hubiese sido abatida con un simple láser terawatio. Los
tymbrimi
preferían la velocidad y la maniobrabilidad, pero desastres de aquel tipo parecían dar la razón a la filosofía
thenania
.

El choque les había dejado muy pocas opciones. Podían intentar burlar el bloqueo
gubru
, lo que sería bastante arriesgado, o esconderse con los oficiales humanos supervivientes. Opciones que apenas podían considerarse.

Tal vez la colisión había sido, después de todo, lo mejor que había podido ocurrirles. Ahí estaban, entre el, agua y la suciedad, pero también en medio de seres vivientes.

Kault vio reaparecer a Uthacalthing tras la destrozada nave con una pequeña bolsa en la mano. Cuando el enviado
tymbrimi
se metió en el agua, su corona se expandió por completo. Kault sabía que no era tan eficiente como la cresta de los
thenanios
para disipar el exceso de calor.

Algunos grupos dentro de su clan se apoyaban en hechos de aquel tipo para sostener la intrínseca superioridad
thenania
, pero Kault pertenecía a una facción que poseía puntos de vista más amplios. Creían que cada forma de vida tenía su lugar en el Todo en evolución. Hasta los salvajes e impredecibles lobeznos humanos.

Incluso los herejes.

Uthacalthing regresó al bote con su corona completamente expandida, pero no a causa del exceso de calor sino porque estaba formando un glifo especial.

El
lurrunanu
flotaba bajo la brillante luz del sol. Se aglutinó sobre su corona, cobró impulso y se extendió hacia adelante, catapultándose hacia Kault y bailando sobre la cresta del gran
thenanio
con satisfecha curiosidad.

El galáctico estaba ajeno a eso, sin notar nada. Pero nadie podía recriminárselo: después de todo, el glifo no era nada, nada real.

Kault ayudó a Uthacalthing a subir de nuevo a bordo, agarrándolo por el cinturón y tirando de él hasta que consiguió izarlo al interior del oscilante bote.

—He recuperado más provisiones alimenticias y unas cuantas herramientas que tal vez necesitemos —explicó Uthacalthing en galáctico-Siete mientras Kault le ayudaba a recuperar el equilibrio.

Abrió la bolsa y sobre el fondo de lona de la embarcación rodaron unas botellas. El
lurrunanu
seguía flotando sobre el
thenanio
a la espera del momento oportuno. Mientras Kault se agachaba a recoger los objetos caídos, el movedizo glifo giratorio saltó sobre él.

Golpeó en la famosa obstinación
thenania
y salió rebotado. La impasibilidad pétrea de Kault era demasiado dura para ser penetrada. Empujado por Uthacalthing, el
lurrunanu
saltó de nuevo y se precipitó con furia hacia la cresta de la correosa criatura en el preciso instante en que Kault recogía una botella más ligera que las demás y se la tendía a Uthacalthing. Pero el terco escepticismo del alienígena hizo retroceder al glifo una vez más.

Uthacalthing volvió a intentarlo mientras asía la botella y la guardaba, pero sólo consiguió que el
lurrunanu
se rompiera contra la impenetrable barrera de premisas del
thenanio
.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Kault.

—Por supuesto. —Uthacalthing replegó su corona y soltó un soplido de frustración. Tenía que encontrar alguna forma de excitar la curiosidad de Kault.

Oh, bueno
, pensó.
Nunca esperé que resultase fácil. Ya habrá tiempo.

Para llegar a Puerto Helenia debían atravesar los varios cientos de kilómetros de tierras yermas que se extendían ante ellos, luego las Montañas de Mulun y finalmente el Valle del Sind. En algún lugar de aquel trayecto esperaba el compañero secreto de Uthacalthing, dispuesto a gastar una larga y complicada broma a Kault.
Sé paciente
, se dijo Uthacalthing.
Las mejores bromas necesitan su tiempo.

—Ya podemos marcharnos —puso la bolsa bajo su improvisado asiento y la sujetó con un trozo de cordel—. Me parece que junto al banco más alejado encontraremos mucha pesca y creo que esos árboles serán una buena protección contra el sol del mediodía.

Kault asintió con voz ronca y tomó el remo. Juntos se abrieron camino por las marismas, dejando tras de sí la destrozada nave para que se hundiera poco a poco en el barro.

Capítulo
44
GALÁCTICOS

En órbita sobre el planeta, la fuerza invasora entró en una nueva fase de operación.

Al principio se había producido el asalto contra una breve, sorprendentemente dura, pero casi inútil resistencia. Luego llegó la consolidación y se hicieron planes para el ritual y la depuración. Durante todo ese tiempo, la mayor preocupación de la flota había sido defensiva.

Las Cinco Galaxias estaban conmocionadas. Cualquier otra alianza podía buscar la oportunidad de apoderarse de Garth. O la alianza Tymbrimi/Tierra, aunque acosada en todas partes, podía decidir el contraataque en el planeta. Los ordenadores tácticos habían calculado que los lobeznos podrían ser lo suficientemente estúpidos para intentarlo, pero los terrestres eran tan imprevisibles que cualquiera lo sabía.

En ese escenario ya se había invertido demasiado y el clan de los
gooksy-gubru
no podría afrontar una pérdida.

Así pues, la flota había adoptado una nueva formación. Las naves vigilaban las cinco capas cercanas de hiperespacio, casi todos los puntos de transferencia y los nexos de caída temporal de los cometas.

Llegaban noticias de los afanes de la Tierra, de la desesperación de los
tymbrimi
y de las dificultades de esos tramposos para procurarse aliados entre los indolentes clanes moderados. A medida que pasaba el tiempo, se hacía evidente que no podía esperarse ninguna amenaza en ese sentido.

Pero algunos de los otros grandes clanes, los que veían ventajas en la situación, estaban atareados. Algunos se habían dedicado a la inútil búsqueda de la desaparecida nave de los delfines. Otros utilizaban la confusión como una excusa oportuna para desenterrar antiguos rencores. Unos acuerdos que tenían milenios de existencia se desvanecían como nubes de gas ante repentinas supernovas. Las llamas lamían el antiguo entramado social de las Cinco Galaxias. Desde la Percha natal
gubru
llegaron nuevas órdenes. Tan pronto como estuvieran terminadas las defensas de superficie, la mayor parte de la flota debía continuar hacia otros objetivos. Las fuerzas restantes serían más que suficientes para controlar Garth contra cualquier amenaza.

Los Maestros de la Percha acompañaron la orden con ciertas compensaciones. Al Suzerano de Rayo y Garra lo premiaron con una mención honorífica. Al Suzerano de la Idoneidad le prometieron mejorar la Biblioteca Planetaria de Garth.

El nuevo Suzerano de Costes y Prevención no necesitaba recompensas. Las órdenes suponían en sí mismas una victoria ya que en esencia significaban prevención. El jefe de la burocracia ganó puntos para la Muda tan necesarios para competir con sus compañeros más experimentados.

Las unidades navales se dirigieron al punto de transferencia más cercano, con la confianza de que en Garth las cosas estaban bajo completo control. Las fuerzas de tierra, sin embargo, contemplaron la partida de las grandes naves con cierta incertidumbre. En la superficie del planeta se presagiaba un pequeño movimiento de resistencia.

La actividad, de momento poco más que un fastidio, había empezado entre los chimpancés de las zonas rurales.

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