Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (15 page)

En lugar de encender cada cigarrillo de una manera automática, empecé a analizar lo que sentía mientras fumaba. Esto confirmó lo que ya sabía: no me gustaban los cigarrillos, y además eran sucios y repulsivos.

Empecé a observar a los no fumadores. Hasta entonces los había considerado personas con poca personalidad, antipáticas, excesivamente cuidadosas. Pero cuando se les examinaba de cerca, resultaron ser más fuertes, más relajadas. Parecían tener más capacidad para afrontar los problemas y las tensiones de la vida, y disfrutar más que los fumadores en los acontecimientos sociales. Desde luego tenían más vitalidad, más chispa.

Empecé a hablar con los ex fumadores. Hasta entonces habían sido para mí personas que habían dejado de fumar por razones económicas o de salud, y que en secreto siempre se consumían por un cigarrillo. Unos cuantos, efectivamente, decían: «Sí, de vez en cuando te apetece uno, pero el momento pasa rápidamente, y no es para preocuparse.» Pero la mayoría decía: «¿Echarlo de menos? En absoluto. En mi vida me he encontrado mejor.»

Hablar con los ex fumadores también me quitó otro concepto falso. Creía tener en mí alguna debilidad especial, pero de repente vi que todos los fumadores tienen la misma pesadilla. En resumidas cuentas, me dije: «Ahora hay millones de personas que dejan de fumar, y viven felices. Yo no necesitaba el tabaco antes de empezar a fumar, y recuerdo todavía lo que me costó acostumbrarme a este hábito tan repulsivo, entonces, ¿por qué tengo que seguir fumando?» De todas formas no sacaba ningún placer de ello, odiaba todo su sucio ritual y no quería ser esclavo de ese hierbajo durante el resto de mis días.

Entonces me dije: «Allen, TE GUSTE O NO, ACABAS DE FUMAR TU ÚLTIMO CIGARRILLO.»

Desde ese momento sabía que no volvería nunca a fumar. No esperaba que fuese fácil, sino todo lo contrario. Estaba convencido de que me esperaban meses de profunda depresión, y de que durante toda mi vida sentiría las ganas de fumar de vez en cuando. Pero nada de eso: desde el primer momento, ha sido maravilloso.

Tardé mucho en comprender por qué había sido tan fácil y por qué en esta ocasión no había padecido tanto el temible
mono
. La realidad es que el
mono
no es de temer. Son las dudas y la incertidumbre las que causan el sufrimiento. La tremenda verdad es que ES FÁCIL DEJAR DE FUMAR. Sólo es la indecisión y el añorar una ilusión lo que lo hacen difícil. Aun estando enganchados con la nicotina, los fumadores pueden estar horas y horas sin fumar en ciertas situaciones, y no les pasa nada. Solamente sufres cuando quieres fumar y no te dejan.

Entonces, la clave está en tomar una decisión definitiva y final, sin apelación. No hay que
esperar
haberlo quitado, sino
saber
que eres libre. No dudes nunca de tu decisión, ni la cuestiones, sino al contrario: alégrate siempre de haberla tomado.

Si tu decisión es definitiva, será fácil desde el principio. ¿Pero cómo puedes tomar esta decisión definitiva si no sabes si va a ser fácil o no? Por esto es importante leer el resto del libro: Hay ciertos puntos fundamentales y es necesario fijarlos claramente en tu mente antes de dejarlo.

  1. Date cuenta de que tú sí lo puedes lograr. No eres diferente de los demás, y la única persona que te puede obligar a fumar otro cigarrillo eres tú.
  2. No hay nada en absoluto que sacrificar. Al contrario, vas a obtener unos beneficios enormes. No sólo quiero decir que tendrás más dinero y mejor salud, sino que disfrutarás más de los buenos momentos y sufrirás menos en los malos,
  3. Grábate que no existe eso de «un solo cigarrillo». Fumar es drogadicción, y una reacción en cadena. Si añoras un cigarrillo de vez en cuando, sólo te estarás castigando para nada.
  4. Mira todo lo relacionado con el fumar no como un hábito social que puede o no dañarte, sino como lo que es: drogadicción. Enfréntate al hecho, lo quieras o no, TIENES ESA ENFERMEDAD. No desaparecerá porque escondas la cabeza. Acuérdate, cómo todas las enfermedades que incapacitan, no sólo dura toda la vida, sino que empeora día a día. El mejor momento para atajarla es
    ahora mismo
    .
  5. Distingue entre la enfermedad (es decir, la adicción química), y el estado mental de ser fumador o no fumador. Si tuvieran esa oportunidad, todos los fumadores la aprovecharían en seguida, para poder volver a la época de antes de que se engancharan. Tú tienes esa oportunidad
    hoy
    . Ni siquiera lo consideres como «renunciar a fumar». Una vez que has tomado la decisión definitiva, y que has fumado tu último cigarrillo, ya serás no fumador. Un fumador es una persona que va por la vida destruyéndose con el tabaco. Un no fumador es una persona que no hace eso. Una vez hayas tomado esa decisión definitiva, ya has logrado tu meta. Alégrate. No te quedes añorando melancólicamente un cigarrillo, esperando a que desaparezca la adicción química. Sal y disfruta de la vida inmediatamente. La vida es maravillosa, incluso mientras eres adicto a la nicotina, y será cada día mejor cuando no lo seas.

Lo fundamental para que te resulte fácil dejar de fumar es convencerte a ti mismo sin la menor duda de que serás capaz de abstenerte totalmente durante el período de retirada de la nicotina (máximo tres semanas); y si tienes la actitud mental correcta, lo encontrarás absurdamente fácil.

En este momento, si has leído con la mente abierta, como te aconsejé al principio, ya habrás decidido dejar de fumar. Deberías sentir ahora una especie de excitación, como un perro que tira de la cadena. Estarás deseando eliminar el veneno de tu cuerpo.

Si todavía sientes miedo, y lo ves todo negro, es por uno de estos tres factores:

  1. Hay algo que todavía no ha cuajado en tu mente. Léete otra vez los cinco puntos anteriores y pregúntate si los aceptas como verdades. Si tienes alguna duda, vuelve a leer el capítulo correspondiente.
  2. Lo que temes es el fracaso. No te preocupes, sigue leyendo. Lo conseguirás. Todo lo relacionado con el fumar es un timo de enormes dimensiones. Hasta las personas más inteligentes pueden ser víctimas de un timo, pero sólo un imbécil que ha descubierto el truco, seguirá engañándose a sí mismo.
  3. Estás de acuerdo en todo, pero sigues deprimido. ¡No te deprimas, no tiene sentido! Abre bien los ojos; te está ocurriendo algo fantástico, estás a punto de salir de la cárcel.

Es imprescindible empezar con la actitud mental correcta. Hay que pensar: ¿No es maravilloso? ¡Soy un no fumador!

Lo único que tenemos que hacer ahora es mantener esa actitud mental durante el período transicional. En los próximos capítulos trataremos algunos puntos específicos para mantener tu estado de ánimo durante ese período. Al final del período transicional pensarás así de modo automático. Y el único misterio en tu vida será: «Es tan obvio, ¿por qué no podía verlo antes?» Sin embargo, dos advertencias importantes:

  1. No apagues tu último cigarrillo hasta que hayas terminado el libro.
  2. Ya he dicho varias veces que el período de retirada de la droga es de unas tres semanas. Esto puede causar algún que otro malentendido. En primer lugar, puedes pensar a nivel subconsciente que vas a tener que sufrir durante tres semanas. No es así. En segundo lugar, evita la trampa de decirte: «Sólo tengo que abstenerme de fumar durante tres semanas, y seré libre.» No va a ocurrir nada al cabo de las tres semanas. No vas a tener la sensación repentina de ser no fumador. Los no fumadores no se sienten diferentes de los fumadores. Si te dejas deprimir durante esas tres semanas, lo más probable es que sigas deprimiéndote después. Lo que quiero decir es que si te dices desde un principio: «Qué bien, ya no voy a fumar nunca más», después de las tres semanas, toda tentación desaparecerá.. Mientras que si te dices: «Si logro sobrevivir tres semanas sin fumar», darás tu vida por un cigarrillo al cumplir las tres semanas. (El juego de palabras no es intencionado.)
33. El período de la retirada de la nicotina

Durante las tres semanas siguientes al momento de apagar tu último cigarrillo, puede que tengas una ansiedad por la retirada de la nicotina. Esta ansiedad se debe a dos factores completamente distintos:

  1. La ansiedad física por la retirada de la nicotina, esa sensación de vacío y de inseguridad parecida al hambre, la que muchos fumadores identifican como el
    mono
    , esa sensación de no saber qué hacer con las manos.
  2. Los dispositivos psicológicos que disparan una ansiedad en determinados momentos; por ejemplo, cuando suena el teléfono.

Si muchos fumadores encuentran grandes dificultades al dejar de fumar, se debe a la incapacidad de comprender y de distinguir entre estos dos factores mientras emplean el Método de la Fuerza de Voluntad; es también eso lo que hace que muchos que consiguieron dejarlo, vuelvan a caer otra vez en la misma trampa.

Aunque el
mono
de la nicotina no produce ningún dolor físico, no hay que subestimar su poder. Hablamos de «dolores del hambre», pero, si estamos todo un día sin comer nada, puede que el estómago empiece a hacer ruido, pero no hay ningún dolor. Aun así, el hambre es una fuerza tremenda, y podemos volvernos muy irritables si se nos priva de la comida. Esto es parecido a lo que ocurre cuando se nos priva de la nicotina. La diferencia está en que el cuerpo necesita comer para sobrevivir, pero no necesita el veneno. Teniendo la actitud mental correcta, las molestias de la retirada se vencen con bastante facilidad y desaparecen rápidamente.

Si los fumadores que emplean el Método de la Fuerza de Voluntad logran abstenerse de fumar durante unos días, la ansiedad física por la nicotina desaparece. Es el segundo factor el que causa dificultades. El fumador se ha creado el hábito de aliviar el
mono
en ciertos momentos u ocasiones, creando con ello una asociación de ideas; «No puedo tomarme una copa a gusto sin un cigarrillo.» Quizás sea más fácil comprender el efecto a través de un ejemplo:

Tienes un coche durante varios años, y la palanquita de los intermitentes está a la izquierda del volante. Te compras un coche nuevo, que tiene la palanquita a la derecha, Dios sabe por qué. Sabes que está a la derecha, pero durante un par de semanas pones en marcha el limpiaparabrisas cada vez que haces un giro.

Dejar de fumar es parecido. Durante los primeros días funciona el dispositivo psicológico en ciertos momentos. Pensarás: «Me apetece un cigarrillo.» Hay que combatir el lavado de cerebro desde el primer momento, para que el dispositivo automático deje de funcionar. Con el Método de La Fuerza de Voluntad, ya que el fumador cree que está haciendo un sacrificio, añora melancólicamente el fumar, y espera que desaparezcan estas ganas. Lejos de eliminar estos dispositivos psicológicos, hace que aumenten su número.

Por ejemplo, una comida, sobre todo si estás con un grupo de amigos en un restaurante. El no fumador ya se siente deprimido porque se le ha quitado el tabaco. Sus amigos encienden sus cigarrillos, y se siente más privado todavía. Ahora ya no disfruta ni de la comida, ni de lo que suele ser una ocasión social agradable. Debido a la asociación de ideas entre el cigarrillo, la comida y la compañía, recibe un triple golpe, y el lavado de cerebro aumenta. Si es una persona decidida y logra aguantarse, termina aceptando su suerte y se dedica a vivir. Pero parte del lavado de cerebro ha quedado, y lo más triste de todo es el caso del fumador que dejando de fumar durante varios años por motivos de salud o de dinero, todavía añore un cigarrillo en ciertas ocasiones. En realidad, está añorando una ilusión que sólo existe en su mente, y se está torturando para nada.

Incluso con mi propio método, es la razón más común para el fracaso. El ex fumador tiende a ver en el cigarrillo una especie de placebo. Piensa:

«Ya sé que el tabaco no hace nada por mí, pero si yo creo que hace algo, a veces me ayudará.»

Un placebo, aunque no proporciona ninguna ayuda real, puede ser psicológicamente efectivo para aliviar unos síntomas genuinos, y por tanto puede ser beneficioso. Pero el tabaco no es un placebo; crea los síntomas que luego alivia, y con el tiempo deja, al menos en parte, de aliviarlos por completo. Es un placebo que causa enfermedad, y a parte de esto, es la primera causa de muerte en la sociedad occidental.

Tal vez te resulte más fácil comprender el efecto, si lo relacionamos con los no fumadores o con un fumador que lo dejó hace unos cuantos años. Tomemos como ejemplo el caso de una mujer que acaba de perder a su marido. En tales ocasiones, es frecuente que el fumador, con la mejor intención del mundo, diga:

«Toma un cigarrillo, te ayudará a tranquilizarte.»

Si la mujer acepta el cigarrillo, no tendrá ningún efecto tranquilizador porque ella no tiene ninguna adicción a la nicotina, y no tiene ninguna ansiedad que haga falta aliviar. Lo mejor que puede hacer es proporcionarle un estímulo psicológico momentáneo. Sin embargo, cuando apaga ese cigarrillo la tragedia original sigue presente. En realidad está peor porque ahora está sufriendo la ansiedad por la retirada de la nicotina también. Ahora tiene que elegir entre aguantar la ansiedad, o aliviarla fumando otro cigarrillo, poniendo en marcha toda la cadena de miseria. Lo único que habrá hecho el cigarrillo es darle un estímulo psicológico momentáneo. Se podía haber conseguido el mismo efecto con unas palabras de consuelo o con una bebida. Muchos no fumadores y ex fumadores se enganchan con el hierbajo en tales ocasiones.

Es imprescindible contrarrestar el lavado de cerebro desde el primer momento. Tienes que meterte en la cabeza que no necesitas los cigarrillos, y que no haces más que torturarte si sigues creyendo que te proporcionan algún tipo de ayuda psicológica. No hace falta que te deprimas. Los cigarrillos no mejoran las comidas ni los acontecimientos sociales, los estropean. Recuerda también que los fumadores que fuman en una comida no lo hacen porque disfruten del cigarrillo, sino porque
tienen que hacerlo
, ¡Son drogadictos! No pueden disfrutar de la comida, ni de la vida sin el tabaco.

Deja de pensar que disfrutas fumando. Muchos fumadores piensan: «Si hubiera un cigarrillo "limpio".» Los hay —los de hierbas—, y cualquier fumador que los haya probado sabe que no sirven para nada. La única razón por la cual fumamos es para conseguir nuestras dosis de nicotina. Una vez que la ansiedad por la nicotina ha desaparecido, sientes la misma necesidad de meterte un cigarrillo en la boca que ahora de metértelo en la oreja.

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