«Sasha ha ido a una discoteca y no me ha llevado. No es que me importe mucho, pero ahora sé que lo hizo para follar con otros.»
Tommy hizo un mohín y terminó de saltar una valla. Eran apenas las diez de la noche. La oscuridad era casi total pero pronto llegó hacia la zona iluminada y comenzó a buscar el lugar que frecuentaba Grant. Entonces se encontró con un problema: no sabía donde estaba la puñetera discoteca.
Se dirigió a una calle donde había movimiento y cuando vio a un grupo de muchachos, lo siguió con disimulo. Al poco rato se encontró ante un gigantesco edificio con un cartel de neón donde entraban sin parar chicos y chicas, jóvenes y adultos.
No le costó mucho entrar. El portero que estaba en la puerta sólo le echó una ojeada y le indicó con la cabeza que podía pasar.
Se deslizó dentro. De primeras sintió una bofetada de calor y olor a humanidad y otras cosas que no quiso pensar. Ciertamente el lugar no tenía lo que se decía una buena ventilación. Se dirigió a una de las tres barras que rodeaban la pista y pidió un whisky con coca-cola. Estaba nervioso así que casi se lo tomó de un trago.
El alcohol le hizo efecto y cuando comenzó a sonar
Don't You (Forget About Me)
, de los Simple Minds, dejó el vaso vacío en la barra y se lanzó a la pista. Le encantaba esa canción. Había tratado de arrastrar a Sasha a ver
The breakfast club
al cine donde la ponían, para ver a un Judd Nelson guapísimo, pero se había negado en redondo y Tommy había tenido que ir solo a verla.
Comenzó a bailar en medio de la pista, moviéndose al ritmo de la música con cierta cadencia. Sus manos se movían por su cuerpo como sinuosas serpientes, sus caderas se agitaban sensualmente, como guiadas por una mano invisible. Sin saberlo estaba destilando un montón de erotismo y varios ojos en la discoteca se posaron sobre él.
La canción apenas iba por la mitad cuando Tommy sintió unas manos que no eran suyas en la cadera y un cuerpo pegarse detrás de él. Sorprendido, se dio la vuelta y vio a un tío enorme que le sacaba más de una cabeza y parecía un jugador de rugby de hombros tremendos.
—¿Qué haces? —preguntó un tanto asustado, apartándose del gigante.
—Bailar, ¿a ti qué te parece? —contestó el otro con una sonrisa.
—Invades mi espacio. —Gesticuló, señalando lo obvio.
—¿Y? ¿Te molesta? —El gigante volvió a engancharlo por la cintura y a acercarlo a él, Tommy volvió a asustarse y manoteó para quitárselo de encima—. Yo creo que te va a gustar.
La gente de alrededor se comenzó a dar cuenta de lo que estaba pasando y algunos miraban con curiosidad. Entonces, de entre toda la gente, apareció una muchachita menuda y delicada como una muñeca de porcelana y de un empujón apartó al gigante de Tommy.
—Patrick Murray, ¿qué demonios estás haciendo? —le espetó la muchachita. Tommy estaba al borde del síncope. Esa chiquilla apenas le llegaba al pecho al gigantón y le estaba gritando y apuntándole con un dedo—. ¿Qué te hemos dicho de no obligar a hacer cosas que no quieren a los demás?
—Katty, lo siento. Lo olvidé, perdóname. —Tommy alucinó en colores: el gigantón, que si quería podía destrozar a los dos de un puñetazo, estaba acobardado y pesaroso disculpándose.
—No es a mí a quien debes pedir perdón —añadió la chica para mirar a Tommy.
—Lo siento —dijo el gigantón, mirándolo a su vez—. Me dejé llevar. Eres tan bonito y bailabas tan bien…
Tommy trató de balbucear alguna respuesta pero no fue capaz y se limitó a asentir con la cabeza. El gigante se fue y la muchacha lo tomó de un brazo y lo sacó de la pista. No sabía adónde lo llevaba, aún estaba alucinando. Sólo pareció reaccionar cuando se encontró apoyado en un coche, en la calle.
—¿Estás bien? —le preguntó la chica—. No debes preocuparte, Pat es así pero no lo hace con maldad, es que no tiene muchas luces, ¿sabes? Le gustaste y fue a por ti. Los de por aquí ya lo conocemos y sabemos como tratarlo. Nunca haría daño a nadie… pero te ha dado un buen susto. —Una mano suave le acarició la mejilla.
—Yo… Me sentí indefenso, realmente me asustó. No sabía qué iba a hacer —confesó Tommy.
—Te entiendo, ¿quieres volver dentro? —Tommy negó con la cabeza—. Yo tampoco. —Sonrió—. Mi casa queda de camino a Saint Michael. —Tommy la miró, sorprendido, y ella rió—. Sí, sé que eres uno de los alumnos del colegio, se te nota como si lo llevaras escrito en la frente. —Rieron los dos—. Como decía, mi casa queda de camino. Podemos ir dando un paseo si te parece bien.
—Me parece fantástico. —Tommy le ofreció el brazo como todo un caballero. Juntos comenzaron a caminar alejándose del bullicio del centro.
Pasearon lentamente, hablando de todo un poco, de quiénes eran, de lo que hacían. Tommy le contó que estaba en cuarto año en Saint Michael. Katty se sorprendió pues le había parecido mayor. Ella le contó que estudiaba en un colegio estatal, que su padre criaba caballos en una granja y que ella adoraba montar. Para cuando alcanzaron las afueras, ya sabían todo el uno del otro.
Minutos más tarde llegaron a la granja de Katty. Los establos eran enormes, atestiguando a qué se dedicaban en ese hogar. Se hizo un silencio un tanto incómodo cuando llegó el momento de despedirse.
—Bueno, bella dama, habéis llegado sana y salva a vuestro destino —bromeó Tommy tratando de aligerar la situación, hizo una reverencia y besó la mano de la chica, que reía.
—¿Ya os vais caballero? —preguntó ella sin soltar su mano con el mismo tono ceremonioso—. ¿Por qué no te quedas un ratito? —añadió con un tono mucho más confidencial y comenzó a tirar de él hacia los establos.
Lo llevó dentro de la cuadra hacia el lugar donde guardaban el heno para los caballos y Tommy no pudo evitar una sensación de
déjà vu
cuando ella comenzó a besarlo y a acariciarlo sobre la ropa. Tal vez era su sino ser desvirgado siempre en un establo. Porque era obvio que ahora iba a perder su virginidad con una chica.
«Hay que probarlo todo en esta vida », pensó y se dejó llevar.
Pronto estuvieron ambos desnudos y con la ropa regada por todas partes. Tommy, aunque no quería, no podía dejar de comparar el cuerpo de la chica con el cuerpo de un hombre. Los pechos le parecieron fascinantes, con esos grandes pezones y esas aureolas rosadas. Era delicioso metérselos en la boca, lo llenaban de una manera que no podía el pecho de un hombre.
Y cuando su mano se deslizó por el abdomen de Katty y llegó a su zona íntima, la sorpresa fue mayor. Estaba tan caliente y tan húmedo que comenzó a palpar toda la zona, investigando, reconociendo. Encontró un botoncito en medio de todos esos pliegues que hizo que Katty gimiera y se arqueara de placer. Con dedos húmedos comenzó a dar suaves caricias y ligeras presiones en el botoncito y sin darse cuenta, la hizo llegar al orgasmo.
Tommy no dejó de tocarla mientras ella recuperaba la respiración, pero apenas habían pasado unos segundos, sintió una mano acariciando su erección y al mirarla, Katty le sonrió con picardía.
—Aún no hemos terminado —le dijo con la respiración un poco entrecortada. Tommy asintió.
La muchacha comenzó a acariciarlo y él siguió con sus toques. No sabía si las chicas necesitaban preparación como los chicos, pero parecía que a ella le gustaba lo que hacía con los dedos.
—Dejemos los trabajos manuales —susurró Katty al cabo de un rato, lo empujó para que se colocara sobre ella, rodeó su cintura con las piernas y lo dirigió dentro.
Tommy comenzó a entrar lentamente pero sintió que era mucho más fácil. La lubricación natural hizo que entrara fácilmente a pesar de que, aunque no había tomado plena conciencia de ello, tenía un buen tamaño. El olor a heno mezclado con el olor dulzón del sexo de ella le inundó los sentidos y comenzó a gemir.
Katty se sentía completamente llena con él. Era la primera vez que le pasaba eso con un muchacho.
—Muévete —le pidió.
Tommy comenzó a entrar y salir en un dulce vaivén, comparando las sensaciones. El sexo con una chica era parecido y a la vez distinto a hacerlo con un chico. Ambos eran muy placenteros y las diferencias los hacían especiales.
Se movía cada vez más rápido y ambos gemían con fuerza. Casi sonrió al notar que había encontrado un alma gemela en cuanto a sonoridad en el sexo: ella gritaba tanto como él.
—No te preocupes —dijo Katty entre gemidos—, puedes correrte dentro, tomo la píldora. —Tommy no entendió a qué se refería pero tampoco lo retuvo mucho en su mente… Lo único que podía pensar era que estaba a punto de llegar.
—Ya… ya… ya voy a correrme… —le dijo, jadeando.
—Yo… también… lleguemos… juntos —respondió ella y tras unas fuertes embestidas ambos gritaron en medio de un vertiginoso orgasmo.
Tommy se derrumbó sobre ella y ambos se quedaron jadeando sobre el heno.
—¿Puedes creer que mi primera vez fue también en un establo?
—¿Sí? —se interesó Kathy—. ¿Y cómo era ella? ¿La querías?
«Era un él. Y lo amo», Tommy esbozó una sonrisa.
—Era diferente —susurró sin faltar a la verdad.
Minutos más tarde Tommy seguía recostado de lado junto a Katty y su mano volvía a estar acariciando sus húmedos pliegues. Le parecía fascinante.
—Es tarde —dijo ella enseñándole el reloj que marcaba la una y media de la madrugada. Tommy asintió—. Me ha gustado mucho conocerte Thomas Stoker —le dijo con una sonrisa y tras rodearlo con los brazos lo besó en los labios con dulzura.
Se levantaron renuentes y comenzaron a vestirse. Una vez fuera de las cuadras, volvieron a abrazarse y besarse.
—Espero volver a verte, Tommy.
—Yo también lo espero, Katty. —Tommy se despidió con una sonrisa y tras despedirse, salió corriendo hacia el colegio, rezando para que nadie lo pillara llegando a esas horas, oliendo a sexo y con pajitas de heno entre el pelo.
Sasha se había entregado por completo al estudio porque los exámenes de fin de trimestre estaban cerca, pero apenas quedó libre, la primera semana de abril, quedó de encontrarse con Tommy el domingo en la piscina, para disipar tensiones.
Además, había meditado mucho en algo luego de la muerte de su padre: pensaba proponerle a Tommy que fueran novios.
Apenas llegaron, se metieron al agua. El lugar estaba desierto, la mayoría de estudiantes había optado por salir a la ciudad. Sasha recorrió la piscina en largas brazadas y se detuvo al borde para descansar.
—Tuve el mayor promedio del trimestre —anunció, orgulloso—. Si sigo así, superaré a Banks y podré conseguir otra beca para la universidad.
—No bromees, sabes que siempre tendrás la beca. Eres el mejor estudiante de este colegio. —Tommy sonrió, decidido a endulzarle el oído, pues tenía que confesarle su aventura en la discoteca—. Eres el más inteligente, el más trabajador, el más profesional, el más responsable, el más guapo… y el que la tiene más grande —terminó añadiendo entre risas.
Sasha arqueó las cejas, salpicándole agua en la cara.
—Si sigues creciendo como lo has hecho en este año, pronto me aventajarás —observó, convencido de que el gimnasio había tenido parte en ese cambio. Tommy se veía muy sexy con el cabello mojado y el agua escurriéndole por el cuello y deslizándose por sus hombros—. Y pensar que te quejabas del ejercicio.
—Y me sigo quejando —contestó con su típico puchero que no desentonaba con los rasgos más maduros de su rostro—. No me gusta hacer ejercicio, lo mío es estar tumbado y que me atiendan. —Se echó a reír.
Sasha rió también, y aprovechó para atraparlo contra el borde de la piscina y comenzar a darle besos de mariposa en el cuello.
—A mí me gusta tenerte tumbado y me gusta atenderte —susurró, llevando suavemente su rodilla hacia la zona que más le gustaba atender—. Y cuéntame… ¿qué has estado haciendo todo este tiempo? Parecen siglos desde la última vez que estuvimos juntos.
—Hum… Pues… me tiré a Grant… —respondió Tommy dudoso. Desde que había pasado no sabía cómo afrontarlo así que decidió soltarlo todo a bocajarro—. Y me acosté con una chica. —Cerró los ojos para evitar mirar a Sasha; no sabía cómo iba a reaccionar.
La rodilla del ruso se quedó congelada y luego fue retirada lentamente; los ojos grises lo miraron incrédulos.
—¿Hiciste qué? —La pregunta, hecha con voz átona, fue el modo de Sasha de ganar tiempo, de hacerse a la idea. Retrocedió, nadando de espaldas para ocultar su turbación y, lejos de Tommy, esperó la respuesta.
—Pues… no fue algo planeado. —La voz de Tommy sonó triste, como si las lágrimas escaparan por ella. Se había sentido muy infeliz cuando Sasha se había apartado de su lado, como si hubiera sentido repulsión—. Grant me dijo que habíais ido a una discoteca. Me dio rabia que no me llevaras y luego me contó lo que pasó allí, lo que hiciste con un chico amigo suyo, así que me escapé y me fui a otra disco. Allí conocí a una chica que fue muy amable conmigo y… Bueno, yo tenía curiosidad… Ella era muy dulce… —Su voz se fue apagando.
—Yo… —La voz de Sasha seguía sonando neutra, aunque todo su interior quería gritar—. No te llevé porque eres menor de edad y no quería meterte en problemas. —Hizo una pausa—. Ahora entiendo por qué Grant no me buscaba como antes: te lo estabas follando tú. Está bien. —Sonrió, quitándole importancia al hecho—. Te dije que te veías muy atractivo gracias al ejercicio… y al parecer no soy el único que lo piensa.
Comenzó a nadar lentamente, haciendo círculos alrededor de Tommy, sintiéndose un completo idiota por sus sueños de amor. ¿Cómo había podido creer que su amigo lo amaba? Palabras, lo que Tommy le había dicho eran sólo palabras pronunciadas por un chiquillo inmaduro que no sabía lo que quería. En esos momentos se alegraba de no haber revelado jamás sus sentimientos, eso ahorraba la humillación, le permitía afrontar la traición con dignidad.
Porque para él se trataba de una traición.
No podía llamarla de otro modo. Él se había acostado con Grant porque no le quedó alternativa, y de ese modo protegía su relación con Tommy. Y había follado con Thomas en la discoteca para ser aceptado en el grupo luego de que rechazara la marihuana. ¿Qué motivo habría tenido Tommy para acostarse también con Grant? Le dolió, pero le dolía más que él hubiera estado con una chica.
«Y pensar que he estado a punto de pedirle que fuera mi novio.»
Pero no. Eran jóvenes. Sabía que no eran tiempos para liarse con alguien. Tommy querría conocer más personas, quizá buscar su identidad sexual. Sasha había dado por hecho que era gay, al igual que él. Qué equivocado estaba…