El Semanal, 18 Octubre 1998
Ya son tres los lectores que coinciden en enviarme una historia -dicen que es apócrifa, pero yo me apuesto lo que quieran a que es real como la vida misma que circula por ahí. Una historia tan estupenda y tan de aquí, o sea, de España o de lo que seamos ahora, que sería una absoluta mezquindad no compartirla con ustedes; como ya hice, no sé si recuerdan, cuando aquello de las múltiples variantes en tomo a los atributos viriles. Tampoco ésta es moco de pavo, así que la transcribo sin apenas toques propios, por el morro. Casi tal cual.
En el año 96, cuenta la crónica, se celebra una competición de remo entre dos equipos: el primero compuesto por trabajadores de una empresa española, y el otro por colegas de otra empresa japonesa. Apenas se da la salida, los japoneses salen zumbando, ¡banzai!, ¡banzai!, dale que te pego al remo, y cruzan la meta una hora antes que el equipo español. Entre gran bochorno, la dirección de la empresa española ordena una investigación y obtiene el siguiente informe: “Se ha podido establecer que la victoria de los japoneses se debe a una simple argucia táctica: mientras que en su dotación había un jefe de equipo y diez remeros, en la nuestra había un remero y diez jefes de servicio. Para el próximo año se tomarán las medidas oportunas”.
En el año 97 se da de nuevo la salida, y otra vez el equipo japonés toma las de Villadiego desde el primer golpe de remo. El equipo español, pese a sus camisetas Lotto, a sus zapatillas Nike y a sus remos de carbono hidratado, que le han costado a la empresa un huevo de la cara, llega esta vez con dos horas y media -cronómetro Breitlin con GPS y parabólica, sponsor de la prueba- de retraso. Vuelve a reunirse la dirección tras un chorreo espantoso de la gerencia, encargan a un departamento creado ad hoc la investigación, y al cabo de dos meses de pesquisas se establece que “el equipo japonés, con táctica obviamente conservadora, mantuvo su estructura tradicional de un jefe de equipo y diez remeros; mientras que el español, con las medidas renovadoras adoptadas después del fracaso del año pasado, optó por una estructura abierta, más dinámica, y se compuso de un jefe de servicio, un asesor de gerencia, tres representantes sindicales (que exigieron hallarse a bordo}, cinco jefes de sección y una UPEF (Unidad productora de esfuerzo físico), o sea, un remero. Gracias a lo cual se ha podido establecer que el remero es un incompetente”.
A la luz de tan crucial informe, la empresa crea un departamento especialmente dedicado a preparar la siguiente regata. Incluso se contratan los servicios de una empresa de relaciones públicas para contactos de prensa, etcétera. Y en la competición del año 98, los del sol naciente salen zumbando, up-aro, up-aro, todavía tienen tiempo para detenerse a hacerse unas fotos y comer pescadito frito, y llegan a la meta tan sobrados que la embarcación española -cuyo casco y equipamiento se había encargado para esta edición al departamento de nuevas tecnologías- cruza la meta, cuando lo hace, con cuatro horas largas de retraso. La cosa ya pasa de castaño oscuro, de modo que esta vez es la quinta planta la que toma cartas en el asunto y convoca una reunión de alto nivel de la que sale una comisión investigadora que a su vez, tres meses más tarde, elabora el siguiente informe: “Este año el equipo nipón optó como de costumbre por un jefe de equipo y diez remeros. El español, tras una auditoría externa y el asesoramiento especial del grupo alemán Sturmund Drang, optó por una formación más vanguardista y altamente operativa, compuesta por un jefe de servicio, tres jefes de sección con plus de productividad, dos auditores de Arthur Andersen, un solo representante sindical en régimen de pool, tres vigilantes jurados que juraron no quitarle ojo al remero, y un remero al que la empresa había amonestado después de retirarle todos los pluses e incentivos por el injustificable fracaso del año anterior”.
“En cuanto a la próxima regata -continúa el informe- esta comisión recomienda que el remero provenga de una contrata externa, ya que a partir de la vigésimo quinta milla marina se ha venido observando cierta dejadez en el remero de plantilla. Una dejadez preocupante, que se manifiesta en comentarios dichos entre dientes, entre remada y remada, del tipo: "anda y que os vayan dando" o "que venga y reme vuestra puta madre", y una actitud que incluso roza el pasotismo en la línea de meta”.
El Semanal, 25 Octubre 1998
Hace unos días, cuando el Alcázar de Toledo acogió por fin la biblioteca de los cardenales Lorenzana y Borbón, y el presidente de Castilla-La Mancha se montó un magnífico acto inaugural para que libros, memoria y fantasmas del pasado convivan sin problemas entre las piedras venerables del emperador Carlos, tuve ocasión de oír al presidente del Gobierno, Felipe González, hablando de España, y de Historia, y de nación. Cosas que resulta natural oír en boca de un ex presidente de Gobierno, y que tampoco estarían mal en boca de un presidente de Gobierno en activo, como ahora José María Aznar, o, puestos a eso, el propio señor González durante su pasada ejecutoria. Lo que ocurre es que los presidentes, cuando están en ejercicio, se tientan mucho la ropa antes de pronunciar ciertas palabras o de ahondar en ellas, por aquello de no vaya a molestarse alguien, y se las reservan para cuando se jubilan. No vaya a ser que los tomen por patriotas españolistas fanáticos. Por Dios.
Confieso que cuando oí decir al ex presidente del Gobierno que España es una nación como la copa de un pino, citando de paso a romanos, visigodos y musulmanes, me removí incómodo en el asiento. No porque yo disienta de que España sea una de las naciones más viejas del mundo, cuestión que hay que ser muy bestia y muy ignorante, o tener muy mala leche histórica para negar por el morro. Ni tampoco porque aquélla fuese la primera vez que le oía hablar de España como nación: concepto que, en honor a la verdad, González manejó siempre públicamente con menos complejos que su sucesor Aznar; tal vez porque este último se pasa la vida contenido, retenido y estreñido, intentando inútilmente no parecer de derechas, como si aquí todos fuésemos idiotas y no conociéramos el percal.
Mi malestar al oír a González provenía de otro registro. Hay que fastidiarse, me dije. Ahora viene con la memoria y la Historia y lo chachi que es identificar cada piedra con los hitos de la larga y dolorosa construcción de este complejo lugar llamado España. Ahora viene con ésas, cuando durante trece años los caga mandurrias a quienes encomendó la educación y la cultura en los sucesivos gobiernos por él presididos, ministros que se llamaron Maravall, Solana y algún otro nombre que piadosamente he olvidado, se pusieron con entusiasmo a la tarea de desmantelar todos y cada uno de los mecanismos culturales de este país, sustituyendo el concepto tradicional de Cultura e Historia por una papilla ‘light’ diseñada por psicólogos, amiguetes y compadres de pelotazo, donde Almodóvar y la pasarela Cibeles tuvieron -y tienen- más relieve que Nebrija o el monasterio de Yuste. Aligerando hasta la estupidez los libros de texto. Persiguiendo con saña cualquier resquicio de Humanidades. Enviando a campos de exterminio el Griego y el Latín, lenguas madres de la de Cervantes, Quevedo y Delibes. Convirtiendo a las generaciones jóvenes en huérfanos sin memoria ni conciencia nacional propia. Resumiendo los Siglos de Oro en media página de texto, pero dedicándole, eso sí, veinte a la Transición con foto de González incluida. O incurriendo en la misma canallada en que incurrieron los cuarenta años de franquismo imperial: o sea, mientras que aquellos lo contaminaron todo de patrioterismo barato, negaron éstos el orgullo legítimo de los siglos vividos y la certeza de lo español como viejísima encrucijada de pueblos, lenguas y culturas. Haciendo que todo cuanto suena a pasado, a batallas, a descubrimientos, a memoria, parezca de derechas. Incapaces, tan cretinos y maniqueos como los otros, de asumir que luces y sombras son caras de una misma realidad histórica. Soslayando vergonzantes el hecho fundamental de que Hernán Cortés era extremeño, los Pinzones andaluces, Churruca vasco, Jaime I aragonés y catalán, el Cid castellano de Burgos, Abderramán III cordobés, y etcétera. Ocultando que España tuvo agarrado al mundo durante dos siglos por el pescuezo, y que Europa, cuando se hizo, se hizo precisamente contra una nación bronca, difícil, peligrosa hacia fuera y puñetera hacia dentro, que ya entonces, con untar de huevos, se llamaba España. Y que el yugo y las flechas que cierto alcalde analfabeto mandó retirar de un monumento de los Reyes Católicos construido durante el pasado siglo, ya estaba en los pendones de esos reyes en 1492, cuando la toma de Granada.
Así que a buenas horas, me dije, viene mi primo hablando de Historia. Que le pregunte a sus imbéciles sicarios lo que hicieron con ella.
El Semanal, 08 Noviembre 1998
Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del ordenador, su futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro. Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un master en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje como quien comenta el partido del domingo. Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.
No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al medio combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro. Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nobel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, y meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados. Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, lodo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.
Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, oh prodigio, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no. Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recae directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia, con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros y a veces con su puesto de trabajo Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.
Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena. Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ese es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.
El Semanal, 15 Noviembre 1998
Pues nada. Que resulta que, sin premeditación, le echo un vistazo al Boletín Oficial del Estado, alias BOE, y me encuentro con un buen tocho de páginas donde pone TASAS, firmado Juan Carlos R., y abajo, en letra menos importante, José María Aznar López. Y me digo ojo, chaval, peligro. Inmersión, aú, aú. Inmersión. Reunión de pastores, oveja muerta. A ver qué nuevo gravamen, o gabela, o exacción, o como se diga en bonito, acaban de sacarse mis primos de la manga. A ver con qué nuevo pretexto el Estado estatal va a darnos un poco más por saco en la cosa de la pasta, y cómo se las ingenian para exprimirnos todavía un pelín el gaznate. Lo mismo es una tasa nueva para financiar más bodas en Sevilla, o recursos del fiscal Fungairiño. Igual se les ha ocurrido gravar ahora el bostezo, o los salmonetes, o las señoras estupendas. O pagarle de una vez la jubilación a Julio Anguita, a ver si se dedica a escribir sus memorias -De la quema de conventos al pacto de Estella, sería un bonito título- e Izquierda Unida deja de parecer el teatro chino de Manolita Chen.
Pero no. Falsa alarma. Leo, y compruebo que no se trata de nuevas tasas, sino de la puesta a punto del régimen legal ya existente. Así que aprovecho para darle un repaso. Confieso que entro en materia algo asustado, porque ya el inicio es poco alentador, al precisar que las tasas se aplicarán al sujeto pasivo, o sea, a mí, cuando los servicios no sean de solicitud voluntaria y cuando los bienes, servicios o actividades sean imprescindibles para la vida privada o social del solicitante. Por lo menos, me digo intentando ver el lado positivo del asunto, lo que no es imprescindible no me lo tasan. Algo es algo.