—Parece que te gustó —observó con cautela—. Podemos llevar uno de estos —dijo, dirigiéndose al dependiente—. No es necesaria la muestra, lo compraré.
Tommy hizo un pucherito cuando fue apartado del dedo. Había disfrutado muchísimo de la experiencia y miró enfadado a Sasha, hasta que oyó que comprarían un tarrito del lubricante con sabor. Entonces una enorme sonrisa iluminó su rostro. Tommy no era guapo, pero en algunas ocasiones su rostro brillaba con luz propia. Sucedía cuando sonreía sinceramente… y también cuando estaba en pleno orgasmo.
A Richie no se le escapó la actitud distante del mayor, tan diferente de su compañero, y optó por dejarlo tener el control, pues era evidente que eso era lo que quería, aunque no pudo dejar de maravillarse con la radiante sonrisa del más joven.
—De acuerdo —dijo, sin perder la calma—. Por aquí están las películas. —Los condujo hacia un estante—. Las románticas están en esta fila. Os dejaré para que escojáis mejor.
—¿Por qué has sido así de desagradable? —reclamó Tommy apenas Richie se perdió de vista—. Él ha sido muy amable al dejarme probarlo. Nos conviene llevarnos bien, vamos a necesitarlo. —Durante un instante se sintió muy ruin por lo que estaba diciendo, como si sólo el interés le moviera, pero en el fondo sabía que el pelirrojo le había agradado con esos ademanes sencillos y esa sonrisa amable. Puso su mano en el brazo Sasha—. Vamos a ser sus clientes, si nos llevamos bien con él todo será mucho más fácil y a lo mejor —sonrió— nos hace algún descuentito, cosa que nos vendría bien. ¿Entiendes lo que quiero decir? Además, parece un hombre muy amable… Y es guapo.
Sasha reconoció a regañadientes que tenía razón. Estaba escaso de dinero y no quería aceptar que Tommy corriera con los gastos de sus aventuras. Un descuento les vendría bien y el hombre parecía amable.
—De acuerdo, intentaré ser más cortés. Ahora, escojamos la película, que puede venir alguien y prefiero que no nos encuentren aquí.
—Vale. —Tommy sonrió y se puso a mirar las películas. La mayoría de las románticas con argumento estaban basadas en otras películas o libros y había varias basadas en cuentos:
Peniciento
,
Blanco Nieves
,
El bello durmiente
,
El bello y el bestia
,
Los tres polvitos
,
Capuchoncito rojo.
Rió ante ese título y tomó la película para ver el argumento. Siguió riendo mientras leía—. Me gusta ésta… —dijo, aún riendo—, aunque hay muchas que también me llaman la atención, pero ésta parece divertida. —Se la alargó a Sasha.
—Hum… —El ruso examinó la foto de la portada—. Sí, se ve bien. Tenemos el lubricante y la película, pero sobra algo de dinero, ¿llevamos algo más?
Tommy se quedó un momento pensativo y recordó el enorme consolador verde, pero no estaba en el escaparate. Seguramente hacía tiempo que lo habrían vendido. Además, no se sentía preparado para incluir eso en sus juegos.
—¿Y si le preguntamos a Richie? —Señaló hacia donde estaba el dependiente—. Seguramente nos puede sugerir algo en que gastar lo que sobra.
Sin esperar la respuesta de Sasha, lo tomó de la mano y tiró de él hacia el mostrador
—Nos llevaremos ésta —dijo con una sonrisa cordial—. Y nos van a sobrar dos o tres libras del presupuesto ¿Qué podríamos comprar con eso?
Richie pensó rápidamente y les mostró otro escaparate.
—Podría ser ropa interior. Hay algunos tangas muy sugestivos aquí. —Tommy se sonrojó de nuevo y Sasha las miró interesado, pero sus ojos se desviaron hacia otro escaparate. Richie captó el objeto que había atraído su interés y lo sacó, para alargárselo—. También podríais llevar estas esposas. Son livianas, preparadas para no lastimar.
Sasha tomó las esposas, las sopesó e imaginó a Tommy con ellas. Eran unas sencillas esposas de cuero que se cerraban con un velcro y que tenían un clip en medio para poder juntarlas o separarlas.
—Llevaremos éstas —dijo sin vacilar y miró a su amigo, esperando su consentimiento.
«Guau, unas esposas», Tommy las miró con curiosidad e imaginó a su vez a Sasha con ellas. Asintió, divertido.
—Entonces, creo que eso es todo —dijo el ruso.
—Llevad también las muestras, para que podáis probar nuevos sabores. —Richie le dio las muestras de lubricante a Tommy, que se apresuró a guardarlas—. Encantado de conoceros. Y ya sabéis, cualquier cosa que necesitéis, podéis venir cuando gustéis. —Tendió la mano a Sasha, que se la estrechó con un amago de sonrisa. Luego, le tendió la mano a Tommy, quien la miró durante un instante y finalmente se la estrechó con una amplia sonrisa. Tuvo la impresión de que Richie retuvo su mano un instante más de lo necesario pero no hizo caso y pronto lo olvidó.
Las esposas permanecieron ocultas en la habitación de Sasha luego de que Tommy insistiera en usarlas en Nochebuena a manera de celebración especial.
—Una manera muy retorcida de celebrar la Navidad. —Había sentenciado Sasha—. ¿Qué os enseñan en Escocia?
—Te recuerdo que la idea de comprarlas fue tuya… A ti se te iban los ojitos tras ellas —replicó Tommy con una risita.
—Ya. Pero no en Navidad.
La protesta fue inútil. Tommy no cedió en que debían ser estrenadas en una ocasión especial y las esposas tuvieron que ser olvidadas.
Durante los dos meses siguientes estuvieron ocupados entre los estudios y sus encuentros clandestinos que afianzaron más su relación. Además, cada uno se veía con Grant por separado y el prefecto, fiel a su promesa, les había dado total libertad.
—¿Sabes? Saint Michael no es tan malo —dijo Sasha una tarde de diciembre, mientras bebían un café.
—¿Y cómo has llegado a semejante deducción? —preguntó Tommy, curioso. Para él estar en Saint Michael significaba estar con Sasha. Por lo demás, se le ocurrían mil sitios mejores para estar.
—Pues… Banks ya no se mete conmigo. He hecho algunos amigos, siento más apoyo de los profesores. Y estoy contigo.
—Me alegra que ese pijo te haya dejado de molestar. Si no, podría morderle el paquete. —Hizo un gesto de asco—. Mejor no.
Sasha se echó a reír.
—No. Mejor no. Quién sabe qué podrías pillar. —Luego de un momento de silencio preguntó, recordando la llamada que Tommy había recibido esa misma tarde—: ¿Irás a ver a tus padres?
—No. Me quedaré aquí. Tuve suficiente familia en el verano y no quiero más, gracias. Alex me dijo que fuera con ellos a pasar algunos días, pero su hermano me cae mal. Prefiero mil veces quedarme aquí contigo. Además tenemos algo que estrenar. —Sonrió con complicidad.
—Ciertamente. —Sasha le revolvió el cabello y tuvo una visión fugaz de Tommy desnudo y esposado a la cama—. Será genial.
El 21 de diciembre por la tarde, Tommy recibió una llamada de Alex. Quería presentarle a Angel y a su vez sugirió que llevara a su «amigo especial» a tomar el té.
Sasha fue difícil de convencer. Se sentía intimidado ante la idea de conocer al famoso Alex.
—Tienes que venir, le he dicho que vendrías —insistió Tommy con un mohín—. ¿Quieres dejarme como mentiroso?
—No, claro que no. Pero no sé qué pensará de que seamos amigos. ¿Qué tal si no le gusta? ¿O si sospecha que nosotros…?
—No va a pasar, y aunque pasara no afectaría en nada —afirmó con vehemencia—. Le vas a gustar, y él a ti. Y no sospecharán, ya lo verás.
—Además, nunca he estado en ese lugar. Vosotros sois tan formales… —Sasha se detuvo, incómodo. Le preocupaba que Alex lo juzgara. No tenía ropa apropiada para ir al Milestone Hotel, donde era la cita.
—Ese sitio es como cualquier otro, lo que importa es la gente con la que vas a estar y ya verás cómo lo pasamos bien. Es importante para mí. Tú y Alex sois lo que más siento como familia, aparte de mi tío Joseph y quiero que os conozcáis.
Ante ese argumento, a Sasha no le quedó más remedio que acceder. Se les hacía tarde y tomaron el autobús que los llevaría a Kensington. Durante el trayecto, Sasha no habló mucho. Estaba tenso ante la perspectiva de tener que conocer a dos personas que probablemente no eran como él. Había oído en el colegio que Alexander Andrew, ex alumno de Saint Michael, era a los veintidós años el dueño de uno de los principales laboratorios farmacéuticos del Reino Unido.
Se bajaron en Kensington y tomaron otro autobús, uno de los típicos buses londinenses de dos plantas que aún sorprendían a Sasha. Al llegar a Hyde Park, Tommy se levantó y llamó al timbrecito de parada, sonriéndole.
—Llegaremos enseguida. El hotel esta aquí al lado, en los jardines de Kensington. —Bajó deprisa y, aprovechando que no había mucha gente por el parque, le tomó la mano y volvió a sonreír—. Ya verás, es un hotel precioso. Va a gustarte.
Tras un corto paseo que no pudo disfrutar a causa de la tensión, Sasha vio aparecer ante sus ojos un edificio enorme, el típico edificio ingles de ladrillos rojos y ventanas de un blanco radiante. Un número incontable de focos iluminaba la fachada y para rematar, varias chimeneas de ladrillo lo coronaban.
—El salón de té del hotel es uno de los más famosos de Londres —informó Tommy—. Tienes que probar las pastas… ¡Mira, allí está Alex!
Sasha reconoció al hombre joven que saludaba desde las escaleras. A su lado había una guapa muchacha de largos cabellos castaños, que también sonreía. Tommy echó a correr hacia la pareja y Sasha continuó caminando con aplomo. Evaluó al hombre conforme se acercaba. Se veía amable y parecía encantado de ver a Tommy. De pronto la muchacha lo miró y él vio simpatía en sus ojos.
—¡Sasha! —exclamó Tommy—. Ven. —Tomó su brazo y tiró un poco de él—. Alex, éste es Sasha Ivanov —dijo con timidez—, mi mejor amigo. —Se sonrojó y replicó aceleradamente—. Tú también eres mi mejor amigo, Alex. —Se volvió hacia Sasha—. Los dos sois mis mejores amigos.
—Hola, Sasha, yo soy Alex, y ella es mi prometida, Angel. —Hubo un intercambio de saludos y apretones de manos y luego Alex miró hacia su prometida—. Angel, cielo, esta bombilla roja es mi mejor amigo Tommy.
—Encantada de conoceros, sobre todo a ti, Tommy. Alex siempre está contándome las cosas que habéis hecho.
Sasha intentaba actuar con naturalidad. La pareja parecía amable y Tommy parecía hallarse en su ambiente, pero él jamás había estado en un lugar tan lujoso y no sabía qué decir.
—Vamos adentro, muchachos, aquí hace fresco —propuso Alex y, ofreciéndole el brazo a su prometida se dirigió hacia el interior.
—Sasha, ¿me haces el honor? —dijo Tommy ofreciéndole galantemente el brazo.
—Tonto. —Sasha le dio un pellizco y avanzó con recelo unos pasos más atrás.
Un camarero se acercó y los condujo a la mesa que tenían reservada. Sasha miraba a todos lados intentando asimilar un ambiente que le era completamente ajeno. Llevaba el pantalón del uniforme, una camisa que Tommy le había prestado y que le quedaba un poco estrecha, y una chaqueta de Grant. Sentía que todos lo miraban y aunque no era así, estaba incómodo. Angel le sonrió cuando se sentaron y le susurró muy despacio, para que no la oyeran ni Alex ni Tommy:
—A veces uno se siente fuera de lugar en sitios como éste, pero descuida, llegarás a acostumbrarte. Recuerda que mientras más alto pongas la nariz y más gesto de asco tengas, más te respetarán los camareros.
Una corriente de simpatía se estableció entre los dos y Sasha comenzó a relajarse un poco. Observó a Tommy, que se movía como pez en el agua. Era su ambiente y se notaba que sabía cómo manejarse. Pensó por un momento cuán distintos podían llegar a ser y se preguntó si eso podría separarlos.
Tommy charlaba con Alex interactuando de una manera automática con los camareros que los servían, como si no existieran, pero sin interponerse en su trabajo.
Sasha, en cambio, temía hasta respirar para no meter la pata.
Angel acudió en su rescate y le empezó a preguntar cosas de Saint Michael, sobre los estudios y sobre la carrera que pensaba seguir. Eso lo animó instantáneamente: el estudio era algo de lo que sí podía hablar. Intercambió algunas anécdotas sobre XY con Angel y le habló de su deseo de salir adelante y poder ayudar a sus padres. Le había causado muy buena impresión, aunque seguía mirando con desconfianza a Alex.
La desconfianza aumentó cuando vio cómo acariciaba lentamente la mejilla de Tommy, con los dedos deslizándose por la piel hasta casi llegar a los labios. Frunció en ceño y su interlocutora lo notó.
Angel dirigió la mirada hacia su prometido y Tommy, pero sonrió con condescendencia. No necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que Sasha estaba celoso. Ella misma sabía que algo muy especial unía a Alex y Tommy y desde ese momento comenzó a sospechar que el ruso veía a su joven amigo con otros ojos. Para apaciguar los ánimos de su invitado, optó por integrar al resto del grupo a la conversación.
—Sasha me comentaba que desea estudiar Administración de Empresas y lo mucho que le gusta esa carrera, Me recordó a mí misma cuando decidí estudiar Ingeniería Química. ¿Qué estudiarás tú, Tommy?
—Literatura. —La respuesta llegó con desgano y Tommy hizo un mohín—. Es lo que iba a estudiar… —Calló antes de nombrar a su hermano Sebastian. Sasha no sabía nada de él y desconocía si Alex le habría contado lo ocurrido a Angel—. Es lo que quieren mis padres que estudie.
—Oh. —Angel miró a Alex sin saber qué decir. Era obvio que a Tommy no le entusiasmaba el tema.
—Estudiar Literatura tiene una ventaja —dijo Sasha, acudiendo a su vez el rescate de Angel—: Allí no hay matemáticas.
—En Filosofía tampoco hay matemáticas —replicó Tommy y todos pudieron apreciar cómo su mirada se iluminaba al mencionar esa carrera.
—¿Qué tienen de malo las matemáticas? —preguntó Angel sonriendo—. Prefiero las matemáticas a la física, aunque lo que me apasiona es la química, por eso estudié Ingeniería Química: tiene de ambas.
Sasha la miró con aprecio. Tommy no le había contado mucho sobre ella, excepto que era novia de Alex, y se había imaginado que era una de esas muchachas sin profesión conocida, que esperan que su marido rico las mantenga.
—No es que tengan algo malo… Sólo me odian —dijo Tommy —. Yo soy una persona de pensamiento abstracto.
—Ah, pero ¿tú piensas? —bromeó Alex.
—Claro que pienso.
—A veces, y para no perder la costumbre —dijo Sasha en voz baja.
—Sois malos, luego querréis que no crea que soy tonto.
—Es que no lo eres —replicó Alex.