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Authors: Brian Lumley

El origen del mal (61 page)

BOOK: El origen del mal
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—Sería más exacto decir que estará fuera de mi control —respondió.

—Exactamente, y ésa es otra razón para que yo vaya —dijo Harry, que parecía movido por una especie de fatalidad—. Servirá para averiguar si podemos hacer algo… ya que posiblemente sea más fácil intervenir desde el otro lado.

Los dos quedaron en silencio un momento y después Clarke dijo:

—Harry, todavía tardarán un poco en prepararte todo el equipo, pero lo están haciendo. Ahora es muy tarde y tengo ganas de irme a la cama. Voy a aprovechar un par de horas y por la mañana estaré aquí para despedirte. Antes de que me vaya, ¿hay algo que pueda hacer por ti? ¿Y qué piensas hacer durante el resto de la noche?

Harry se encogió de hombros.

—Oh, no estoy cansado —dijo—, pero trataré de dormir un poco más tarde. Sé que es una tontería, pero prefiero enfrentarme con el río subterráneo durante el día. Me refiero a que, aunque lo mismo podría ir allí de noche, no me apetece nada hacerlo.

—¿Una tontería? ¿Por qué ha de ser una tontería?

—Pues porque allí dentro no existe ninguna diferencia entre el día y la noche. Allí reina siempre la oscuridad más absoluta. Aun así, me sentiré más feliz sabiendo que fuera es de día. De todos modos, antes de hacer nada tengo que volver a hablar con Möbius.

Desorientado ante aquellas palabras, Clarke movió la cabeza dubitativamente. Harry tenía siempre este efecto sobre él.

—Mira —le dijo al fin—, los dos formamos parte del mismo mundo, tú y yo, pero cuando hablas de esa manera, dices todas esas cosas con tanta naturalidad, como si no tuvieran importancia ninguna… cuando hablas de los muertos y comentas cosas sobre esas dotes que posees, me hablas del continuo de Möbius y de todo eso… No sé, sólo la manera de decir: «Mira, tengo que volver a hablar con Möbius» de la manera que lo dices… ¡Es que pareces un extraterrestre! Tengo la impresión de que vuelvo a ser un niño. Me refiero a que ya sé qué cosas eres capaz de hacer, yo mismo he tenido ocasión de experimentarlo, pero es que a veces hasta dudo de mis propios sentidos.

Harry se sonrió de manera abierta y franca.

—¿Y tú eres el jefe de la Rama-E? —dijo—. Quizá te has equivocado de trabajo, Darcy.

Esperó a que Clarke se hubiera ido antes de emprender el viaje para ir a ver a Möbius…

En Leipzig eran las diez y media de la mañana y el cementerio todavía estaba cerrado, pero Harry no entró por la verja sino por una de las puertas que le enseñó a abrir precisamente el hombre al que ahora iba a ver.

Harry, amigo, estoy contento de que hayas venido
, dijo Möbius.
He estado reflexionando un poco sobre este universo paralelo y coyuntural tuyo
.

—Cada vez es menos coyuntural —dijo Harry—. Lo único coyuntural es su naturaleza.

Y rápidamente puso al corriente de todo al matemático muerto.

¡Es fascinante!
, dijo Möbius.
De hecho viene a confirmar lo que yo pienso sobre la materia
.

—Bien, debo admitir que a mí me desconcierta —dijo Harry—. Se vislumbra una luz al final del túnel, para decirlo de manera gráfica, pero lo que yo quiero decir es que si hay dos puertas a este lado, ¿por qué parece que tan sólo hay una en el otro?

¿Sólo una? ¿Y por qué lo dices?

—Faethor habló de una puerta blanca y resplandeciente en forma de esfera. Una Puerta. Si hubiera habido dos, ¿no lo habría dicho el viejo Belos?

Bueno, lo dijera o no, hay dos puertas, te lo aseguro
, dijo Möbius plenamente convencido.
Dos en este lado y dos en el otro. Puedo explicar el principio de manera muy simple, sin meterme en detalles de tipo matemático
.

—Soy todo oídos —dijo Harry.

De acuerdo
, repuso Möbius entrando en materia.
Vamos a considerar estas puertas de una manera algo menos profunda y un poco más básica. Me refiero a esas puertas que desafian las leyes físicas de ese estado que llamamos espacio-tiempo. Sabemos que las hay de diferentes tipos y que todas ellas tuercen la «piel» de esta dimensión espacio-tiempo. Los científicos modernos admiten sin discusión una de esas puertas, el agujero negro, y hacen conjeturas acerca de puertas de otro tipo, que designan con el nombre de agujeros blancos. De hecho, una teoría corriente afirma que los agujeros blancos y los negros son dos extremos del mismo túnel. El agujero negro absorbe material y el blanco lo expulsa. ¿Entendido?

Harry asintió.

—Hasta aquí lo entiendo —dijo.

Perfectamente. Ahora bien, incluso si la teoría es errónea y no hay dos caras de la misma moneda, hay un factor que es común a ambas
.

—¿Cuál?

Que los dos sistemas tienen una sola dirección. Cuando te metes en un agujero negro, no puedes salir de él. Y cuando sales expulsado de un agujero blanco, no hay manera de volver a meterte en él. Tal como yo lo veo, lo mismo es válido para los agujeros grises: la Puerta de Perchorsk y la segunda Puerta, que tú crees que está en algún punto del curso de ese río subterráneo
.

—¿Son sistemas de una sola dirección?

Tanto uno como el otro. Se hace hincapié en los dos. Te introduces a través de uno y sales a través del otro
.

Esto frenó a Harry en seco. Por fin dijo:

—¡Es genial! Después de usar una Puerta ésta queda fuera de tu alcance. Si has pasado por ella, ya no vuelve a aceptarte, independientemente de la dirección que llevases al cruzarla. Pero puedes pasar por una segunda Puerta. Así es que todo lo que tengo que hacer es encontrar la segunda Puerta. De hecho, sé dónde está. Es la que han estado utilizando los wamphyri para enviar todos sus monstruos a Perchorsk.

¡Ah, pero esto explica qué es, no dónde se encuentra!
, dijo Möbius.

—De todos modos, es un paso en la dirección adecuada —replicó Harry.

Pero enseguida se desanimó un poco.

—Existe, sin embargo, un pequeño inconveniente. Si atravieso aquella Puerta y me meto en Perchorsk, no sólo dispararán contra mí, sino que me dejarán frito.

¡Ah!
, aquí lo único que podía hacer Möbius era quitar hierro al asunto.

—Gracias, de todos modos —dijo Harry—, puesto que tú no has hecho más que confirmar lo que ya sospechaba: que había dos Puertas. Los wamphyri se han servido de una durante millares de años y ahora han empezado a utilizar la nueva, la que Luchov y su gente, sin querer, pusieron en funcionamiento en Perchorsk. Ésta es la única explicación. Si tienes la amabilidad de excusarme, voy a ponerme en camino. Tengo que despedirme de mi madre, no me perdonaría nunca que hiciera algo sin comunicárselo antes. —Y lanzando un suspiro añadió—: Querrá hacerme desistir de mi propósito, aun a sabiendas de que no lo logrará. Pero… ella es así.

Todas las madres son así, Harry
, dijo Möbius, muy serio.
¡Buena suerte, amigo!

Pero en realidad, la suerte en este caso contaba muy poco.

A la mañana siguiente Darcy Clarke se encontró con Harry en el cuartel general de la Rama-E en Londres y, mientras Harry comprobaba que no faltara nada en su equipo y se aseguraba de que conocía el funcionamiento de todo, Clarke aprovechó la oportunidad para pasar a Harry algunas informaciones.

—En cuanto a ese afluente subterráneo del Danubio —dijo—, debo decirte, Harry, que es una trampa mortal. Lo he hecho comprobar esta noche. Nuestro hombre de Bucarest se ha encargado de hacer esta averiguación en beneficio tuyo. El sitio es bastante conocido y tenemos su localización exacta. Hay recortes de periódico que hacen referencia al lugar y disponemos de bastante documentación. A la gente de la localidad le inspira una aversión inmemorial. En 1966, un par de espeleólogos se metieron dentro. Era verano y el afluente estaba seco. Sin embargo, cuatro horas más tarde cayó un diluvio repentino en las montañas y uno de los excursionistas se vio arrastrado por las aguas, mientras que el otro no volvió a aparecer nunca más. Y se trataba de expertos.

—Ellos andaban y nadaban —dijo Harry—. Yo no.

—¿Cómo?

—He dicho que remontaría el río, pero no he dicho cómo.

Clarke lanzó un suspiro.

—¿Te servirás del continuo de Möbius?

—Por supuesto.

—Entonces ¿para qué quieres el equipo de inmersión, el tubo para respirar y todo lo demás?

—Por si acaso.

Clarke se quedó callado un momento y después dijo:

—Lo único que quería era tratar de ayudarte.

—Y yo te lo agradezco —le dijo Harry—, pero yo sé mejor que nadie qué me traigo entre manos.

Diez minutos más tarde ponía todas sus cosas en una bolsa impermeable y marchaba a Radujevac. Desde las afueras de la ciudad tomó un taxi en dirección al campo, cerca del lugar que le había indicado Clarke. Pagó al taxista con dinero que también le había proporcionado Clarke. Con la bolsa colgada del hombro, emprendió el camino por el campo hasta que llegó a su destino. El sitio era de lo más agreste y no se veía a nadie por los alrededores. Harry metió sus cosas entre la maleza y las cubrió con unas ramas secas y, acto seguido, volvió al nacimiento.

Se encontraba al pie de un acantilado, medio cubierto por la hiedra y con unos afloramientos de piedra caliza que la humedad hacía resbaladizos. En la parte nordeste se erguían los grises e imponentes Cárpatos y por la parte sur se extendía el campo con sus lomas boscosas. Harry se quedó de pie junto a la orilla de la alberca que se formaba bajo las rocas y miró de nuevo las montañas y después otra vez el agua oscura que borboteaba en la tierra llegada desde indecibles cuevas oscuras. Surgía de la boca de una cueva. Aquél era el lugar a través del cual el viejo Belos, de los wamphyri, había penetrado por vez primera en nuestro mundo. Y otros como él. Y entre aquel lugar y aquellas legendarias montañas, en algún punto subterráneo, había una Puerta que se abría a un mundo extraño. Ahora correspondía a Harry determinar con la mayor exactitud posible la localización de esa Puerta antes de remontar el río para tratar de encontrarla.

Comprobó de nuevo que no hubiera nadie alrededor, para cerciorarse de que no había ningún testigo que pudiera presenciar su partida. El lugar estaba en silencio y lo único que se veía era el bosque, donde los pájaros cantaban y el agua helada gorgoteaba. Pero esta vez Harry iba bien abrigado y no notaba el frío.

Escogió un punto al pie de las montañas en dirección nordeste y se trasladó a él a través del continuo de Möbius. La Puerta por la que salió era la misma de siempre: un «agujero» del universo en el que no había nada que lo distinguiera de centenares de otras puertas que Harry había utilizado. Harry volvió a caminar y se acercó todavía más a los picos dominantes. Pero esta vez, cuando salió, los «bordes» de su Puerta se desdibujaban un poco. Era la advertencia que estaba esperando y que le anunciaba que estaba cerca.

En su cabeza, una voz muerta lo sorprendió al decirle:

Estás muy cerca, Harry
.

Fue como si alguien se le hubiera acercado por detrás y hubiera murmurado las palabras en su oído.

—¿Te conozco? —le preguntó Harry, al tiempo que exploraba el campo a su alrededor y bajaba la vista para contemplar ciudades distantes como Radujevac, Cujmir y Recea.

Eran como manchas de humo que apareciesen en su horizonte.

No, pero yo te conozco a ti. Tu madre se ha estado interesando por ti
.

Harry suspiró.

—Su intención es buena —dijo—. ¿Te ha importunado acaso?

En absoluto, me encanta ayudar. Quieres recorrer todo el nacimiento del Radujevac, ¿no es verdad?

La voz estaba llena de excitación y de avidez, detalles que revelaron a Harry quién era su propietario.

—Tú eres espeleólogo —dijo Harry— y encontraste la muerte en el verano de 1966, en algún lugar de ese río subterráneo.

Sí, ése soy yo
, dijo con un deje de tristeza.
No llegué a terminar la misión que me había impuesto. Me llamo Gari Nadiscu y, si hubiera conseguido lo que me había propuesto, la galería hubiera llevado mi nombre. Se habría llamado el camino de Nadiscu. Pero no fue más que un sueño. Quizá podrás realizarlo tú
.

Harry dijo:

—Espera un momento. —Y se trasladó al continuo de Möbius—. Ahora habla conmigo. Quiero estar más cerca de ti.

Fue siguiendo sus pensamientos y apareció al pie mismo de las montañas. Nuevamente la puerta de Möbius volvió a temblar todavía con más fuerza que antes, confirmando a Harry que estaba acercándose más a ella.

—No lo hiciste nada mal —dijo a Nadiscu—. Cubriste unos trece kilómetros antes de que la crecida te arrastrara. ¿Todavía estás ahí abajo? —Escrutó el suelo pétreo de la montañas que tenía bajo sus pies—. Quiero decir que si ha quedado algo de ti. ¿Cómo fue que quedaste atrapado? Tu compañero fue arrastrado por las aguas.

Quedé atrapado
, respondió el otro con voz lúgubre,
es la palabra exacta, Harry. Me arrastré hasta un saliente de roca y allí había una grieta en el muro. Cuando subió el agua, traté de introducirme más profundamente en la grieta. Al final quedé atrapado y ya no pude moverme. Llevaba aire, por supuesto, pero lo pasé muy mal. Duré hasta que el aire se acabó

—Debió de ser terrible —dijo Harry, apiadado.

No perdamos tiempo en estas cosas
, dijo el otro.
Tú tienes trabajo que hacer. ¿En qué puedo ayudarte?

—En dos cosas —dijo Harry—. Primera: ¿cuál era el curso del río cuando tú…, cuando vino la crecida? Y segunda: ¿a qué profundidad calculas que te encuentras de la superficie?

Nadiscu le facilitó las respuestas y Harry le dio las gracias.

—Yo no busco la fuente del río —admitió—, pues es una clase de fuente diferente la que me interesa. Pero si todo sale bien, volveré y te diré hasta dónde he llegado. ¿De acuerdo?

Gracias, Harry. Te quedaré muy reconocido
.

Harry se sirvió del continuo y penetró en las montañas, de las que salió para ir a parar a una loma escarpada y cubierta de pinos. Esta vez la interferencia fue tal que Harry tuvo la impresión de que había dado con el sitio. Directamente debajo de él, a una gran profundidad al pie de las montañas, la Puerta que se abría al mundo de los wamphyri lo estaba esperando.

Calculó la distancia hasta su punto de inicio, fijó claramente su localización en su cabeza, no ya sólo en el mundo conocido sino también en el continuo metafísico de Möbius. Era una especie de triangulación mental. Y después volvió al matorral donde había escondido sus cosas.

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