Authors: Lewis Carroll & Martin Gardner
Tags: #Clásico, Ensayo, Fantástico
[1] Como William y Cecil Baring-Gould señalan en su
Annotated Mother Goose
(pág. 149), el Conejo Blanco lee sólo la primera estrofa de un poema de cuatro que originalmente apareció en
The European Magazine
(abril, 1782). La primera estrofa fue incluida en una colección de versos infantiles, y probablemente debe su actual fama, como sugieren los Baring-Gould, a que fue utilizada por Carroll. Para el poema completo, véase el libro de los Baring-Gould.
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[2] La Reina recuerda aquí la ocasión, descrita en el capítulo VII, en la que el Sombrerero mataba el tiempo (estropeaba la canción) cantando «¡Tiembla, tiembla, murcielaguito!».
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[1] En
The Nursery «Alice»
Carroll hace notar que en el dibujo de Tenniel para esta escena se distinguen los miembros del jurado, y los nombra como una rana, un lirón, una rata, un hurón, un erizo, un lagarto, un gallo, un topo, un pato, una ardilla, una cigüeñita y un ratoncito. Sobre los dos últimos, añade Carroll: «El señor Tenniel dice que el pájaro chillando es una cigüeñita (por supuesto, sabéis cuál es, ¿verdad?), y que la cabecita blanca es un ratoncito. ¿No es una
preciosidad
?».
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[2] La prueba del Conejo Blanco consiste en seis versos con un montón de pronombres confusos y muy poco sentido. Están tomados, considerablemente modificados, de un poema disparatado de Carroll,
Ella es como mi imaginación se la pintó
, aparecido por primera vez en
The Comic Times
de Londres, en 1855. El principio del original es copia del primer verso de «Alice Gray», canción sentimental de William Mee que fue popular en su tiempo. El resto del poema no tiene parecido alguno con la canción, salvo el metro.
La primera versión de Carroll, con su nota introductoria, es como sigue:
«(Este conmovedor fragmento fue encontrado en manuscrito entre los papeles del famoso autor de la tragedia «Was it You or I?» y las dos novelas populares «Sister and Son» y «The Niece's Legacy or the Graterful Grandfather».
Ella es como mi imaginación se la pintó
(lo que no es vana jactancia);
si él o yo hubiéramos perdido una pierna
¿quién habría sufrido más?
El dijo que habías sido de ella
y que me habías visto antes aquí;
aunque con otro papel,
era la misma de siempre.
No hubo nadie que nos hablase
en la calle concurrida;
así que subió triste al autobús
y pataleó con los pies.
Le avisaron que no me había ido
(lo que sabemos que es verdad);
si ella siguiese insistiendo
¿qué sería de ti?
A ella le dieron una, a mí me dieron dos;
a nosotros, tres o más;
todas volvieron a ti,
aunque antes fueron mías.
Si yo o ella nos viésemos por azar
implicados en el caso,
él confía en que tú las dejes libres
exactamente como éramos.
Me pareció que tú habías sido
(antes de tener ella ese ataque)
un obstáculo que se interponía
entre él, nosotros y ello.
Que no sepa él que a ella le gustaban más,
pues esto siempre ha de ser
un secreto, ante los demás,
tuyo y mío y nada más»
¿Introdujo Carroll este poema en su relato porque la canción de la que procede habla del amor no correspondido de un hombre por una joven llamada Alicia? Entresaco del folleto de John M. Shaw (citado ya en la nota 3 del capítulo VI) las estrofas iniciales de la canción:
Ella es como mi imaginación la pintaba
adorable y divina,
pero su corazón es de otro,
y nunca será mía.
Sin embargo, yo la amaba como jamás
amó hombre alguno,
con un amor sin desmayo.
¡Oh, mi corazón, mi corazón se parte de
amor por Alicia Gray!
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[3] Parecida reacción ante cualquier juego de palabras es uno de los cinco rasgos característicos del
snark
; según se nos dice en el segundo «ataque» de
La caza del snark
, de Carroll:
El tercero es la lentitud en captar un chiste;
si por azar decidieras contar uno,
suspiraría como un ser muy desdichado:
siempre pone cara grave ante un juego de palabras.
[4] El motivo del sueño-dentro-de-otro-sueño (la hermana de Alicia soñando el sueño de Alicia) reaparece de forma más complicada en la continuación. Véase
A través del espejo
, cap. IV, nota 7.
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[1] La descripción que hace Carroll del problema de ajedrez que subyace en la acción del libro es exacta. No me explico las manifestaciones que Sidney Williams y Falconer Madan hacen en la página 48 de su
A Handbook of the Literature of the Rev. C. L. Dodgson
, según las cuales no se hace «ningún intento» por llevar a cabo un jaque mate normal. El mate final es completamente ortodoxo. Es cierto, sin embargo, como señala el propio Carroll, que las rojas y las blancas no alternan sus jugadas adecuadamente, y que algunas de las «jugadas» consignadas por Carroll no están representadas por movimientos efectivos de las piezas en el tablero (por ejemplo, las «jugadas» primera, tercera, novena y décima de Alicia, y los enroques de las reinas).
La más grave transgresión de las reglas del ajedrez acontece hacia el final del problema, cuando el Rey Blanco es colocado en posición de jaque por parte de la Reina Roja sin que ninguno de los dos bandos se dé cuenta. «Apenas hay una jugada con sentido, desde el punto de vista del ajedrez», dice el señor Madan. Es cierto que ambos bandos desarrollan un juego extremadamente descuidado; pero ¿qué otra cosa cabía esperar de las insensatas criaturas de detrás del espejo? Hay dos momentos en que la Reina Blanca deja escapar la ocasión de dar jaque mate y en otro en que huye del Caballero Rojo cuando podía haberlo capturado. Sin embargo, estos dos fallos están en consonancia con su carácter distraído.
Teniendo en cuenta las tremendas dificultades que supone ensamblar una partida de ajedrez con una fantasía disparatada, Carroll realiza un trabajo notable. Por ejemplo, en ningún momento intercambia Alicia palabras con una pieza que no esté en una casilla contigua a la suya. Las reinas andan presurosas de un lado para otro, mientras que sus maridos permanecen relativamente inmóviles e impotentes, igual que en las partidas de verdad. Las excentricidades del Caballero Blanco encajan admirablemente con la excéntrica manera de moverse de los caballos; incluso la tendencia de los Caballeros a caerse de sus caballos, por un lado o por el otro, sugiere el movimiento del caballo, consistente en dos casillas en una dirección, y otra hacia la derecha o hacia la izquierda. A fin de ayudar al lector a integrar las jugadas de ajedrez en el relato, he consignado cada jugada en el texto, en el instante preciso en que se produce.
Las filas de casillas del gigantesco tablero están separadas unas de otras por arroyos. Las columnas están divididas por setos. A lo largo del problema, Alicia avanza por la columna de Dama, salvo en la jugada final, en que (como reina) captura a la Reina Roja y da jaque mate al adormilado Rey Rojo. Resulta divertido observar que es la Reina Roja la que convence a Alicia de que avance por su columna hasta la octava casilla. Con este consejo, la Reina se protege a sí misma, ya que las blancas tienen de entrada un fácil aunque poco elegante jaque mate en tres jugadas. El Caballero Blanco da jaque en C3C. Si el Rey Rojo mueve a 6D o 5D, las blancas pueden dar mate con la reina en 3AD. La única alternativa que tiene el Rey Rojo es mover a 4R. La Reina Blanca entonces da jaque en 5AD, obligando al Rey Rojo a mover a 3R. La Reina da mate entonces en 6D. Esto requiere, naturalmente, una capacidad de concentración que no poseen ni el caballero ni la Reina.
Se han hecho intentos de elaborar una mejor secuencia de jugadas de ajedrez que se adecue mejor al relato, y al mismo tiempo tenga en cuenta todas las reglas del juego. El más ambicioso de estos intentos que conozco se encuentra en la
British Chess Magazine
, mayo de 1970 (vol. 30, pág. 181). Donald M. Liddell expone una partida entera, iniciándola con la apertura Bird y terminándola con un mate efectuado por Alicia al llegar a la octava casilla, ¡en la jugada 66! La elección de apertura es apropiada, ya que ningún maestro de ajedrez ha tenido un estilo de juego más hilarante y excéntrico que el inglés H. E. Bird. No he logrado averiguar si Donald Liddell tiene algún parentesco con los Liddell.
En la Edad Media y en el Renacimiento se jugaban partidas de ajedrez con piezas humanas sobre campos enormes (véase
Gargantúa y Pantagruel
), de Rabelais, libro 5.°, capítulos XXIV y XXV); pero no conozco ningún intento anterior al de Carroll de basar un relato en piezas animadas de ajedrez. Posteriormente se ha hecho muchas veces; sobre todo por parte de escritores de ciencia-ficción. Un ejemplo reciente es el precioso relato de Poul Anderson,
The Immortal Game
(
Fantasy and Science Fiction
, febrero 1954).
Por muchas razones, las piezas de ajedrez son especialmente adecuadas para el segundo libro de
Alicia
. Complementan el juego de cartas del primer libro, permitiendo volver a los reyes y las reinas; la pérdida de las jotas está más que subsanada por la adquisición de los caballeros. Los desconcertantes cambios de Alicia de tamaño que acontecen en el primer libro son sustituidos por cambios igualmente desconcertantes de lugar, ocasionados, como es natural, por los movimientos de las piezas de ajedrez en el tablero. Por una feliz coincidencia, el ajedrez encaja también maravillosamente con el motivo de las imágenes en espejo. No sólo las torres, los alfiles y los caballos están por pares, sino que la disposición asimétrica de las piezas de cada jugador, al inicio de la partida (asimétrica por las posiciones del rey y de la reina), es el reflejo exacto en espejo de las piezas de su oponente. Por último, el carácter insensato de la partida de ajedrez se ajusta a la lógica insensata del mundo del espejo.
[Como se ha podido ver, en ajedrez, «caballo» es en inglés «
knight
», «caballero». Por razones obvias, en adelante lo traduciremos por «caballero».]
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[2] Aunque la mayoría de las amiguitas de Carroll perdieron contacto con él (o él con ellas) después de su adolescencia, el triste presentimiento de estos versos resultó infundado. Entre los más hermosos tributos que se le han rendido a Carroll están los recuerdos que Alicia expresó de él años más tarde.
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[3] Estas palabras citadas entre comillas son las últimas de
Alicia en el País de las Maravillas
.
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[4] La palabra utilizada aquí en inglés es «
pleasance
», que era también el segundo nombre de Alicia Liddell.
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[1] Era típico de Carroll, en su pasión por los vivos contrastes, iniciar la continuación con una escena interior en pleno invierno (el primer libro empieza al aire libre, en una cálida tarde de mayo). El tiempo invernal armoniza también con los símbolos invernales de la vejez y la proximidad de la muerte, incluidos en los poemas preliminar y final. Los preparativos para la hoguera, y el comentario de Alicia: «¿Sabes qué día es mañana Kitty?», indican que se trata del 4 de noviembre, víspera del día de
Guy Fakes
(fiesta que se celebraba anualmente en el
Christ Church
con una enorme hoguera en Peckwater Quadrangle). Apoya esta hipótesis la declaración de Alicia a la Reina Blanca (en el capítulo V) de que tiene
exactamente
siete años y medio, ya que el cumpleaños de Alicia Liddell era el 4 de mayo, y el anterior viaje al País de las Maravillas acontece el 4 de mayo, en que, se supone que Alicia tiene exactamente siete años (véase la nota 4, capítulo VII, del libro anterior).
Esto deja en suspenso la cuestión de si se trata del año 1859 (en que Alicia tiene efectivamente siete años), del 1860, del 1861 o del 1862, en que Carroll cuenta y escribe la primera aventura de Alicia. En 1859, el 4 de noviembre cayó en viernes. En 1860 cayó en domingo; en 1861, cayó en lunes; y en 1862, en martes. La última fecha parece la más probable, a juzgar por la advertencia de Alicia a la gatita (dos párrafos más abajo) de que está reservándole los castigos una semana, para el otro miércoles.
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[2] Campanilla
[«Snowdrop»]
era el nombre de una gatita que pertenecía a una de las primeras amiguitas de Carroll, Mary Macdonald. Mary era hija de un buen amigo de Carroll: George Macdonald, poeta y novelista escocés y autor de famosas fantasías infantiles, tales como
The Princess and the Goblin
y
At the Back of the North Wind
. Las hijas de Macdonald fueron parcialmente responsables de que Carroll se decidiese a publicar
Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas
. Al comprobar el atractivo general del cuento, pidió a la señora Macdonald que les leyese el manuscrito a sus hijas. La acogida fue entusiástica. Greville, de seis años (quien más tarde evocaría esta ocasión en su libro
George Macdonald and His Wife
), declaró que deberían hacerse sesenta mil ejemplares de él.
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[3] «Escurriéndose» es una buena descripción de cómo el caballo se mueve en el tablero del ajedrez.
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[4] Parece que el tema del espejo fue una adición tardía al relato. Tenemos la palabra de Alicia Liddell de que buena parte del libro está basada en cuentos sobre el ajedrez que Carroll les contó a las pequeñas Liddell en una época en que estaban aprendiendo entusiasmadas a jugar a ese juego. Hasta 1868 no intervino otra Alicia, Alicia Raikes, prima lejana de Carroll, al sugerirle el motivo del espejo. Así es como contó ella el hecho en el
Times
de Londres, el 22 de junio de 1932:
«De pequeñas, vivíamos en Onslow Square y jugábamos en el jardín, detrás de las viviendas. Charles Dodgson solía ir allí a estar con un viejo tío, y pasear arriba y abajo, con las manos detrás por la franja de césped. Un día, al oír mi nombre, me llamó y me dijo: "Conque tú eres otra Alicia, ¿eh? Yo quiero mucho a las Alicias. ¿Te gustaría venir a ver algo asombroso?".
»Le seguimos a su casa, que, como la nuestra, daba al jardín, y pasamos a una habitación llena de muebles, con un espejo alto de pie en un rincón.
"Vamos a ver", dijo, dándome una naranja: "primero dime en qué mano la tienes". "En la derecha", dije yo. "Bueno", dijo él, "ve y ponte delante de ese espejo, y dime en qué mano la tiene la niña que ves en él". Después de mirar un rato perpleja, dije: "En la izquierda". "Muy bien", dijo el, "¿y cómo explicas eso?". Yo no sabía explicarlo; pero viendo que esperaba una solución, aventuré: "Si yo estuviera en el
otro
lado del espejo, ¿no seguiría estando la naranja en mi mano derecha?" Recuerdo que se echó a reir. "Bien dicho, Alicita", dijo el. "Es la mejor respuesta que me han dado hasta ahora".
»Entonces no supe nada más; pero años después me contaron que él había dicho que le había sugerido la primera idea para
A través del espejo
, uno de cuyos ejemplares me envió, como hizo con cada uno de sus otros libros, regularmente.»
En el espejo, todos los objetos asimétricos (no superponibles a sus imágenes en espejo) «están para el otro lado». En el libro hay muchas alusiones a inversiones laterales. Patachunta y Patachún son, como veremos, reflejo el uno del otro; el Caballero Blanco, en su canción, habla de meter el pie derecho en el zapato izquierdo; y tal vez no sea accidental que se mencione varias veces el sacacorchos, puesto que la hélice es una estructura asimétrica con distintas formas laterales. Si ampliamos el tema de la imagen en espejo para incluir la inversión de cualquier relación asimétrica, daremos con un nota que domina el relato entero. Sería demasiado largo enumerar aquí todos los casos; pero pueden servir de ejemplo los siguientes: para acercarse a la Reina Roja, Alicia anda hacia atrás; en el vagón del tren, el Revisor le dice que está viajando en sentido contrario; el Rey tiene dos mensajeros: «uno para ir y otro para venir». La Reina Blanca explica las ventajas de vivir hacia atrás; la tarta del espejo se reparte primero y se corta después. Los números pares e impares, equivalente combinatorio de la izquierda y la derecha, son introducidos en diversos momentos del relato (p. ej.: la Reina Blanca ofrece mermelada cada dos días). En cierto modo, el mismo disparate es una inversión sensatez-insensatez. El mundo ordinario es invertido, y puesto del revés; se le convierte en un mundo en el que las cosas van en todas direcciones menos en la que deben ir.
El tema de la inversión está naturalmente presente en todos los disparates escritos por Carroll. En el primer libro de
Alicia
, Alicia se pregunta si los gatos comen murciélagos o los murciélagos comen gatos, y le dicen que decir lo que se piensa no es lo mismo que pensar lo que se dice. Cuando come del trozo izquierdo de la seta aumenta de tamaño; el trozo derecho tiene el efecto contrario. Estos cambios de tamaño, que ocurren tan a menudo en el primer libro, son en sí mismos inversiones (p. ej.: en vez de una niña grande y un cachorrillo pequeño tenemos un cachorrillo grande y una niña pequeña). En
Sylvie and Bruno
se nos habla del «imponderal», lana antigravitatoria que puede meterse en el embalaje de los paquetes postales para hacerlos pesar menos de cero; de un reloj que invierte el tiempo; de la luz negra; de la bolsa de Fortunato, plano proyectivo con el interior hacia afuera, y viceversa. Nos enteramos también de que E-V-I-L [«mal»] es simplemente L-I-V-E [«vivir»] al revés.
En la vida real, Carroll exprimió también cuanto pudo la noción de inversión para divertir a sus pequeñas amigas. En una de sus cartas habla de una muñeca cuya mano derecha se convierte en «izquierda» cuando se le desprende la izquierda; en otra carta habla de cómo a veces se acuesta tan poco tiempo después de haberse levantado que se encuentra en la cama otra vez
antes
de levantarse. Escribía cartas en espejo, advirtiendo que había que tener un espejo delante para poderlas leer. Otras, había que leerlas empezando por la última palabra y terminando por la primera. Tenía una colección de cajas de música, y una de sus proezas favoritas era hacerlas tocar al revés. Hacía dibujos divertidos que se convertían en otros distintos al invertirlos.
Incluso en los momentos serios, la mente de Carroll, como la del Caballero Blanco, parecía funcionar mejor cuando veía las cosas invertidas. Inventó un método de multiplicación en el que el multiplicador se escribía hacia atrás y
encima
del multiplicando.
La caza del snark
, nos dice, la compuso en sentido inverso. El verso final: «Pues el Snark, como veis, era un Boojum», se le ocurrió como una súbita inspiración; entonces elaboró una estrofa en la que encajara el verso, y finalmente un poema en el que encajara la estrofa.
Estrechamente relacionado con su gusto por la inversión, está su gusto por la contradicción lógica: la Reina Roja sabe de una colina tan grande que, comparada con ella, esta otra es un valle; las galletas secas sirven para apagar la sed; un mensajero susurra gritando; Alicia corre con todas sus fuerzas para seguir en el mismo sitio. No es de extrañar su afición a la incongruencia cuya esencia es la contradicción lógica. Una vez le escribió a su hermana: «Por favor, analiza lógicamente el siguiente razonamiento:
«Niña
. —Me alegro mucho de que no me gusten los espárragos.
Amiga
. —¿Por qué?
Niña
. —Porque si me
gustasen
, me los tendría que comer… ¡y no puedo soportarlo!». Un conocido de Carroll recordaba haberle oído decir de un amigo que sus pies era tan grandes que tenía que ponerse los pantalones por la cabeza.
Tratar un «conjunto vacío» (un conjunto formado por cero miembros) como algo efectivamente real es otra fuente abundante de disparates lógicos carrollianos. La Liebre de Marzo ofrece a Alicia un vino inexistente; Alicia se pregunta dónde está la llama de una vela cuando la vela no arde; el mapa de
La caza del Snarck
está «completa y absolutamente en blanco»; el Rey de Corazones considera inusitado que se escriban cartas a nadie, y el Rey Blanco felicita a Alicia por su vista, ya que al preguntarle a quién ve venir por el camino, ella contesta que a nadie.
¿Por qué el humor de Carroll está tan entremezclado de juegos lógicos de esta clase? No entraremos aquí en la cuestión de si es explicación suficiente el interés de Carroll por la lógica y las matemáticas, o si tenía impulsos Inconscientes que le hacían andar siempre curvando y estirando, comprimiendo e invirtiendo, deformando y volviendo del revés el mundo familiar. No parece que la tesis que propone Florence Becker Lennon en su biografía,
Victoria Through the Looking Glass
, por lo demás admirable, sea la correcta. Sostiene que Carroll era zurdo de nacimiento, pero que le obligaron a utilizar la mano derecha, y «se vengó haciendo un poco de inversión». Por desgracia, sólo existe una prueba ligerísima y muy poco convincente de que fuera zurdo. Y aun cuando fuese así, sería una explicación lamentablemente insuficiente del origen del disparate carrolliano.
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