Authors: Brian Lumley
En el continuo de Möbius Harry había descubierto por azar los elementos de una insidiosa intriga que se desarrollaba en el mundo terrenal. El vampiro Thibor Ferenczy había puesto en marcha una metamorfosis gradual en un niño que todavía no había nacido: había contaminado físicamente (y no sólo físicamente, sino también espiritualmente) a una mujer a punto de ser madre, una mujer inocente que nada sospechaba, consiguiendo que se transmitiera al feto algo de sí mismo. Ahora aquel niño se había convertido en un joven, Yulian Bodescu, y al desarrollarse su potencial para el mal había vencido sus rasgos humanos y humanitarios, consiguiendo que predominara en 61 el aspecto monstruoso del vampiro.
La función de la Rama-E británica había tenido una doble misión: localizar y destruir lo que pudiera quedar de influencias vampírícas (especialmente lo que quedaba de Thibor) en la URSS y países satélites y asegurar de esta forma que nunca más volvería a producirse el «caso Bodescu»; y, por otra parte, eliminar al propio Yulian Bodescu, a través del cuál Thibor había decidido aterrorizar nuevamente al mundo.
Pero Bodescu había descubierto los manejos de la Rama-E y sus artimañas para deshacerse de él, por lo que dirigió sus terribles poderes vampíricos y su furia fría y cruel contra ella. Su principal adversario en la Rama era el incorpóreo Harry Keogh, que en aquel entonces se encontraba entrampado en el espíritu de su propio hijo. Matar a Harry hijo significaría deshacerse también de Harry. Después, los restantes miembros de la Rama-E podrían ser localizados y eliminados uno tras otro, a discreción del vampiro.
Se trataba de un plan bastante monstruoso, pero la verdadera monstruosidad se cifraba en las secuelas de aquel baño de sangre, puesto que entonces ya no habría nada que parase los pies a Bodescu, que podría formar casi a voluntad un ejército de seguidores que irían extendiéndose como la peste negra por toda la faz de la tierra. Se trataba de una posibilidad real, ya que Bodescu, aunque había pasado a convertirse en uno de los wamphyri, carecía de la disciplina que los caracterizaba a éstos. Eran esencialmente territoriales, tenían su frío orgullo, eran solitarios y cautelosos y solían ser muy firmes en el control de sus propios destinos. Y lo que más contaba era que estaban celosos de sus poderes, protectores de su naturaleza y de su historia de vampiros, conscientes y enamorados de sus cualidades humanas y de su ingenio. Si la humanidad hubiera sabido que eran seres reales y no meras criaturas míticas y legendarias, los hombres se hubieran esforzado en darles caza y en destruirlos para siempre. Pero Yulian Bodescu era un autodidacta y no tenía la instrucción propia de los wamphyri. No poseía ninguna de las cualidades que los convertían en lo que eran, ni ninguna de sus prerrogativas. No era más que un vampiro, ¡y loco por añadidura!
Brenda y su hijo Harry, de pocos meses de edad, vivían en un ático de Hartlepool, en la costa nordeste de Inglaterra, cuando los asuntos llegaron a su desenlace. Dejando tras de sí una estela de sangre y destrucción, Bodescu burló los intentos maquinados por la Rama-E para atraparlo, abandonó su casa de Devon y se dirigió hacia el norte. Como había heredado la experiencia de su mentor en las abominables artes de la nigromancia, estaba en condiciones de «examinar» los profanados cadáveres de sus víctimas y de leer en su cerebro, en su sangre y en sus entrañas sus más íntimos secretos. Ésta era su intención con respecto a los dos Harry, padre e hijo: asesinarlos y robar los secretos de la necroscopia, para descubrir así la naturaleza y las propiedades del metafísico continuo de Möbius.
La Rama-E, centrándose en la casa de Devon para destruirla, se quedaba sin la cantera principal, pero descubrió en ella inconcebibles horrores. La tía, el tío y el primo de Bodescu habían sido torturados y vampirizados; el perro negro de Bodescu era algo más que un simple perro; una cosa de naturaleza semiplástica ocupaba la tierra que había debajo de la amplia bodega, y la madre de Bodescu había perdido la razón al conocer aquello en lo que se había convertido Yulian. Tanto la casa como los que la habitaban fueron pasados por el fuego.
La Rama-E tenía hombres en Hartlepool, gente dotada de cualidades psíquicas que se encargaba de vigilar el edificio eduardiano en el que estaba el piso de Brenda. También se había informado a la policía local y a la Rama Especial (aunque muy discretamente, a fin de no alarmar a la población), advirtiéndoles que la mujer y el niño que ocupaban el ático posiblemente eran las víctimas que se proponía atacar un loco que andaba suelto por allí. Pero la presencia de los agentes no sirvió para disuadir al vampiro, que invadió el edificio, mató sin piedad a todos cuantos se pusieron en su camino, hizo gala de su aterradora eficiencia y, finalmente, consiguió su objetivo. Sin embargo, allí donde el incorpóreo Harry Keogh había resultado impotente, su hijo fue plenamente efectivo. Los extraños poderes de su padre habían pasado a él y estaba en condiciones de hablar con los muertos e incluso podía hacerlos salir de sus tumbas del cementerio que estaba enfrente de su misma casa.
Harry padre pensaba que él había quedado metido en la psique del niño, pero no era éste el caso. El niño lo había retenido por una única razón: explorar la mente de Harry y aprender de ella. Físicamente era un niño indefenso, pero mentalmente…
El talento de Harry hijo ya era mucho más grande que el que poseía su padre o incluso que el que pudiera haber soñado poseer. Y su potencial era enorme. En la cabeza del niño estaba toda la teoría y lo único que le faltaba era la aplicación práctica y la experiencia. Pero no tardaría en poseer también estos requisitos.
Brenda, en su intento de proteger a su hijo de aquella increíble pesadilla que era Yulian Bodescu, había sido retirada de escena por el vampiro. Como se encontraba inconsciente, no había podido ser testigo de la confrontación final. Ahora que Harry volvía a recordar la escena que había tenido lugar en el piso, se le aparecía con la misma viveza de las cosas que le habían ocurrido el día anterior.
Los ojos del niño, por los que miraban los dos Harry, vieron la cara de Yulian Bodescu, reflejándose en ella el propio terror. Inclinado sobre la camita del niño, su espantosa mirada hablaba bien a las claras de sus intenciones.
Harry pensó que todo había acabado, que aquél era el final.
Pero otra voz que no era la suya resonó en su cabeza y le dijo que no, que no era así, que de él había aprendido todo cuanto tenía que aprender, pero que ahora ya no lo quería de aquella manera, aunque seguía necesitándolo como padre. Así es que ya podía irse y ponerse a salvo.
Tan sólo podía ser una persona la que le hablaba por vez primera, cuando no había tiempo para formularse preguntas acerca del cómo ni el porqué. Después… Harry sintió que las coerciones del niño se desprendían de él igual que cadenas rotas, soltándolo y dejándolo en libertad. En libertad de dirigir su mente incorpórea hacia la seguridad del continuo de Möbius. Se habría podido marchar en aquel mismísimo momento, dejando a su hijo solo ante lo que pudiera esperarte. Sí, hubiera podido marcharse, pero no lo hizo.
Las mandíbulas de Bodescu se abrieron, desencajadas, igual que un pozo, mostrando una lengua de serpiente que aleteaba detrás de unos dientes fulgurantes como dagas.
¡Vete!
, dijo de nuevo el pequeño Harry, todavía con mayor insistencia.
¡Tú eres mi hijo!
, había exclamado Harry.
¡Maldita sea, pero no me puedo marchar! ¡No puedo abandonarte así!
¿Abandonarme así?
Había sido como si el niño no pudiera seguir sus razonamientos. Pero después lo hizo y dijo:
¿Te figuras que voy a quedarme aquí?
Las manos en forma de garra de la bestia se acercaban ya al pequeño que estaba en su camita. Este vio la saña que brillaba en los ojos del monstruo; volvió a uno y otro lado la redonda cabeza, buscando una puerta hacia Möbius. Entre los cojines apareció una puerta. Era algo que estaba en sus genes, era puro instinto. La puerta había estado allí todo el tiempo. El dominio que tenía sobre su mente era terrible; el que tenía sobre su cuerpo era mucho menos fiable, aunque había conseguido también poder sobre éste. Poniendo en juego los músculos inexpertos, se arrolló sobre sí mismo y atravesó la puerta de Möbius, mientras las manos del vampiro, al igual que sus mandíbulas, se cerraban para apresar tan sólo aire.
Después de esto todo quedó en manos de Yulian Bodescu. Harry no convocó a los muertos del cementerio local, pero su hijo sí. Los muertos habían aprendido a querer a aquel niño que hablaba con ellos, que había hablado con ellos desde que estaba en el vientre de su madre. Lo querían tanto como querían a su padre y confiaban en él. Y si Harry hijo tenía algún problema, sólo necesitaban esto para mover los miembros envarados por la muerte, para devolver a una falsa vida tejidos y tendones que desde hacía mucho tiempo se habían transformado en cuero y que los gusanos habían roído.
Inmovilizaron al vampiro, lo sujetaron con estacas entre sus tumbas abiertas, le cercenaron del cuerpo aquella cabeza que no cesaba de chillar y lo redujeron a cenizas. Y Harry padre, que ya no estaba prisionero y volvía a ser dueño y señor del continuo de Möbius, los vigiló mientras lo hacían, dándoles instrucciones cuando los veía titubear.
Más adelante… Harry había descubierto que aquel niño no sólo había salvado su vida sino que incluso había sustraído del peligro a su propia madre. El niño se había servido de la metafísica Möbius o Zollnerist para trasladarse él y a Brenda a un lugar seguro… de hecho, al sitio más seguro posible: ¡los cuarteles generales de la Rama-E en Londres! Y Harry se había quedado a merced de su destino, para habitar el caparazón del que en otro tiempo había sido Alec Kyle.
Esto era lo que había hecho, aunque en el proceso para conseguir este fin había destruido el nuevo juguete de la KGB, el centro de espionaje soviético instalado en el
château
Bronnitsy.
Después… se precisaba un período de tiempo para descansar, para hacer una pausa y evaluar la situación, hacer ajustes, reorganizar su vida. Pero el personal de la Rama-E, contento de su triple éxito —la eliminación de Yulian Bodescu, la terminación de las fuentes vampíricas residuales en el extranjero y la destrucción del cuerpo de espías rusos corrompidos de la KGB—, no había apreciado totalmente los reveses sufridos por Harry y su familia. Hecho el trabajo, querían analizarlo todo, registrarlo, estudiarlo y entenderlo más a fondo. El único hombre capaz de entenderlo todo era Harry. Durante un mes les dio todo lo que querían e incluso consideró la posibilidad de ocupar el puesto de director de la Rama-E, pero en esta misma época era evidente que las cosas relacionadas con Brenda no iban demasiado bien. Como había señalado recientemente la madre de Harry, no había ningún misterio en este estado de cosas. De hecho, el derrumbamiento de Brenda era previsible, no cabía esperar otra cosa.
Después de todo, hacía poco tiempo que había sido madre y todavía estaba convaleciente, después de una incómoda reclusión y de un parto difícil. Hubo un tiempo en que los médicos creyeron que la perdían. A esto se añadían las cualidades de su marido —era necroscopio—, cosa que ella sabía, y dominó su mente durante meses enteros, y que su hijito parecía tener poderes semejantes o incluso más aterradores, hasta el punto de que incluso entre los hombres de la Rama-E, también dotados de especiales cualidades, era considerado como una rareza. Por no hablar de que Harry era ahora, literalmente, una persona diferente, una persona que era Harry, con todo su pasado, sus recuerdos, sus peculiaridades, pero metido en el cuerpo de una persona totalmente extraña. Contaba también el inmenso terror que había sufrido aquella noche, cara a cara con el monstruo Yulian Bodescu, cosa que ni siquiera en sus peores noches de pesadilla habría podido imaginar…
No era de extrañar, pues, que la mente de aquella pobre muchacha hubiera comenzado a flaquear después de tantas tensiones. Y para colmo, odiaba Londres y le era imposible volver a Hartlepool. Ahora su piso era como un veneno que sólo le traía recuerdos inquietantes. A medida que sus conexiones mentales con el mundo real iban deteriorándose, aumentaban gradualmente sus visitas a diferentes especialistas y clínicas psiquiátricas, hasta que una mañana ella y el niño…
—¡Se han marchado! —exclamó Harry gritando—. Y no están en ninguna parte, no he podido dar con ellos en ninguna parte. Y lo peor de todo es que han desaparecido sin avisar, sin decir nada. Él apareció y se la llevó… no sé adonde. ¿Y sabes que a mí no me dijo nunca ni media palabra? Después de aquella primera vez en el piso, cuando Yulian Bodescu por poco acaba con nosotros, no me dijo nunca nada. Me habría podido decir alguna cosa, me miraba de aquella manera que miran los niños, y yo sabía perfectamente que habría podido hablar conmigo. Pero no me dijo nunca nada.
Harry suspiró y se encogió de hombros.
—Quizá también me echaba a mí la culpa…, quizá los dos me echaban la culpa de todo. ¿Quién podría asegurar que no tenían razón? Si yo hubiera sido de otra manera…
¿Qué dices?
, dijo su madre, que ahora parecía enfadada.
A su madre no le gustaba aquel tono de conmiseración que sorprendía en la voz de Harry. ¿Dónde estaba aquella serena energía que antes solía tener?
¿Si no hubieras sido así, cuando Boris Dragosani seguía vivo en Rusia, y Yulian Bodescu sembraba Dios sabe cuántas maldades por el mundo
y
todas las miríadas de muertos, abandonados y olvidados, perdidos y solitarios, figurándose que sus pensamientos estaban muertos para siempre bajo la fría tierra sin saber que en realidad no estaban solos? Pero tú lo cambiaste todo, Harry, y ahora
no
hay forma de volver atrás… Si hubieras sido de otra manera… ¡Qué cosas dices!
.
Asintió con la cabeza, dándose cuenta de que su madre tenía razón. Después cogió una piedra y la arrojó al agua, transformando su imagen en una serie de círculos concéntricos.
—De todos modos —dijo mientras su cara volvía a recomponerse lentamente—, me gustaría saber dónde han ido a parar, me gustaría saber que están bien. ¿Estás segura, mamá, de que no has oído nada?
¿De los muertos? Mira, Harry, no hay ninguno de nosotros que no esté dispuesto a ayudar. Créeme, si Brenda y el pequeño Harry estuvieran… con nosotros, tú serías el primero en saberlo. No sé dónde están, pero si que están vivos. De eso puedes estar seguro
.