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Authors: Arturo Pérez-Reverte

Tags: #Comunicación, Periodismo

Con ánimo de ofender

 

Después de
Patente de corso
, este
Con ánimo de ofender
continúa recopilando la polémica, original y personalísima página de opinión de Arturo Pérez-Reverte en el suplemento dominical
El Semanal
, que llega a más de cuatro millones de lectores. Su compromiso personal, su honestidad y su coherencia quedan recogidos en esta selección apasionante de textos que miran tanto a la literatura como a las más variadas caras de la sociedad contemporánea.

Arturo Pérez-Reverte

Con ánimo de ofender

ePUB v1.0

Honrado mercenario
06.05.12

Título: Con ánimo de ofender

© 2001, Arturo Pérez-Reverte

Impreso en España – Printed in Spain

Diseño de portada: Manuel Estrada

Ilustración de portada: Trevillion Images

Fotografía del autor: © Carmelo Rubio

Testigo del siglo

Empezó en 1991. Al principio fue de forma dispersa, pero a partir del mes de julio de 1993 aquello se hizo costumbre. Todos los domingos Arturo Pérez-Reverte publica desde entonces un artículo en las páginas del suplemento El Semanal, la revista que distribuyen el fin de semana veinticinco periódicos regionales y que alcanza, según el último Estudio General de Medios, un índice de 4.033.000 lectores, lo que la convierte en el suplemento más leído los domingos en España.

Han transcurrido más de diez años desde que publicó en esta revista el primer artículo, en 1991. Una década es un tiempo para muchos cambios. En ese período han nacido unos periódicos y se han cerrado otros; han gobernado unos partidos y, después, los contrarios; se han publicado tantos libros que son imposibles de abarcar; han muerto algunos escritores; ha habido demasiadas guerras en el mundo. Pero en ese largo tiempo, durante tantas semanas, no ha faltado ni una sola vez el artículo puntual de este escritor en las páginas de la revista. Y en todos ellos ha mantenido siempre el compromiso de una sinceridad sin tapujos con el lector. La respuesta ha sido la demanda, por parte de los lectores, de esa página como un hábito necesario para el debate, la réplica o la confirmación de las propias convicciones. «Somos muchos lectores y otros tantos gustos, intereses y opiniones —podía leerse en una carta al director, el 17 de mayo de 1998—, pero les ruego que no me priven de los artículos de Arturo Pérez-Reverte».

Así que este autor ha publicado casi cuatrocientos artículos literarios durante los últimos diez años. Los primeros están recogidos en el capítulo titulado «Sobre cuadros, libros y héroes», que cierra el libro Obra breve/1, publicado en 1993. Los siguientes, a partir de esa fecha, componen el libro Patente de corso (1993-1998), en el que junté una selección de los artículos aparecidos hasta entonces, prescindiendo de aquellos que, por referirse a un hecho concreto, perdían sentido fuera del contexto en el que se publicaron.

Con este mismo criterio se edita este nuevo libro, que continúa allí donde terminaba el anterior. «Sabes que no es realmente malo que las cosas se vayan —escribía Pérez-Reverte en el último párrafo de aquel libro—; sólo ley de vida, y al cabo uno mismo termina yéndose con ellas, como debe ser. Lo triste sería no darte cuenta de que se van, hasta que un día miras atrás y compruebas que las has perdido». Los artículos de Pérez- Reverte incorporados a este nuevo libro tratan de poner orden sobre aquello que se va, sobre los sucesos cotidianos, sobre el mundo difuso, inabarcable y a veces incomprensible en el que estamos inmersos.

Uno de los rasgos que definen la literatura moderna es la permeabilidad de los géneros literarios. Biografía y novela, lirismo y narración, documento y relato, cuento y artículo de periódico han roto hace tiempo sus fronteras. Estos artículos son todos realistas: parten siempre de un hecho verídico, de la evocación de la vida de una persona real o del comentario de un suceso cierto. Pero en ellos se entremezcla la narración anecdótica, la opinión, la historia y el ensayo. El autor aporta a la realidad una mirada propia, un punto de vista personal y, sobre todo, un peculiar tratamiento lingüístico. Por eso estos artículos son testimonios certeros de la época actual y, al mismo tiempo, originales recreaciones literarias; algunos de ellos, verdaderos cuentos. Entre todos reúnen los temas más candentes y las preocupaciones más comunes de esta época, las costumbres más extendidas y los tipos que pueblan el panorama diario de las calles, de los despachos de trabajo, de los medios de comunicación.

Algunos historiadores y críticos literarios han empleado el método de rastrear a través de los textos de la literatura los modelos sociales, las relaciones humanas, los personajes que definen una época o un grupo social determinado. José-Carlos Mainer o Andrés Amorós lo han aplicado a algunos géneros literarios recientes. Sociólogos como Amando de Miguel se han basado en obras literarias para reconstruir las coordenadas de la vida y del pensamiento de una etapa histórica. La literatura de Pérez-Reverte es un material adecuado para este fin. Lo que hicieron los escritores costumbristas sobre el siglo XIX lo está haciendo él en estos artículos sobre el siglo XX. Larra es el paradigma de esa actitud de observador minucioso de la realidad y escritor certero de los comportamientos de sus coetáneos. Con él comparte Pérez-Reverte la capacidad literaria para plasmar descripciones vivas, la actitud crítica ante la mediocridad cotidiana, la rebeldía ante un mundo que no le satisface y el empleo de unos recursos lingüísticos personales que convierten estos textos en artículos literarios imperecederos, alejados de la caducidad propia del medio periodístico.

Ya señalé en un trabajo anterior que Arturo Pérez-Reverte se sitúa con estos artículos en la tradición literaria que arranca en el costumbrismo romántico: en la pasión, el sarcasmo y el sentimiento dolorido de Larra. Una tradición que continuaron los escritores de la Generación del 98, como han documentado detalladamente Pedro Gómez Aparicio y Félix Rebollo en distintas publicaciones. Unamuno, Baroja, Azorín o Valle-Inclán plasmaron en revistas y periódicos de su tiempo el devenir social y estético en el que vivieron. Sus artículos fueron, así, una contribución esencial a la historia política, moral y literaria de su época. De la recopilación de esos artículos surgieron libros imprescindibles para comprender la literatura de principios de siglo, desde España y los españoles o Del sentimiento trágico de la vida, de Unamuno, a Juan de Mairena, de Antonio Machado, Las confesiones de un pequeño filósofo, de Azorín, y hasta el esperpento Luces de bohemia, que Valle-Inclán publicó inicialmente en forma de folletín periodístico. Esa tradición literaria del periodismo como dinamizador de la conciencia crítica la potenció Ortega y Gasset antes de la guerra, a través de sus escritos en El Sol, en la revista España, en El Espectador, en Revista de Occidente. En las páginas de El Sol verían la luz por primera vez, en 1929, los artículos que componen La rebelión de las masas. De tal manera que el artículo vivió una de sus etapas más fructíferas en esas décadas anteriores a la guerra civil, en las que importantes revistas y periódicos fueron para los escritores del momento un lugar de debate, de polémica y de creación literaria. Esa tendencia sobrevivió después de la guerra a través del magisterio de autores como González Ruano o Eugenio d’Ors y experimentó en la década de los años setenta un nuevo resurgimiento, del que dan fe la abundancia heterogénea y la calidad de los autores que cultivan el artículo periodístico en la prensa española desde entonces hasta finales del siglo; autores actuales a los que me he referido ya en otros trabajos. En ese contexto y en esa rica tradición literaria se sitúan los artículos de este autor, convertidos en testimonios de una época bastante agitada.

En este sentido, los artículos cumplen una función distinta al resto de su obra literaria. En esta década Pérez-Reverte ha ido consolidando una obra narrativa formada ya por trece novelas, que lo han convertido en uno de los escritores actuales más leídos, con ediciones de sus obras en más de veinte países. Títulos como El maestro de esgrima, La tabla de Flandes, El club Dumas o La piel del tambor constituyen algunas de las novelas más apreciadas por los lectores en distintos países. Y la serie protagonizada por el capitán Alatriste es, sin duda, la serie novelística más emblemática de la literatura española actual. En la mayoría de sus novelas hay siempre una evocación histórica, mediante la cual recrea el autor tiempos pasados en los que todavía era posible encontrar valores que se han perdido en el tecnificado mundo actual. Con una mezcla de presente y vestigios del pasado, Pérez-Reverte construye en esos libros su propio mundo literario. La estructura narrativa, la trama de la historia, la creación de los personajes son para este autor una forma de poner orden, de organizar el tiempo, de crear un universo personal de ficción. Ese universo es el contrapunto al paisaje mediocre de la realidad cotidiana. «He vivido en un mundo que no me ha gustado, que he detestado muchas veces», explicaba en una entrevista el 21 de octubre de 2000. Y seguía: «Yo combato el vacío que todos tenemos con la creación de ese mundo de aventuras, de viajes, de sueños, de imaginación, de tesoros, de libros perdidos que recupero y los hago otra vez vivos; y eso hace que el hecho de envejecer y de vivir sea soportable, placentero, pleno y grato. Escribiendo detesto menos el mundo, me detesto menos a mí mismo, me reconcilio con las cosas buenas porque yo creo el mundo a mi manera».

Frente a esa actitud de crear un mundo de ficción personal, los artículos literarios suponen un enfrentamiento con el mundo de la realidad. Pérez-Reverte realiza en ellos un ejercicio de comprensión. La literatura se convierte en estas páginas en un medio para entender el mundo, en una forma de explicarlo y en un vehículo para denunciar aquello que no le gusta.

El balance no es, desde luego, optimista. Pérez-Reverte ha hablado en más de una ocasión del «naufragio de este final de siglo», en el que hay muy pocas cosas a las que agarrarse. Un siglo que «termina de muy mala manera —ha explicado—: No hay grandes palabras ni causas ni banderas ni héroes». No hay consuelo. «Antes el hombre tenía palabras como patria, dignidad y cosas de esas a las que agarrarse y consolarse de la inmensa soledad de la condición humana.» Pero «el tiempo nos ha quitado la inocencia».

Pérez-Reverte no rehúye esos espacios ensombrecidos de la sociedad actual. Al revés: ése es el terreno en el que se mueven sus artículos. Su cometido es poner de manifiesto aquellas conductas en las que prevalece la mediocridad, la hipocresía, la falsedad, la brutalidad humana. Desenmascarar la barbarie. No sólo en sus manifestaciones más escandalosas, sino también en su expresión diaria: la marginación social de las ciudades, la violencia cotidiana, la ignorancia. Incluso algunos artículos que pueden parecer más anecdóticos no son otra cosa que una imagen simbólica de este mismo tema: la conciencia herida de estar contemplando un mundo bárbaro. Cuando escribe sobre la zafiedad de algunos comportamientos, sobre el vestir hortera o sobre ciertas costumbres cutres, esos asuntos son expresión en estos textos de la ordinariez, la mediocridad, el talante cazurro y el mal gusto. «Todo eso, que parece anecdótico, no lo es —escribió el 10 de agosto de 1997—. Supone un síntoma evidente de la degradación del respeto entre los españoles, del escaso aprecio que nos tenemos a nosotros y a nuestras instituciones y de la peligrosa facilidad con que confundimos cordialidad y grosería». Y la grosería es, también, una forma de barbarie.

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