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Authors: Michael Williams

Tags: #Fantástico

El caballero Galen (45 page)

Shardos extrajo aleo de su bolsillo, y por vez primera comprendí del todo lo ocurrido debajo del Castillo Di Caela, me enteré de la maquinación del infernal dios y de cómo el decimotercer ópalo de la corona había encerrado en el pasado al que lo luciera, allí donde no lo alcanzaría ninguna voz, humana ni divina, a través de las piedras.

Pero lo mejor de todo fue el final del relato, porque Shardos se levantó y sostuvo en alto un aro de plata: la recuperada Corona del Namer, adornada con doce ópalos. A su alrededor, los que-tana, protegiéndose con sus prendas de la luz de las lunas y estrellas, entonaron el Canto de Firebrand, cuyas palabras tenían por fin un sentido. Porque, ya no retorcidas por aquel malvado del fondo de la montaña, se adaptaban al verdadero héroe en el corazón de la Gran Reunión.

En el país de los ciegos,

donde el tuerto es rey

y las piedras son ojos de dioses

y hay caminos para el recuerdo...

Allí, tres siglos de penumbra

pasan entre penas, calamidades y guerras,

hasta que llega a nosotros Firebrand

con doce estrellas sobre la frente.

Por su herida las piedras hablarán

para sacarnos de las sombras de la noche

y, con su poder de vida y muerte,

devolvernos a la olvidada luz.

Mientras se hallaba entre su nuevo y feliz pueblo, el juglar alzó el decimotercer ojo de los dioses y se lo pasó a Caminador Incansable, quien a su vez se lo dio a Wanderer, que lo entregó a otro de los mayores.

Cuando la piedra llegó a mi mano, Shardos cantó los nombres de los héroes, y los Hombres de las Llanuras contestaron con un estribillo a mil voces, para retener en la memoria estos nombres:

Menciono primero a Bayard Brightblade,

que gobierna el Castillo Di Caela...

Recordamos a Bayard Brightblade...

Y a Ramiro de Maw,

enorme en anhelos y batallas...

Recordamos a Ramiro de Maw...

Continuó con Brithelm, Dannelle y Oliver, y también nombró a mi hermano muerto, pero lo que me hizo desviar la mirada y sentir una profunda paz en el corazón, fue oír mi propio nombre, al que le confería un nuevo y ansiado significado.

Y sir Galen, custodio del ópalo,

cuyo nombre equivale en nuestra lengua a «curador»...

Recordamos a Galen Pathwarden...

Me volví y recorrí la muchedumbre con la vista, como si a la celebración asistiesen todos mis amigos y conocidos, como si todo el mundo me mirase maravillado y sintiese un súbito respeto hacia mí. Pero la verdad es que todos los ojos estaban fijos en Shardos, quien lentamente se colocó la corona.

Todos los ojos, menos los del joven ingeniero Bradley, que probaba su habilidad en la adornada prenda que lucía una Mujer de las Llanuras de su misma edad.

Aquella noche todo fue reconciliación a mi alrededor.

* * *

La paz se extendió por todo el campamento y duró la semana entera. La tercera noche, cuando Brithelm me relevó de la guardia a primeras horas de la mañana, Dannelle me llamó. Yo acudí, convencido de que iba a reñirme por cualquier cosa, mas no era ése el caso.

Por el contrario, me sugirió lo que yo había estado tentado de proponerle muchas noches antes en las cumbres de las montañas Vingaard, antes de que todos descendiéramos a las tenebrosas cavernas de los que-tana, donde se hallaba cautivo mi hermano.

Dannelle dijo haber descubierto el lugar ideal para acostarnos; seguro y, al mismo tiempo, fuera de la vista de los demás. Un sitio calentito, por si fuera poco, y sorprendentemente espacioso.

Donde cabrían dos personas de manera bien cómoda.

Supuse que sus cálculos eran correctos.

Cuando, cogidos de la mano, desaparecimos entre los arbustos y la alta hierba camino del rincón elegido por ella, me susurró palabras que reavivaron en mí los deseos tantas veces abrigados.

—Pero si se lo decís a alguien, ¡os mataré!

* * *

Mi historia acaba en el castillo, una noche de invierno, en mis aposentos iluminados por el fuego de la chimenea.

Mañana parten hacia el oeste varios de mis compañeros. Brithelm regresa a las montañas, donde tratará de reunir a sus diseminados seguidores: viejas meteorólogas, capitanes insomnes y bellas visitantes nocturnas. Juntos levantarán de nuevo la abadía y atraerán a los pájaros para obtener presagios.

Pero lo más importante es que padre quiere compartir con su hijo mediano la vida contemplativa. La vestimenta de clérigo resulta absurda y ridícula en él, aunque también es cierto que, apenas un mes atrás, a mí me sentaba desastrosamente la armadura.

Padre ansia llevar una vida monástica y le ha cedido a Gileandos la casa del foso. Precisamente a Gileandos. Parece ser que el viejo hizo un juramento, allá en las profundidades del Castillo Di Caela. Algo semejante a que con gusto abandonaría todas sus posesiones, con tal de recuperar a Gileandos. Sea como fuere, la cuestión es que el anciano tutor partió hace dos noches en dirección a la casa del foso, dispuesto a volver a su biblioteca y a su alambique, todo lo cual olía a junípero y moho.

Oí decir que había tenido problemas para montar en su caballo.

Sin duda, alguna consecuencia de lo sucedido bajo tierra.

En lo que a mí respecta, permaneceré durante un tiempo en el Castillo Di Caela. Bayard aún se ve limitado por sus heridas, y lady Enid tendrá que ser confinada pronto, por otras circunstancias más delicadas. Brandon Rus emprendió su peregrinaje con el corazón aliviado, y Ramiro empaqueta sus pertenencias (incluida la enérgica Mujer de las Llanuras) para un viaje de retorno a su castillo de Maw.

Alguien tendrá que encargarse de este lugar, con tantas ausencias.

Sir Robert y yo hemos elaborado un plan. Se trata de organizar carreras de caballos en el enorme patio que da a las murallas. En los terrenos recuperados hay sitio suficiente para los perros, y los criados han empezado a retirar los dichosos pájaros mecánicos, para guardarlos.

Si nada grave ocurre en el próximo par de meses, podemos volver a tener en condiciones el castillo, haciendo de él un lugar adecuado para que el heredero de Bayard Brightblade y Enid Di Caela crezca feliz.

Tales son mis pensamientos de esta noche, mientras el viento invernal forma remolinos alrededor del castillo, como si fuera agua o el humo del fuego del namer, y yo me preparo para continuar lo que empezó durante la Gran Reunión en las llanuras de Southlund. Porque ha llegado la hora de mi escapada nocturna, envuelto en mantas y deseos, para sumergirme en la incitante luz de velas y en la nube de perfume y caricias que me espera en la alcoba de la incomparable Dannelle Di Caela.

Una aventura no sin sus maravillas y sus peligros.

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