Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (7 page)

Prometí no utilizar tácticas atemorizantes. Con el ejemplo que te voy a poner ahora no quiero asustarte, simplemente deseo hacerte ver que el tabaco te pone más nervioso y no te relaja.

Intenta imaginar que has llegado a un grado de envenenamiento tal que el médico te va a tener que amputar las piernas, si no dejas de fumar. Sólo por un momento piensa en la vida sin piernas. Hazte cargo del estado mental de una persona que habiendo recibido ese aviso, sigue fumando y pierde sus piernas.

Párate un momento e intenta imaginar la vida sin piernas.

Yo oía historias de este tipo y pensaba que la gente que hacía estas cosas estaba loca. A veces deseaba que el médico me dijera a mí algo parecido; entonces lo dejaría. Pero yo era ya uno de esos locos, esperando cualquier día tener una hemorragia cerebral y perder no sólo las piernas, sino la vida. Yo no me consideraba loco; era simplemente un fumador empedernido.

Esas historias no son locuras. Es eso lo que te hace esta terrible droga.

Conforme avanzas por la vida, te va quitando valor y coraje sistemáticamente.

Cuanto más valor te quita, más te hace creer que está haciendo justamente lo contrario. Todos hemos oído hablar de esa sensación de pánico que invade a los fumadores cuando por la noche temen que se les acabe el tabaco. Es un temor que los no-fumadores no sienten; es el cigarrillo quien lo produce. Con el paso del tiempo, el tabaco no sólo te quita valor, también es un potente veneno que destroza tu salud física. Cuando el fumador llega al punto en que el tabaco le está matando, cree que el cigarrillo le da valor para enfrentarse con el momento más dramático de su vida: es entonces cuando más lo necesita.

Métetelo en la cabeza: el cigarrillo no te hace menos nervioso; poco a poco está restándote coraje. Uno de los mayores beneficios que recibes cuando lo dejas es el retorno de la confianza y la seguridad en ti mismo.

10. Las situaciones de aburrimiento

Si ya estás fumando en este momento, probablemente no te habrás dado cuenta de ello hasta que lo he mencionado.

La idea de que los cigarrillos mitigan el aburrimiento es otra falsedad. El aburrimiento es un estado de ánimo. Si te fumas un cigarrillo, tu mente no dice: «¡Ah, qué bien, me estoy fumando un pitillo, me estoy fumando un pitillo!» Eso sólo ocurre cuando llevas bastante tiempo sin que te permitan fumar, o cuando intentas fumar menos, o mientras fumas esos primeros cigarrillos, después de haber fracasado en el intento de dejarlo.

La situación real es esta: cuando eres adicto a la nicotina, si no estás fumando te falta algo. Si tienes la mente ocupada en algo que no produce estrés, puedes estar bastante tiempo sin fumar, sin que te moleste la ausencia de la droga. Pero cuando estás aburrido, nada te distrae y le das de comer al monstruito. Cuando fumas sin control, es decir, cuando no estás intentando reducir el consumo de tabaco ni dejándolo, incluso el acto de encender un cigarrillo se hace de modo inconsciente. Así, los fumadores de pipa o los que lían sus propios cigarrillos, pueden seguir el rito de una manera automática. Si un fumador intenta acordarse de los cigarrillos que ha fumado durante el día, sólo podrá recordar unos pocos; por ejemplo, el primero de la mañana, o el que fumó después de comer.

La realidad es que el tabaco tiende a aumentar el aburrimiento de modo indirecto, porque te hace sentir letargo y, en vez de emprender una actividad dinámica, los fumadores pasan el rato sin hacer nada, aburridos, aliviando el
mono
.

11. Las situaciones de concentración

Los cigarrillos no te ayudan cuando tienes que concentrarte. Es sólo un engaño.

Cuando intentas concentrarte, automáticamente procuras evitar molestias, como un exceso de calor o de frío. El fumador ya siente la molestia del monstruito que pide su dosis. Por tanto, cuando quiere concentrarse, ni lo piensa: enciende un cigarrillo de manera automática, quitándose parcialmente la molestia de la ansiedad, se dedica al trabajo que tiene delante y ya se ha olvidado de que está fumando.

El tabaco no ayuda a concentrarte; al contrario, destruye la concentración, porque, con el tiempo, es imposible aliviar completamente la ansiedad incluso mientras fumas. Siguiente paso: fumas más, y el problema crece.

Existe otro factor que perjudica la concentración. La obstrucción progresiva de arterias y venas con los venenos, privando al cerebro de oxígeno. De hecho, la concentración e inspiración se verán beneficiadas si se revierte todo el proceso.

Este error en cuanto a la concentración me impedía dejar de fumar con el método de la fuerza de voluntad. Podía aguantar la irritabilidad y el mal humor, pero cuando algo difícil me exigía mucha concentración, tenía que tener aquel cigarrillo. Recuerdo el pánico que sentí al enterarme de que no podía fumar durante los exámenes de contabilidad. En esa época ya era un fumador compulsivo, sabía que me iba a ser imposible concentrarme durante tres horas sin un solo cigarrillo. Pero aprobé los exámenes y no recuerdo haber pensado en fumar durante ese momento; evidentemente, cuando me encontraba entre la espada y la pared, podía tolerarlo.

En realidad, la falta de concentración que los fumadores experimentan al intentar dejar de fumar no se debe a los síntomas físicos de la ansiedad por la nicotina. Si eres fumador, tienes bloqueos mentales. ¿Qué haces entonces? Si no estás fumando, enciendes un cigarrillo; pero esto no soluciona el problema. Tienes que seguir adelante igual que lo hacen los no-fumadores. Cuando eres fumador nunca echas la culpa de las cosas al cigarrillo. Los fumadores nunca tienen tos de fumador; se engañan a sí mismos padeciendo un resfriado permanente. En cambio, cuando dejas de fumar, culpas de lo que en la vida te va mal al hecho de que has dejado de fumar. Cuando tienes un bloqueo mental, en lugar de sobrellevarlo, dices: «Ojalá pudiera encender un cigarrillo, esto resolvería mi problema.» Así es cómo empiezas a dudar de tu decisión por dejar de fumar.

Si crees que el fumar favorece la concentración, entonces el hecho de preocuparte por ello hará que no puedas concentrarte con toda seguridad. Son las dudas, no la ansiedad física las responsables del problema. Acuérdate, sólo los fumadores padecen las punzadas de ansiedad; los no-fumadores no las padecen.

Cuando apagué el último cigarrillo, pasé de la noche a la mañana, de fumar cien cigarrillos diarios a no fumar ninguno, sin pérdida alguna de concentración.

12. Las situaciones de relajación

La mayoría de los fumadores creen que los cigarrillos les ayudan a relajarse. Lo cierto es que la nicotina, entre otras cosas, es un estimulante químico. Si te tomas el pulso y luego fumas dos cigarrillos seguidos, notarás un aumento significativo en el número de pulsaciones.

Uno de los cigarrillos preferidos puede ser el de después de comer o de cenar. La comida y la cena son los momentos de mayor sosiego de la jornada: dejamos de trabajar, nos sentamos, aliviamos el hambre y la sed, y nos sentimos completamente relajados y satisfechos. El pobre fumador, sin embargo, no puede relajarse: tiene otra «hambre» que satisfacer. Él suele considerar el cigarrillo de después de comer como el punto culminante de la comida, pero no tiene nada que ver: es sólo el monstruito que pide que le den de comer también.

En realidad, el adicto a la nicotina nunca puede relajarse del todo, y con el paso de los años su intranquilidad aumenta.

Las personas menos relajadas del mundo no son los no fumadores, sino los ejecutivos de cincuenta años, fumadores compulsivos, siempre tosiendo, con la tensión alta y permanentemente irritables. Cuando se llega a este punto, los cigarrillos no alivian ni siquiera parcialmente la ansiedad que han producido.

Recuerdo mi juventud, cuando era asesor financiero, con una familia recién formada. Si uno de mis hijos se portaba mal, reaccionaba de manera totalmente desproporcionada. Verdaderamente creía que había algo malvado en mi carácter; ahora sé que los cigarrillos creaban el problema. En esa época pensaba que tenía los mayores problemas del mundo, pero, mirando atrás, me pregunto dónde estaba tanto estrés. Dominaba en todos los demás aspectos de mi vida. Lo único que me controlaba a mí era el tabaco. Lo triste es que todavía no puedo convencer a mis hijos de que mi irritabilidad se debía al cigarrillo, porque cada vez que escuchan a un fumador que trata de justificar su adicción, reciben el siguiente mensaje: «Los cigarrillos me tranquilizan. Me ayudan a relajarme.»

Hace unos años, en un programa de la radio se debatió si se debía prohibir a los fumadores que adoptasen hijos. Llamó un hombre furioso y dijo: «Están completamente equivocados. Recuerdo cuando era niño y tenía que tratar algún problema con mi madre, esperaba el momento en que encendiese un cigarrillo para hacerlo, porque estaba más relajada.» ¿Por qué no podía hablar con su madre cuando no estaba fumando? La próxima vez que veas a una madre gritando a su hijo en el supermercado, observa que hace al salir: lo primero será encender un cigarrillo. Empieza a observar a los fumadores, sobre todo cuando no se les permite fumar. Verás que se llevan las manos a la boca, hacen gestos con las manos, dan golpecitos con los pies, juegan con el pelo o aprietan los dientes. Los fumadores no están relajados, han olvidado lo que es estar completamente relajados. Esta es una de las muchas alegrías que te esperan.

Al fumador se le puede comparar con un insecto atrapado en una planta carnívora. Al principio, el insecto se alimenta del néctar; de pronto, la planta empieza a devorar al insecto.

¿No es hora ya de que te escapes de la planta?

13. Los cigarrillos combinados

No, un cigarrillo combinado no significa que fumes dos o tres a la vez. Cuando eso ocurre, te preguntas por qué estabas fumando el primero. Una vez me quemé el dorso de la mano al llevarme un cigarrillo a la boca teniendo ya uno. Eso en realidad, no es tan absurdo como parece. Llega un momento, como he dicho antes, en que el cigarrillo ya no alivia las molestias del
mono
, y llegas a sentirte privado de algo incluso mientras fumas. Esta es la terrible frustración del fumador compulsivo. Cuando necesita un estímulo, ya está fumando. Esto lleva a los fumadores empedernidos a engancharse con el alcohol o con otras drogas, pero eso es otro tema.

El cigarrillo combinado es el que fumas por dos o más de las razones normales que nos empujan a fumar. Por ejemplo, en las reuniones sociales, las fiestas, las bodas, las comidas en un restaurante. Estos son ejemplos de ocasiones de estrés y relajación. A simple vista, esto parece una contradicción, pero no lo es. Cualquier forma de relación social puede contener un elemento de estrés. Incluso entre buenos amigos hay burlas y bromas normales, y al mismo tiempo quieres divertirte y relajarte.

Las situaciones peores son aquellas en las que las cuatro razones están presentes a la vez. El conducir puede servir de ejemplo. Si acabas de salir de una situación de estrés, como, por ejemplo, una visita al dentista o al médico, ahora puedes relajarte; pero, al mismo tiempo, el conducir siempre supone un elemento de estrés, estás jugándote la vida continuamente. Además, tienes que concentrarte. Puede que no te des cuenta de los últimos dos factores, pero el hecho de que estén en el subconsciente, no quiere decir que no existan. Si te encuentras bloqueado en un atasco o tienes muchos kilómetros de autopista por delante, también puedes aburrirte.

Otro ejemplo clásico es una partida de cartas. En juegos como el
bridge
o
póker
, tienes que concentrarte. Si estás perdiendo más de lo que te puedes permitir, te llenas de tensión. Si pasas varias manos, sin buena racha, puedes sentirte aburrido. Y mientras está pasando todo esto, se supone que es una actividad de ocio y que estás relajado. Durante una partida de cartas, por muy flojas que sean las molestias del
mono
, todos los fumadores fumarán sin parar, incluso los que normalmente fuman poco. En seguida se llenarán y se desbordarán los ceniceros. Habrá una nube atómica justo encima de las cabezas de los jugadores. Si te acercas a cualquiera de los fumadores y le preguntas «¿Estás disfrutando de los cigarrillos?» La respuesta sería: «Lo dices en broma, ¿no?» Muchas veces, después de una velada de estas, al despertarnos por la mañana con la garganta como un pozo fangoso, decidimos dejar de fumar.

Estos cigarrillos combinados son a menudo los «especiales», los que pensamos echar de menos cuando consideramos dejar de fumar. Creemos que nunca vamos a poder disfrutar igual de la vida. En realidad es la misma historia de siempre: sólo se trata de aliviar el
mono
, aunque esta necesidad es más urgente en unas ocasiones que en otras.

Vamos a dejarlo bien claro; no es el cigarrillo lo especial, sino la ocasión. Una vez hayamos eliminado la necesidad de fumar, disfrutaremos más de esas ocasiones y padeceremos menos estrés. Todo esto se explica con mayor detalle en el siguiente capítulo.

14. ¿De qué me voy a privar?

¡DE NADA EN ABSOLUTO! Es el miedo lo que nos impide dejar de fumar. El miedo a encontrarnos privados de nuestro placer o apoyo. El miedo a encontrarnos con que las situaciones agradables de la vida no son como antes, o el miedo a no poder defendernos en las situaciones de estrés.

En otras palabras: el efecto del lavado de cerebro es hacernos creer que somos débiles, que en el tabaco hay algo que necesitamos y que cuando dejemos de fumar habrá un vacío.

Métetelo en la cabeza: ¡EL TABACO NO LLENA EL VACIO. LO CREA!

Nuestro cuerpo es la máquina más sofisticada que existe en este planeta. Da igual que creas en el Creador, en el proceso de selección natural, o en una combinación de ambos. Sea cual sea el ser o el sistema que haya creado este cuerpo, es mil veces más inteligente que el hombre. El hombre no sabe crear la más sencilla de las células vivas, y mucho menos los milagros de nuestra vista, nuestro sistema de reproducción, nuestro sistema circulatorio o nuestro cerebro. Si este Creador o este sistema natural hubiese querido que fumásemos, nos hubiera proporcionado algún tipo de filtro, impidiendo la entrada del veneno en el cuerpo, además de algo que sirviese de chimenea.

El caso es que nuestro cuerpo posee dispositivos de alarma libres de fallos, en forma de toses, mareos, vómitos, etc., y que nos jugamos la vida por no hacer caso de estos avisos.

La maravillosa verdad es que no hay nada de qué privarse. Una vez expulses el «monstruito» de tu cuerpo y hayas eliminado el lavado de cerebro de tu mente, no querrás fumar, ni sentirás la necesidad de hacerlo.

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