Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (4 page)

Es la única droga de la Naturaleza que nunca te permite conseguir lo que te propones. Los chicos suelen empezar porque quieren parecer «duros» —la imagen de Humphrey Bogart o de Clint Eastwood—; pero lo último que sientes cuando fumas el primer cigarrillo es que eres «duro». No te atreves a tragar el humo; si te fumas demasiados, primero te mareas y luego tienes ganas de vomitar. Lo único que quieres hacer es alejarte de los demás chicos y tirar esas asquerosidades.

En las mujeres, es el deseo de parecer una chica sofisticada y moderna lo que les hace empezar. Todos las hemos visto dando caladitas, con un aire totalmente ridículo. Cuando los chicos por fin han aprendido a parecer «duros» y las chicas sofisticadas, ya hubieran preferido no haber empezado nunca.

Luego nos pasamos la vida intentando entender por qué lo hacemos, diciéndoles a nuestros hijos que no se dejen atrapar, y, de vez en cuando, intentando salir nosotros mismos de la trampa.

La trampa está diseñada de tal forma que sólo se intenta salir de ella cuando nuestra vida está en un momento de estrés, sea porque estamos mal de salud, nos falta dinero, o porque sentimos que la gente nos rechaza como si fuéramos leprosos.

En cuanto lo dejamos, sentimos más estrés todavía (con la tan temida ansiedad por la retirada de la nicotina) y ahora, además, tenemos que prescindir de lo único de que dependemos para aliviar el estrés (nuestro apoyo y viejo amigo, el cigarrillo).

Al cabo de unos cuantos días de tortura, decidimos que hemos elegido un mal momento, que debemos esperar hasta que haya un período sin estrés; y en cuanto llega ese día desaparece la motivación que nos empujaba a dejarlo. Desde luego tal período no llegará nunca, porque pensamos que nuestras vidas se van llenando de más y más estrés. En cuanto dejamos el hogar protegido de nuestros padres, empieza el proceso normal de montar una casa, pedir créditos, tener hijos, más responsabilidad en el trabajo, etc. Esto también son imaginaciones. La realidad es que el período con más estrés en la vida de cualquier ser es la niñez y la adolescencia. Tendemos a confundir la responsabilidad con el estrés. Para el fumador el estrés aumenta automáticamente, porque el tabaco no le relaja, ni disminuye los efectos del estrés, como la sociedad intenta hacerte creer. Es lo contrario: son los cigarrillos los que nos ponen más nerviosos y deprimidos.

Incluso fumadores que dejan de fumar (la mayoría de ellos lo consiguen una o más veces a lo largo de su vida) pueden vivir perfectamente felices y luego de repente volverse a enganchar.

Todo lo relacionado con el fumar es como errar por un laberinto gigantesco. En el momento en que entramos en el laberinto se nos nubla la mente, y pasamos el resto de la vida intentando escapar. Muchos, al final, lo conseguimos, para volver a quedar atrapados más tarde.

Yo estuve treinta y tres años intentando escapar del laberinto. Al igual que los demás fumadores, tampoco lo entendía. Sin embargo, debido a una serie de circunstancias extraordinarias, que no implican ningún mérito por mi parte, quise saber por qué durante tanto tiempo había sido tan endemoniadamente difícil quitármelo, y por qué, cuando finalmente lo hice, me resultó no sólo fácil, sino también agradable.

Desde que dejé de fumar, el
hobby
de mi vida, y últimamente mi profesión, ha sido buscar las respuestas a las muchas cuestiones espinosas relacionadas con el fumar. Es un rompecabezas complicado y fascinante, como el famoso cubo de Rubick; casi imposible de resolver. Sin embargo, igual que cualquier tipo de rompecabezas complicado, es fácil cuando sabes la solución. Yo te guiaré para salir del laberinto y me cuidaré de que nunca vuelvas a entrar en él. Lo único que tienes que hacer es
seguir las instrucciones
. Si no sigues una de las instrucciones, las demás no servirán de nada.

Quisiera dejar claro que cualquier persona puede encontrar fácil dejar de fumar, pero primero tenemos que establecer los hechos reales en cuanto al fumar. No me refiero a los hechos aterrorizadores relacionados con la salud, sé que eres consciente de ellos. Ya hay muchas cosas publicadas sobre los males y los peligros asociados con el fumar. Si eso fuera suficiente, ya lo habrías dejado. Me refiero a la pregunta: ¿por qué nos resulta tan difícil dejarlo? Para contestar esta pregunta tenemos que saber cuál es la verdadera razón por la que seguimos fumando.

5. ¿Por qué seguimos fumando?

Todos empezamos a fumar por razones estúpidas, normalmente por presiones o situaciones sociales; pero, una vez que nos damos cuenta de que nos estamos enganchando, ¿por qué seguimos fumando?

Ningún fumador sabe por qué fuma. Si se diera cuenta de cuál es la verdadera razón, dejaría de hacerlo. Es una pregunta que he hecho a miles de fumadores en mis sesiones. La respuesta verdadera es la misma para todos, pero hay una gama muy variada y casi infinita de respuestas dadas por cada individuo. Esta parte de la sesión es la que encuentro al mismo tiempo la más divertida y la más trágica.

Todos los fumadores saben en el fondo de su corazón que hacen el primo. Saben que no sentían ninguna necesidad de fumar antes de engancharse. La mayoría recuerdan que su primer cigarrillo supo fatal y que tuvieron que hacer un esfuerzo para engancharse. La cosa que más les molesta es que intuyen que los no-fumadores no están echando nada de menos y que se ríen de ellos (es difícil no reírse cuando sube el precio del tabaco). Sin embargo, los fumadores son seres humanos inteligentes y racionales. Saben que están corriendo unos riesgos enormes con su salud y que a lo largo de su vida se gastan un dineral en tabaco. Por tanto, necesitan buscar una explicación racional para justificar su estupidez.

Las verdaderas razones por las que los fumadores siguen fumando son una sutil combinación de los factores que trataré de describir en los dos capítulos siguientes. Son:

  1. LA ADICCIÓN A LA NICOTINA.
  2. El LAVADO DE CEREBRO Y EL SOCIO OCULTO.
6. La adicción a la nicotina

La nicotina es un compuesto incoloro y aceitoso, es la droga que existe en los cigarrillos y es la que produce la adicción en el fumador. Es la droga adictiva más rápida conocida por la ciencia, y a veces un solo cigarrillo es suficiente para engancharte.

Cada calada de un cigarrillo lleva al cerebro, a través de los pulmones, una pequeña dosis de nicotina que actúa más rápidamente que la dosis de heroína que se inyecta en la vena un heroinómano.

Si sacas veinte caladas de cada cigarrillo, un solo cigarrillo te proporciona veinte dosis.

La nicotina es una droga de actuación rápida, y el nivel de nicotina en la sangre disminuye aproximadamente a la mitad a los treinta minutos de apagarse el cigarrillo, y a la cuarta parte después de una hora. Esto explica, por qué la mayoría de los fumadores consume unos veinte cigarrillos diarios.

En cuanto el fumador apaga el cigarrillo, la nicotina empieza rápidamente a ser expulsada del cuerpo y el fumador empieza a sentir las molestias de la privación de la droga: el
mono
.

Llegados a este punto, me veo obligado a destruir otro concepto falso, muy extendido entre los fumadores, acerca de las molestias causadas por la retirada de la droga. El fumador cree que el
mono
es el terrible trauma que padece cada vez que trata de dejar de fumar o cuando lo tiene que dejar por obligación. En realidad dicha ansiedad es solamente psicológica. Se debe a que el fumador se siente privado de su placer o apoyo. Daré más explicaciones más adelante.

En realidad, las molestias producidas por la retirada de la nicotina son tan leves que la mayoría de los fumadores viven y mueren sin darse cuenta de que son drogadictos. Cuando utilizamos el término adicto a la nicotina creemos que sólo significa que hemos cogido el hábito. A la mayoría de los fumadores les horrorizan las drogas; sin embargo, eso es exactamente lo que son: drogadictos. Afortunadamente, es una droga fácil de dejar, pero primero tienes que aceptar el hecho de que eres adicto.

Las molestias causadas por la retirada de la nicotina no suponen ningún dolor físico. Es solamente una sensación de vacío, de desasosiego, de que falta algo, lo cual explica por qué muchos fumadores creen que tiene algo que ver con la sensación de no saber qué hacer con las manos. Si se prolonga este estado, el fumador se vuelve nervioso, inseguro, intranquilo; le falta confianza y se irrita con facilidad. Es una especie de hambre, no por la comida, sino por un veneno: LA NICOTINA.

A los siete segundos de encenderse un nuevo cigarrillo, el cuerpo recibe una nueva dosis, y la molestia acaba, lo que resulta es una sensación de relax y confianza que el cigarrillo proporciona al fumador.

Al principio, cuando empezamos a fumar, la sensación de ansiedad y su alivio son tan leves que ni siquiera nos damos cuenta de su existencia. Cuando empezamos a fumar con regularidad creemos que es porque nos ha llegado a gustar, o simplemente que hemos cogido el hábito. La verdad es que ya estamos enganchados; no nos damos cuenta, pero el pequeño monstruo de la nicotina se ha instalado en nuestras tripas y hay que darle de comer de forma regular.

Todos los fumadores empezamos a fumar por razones tontas; nadie está obligado a hacerlo. La única razón por la cual seguimos fumando, fumemos mucho o poco, es para alimentar a este monstruo.

Todo lo relacionado con el fumar es una serie de enigmas. Todos los fumadores saben, en el fondo de su corazón, que están haciendo el primo y que algo malvado les ha atrapado. Sin embargo, estoy convencido de que lo más trágico del fumar es que la sensación de disfrute que el fumador recibe del cigarrillo no es ni más ni menos que el placer de intentar volver al estado de paz, tranquilidad y confianza en el que vivía su cuerpo antes de engancharse.

Tienes esa misma sensación cuando la alarma antirrobos de tu vecino lleva todo el día sonando, o cualquier otra molestia trivial, y de repente el ruido cesa; entonces experimentas una sensación maravillosa de paz y tranquilidad. En realidad no es paz; es el acabar con la molestia.

Antes de enrollarnos en la cadena de la nicotina, nuestros cuerpos están completos. Luego introducimos la nicotina en el cuerpo a la fuerza y cada vez que apagamos un cigarrillo y la nicotina empieza a eliminarse, sentimos la ansiedad, el
mono
. No hay ningún dolor físico, es simplemente una sensación de vacío. Ni siquiera nos damos cuenta de su existencia, pero es como un grifo que gotea dentro del cuerpo. Nuestra mente racional no lo entiende, ni falta que le hace. Lo único que sabemos es que queremos otro cigarrillo, y cuando lo encendemos desaparece la ansiedad. Por el momento estamos otra vez contentos y seguros de nosotros mismos, como lo estábamos antes de convertirnos en adictos. Pero esta satisfacción no dura mucho, porque para aliviar la sensación de vacío, tienes que meter más nicotina en el cuerpo. En cuanto apagas ese cigarrillo, la ansiedad empieza de nuevo, y así sigue la cadena. Es una cadena para toda la vida... A MENOS QUE LA ROMPAS.

En realidad, todo esto de fumar es como llevar zapatos demasiado estrechos con el único fin de poder sentir un placer cuando te los quitas. Existen tres razones principales que impiden que los fumadores lo vean así:

  1. No hay ningún dolor físico identificable. Es sólo una sensación.
  2. Ocurre al revés. Por eso resulta difícil quitarse de cualquier droga. Sólo cuando no fumas, sufres la sensación; por tanto, no le echas la culpa al cigarrillo. Cuando enciendes uno te alivia, entonces has estado engañándote al creer que el cigarrillo te proporciona algún tipo de placer o apoyo moral.
  3. El masivo lavado de cerebro al que estamos sometidos desde el nacimiento. Aunque nuestras vidas estuviesen completas antes de empezar a fumar, no nos sorprende descubrir que, una vez que hemos aprendido a fumarlos, los cigarrillos sí nos ayudan y sí son un placer, ¿para qué cuestionarlo? Ahora formamos parte de los fumadores felices.

Aquí convendría quizás destruir algunos conceptos falsos en cuanto al fumar. No es ningún hábito; el hábito ni siquiera existe. Tenemos toda clase de hábitos durante nuestra vida, y algunos de ellos dan mucho placer. Un hábito que, lejos de ser placentero, es de un sabor repugnante, nos mata, nos cuesta una fortuna, que consideramos sucio y repulsivo, y del cual nos gustaría liberarnos a toda costa, debería ser absurdamente fácil de romper. ¿Por qué lo encontramos tan difícil entonces? La respuesta es que no es un hábito, sino adicción a una droga. Primero tenemos que hacer un esfuerzo para engancharnos a la droga. Al poco tiempo no sólo compramos cigarrillos con regularidad, sino que también llegan a ser
imprescindibles
. Cuando no podemos tenerlos, entramos en un estado de pánico, y conforme pasa el tiempo tenderemos a fumar más y más.

Esto ocurre, como ocurre con todas las drogas que producen adicción, porque nuestro cuerpo se va haciendo más inmune a los efectos de la nicotina y necesitamos una dosis progresivamente más alta para sentir el mismo efecto. Al cabo de un período de tiempo relativamente corto el cigarrillo ya no alivia completamente el
mono
que crea, de forma que, cuando enciendes uno, te encuentras mejor que hace un momento, pero estás todavía más nervioso y menos relajado que un no-fumador y esto incluso mientras estás fumando el cigarrillo. En la práctica, pues, es todavía más absurdo que el llevar zapatos muy estrechos, porque con los años va quedando cada vez más dolor acumulado, aun después de quitarte los zapatos.

Es peor aún, porque, cuando apagas el cigarrillo, la nicotina empieza a salir rápidamente del cuerpo; esto explica por qué, en las situaciones de mucho estrés, el fumador tiende a fumar en cadena: uno detrás de otro.

Como ya dije, el hábito ni siquiera existe. La razón por la que todos los fumadores siguen fumando es el «monstruito de la nicotina» que tienen alojado en las tripas. Hay que darle de comer con regularidad. El fumador es el que decide
cuándo
se le da de comer, y suele ser en uno de estos cuatro tipos de situación o en una combinación de ellos:

ABURRIMIENTO/CONCENTRACIÓN - ¡Dos estados totalmente opuestos!

ESTRÉS/RELAJACIÓN - ¡Dos estados totalmente opuestos!

¿Qué droga mágica puede de repente producir un efecto opuesto al que produjo veinte minutos antes? Piénsatelo, ¿qué otro tipo de estado existe, aparte del dormir? La verdad es que los cigarrillos ni alivian el aburrimiento, ni el estrés, ni promueven la concentración, ni la relajación. Todo es sólo una ilusión.

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