Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (3 page)

Ahora me doy cuenta de que muchos fumadores no llegan al final del libro porque se sienten obligados a dejar de fumar sin falta en el momento de terminar el libro. Algunos hasta leen un solo renglón por día para posponer la llegada de ese día. Soy consciente de que muchos lectores se ven obligados a leerlo para no defraudar a quienes les quieren. Míralo así: ¿Qué puedes perder? Si no dejas de fumar al final del libro, no estarás peor que ahora. ¡NO TIENES ABSOLUTAMENTE NADA QUE PERDER Y TANTO QUE GANAR! A propósito, si no has fumado nada en los últimos días o semanas, pero no estás seguro de si eres un fumador, ex fumador o no-fumador, no fumes mientras leas este libro. En realidad, ya eres no fumador. Todo lo que queda por hacer es permitir que tu mente alcance tu cuerpo. Al llegar al final del libro serás un no-fumador feliz.

Básicamente, mi método es justamente lo contrario del método
normal
para intentar dejar de fumar. El método normal consiste en hacer una lista de las muchas desventajas del fumar y luego decirse a uno mismo: «Si puedo aguantar sin fumar el tiempo suficiente, al final desaparecerán las ganas de fumar. Entonces podré disfrutar de nuevo de la vida, libre de la esclavitud del tabaco.»

Esto es el procedimiento lógico, y todos los días miles de personas dejan de fumar con variaciones de este método. Sin embargo, es muy difícil tener éxito de esta manera por las siguientes razones:

  1. El verdadero problema no es el dejar de fumar. Cada vez que apagas un cigarrillo, estás dejando de fumar. Puede que tengas motivos poderosos el primer día en tu intento de dejarlo y dices: «no quiero fumar más»; en realidad, todos los fumadores los tienen cada día de sus vidas, y los motivos para decir estas cosas son mucho más fuertes de lo que podemos imaginar. El verdadero problema surge al día siguiente, o a los diez días, o a los mil días, cuando en un momento de debilidad, o porque has bebido, o incluso en un momento en que te sientes fuerte, fumas un cigarrillo, y como es, en parte, una drogadicción, ya estás deseando fumarte otro, y de repente eres fumador otra vez.
  2. Los informes sobre los males del tabaco para la salud que asustan tanto deberían hacer que lo dejemos; nuestra mente racional dice: «Déjalo, eres idiota»; pero la realidad es que este mismo miedo lo hace más difícil. Fumamos, por ejemplo, cuando estamos nerviosos. Dile a un fumador: «El tabaco te está matando», y lo primero que hace es encender un cigarrillo.
  3. Todos los motivos tradicionales para dejar de fumar lo hacen más difícil por otras dos razones.
    Primero
    , porque producen la sensación de sacrificio. Siempre pensamos que nos están obligando a sacrificar nuestro amiguito, o nuestra ayuda, nuestro único vicio, nuestro único placer o como el fumador quiera llamarlo.
    Segundo
    , porque crea una cortina de humo. No fumamos por las razones por las que deberíamos dejarlo, sino que la verdadera cuestión es ¿por qué queremos o necesitamos hacerlo?

El método EASYWAY es fundamentalmente este: empezar olvidando las razones que nos empujan a dejar de fumar; luego, enfrentarnos al problema del tabaco y hacernos las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué beneficio me proporciona?
  2. ¿Realmente disfruto de ello?
  3. ¿Es realmente necesario seguir mi vida, pagando un dineral para poder enchufarme estas cosas en la boca y asfixiarme?

La maravillosa verdad es que el tabaco no proporciona absolutamente ningún beneficio. Quiero que quede bien claro, las desventajas del fumar son mayores que las ventajas; todos los fumadores saben eso, desde siempre. Es decir, el fumar no tiene ni una sola ventaja. Lo único que alguna vez tuvo a su favor fue su aceptación social; hoy, incluso los fumadores ven el fumar como un hábito antisocial.

La mayoría de los fumadores sienten la necesidad de racionalizar por qué fuman, pero las conclusiones a las que llegan son falsas e ilusorias.

En primer lugar vamos a hacer desaparecer estas falsedades e ilusiones. Entonces te darás cuenta de que no existe ningún sacrificio. No sólo no hay sacrificio, sino que el ser no-fumador ofrece unas ventajas maravillosas, entre las cuales las de menos son mejorar la salud y tener más dinero. Una vez hayas superado la falsa idea de que no se disfruta tanto de la vida sin tabaco y te des cuenta de ello, no sólo disfrutarás más, sino infinitamente más de la vida sin tabaco, al erradicar la sensación de sacrificio o de privación; entonces podemos volver a las cuestiones de salud y dinero, y a docenas de otras razones para dejar de fumar. Estos argumentos se convertirán en razones positivas adicionales para ayudarte a alcanzar lo que verdaderamente deseas: disfrutar enteramente de tu vida, libre de la esclavitud del tabaco.

3. ¿Por qué resulta difícil dejar de fumar?

Como ya expliqué antes, este asunto empezó a interesarme a causa de mi propia adicción. Cuando finalmente lo dejé, fue algo como de magia. En ocasiones anteriores, cuando había intentado dejarlo, me había supuesto semanas enteras de oscura depresión. Hubo días en los que estaba relativamente alegre, y al día siguiente la depresión otra vez. Era como intentar salir de un pozo fangoso: veía que estaba cerca del borde, veía la luz del sol, luego resbalaba y caía otra vez al fondo. Al final, enciendes un pitillo, sabe fatal, intentas explicarte por qué demonios lo haces.

Una de las preguntas que siempre hago a los fumadores antes de la sesión es: «¿Quieres dejar de fumar?» En cierta manera, es una pregunta estúpida. Todos los fumadores quieren dejar de fumar (incluso miembros de la Asociación de Fumadores). Si le dices al fumador más empedernido: «Si pudieras volver atrás, antes de comenzar a fumar, sabiendo lo que sabes ahora, ¿volverías a empezar?» La respuesta siempre es: «DE NINGUNA MANERA.»

Dile al fumador más firme, es decir, aquel que no lo considera peligroso para su salud, que no está preocupado por el reproche social y que tiene dinero suficiente (ya no queda mucha gente de esa): «¿Animas a tus hijos para que fumen?», la respuesta: «DE NINGUNA MANERA.»

Todos los fumadores padecen la sensación de que algo malvado les ha agarrado. Al principio dicen: «Lo dejaré, pero hoy, no. Mañana, tampoco. Ya veremos.» Al final, llegamos al punto en que creemos nos falta la fuerza de voluntad o que hay algo en el tabaco que nos hace disfrutar de la vida.

Como ya dije, el problema no está en explicar lo fácil que es dejarlo,
está en explicar por qué es difícil
. En realidad, el verdadero problema está en explicar por qué la gente se deja enganchar al principio, o cómo fue posible que, no hace mucho, más del 60 por 100 de la población fumara.

Todo lo relacionado con el fumar es un enigma extraordinario. La única razón por la que empezamos es porque hay miles de personas que fuman. Pero cada una de ellas desearía no haber empezado nunca, y nos dicen que es un despilfarro de tiempo y de dinero. Nos cuesta creer que no es un placer para ellos. Lo asociamos con el ser adulto y hacemos grandes esfuerzos para conseguir engancharnos. Luego pasamos el resto de nuestra vida diciéndoles a nuestros propios hijos que no empiecen, e intentando dejarlo nosotros mismos.

También pasamos el resto de la vida rascándonos el bolsillo. El fumador medio gastará entre tres y seis millones de pesetas en tabaco a lo largo de su vida, según precios actuales. ¿Qué es lo que hacemos con este dinero? No sería tan malo que lo tirásemos por el desagüe. Lo utilizamos para conseguir una sistemática congestión de nuestros pulmones a base de alquitranes cancerígenos, una progresiva obstrucción y envenenamiento de nuestro sistema circulatorio. Cada día privamos un poco más a nuestros músculos y órganos del oxígeno vital, y por tanto cada día nuestro letargo es mayor. Nos sentenciamos a una vida de suciedad, mal aliento, dientes manchados, ropa quemada, ceniceros asquerosos y el olor repulsivo a humo viejo. Es una vida entera de esclavitud. Pasamos la mitad de nuestra vida en sitios en los que la sociedad nos impide fumar, como son las iglesias, los hospitales, los colegios, el Metro, los teatros, etc.; o en situaciones en las que nosotros mismos estamos intentando reducir nuestro consumo o quitárnoslo por completo, sintiéndonos privados de algo. El resto de nuestra vida fumadora lo pasamos en situaciones en las que nos está permitido fumar, pero en las que preferiríamos no tener que hacerlo.

¿Qué clase de
hobby
es este, que cuando lo estás practicando preferirías no estar haciéndolo y cuando no lo puedes hacer, darías lo que fuera por un cigarrillo? Durante parte de tu vida, la mitad de la sociedad te trata como si fueras una especie de leproso y, lo que es peor, eres, en otros aspectos, un ser humano inteligente y racional, que pasas por la vida siendo despreciado. El fumador se desprecia a sí mismo cada vez que sube el precio del tabaco; en el Día Nacional Anti-tabaco; cada vez que sin querer lee en el paquete el aviso de que el tabaco perjudica la salud o que tiene dificultad para respirar; cada vez que le asusta un informe sobre el cáncer; que hay una campaña contra el mal aliento; que se congestiona o que tiene un dolor en el pecho; cada vez que se encuentra rodeado de no-fumadores. Está condenado a llevar una vida amenazada por estas sombras oscuras en el fondo de su mente, y ¿qué consigue a cambio? ¡NADA EN ABSOLUTO! ¿Placer? ¿Disfrute? ¿Sosiego? ¿Apoyo? ¿Estímulo? Todo falsas ilusiones, a menos que consideres un placer el llevar zapatos demasiado estrechos para poder disfrutar del momento en que te los quitas.

Como ya he dicho, el verdadero problema es intentar explicar no sólo por qué los fumadores tienen dificultad para dejarlo, sino también por qué la gente fuma.

Ahora me imagino que me dirás: «Todo esto está muy bien. Aquí no hay nada nuevo. Pero una vez que te has dejado enganchar por estas cosas es muy difícil quitártelas. ¿Por qué es tan difícil, y por qué nos vemos obligados a seguir fumando?» Los fumadores buscan las respuestas a estas preguntas durante toda su vida.

Algunos dicen que es por la terrible ansiedad producida por la retirada de la nicotina. En realidad, estos síntomas son tan leves (ver capítulo 6) que la mayoría de los fumadores viven y mueren sin darse cuenta de que son drogadictos.

Otros dicen que se disfruta mucho con los cigarrillos. Esto no es cierto; son sucios y asquerosos. Al fumador que cree que sólo fuma porque le gusta, pregúntale si prescinde de fumar cuando no encuentra la marca de tabaco que le gusta y la única que hay es una que le resulta desagradable. Los fumadores fumarían cualquier porquería antes que prescindir de ello. El disfrute no tiene nada que ver. Yo, personalmente, disfruto comiendo langosta, pero nunca llegué a tal punto de tener que llevar veinte langostas colgadas del cuello. Con otras muchas cosas en la vida, podemos disfrutar mientras las estamos haciendo, pero no nos sentimos angustiados cuando no las podemos hacer.

Algunos buscan razones psicológicas profundas: «el síndrome de Freud», «el niño, al pecho de su mamá». Pero es justo lo contrario. Normalmente empezamos a fumar para demostrar que somos adultos, que hemos salido de la niñez. Si tuviéramos que llevar un chupete en la boca en público, nos moriríamos de vergüenza.

Otros piensan que es lo contrario, el efecto de «macho» echando humo y fuego por la nariz. Otro argumento sin fundamento; un cigarrillo encendido metido en la oreja parecería ridículo. ¡Cuánto más ridículo llenar los pulmones de alquitranes cancerígenos!

Algunos dicen: «Es que así tengo algo que hacer con mis manos.» Entonces, ¿para qué encenderlo?

–«Es la satisfacción de llevar algo en la boca.» Entonces, ¿para qué encenderlo?

–«Es la sensación de cómo entra el humo en mis pulmones.» Una sensación atroz. Se llama asfixia.

Muchos creen que mitiga el aburrimiento. Otra falsedad. El aburrimiento es un estado mental.

Durante veinticinco años yo me autojustificaba diciendo que el tabaco me relajaba, me daba confianza y valor. También sabía que me estaba matando y que me costaba un dineral. ¿Por qué no fui al médico para pedirle alguna otra cosa que me diera valor y confianza, o me relajara? No fui porque sabía que me ofrecería una alternativa. No era una razón, era mi excusa.

Algunos dicen que lo hacen sólo porque lo hacen sus amigos. ¿Eres de verdad tan imbécil? Si lo eres, ponte a rezar para que tus amigos no empiecen a cortarse la cabeza para curársela cuando les duele.

La mayoría de los fumadores, que lo piensan en serio, llegan a la conclusión de que es un simple hábito. Esto no es una verdadera explicación, pero descontadas todas las explicaciones normales racionales parece ser la única excusa que queda.

Desgraciadamente es una explicación igualmente ilógica. Cambiamos de hábitos todos los días, y algunos de ellos proporcionan verdadero placer. Yo sigo teniendo hábitos en el comer que empezaron en mis tiempos de fumador. Ni desayuno, ni como, sólo ceno. Sin embargo, cuando me voy de vacaciones, mi comida favorita del día es el desayuno. El día que vuelvo a casa, también vuelvo a mis costumbres anteriores sin el menor esfuerzo.

¿Por qué seguimos con un hábito que sabe fatal, nos mata, nos cuesta un dineral, es sucio y asqueroso y que estamos deseando dejar, cuando lo único que tenemos que hacer es dejar de hacerlo? ¿Por qué es tan difícil? La respuesta es que no lo es. Una vez que comprendas las verdaderas razones por las que fumas, dejarás de hacerlo —así de sencillo—, y al cabo de tres semanas como mucho, el único misterio será el porqué habías estado fumando tanto tiempo.

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4. La trampa siniestra

El fumar es la trampa más sutil y más siniestra que existe en la Naturaleza. El hombre no podría concebir una trampa tan ingeniosa. ¿Qué es lo que nos hace caer en ella desde el principio? Los miles de adultos que ya fuman. Ellos nos advierten, incluso, del hábito sucio y repulsivo que acabará destruyéndonos y del dinero malgastado; pero no podemos creer que no se lo pasen bien fumando. Uno de los muchos aspectos patéticos del fumar es cuánto esfuerzo empleamos para conseguir engancharnos.

Es la única trampa de la Naturaleza que no tiene cebo alguno. Lo que hace saltar la trampa no es que los cigarrillos sepan maravillosamente, sino el hecho de que saben horribles. Si ese primer cigarrillo supiera maravilloso, empezarían a sonar alarmas, y como seres humanos inteligentes, comprenderíamos por qué la mitad de la población adulta está pagando un dineral para envenenarse. Pero como ese primer cigarrillo sabe tan mal, nuestras jóvenes mentes creen estar seguras de que nunca nos engancharemos, y creemos que como no disfrutamos de los cigarrillos, podremos dejarlos cuando nos apetezca.

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