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Authors: Brian Lumley

El origen del mal (62 page)

Media hora más tarde, vestido con el traje de inmersión y el pulmón acuático, provisto de aletas y de una potente linterna sumergible, Harry se dejó resbalar dentro del agua y conjuró una puerta de Möbius. Allí no se veían destellos de ningún tipo. Comenzó a moverse corriente arriba y salió a la oscuridad con sus pies provistos de aletas sobre un lecho cubierto de cantos rodados. La oscuridad era absoluta y la corriente era tan fuerte que obligaba a Harry a inclinarse sobre ella. Utilizaba la linterna para iluminar el camino que tenía delante y el potente haz de luz que salía de ella cortaba la oscuridad como un cuchillo. Después de dar un salto, sus pies seguían tocando fondo, pero la galería se había estrechado considerablemente, el agua le llegaba al cuello y el camino que tenía enfrente describía abundantes curvas.

Harry siguió avanzando.

De vez en cuando nadaba, pero otras veces se encontraba bajo el agua, cuando no había espacio entre el techo y el río. En ocasiones la galería era amplia como una catedral y el agua muy superficial. Casi sin preverlo, encontró a Gari Nadiscu en la grieta donde había quedado atrapado. Quedaba muy poco de su persona: una sola aleta, un recipiente de aire medio enterrado entre los guijarros… y el fémur que se había enganchado en la roca.

Harry habría podido ir directamente hacia Nadiscu, se daba perfecta cuenta de ello, pero podía haber riesgos. El espeleólogo había quedado atrapado en un lugar angosto y Harry no quería encontrarse en un lugar difícil y comprometido. Y lo que todavía era más importante: es posible que Nadiscu se encontrara demasiado cerca de la Puerta. Harry ya había experimentado los peligros que suponía usar el continuo de Möbius cerca de una Puerta y quería evitárselos. No, prefería hacer las cosas a su manera. Si surgían dificultades, volver a salir habría sido tan fácil como conjurar una puerta de Möbius. Y de esta manera se acostumbraba al sistema de avistar el camino que tenía delante y saltar después a su interior. Cosa que era prudente, ya que a partir de este punto el camino era totalmente desconocido.

Harry y Nadiscu intercambiaron unas cuantas palabras de aliento y Harry prosiguió su camino.

Cinco minutos más tarde, después de una serie de breves saltos, la puerta de salida de Harry comenzó a lanzar violentos resplandores y pareció que iba a doblarse. Harry salió en aguas profundas y comenzó a nadar, al tiempo que con la linterna iluminaba el camino que tenía delante. La galería era casi circular, con unos treinta centímetros de distancia entre el techo y el agua. No se atrevía a volver a usar el continuo, por lo que concentró todos sus esfuerzos en nadar. La corriente no era muy fuerte, pero aun así obligaba a grandes esfuerzos.

De pronto Harry advirtió delante de él un arco luminoso que resplandecía débilmente. Apagó la linterna y se la colgó del cinturón, sirviéndose de ambas manos para ayudarse a avanzar con los pies provistos de aletas. El arco iba ensanchándose y la luz haciéndose más intensa. ¡Era luz blanca!

Harry salió a la cueva de la esfera y, agradecido, se encaramó al saliente… donde inmediatamente retrocedió al contemplar lo que había en el suelo húmedo. Era un cadáver decapitado en fase de descomposición. La cabeza, carne cubierta de fango, estaba también en aquel reborde a una cierta distancia del cuerpo.

—¡Dios mío! —exclamó Harry respirando profundamente.

Se había quitado la válvula que le permitía respirar el aire que llevaba de repuesto, pero se la colocó rápidamente para volver a respirar el aire embotellado. Así era mejor. Después se puso a examinar el cadáver con más detenimiento, aunque sin tocarlo. La columna vertebral, fracturada, era gruesa, reforzada con huesos suplementarios y con diversos tendones. En realidad, estaba compuesta de dos columnas. ¡Wamphyri! La cabeza debía de contener igualmente un cerebro compuesto, que también estaría desintegrándose.

—¿Y tú quién eras? —le preguntó Harry.

Yo era Corlis, del nido de águilas de lady Karen
, gimió,
lástima que fui demasiado ambicioso. Y ahora vete, déjame con mi desgracia
.

—¿Demasiado ambicioso? —preguntó Harry con voz entrecortada—. ¡Eso parece!

Levantó la vista, miró la esfera y la apartó rápidamente. La luz era insoportable. De un bolsillo provisto de cremallera sacó unas gafas oscuras, se las puso y miró a su alrededor. Un poco separado del cuerpo había un
walkie-talkie
moderno, bastante estropeado y con la antena totalmente extendida. Harry lo miró y movió la cabeza. Se dio cuenta de que era un modelo ruso, aparte de lo cual no le parecía oportuno hacer más conjeturas.

En las paredes había varios agujeros, además de las bocas de muchas galerías abiertas en el magma. Cuando Harry vio lo que contenían algunas de ellas se acordó de la historia de Faethor… o de Belos.

En lo alto de la pared curva había alguien sentado, con las piernas resecas colgando por encima de un agujero del magma. Era un ser momificado, porque las filtraciones habían fusionado sus piernas soldándolas a la pared y ya estaban empezando a recubrirlas de resplandeciente calcio. Un cráneo sin ojos, horriblemente deformado, se asomaba también al exterior. La muerte parecía haberlo congelado y por sus mandíbulas, que tenía abiertas y que se asemejaban a las de un lobo, se veían unos dientes que calificaban a aquel ser de carnívoro. Daba la impresión de que aquella criatura miraba con saña a Harry y que su malignidad era permanente e indestructible, pero esto a él no le preocupaba, porque hacía mucho, muchísimo tiempo que aquel ser estaba mirando de aquella manera.

¡Asesino de vampiros!.
, dijo de pronto con voz acusadora.

Harry se encongió de hombros.

—No puedo negarlo, pero en ese aspecto parece que tú, por lo menos, no tienes ningún tipo de preocupación. Ni tú ni ninguno de los que están aquí.

Ahora otras voces se sumaron a la primera:

¡Pipiolo descarado!

Este lugar está reservado a los wamphyri. ¡Márchate!

¿Quién te figuras que eres para venir a perturbar nuestro sueño de siglos?

—Lo siento —dijo Harry, encogiéndose de hombros—, pero no voy vestido para conversaciones de ningún tipo, ni educadas ni de otra clase. Pero mejor será que os informe. Sé que para un hombre todos vosotros sois exiliados. Es posible que en vuestro mundo fuerais poderosos wamphyri y gente de alto rango, pero aquí no sois más que cosas muertas e insignificantes. Así es como funcionan las cosas. En cuanto a mí, no os echaré en cara vuestro pasado, siempre que vosotros no me echéis en cara el mío.

Y al cabo de un momento de franca sorpresa, todas las voces se sumaron para decirle:

¿Cómo te atreves…?

—Aquí hace mucho frío —dijo Harry con voz imperturbable—, y por eso voy a cambiarme de ropa. Si cuando vuelva estáis más sociables, podemos empezar desde el principio y olvidarnos de rencores. Si no es así… —y volvió a encogerse de hombros—, seréis vosotros los que saldréis perdiendo, como sin duda testificarán los innumerables muertos… si se dignan perder el tiempo hablando con seres de vuestra calaña…

Sin darles tiempo a responder, cogió la linterna y las aletas y volvió a deslizarse en el agua. Estaba tan fría que le pareció helada, pero sólo sería un momento. Dejó que el río lo arrastrara corriente abajo hasta una distancia prudencial y conjuró una puerta ligeramente combada y flotó a través de ella. Fijó claramente la localización en su mente y volvió a aquel lugar de la maleza donde había dejado sus cosas.

Una vez allí, echó un trago de una botella de bolsillo que contenía brandy y arrojó el frasco lejos de sí. A continuación ató una cuerda de nylon de quince metros de longitud en la boca de una bolsa impermeable, volvió a meterse en aquel río oscuro y salió del continuo de Möbius dentro del agua y en el lugar adecuado. Tan pronto como el saco con sus cosas se sumergió en el agua comenzó a nadar furiosamente en dirección a la cueva de la esfera. Después de trepar al reborde lateral, subió a él la bolsa con sus cosas y rápidamente se cambió de ropa y se puso prendas de más abrigo. La bolsa contenía también una pesada metralleta, por lo que comprobó la posibilidad de que hubiera podido recibir algún daño a causa de los golpes o del agua. Todo parecía estar en perfectas condiciones.

¡Bah!
, oyó mentalmente aquella expresión acompañada de un suspiro, mientras seguía de pie en aquel reborde de roca preguntándose si había olvidado algo.
Va y viene igual que un fantasma. Posee dotes mágicas
.

Harry se sonrió.

—Sí, poseo algunas dotes mágicas, es verdad —dijo—, pero en lo que se refiere a ser un fantasma… pues soy de carne y hueso y más bien sois vosotros los que…

¡Harry!
, dijo una voz diferente, una voz asustada, muy primitiva y gutural, una voz casi animal que le hablaba dentro de la mente.
Vete con cuidado, Harry Keogh, porque es peligroso hablar con los wamphyri de la manera que tú hablas con ellos
.

Harry localizó a la persona que había hablado: una criatura aborigen, achaparrada, enana, agachada en una oquedad muy reducida, totalmente apartada de los demás. Una envoltura de estalagmitas la cubría casi completamente, por lo que Harry tenía la impresión de estar conversando prácticamente con una estatua de piedra.

—¿Tú no eres wamphyri? —le preguntó.

¡Ja, ja, ja!
soltaron los demás, en parte divertidos y en parte ofendidos.
¿El, wamphyri? ¡Ese es un troglodita, imbécil!
.

—¿Un troglodita? —exclamó Harry mirando tan pronto al troglodita como a los demás, y volviendo a mirar al primero—. ¡Ah, sí, ya recuerdo! Ya me avisaron de que era posible que encontrase aquí uno o dos trogloditas. Y también Viajeros, posiblemente.

Sí, también Viajeros, Harry
, dijo otra voz mucho más humana, aunque sonaba muy distante, débil y casi imperceptible.
Por desgracia, nosotros no duramos tanto como los trogloditas y los wamphyri. Me temo que ahora somos poca cosa más que meros recuerdos
.

—Así es que hay varias clases de gentes procedentes del mundo situado al otro lado de la Puerta —dijo Harry con aire reflexivo—. Y no hay ninguno de vosotros que quiera ayudarme, ¿verdad?

Se ajustó las gafas y se afianzó la correa del arma que llevaba colgada del hombro.

—¿Cómo puede ser? Hace muchos millares de años…, centenares por lo menos…, que vosotros, los trogloditas y los Viajeros, estáis muertos y los wamphyri todavía siguen oprimiéndoos. ¡Y yo que esperaba poder pediros consejo!

Levantó la vista y contempló la superficie blanca y deslumbrante de la esfera. Si hubiera levantado la mano, habría podido tocarla.

¡
No tienes más que pedirlo
!, dijeron varias voces de Viajeros.
En nuestro tiempo luchábamos contra los wamphyri. Les atravesábamos su negro corazón con una estaca y los quemábamos, pero cuando se hicieron con el poder, se vengaron de nosotros. Con todo, no lo sentimos. Así es que habla con nosotros, Harry, porque no somos trogloditas primitivos ni timoratos, sino hombres
.

Sus débiles voces dejaban traslucir un orgullo… que pronto se tradujo en pánico cuando Harry, poniéndose de puntillas, tendió la mano hacia la superficie de la deslumbrante esfera por la parte donde el globo se abombaba por debajo del techo.

¡¡¡Harry, no lo hagas!!!

¡Demasiado tarde! La mano de Harry había tocado la esfera y traspasado la superficie de su envoltura. Harry intentó retirar la mano, intento tan inútil como querer que una piedra lanzada al aire no vuelva a caer sobre la tierra.

Harry oyó la risa siniestra de los wamphyri y los lamentos de los trogloditas y de los Viajeros… Se sintió atrapado, sintió que había penetrado en la esfera. Al cabo de un rato desaparecieron de su vista la cueva y el río borboteante. Harry sintió que flotaba y que iba subiendo hacia arriba, cada vez más arriba, ingrávido como una pluma que volara en un rayo de luz blanca camino de un lugar diferente…

¡Un mundo diferente!

Capítulo 21

El Habitante - El problema de Perchorsk - En el jardín

Impresionado tal vez por la reacción de los habitantes osificados de la esfera-caverna, la primera sensación de Harry fue de pánico. Obedeciendo a su instinto, a punto estuvo de conjurar una puerta de Möbius, casi de tratar de formarla, menos mal que se vio retenido de realizar tal acción con tiempo suficiente para evitar un desastre. ¡Sólo Dios sabe dónde habría podido ir a parar o cómo habría llegado a ese lugar si se hubiera servido de las matemáticas de Möbius dentro del agujero gris!

Así es que Harry se puso a flotar, empujado irresistiblemente hacia arriba, pasó a través de la Puerta y antes casi de que pudiera darse cuenta de ello…

… Su reaparición fue tan súbita como había sido su entrada: pasó a través de la piel de la esfera, resbaló por su curva y fue a parar estrepitosamente sobre un revoltijo de piedras entre la esfera y la pared del cráter. Entonces se dio cuenta de que la esfera estaba dentro de un cráter y de que directamente sobre su cabeza había… ¡una segunda esfera!

Ahora Harry tenía una visión casi completa del cuadro. El rompecabezas estaba prácticamente terminado. La Puerta que acababa de cruzar era la original. La de arriba, asentada en la boca del cráter, había aparecido simultáneamente con la creación de su gemela —su otro «extremo»— en Perchorsk. Tal vez la presencia de la primera había influido de alguna manera en la ubicación de la segunda, aunque esto era algo que Harry no podía asegurar. Quizá Möbius lo sabía.

Salvo que…

Si aquel cadáver decapitado de la cueva había pasado en época relativamente reciente, como el
walkie-talkie
…, ¿no estarían los wamphyri sirviéndose de la esfera original como de un sitio en el que arrojar los desechos? ¿Y por qué tirar una radio? Sin embargo, había algo seguro: habían atravesado la esfera. Habían entrado en la esfera —en esta esfera— desde este lado. Y si ellos habían encontrado el camino hacia abajo, él bien podía hacer su camino hacia arriba. Tan pronto como se le ocurrió la idea, vio las galerías del magma que recorrían la roca. Estaban por todas partes, abriéndose paso a través de la sólida roca en todos los ángulos.

Debajo del
duffle-coat
, Harry llevaba todavía la linterna suspendida del cinturón. La cogió, miró a una galería horizontal y la enfocó. El agujero, después de un trecho, torcía hacia la derecha y se doblaba violentamente hacia abajo. Harry lo dejó y volvió a salir. Trató de examinar otros agujeros sin mejores resultados. Pero después, cuando hacía el quinto intento…

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