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Authors: Dave Wolverton

El Resurgir de la Fuerza (7 page)

Como el pueblo de Si Treemba había sido criado en los túneles de Cona, sus maravillosos ojos proyectaban una ligera luz bio-luminiscente. Obviamente, los arconas no eran cazadores de animales. Obi-Wan sólo deseaba que, cuando Si cruzara sobre la habitación, el whiphid no mirase hacia arriba y lo descubriese.

Obi-Wan contuvo la respiración y se movió hacia delante, avanzando paso a paso hacia la siguiente estancia.

El olor que venía de la habitación era horrible, una mezcla de carne podrida y pelo grasiento. Obi-Wan pudo escuchar voces, las estruendosas risas de los hutts y los gruñidos animales de los whiphids.

Retiró un poco de suciedad y miró a través de la siguiente rejilla de ventilación. La habitación estaba llena de hutts y de whiphids, agachados alrededor del suelo y jugando a los dados.

Si Treemba no podía pasar sin ser visto por ellos. Tendrían que retroceder, como habían hecho tantas veces hoy. Obi-Wan tuvo miedo de que estuvieran completamente perdidos.

El joven aprendiz miró hacia atrás por el conducto de aire y vio a Si Treemba que retrocedía poco a poco y con cuidado hacia el conducto anterior. Obi-Wan hizo un gesto con la mano, intentando atraer la atención del arcona, cuando, de repente, un chorro de luz cegador irrumpió a través del conducto y sonó una explosión ensordecedora.

¡Alguien había lanzado un disparo a través de una rejilla!

El humo llenaba el aire.

¡Estaban atrapados! Frenéticamente y mediante señas. Obi-Wan indicó a Si Treemba que corriera hacia él. Pero, a pesar de ello, una enorme garra peluda atravesó el tubo metálico y agarró al arcona por la garganta.

Si Treemba, aterrorizado, abrió sus brillantes ojos y dejó escapar un sonido ahogado que podría ser una llamada de socorro. Luego fue arrastrado hacia abajo. Obi-Wan oyó el golpe de su cuerpo al caer al suelo.

A través de la rejilla que tenía detrás. Obi-Wan oyó a un hutt riéndose cruelmente.

—¡Y tú decías que había ratas en los conductos del aire! ¡Te dije que había olido a arcona!

El corazón de Obi-Wan palpitaba aceleradamente. Sabía que, en un instante, alguien podía sacar su cabeza a través de la rejilla, arma en mano, en busca de otros como Si Treemba.

Moviéndose tan rápidamente como podía, el joven se arrastró en silencio hacia una esquina que estaba veinte metros más adelante. Dio la vuelta al recodo, con el sudor resbalándole por la cara. Desde detrás le llegaba el débil sonido de los gritos de Si Treemba. Un whiphid rugía encolerizado. Obi-Wan se mordió los labios. Le hubiese gustado no escuchar a Si Treemba gritar, pero se lo merecía. Él había metido al arcona en todo este lío.

A través del conducto del aire, oyó a alguien gruñir:

—Yo no veo a nadie más aquí arriba.

No se atrevía a volver a por Si Treemba. En vez de eso, Obi-Wan gateo a ciegas, doblando varias esquinas y moviéndose deprisa a través de los conductos. ¡Tenía que conseguir ayuda!

Al fin se detuvo con la respiración agitada. No había ayuda en este lado de la nave.

Qui-Gon le había advertido que no entrara en territorio de Offworld. Ahora, Obi-Wan se daba cuenta de que tenía que volver atrás. Los hutts y los whiphids pensarían que Si Treemba era un espía. Puede que le torturaran para conseguir que confesara. Podrían incluso matarle. Y no iban a tardar mucho.

¡Había sido tan loco! Tenía que haberse dado cuenta de lo difícil que iba a resultar introducirse en ese lado de la nave. Había llevado a Si Treemba directamente hacia el peligro. Se había aprovechado de su lealtad hacia él.

Al fin y al cabo, quizá las dudas de Qui-Gon estaban justificadas. Quizá no se merecía ser un Jedi.

Obi-Wan se secó el sudor de los ojos con el dobladillo de la túnica y se aseguró de que su sable láser estaba sujeto a su funda.

Entonces, volvió a ayudar a su amigo.

Capítulo 11

Qui-Gon estiró las piernas en su lecho. Sentía que el corazón le golpeaba en el pecho y tenía cada músculo en alerta. Pero, ¿por qué?

Estaba descansando cuando había sentido un serio peligro cerca; pero él no estaba en peligro...

De repente, reconoció el sentimiento. Lo había experimentado antes. Los Jedi perciben cuando otro Jedi, cercano a ellos, está en peligro. A veces, incluso pueden ver una vaga escena de lo que puede estar ocurriendo. Qui-Gon hizo un esfuerzo mental, pero no podía ver nada claro. Sólo neblina.

—Obi-Wan —murmuró.

Tenía que ser el chico. Qui-Gon luchó contra el sentimiento. Era ridículo, absurdo. El chico no era su padawan. ¿Por qué tendría que haber una conexión tan fuerte entre ellos?

Sin embargo, la había. Yoda estaría encantado.

Qui-Gon refunfuñó. Él no lo estaba.

Dondequiera que iba, el chico aparecía. Había curado encantado sus heridas, pero rechazaba ser el responsable de su bienestar. Si el chico se había metido en alguna clase de jaleo, tenía que encontrar por sí mismo la manera de salir de él.

Qui-Gon se estiró otra vez en la cama, pero, esta vez, aunque pudo relajar su cuerpo, no logró hacer lo mismo con su mente.

***

El tiempo parecía avanzar muy despacio mientras Obi-Wan iba desesperadamente en busca de Si Treemba. Tenía que arrastrarse por el suelo a través del conducto de aire, pasar a hurtadillas sobre las habitaciones de los mineros y conteniendo la respiración, mirar a través de sus rejillas. La mugre cubría sus manos y al remover la suciedad que llevaba años acumulándose allí, la gravilla se le metía en los ojos y en la boca.

Por fin, cuatro pisos más abajo, cerca de la panza de la nave, encontró a Si Treemba. Habían construido una habitación dentro de una improvisada celda. En algunas circunstancias, durante alguno de los trayectos a bordo de la
Monument
, surgía la necesidad de encarcelar a alguien. Considerando el pasaje que llevaba esta vez, Obi-Wan no se sorprendió.

El joven aprendiz miró hacia abajo a través del respiradero. Si Treemba había sido encadenado a la pared por un tobillo. Estaba tumbado en el suelo, con los brazos abiertos. A una distancia fuera de su alcance, había tirados algunos cristales amarillos de amoníaco. Sólo media docena de pasos más allá, un hutt y dos whiphids guardianes jugaban a las cartas en una mesa de metal sólidamente construida.

El chico arcona parecía haber sido golpeado y herido, pero había algo que parecía peor que una simple paliza. Su color había pasado de un saludable gris verdoso a un tono demacrado. Obi-Wan veía que la fuerza vital del arcona era débil y estaba disminuyendo. Pero, ¿por qué? Si Treemba había ingerido su suplemento de amoníaco antes de comenzar la búsqueda, ¿por qué se había debilitado tan rápidamente?

El hutt se deslizó encima de Si Treemba y sonrió mirando hacia el cautivo. Obi-Wan le reconoció. Era el hutt que le había golpeado el día anterior.

—¿Dispuesto a hablar ahora? —preguntó el hutt— ¿No quieres ese dactilo? Podría darte unos cuantos cristales.

Si Treemba le miró en silencio. Incluso desde arriba, Obi-Wan podía ver que el desprecio de su amigo hacia los hutts no ocultaba su miedo.

El hutt se acercó a Si Treemba, balanceando su enorme cabeza delante de él.

—¿Qué estabas haciendo en nuestros respiraderos? ¿Quién te mandó a espiarnos?

Débilmente, Si Treemba negó con la cabeza.

—No tienes buen aspecto —el hutt sonrió despectivamente—. Te hemos puesto sal suficiente en esa inyección para contrarrestar todo el amoníaco que hay en tu cuerpo.

Se echó hacia atrás y se rió alegremente.

—Así que, ¿por qué no nos dices lo que queremos saber? Vas a morir. Alguien estaba contigo. ¿Quién era? Los arconas nunca van solos.

Si Treemba volvió a negar con la cabeza. Ésta cayó hacia atrás y se golpeó la mejilla contra el suelo.

La frustración invadía a Obi-Wan. Tenía que hacer algo. Agarró la rejilla y la levantó. Se introdujo por la abertura y, de un salto mortal, cayó al suelo. En un instante, empuño el sable láser.

—¿Sólo te metes con los débiles y desarmados, hutt? —preguntó.

Durante un momento, el hutt estaba tan sorprendido que simplemente miró a Obi-Wan. Luego, empezó a reírse.

—Atrapadle —dijo improvisadamente a los guardianes whiphids.

Obi-Wan había contado con la lenta reacción de los whiphids. Le miraban con las bocas abiertas, enseñando sus colmillos.

Obi-Wan saltó hacia ellos y blandió su sable láser hacia la pesada mesa. El arma cortó las gruesas patas y, con un gran estruendo, la tabla se derrumbó encima de los whiphids. Los frágiles taburetes sobre los que estaban sentados los seres se rompieron por el peso, haciéndoles caer al suelo. Los whiphids gritaron por la sorpresa y el dolor.

—Siento estropearles el juego —dijo Obi-Wan.

Sin perder de vista al sorprendido hutt, el muchacho alargó la mano por encima de la mesa y cogió la llave de las esposas. El grillete era un trozo de metal viejo con una cerradura simple. Obi-Wan lanzó la llave a Si Treemba.

El hutt se dirigió a él.

—Así que, joven Jedi, ¿todavía no has aprendido la lección? ¿Cómo te atreves a desafiar al poderoso Grelb?

—Eh, aprendí algo —dijo Obi-Wan, que mantenía el sable láser preparado para la lucha—. Que vives a costa de los débiles. Ahora estoy preparado para luchar contigo, cobarde.

Grelb miró la espada de luz con desprecio.

—¿Con eso?

Obi-Wan vio a Si Treemba detrás del hutt. El arcona se las había apañado para liberarse y había engullido rápidamente todos los dactilos que había por el suelo. Entonces, su color comenzó a brillar.

Cuando el hutt, con sus enormes puños levantados, se dirigió hacia Obi-Wan, éste se agachó y ejercitó una maniobra clásica de defensa Jedi. Cuando el hutt pasó a su lado, dio un golpe con el sable láser en el costado del ser y oyó cómo se chamuscaba la carne.

Grelb gritó furioso mientras se tambaleaba hacia atrás. Debido a su enorme volumen, sus movimientos eran torpes, lo que le hizo caer de espaldas encima de la mesa, aplastando aún más las piernas de los whiphids. Éstos gritaron de dolor y empezaron a golpearle con sus puños.

—Date prisa, Si —urgió Obi-Wan.

Manteniéndose entre Si Treemba y Grelb, el joven aprendiz esperó hasta que el arcona llegara a la puerta. Entonces, mientras Grelb trataba de levantarse, corrió detrás de él. Los hutts tenían fuerza, pero no eran precisamente muy rápidos de movimientos.

—¡No escaparás de esto impunemente, Jedi! —vociferó Grelb—. ¡Ese arcona es un espía! ¡Esto es la guerra!

Obi-Wan le ignoró y llevó a Si Treemba abajo a través del pasillo. Por suerte para ellos, el nivel inferior no era muy transitado y pudieron llegar al límite del territorio arcona sin más encuentros.

Mientras cruzaban hacia el lado arcona de la nave. Obi-Wan vio a dos guardias de frontera arconas que corrían. Sabía que iban a alertar a Clat'Ha de que ellos dos habían regresado del territorio de Offworld.

Eso significaría, por supuesto, que Qui-Gon descubriría que Obi-Wan había desobedecido su orden.

Si Treemba se paró y se volvió hacia Obi-Wan con sus luminosos ojos brillando otra vez con la misma luz cálida.

—Te lo agradecemos. Obi-Wan. Te debemos la vida.

—También a mí me debes tu captura —contestó Obi-Wan arrepentido—. Lo siento, Si Treemba.

—Pero otra vez más tu valentía nos ha salvado —dijo Si Treemba cogiéndole por el hombro.

—¿Y qué hay de tu valentía? —respondió Obi-Wan—. Piénsalo. Estabas a punto de morir y no me delataste. ¡Le plantaste cara a un hutt!

Si Treemba esbozó lentamente una amplia sonrisa.

—Lo hicimos —dijo encantado—. Lo hicimos.

—Tranquilo —le dijo Obi-Wan y suspiró—. Tenemos que dar la cara ante Clat'Ha y Qui-Gon. A ellos no les va a gustar mucho todo esto.

***

Tan pronto como Obi-Wan y Si Treemba se fueron, Grelb se dirigió a Jemba y le contó todo lo que había pasado.

El enorme hutt amenazaba a Grelb, jadeando de ira. Jemba era cientos de años más viejo que Grelb, y también mucho más grande.

—Así que... —vociferó Jemba, mirando alrededor de su sala de estar con rabia—. Lo sabía. ¡El Caballero Jedi y su joven pupilo se han unido a los arconas para ir en mi contra!

—Era inevitable, oh, Gran Señor —dijo Grelb—. No les gustan los de nuestra especie.

—¡Es culpa tuya! —dijo Jemba—. Debería cortarte la cola y servirla como cena.

El corazón de Grelb empezó a acelerarse por el miedo e inmediatamente enrolló su cola junto a su cuerpo. Jemba continuó:

—Si ibas a sabotear las tuneladoras, deberías haber esperado a llegar a Bandomeer.

Grelb intentó parecer herido por la acusación, pero Jemba no se dejó engañar. El enorme hutt abofeteó a Grelb lo suficientemente fuerte como para que éste pensara que su cerebro se había convertido en gelatina.

Después de levantarse del suelo, Grelb dijo:

—¡Nunca te habías quejado antes de mis métodos!

El robo, el sabotaje y el asesinato eran los métodos utilizados por Grelb, que, además, se aseguraba de que la Compañía Minera de Offworld sacara beneficio de ellos.

—¡Pero esta vez tenemos a los Jedi rondando por aquí! —rugió Jemba.

—No sabía que el chico era un Jedi cuando le di la primera paliza —se disculpó Grelb—. Si lo hubiese sabido, ahora estaría muerto. Lo prometo, la próxima vez...

Jemba apuntó con un inmenso dedo a Grelb.

—El chico ya no forma parte de tus planes. No habrá una próxima vez. ¡Deja que yo me ocupe de esto!

—Como quieras —dijo Grelb. Se volvió y salió deslizándose de la habitación. Cuando la puerta se cerró tras de él, Grelb apretó sus puños, imaginándose que estaba retorciendo la garganta de Obi-Wan.

Por supuesto que habrá una próxima vez
, se prometió a sí mismo.

Capítulo 12

Obi-Wan consideró la opción de retirarse a su habitación, pero sabía que era mejor enfrentarse pronto a Qui-Gon en vez de hacerlo más tarde. Sugirió a Si Treemba que se fuese a descansar, pero el arcona se negó.

—Daremos la cara juntos —dijo Si Treemba, estirándose hasta alcanzar su estatura completa.

Encontraron al Jedi y a Clat'Ha en el salón de los arconas, donde las luces estaban siempre bajas para imitar la noche y los androides músicos tocaban suavemente las flautas arconas. Tan tarde había pocos en el salón, y la mayoría tenían los ojos cerrados y permanecían de pie como estatuas, el equivalente para los arconas al sueño humano.

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