Read Adicción Online

Authors: Claudia Gray

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Adicción (26 page)

—Eso no es lo que habría pensado Shakespeare. —Courtney se apartó el pelo rubio de la cara—. En aquella época, las mujeres no tenían derechos, ¿no es así?

Por una vez, la señora Bethany no tomó partido. Ese día no estaba paseándose por el aula. En vez de eso, nos observaba desde su mesa, distante pero divertida.

—La posición de las mujeres ha cambiado con el paso de los siglos, señorita Briganti, pero el asesinato de una esposa rara vez se ha tomado a la ligera. —Señaló la página—. Las dos parecen dar por sentado que el asesinato de Desdémona es frío y calculado. Antes de nuestra próxima clase, espero que revisen las partes de la obra que tratan sobre la irascibilidad de Otelo. También veremos cómo se relaciona eso con la cuestión racial en la obra. Pueden marcharse.

Todos miramos a nuestro alrededor, asegurándonos de que habíamos oído bien. ¿La señora Bethany dejándonos salir de clase antes de que fuera la hora? Sí, solo faltaban diez minutos para que sonara el timbre, pero, para ella, eso era lo mismo que cinco horas. Despacio, la gente empezó a recoger sus libros, como si estuviera esperando que la señora Bethany cambiara de opinión, pero no lo hizo.

Cerré mi cuaderno y me lo metí en la mochila, con tantas ganas de escapar como cualquiera, hasta que la señora Bethany dijo:

—Señorita Olivier, quédese un momento, por favor. —Cerró la puerta cuando el último alumno hubo salido—. Sus padres me han informado de que este fin de semana va a volver a salir de Medianoche con el señor Moore.

—Así es.

—He permitido estas salidas creyendo que el señor Moore la estaba ayudando a integrarse en nuestro mundo. —Se dirigió a su mesa con las manos entrelazadas. Sus uñas me parecieron más combadas que de costumbre—. Dado su reciente comportamiento con la fantasma, que sus padres me han referido, dudo que sus salidas estén surtiendo el efecto deseado.

¿Mis padres habían contado a la señora Bethany mi encuentro con la fantasma? Y parecía que también le habían dicho que había hablado con ella, lo cual significaba que sabían que les había mentido y no me habían dicho nada a mí, sino a la señora Bethany. Debería haberlo supuesto, pero, de todas formas, su traición a nuestra confianza me dolió. Mantuve la cabeza alta.

—No veo por qué hacerme vampiro significa que tengo automáticamente que hacer daño a cosas que no conozco.

Ella ladeó la cabeza, escrutándome con sus vivos ojos de pájaro.

—Hacerse vampiro significa aceptar que debe observar ciertas reglas. Nosotros somos más fuertes que los humanos, pero tenemos vulnerabilidades. Tenemos enemigos. Las reglas que la protegen de esos enemigos se hallan entre las más importantes que va a aprender jamás.

—¿Cómo sabe que la fantasma es mi enemiga?

—¿Cómo sabe usted que no lo es?

No me podía creer que fuera a terminar contándole aquello a la señora Bethany, pero, por otra parte, ella ya lo sabía casi todo y probablemente era la única que tenía respuestas.

—Intentó comunicarse conmigo. Dijo que éramos iguales, ella y yo.

—Qué curioso.

—¿Qué significa? ¿Lo sabe?

—Cuando he hablado de curiosidad, señorita Olivier, me refería a que es extraño que una muchacha como usted no reconozca que muchos adversarios inician sus ataques siendo amables. ¿Qué mejor modo de conseguir que un inocente baje la guardia? Tras su experiencia con Lucas Ross, había imaginado que no sería tan ingenua. —Miré mi pupitre, intentando disimular mi malestar, pero, por su tono de voz divertido, supe que no lo había logrado—. También imaginaba que su relación con el señor Moore la ayudaría a olvidar por completo al señor Ross. Quizá estaba equivocada.

—Lucas no forma parte de mi vida. —Qué terminantes parecían aquellas palabras—. Balthazar se ha portado muy bien conmigo.

—Qué poco aprecia lo que tiene. —La señora Bethany se alejó de mí, sus tacones resonando en el suelo—. Puede irse.

—Balthazar y yo seguimos pudiendo salir este fin de semana, ¿verdad?

Ella me miró severamente.

—No veo motivo alguno para cambiar de opinión —dijo—. Por ahora.

A partir de ese momento, supe que cada vez que saliera de Medianoche podía ser la última.

Amherst estaba inusitadamente tranquilo. Los exámenes parciales, supuse, o solo el frío, relegando a los estudiantes universitarios a sus dormitorios.

La primera vez que había venido a la plaza mayor, las calles habían estado atestadas de chicos que salían de fiesta; la música y las luces, flecos del júbilo que yo había sentido sabiendo que Lucas estaba cerca. Entonces las calles estaban vacías y oscuras y la incertidumbre ensombrecía mi estado de ánimo.

—Charity… ¿te abordó justo aquí? —Balthazar iba a mi lado, los largos faldones de su abrigo ondeando ligeramente al viento—. ¿Te eligió entre tanta gente?

—Supo que era un vampiro, por supuesto.

—Contigo no es tan fácil saberlo, no aún.

Lo miré. Con las farolas alumbrándolo a contraluz, me resultó difícil interpretar su expresión.

—¿Significa eso que me estoy haciendo… bueno, más «vampiro»?

—Puede significar que Charity se está volviendo más perceptiva. Que los sentidos se le han aguzado. —Tras una pausa, añadió—: Eso pasa a veces, cuando consumimos más cantidades de sangre humana.

—Crees que puede haber… que…

—Es posible beber sangre sin matar. Tú lo sabes tan bien como cualquiera. —Evitaba mirarme a los ojos. Entonces se paró y se dio la vuelta. Cuando yo hice lo mismo, advertí que nos habían seguido.

—¿Lucas? —Avancé dos pasos hacia él. Lucas estaba parado con las manos en los bolsillos, llevando un viejo abrigo de lona demasiado fino para el frío que hacía. Sus ojos parecían a la vez distantes y algo tristes, como solía mirarme al principio en Medianoche, antes de estar dispuesto a exponerse a que estuviéramos juntos. Se me había olvidado que al principio había intentado no sucumbir a nuestra atracción—. ¿Cuánto rato llevas siguiéndonos?

—Lo bastante para recordarle a Balthazar de qué soy capaz. —Lucas sonrió, pero sus ojos siguieron serios.

Balthazar no sonrió lo más mínimo.

—Deberíamos dividirnos. Si Charity vuelve a vernos juntos, jamás tendré otra oportunidad de hablar con ella.

Supe que Lucas habría querido protestar.

—Nos dividiremos —me apresuré a decir—. Balthazar puede ir a los barrios donde la has visto, yo me quedaré en la plaza y tú puedes vigilar las carreteras que salen de la ciudad.

—Esta noche estoy solo, ¿verdad? —Lucas se encogió de hombros—. Claro. ¿Por qué no? Parece un buen plan.

Se alejó sin decir nada más. Ni siquiera nos habíamos tocado.

—Está disgustado —dijo Balthazar en voz baja—. Tal vez deberías ir tras él.

Yo quería ir. Algo dentro de mí me empujaba hacia Lucas, pero me contuve.

—Tenemos un plan. Nos ceñiremos a él. Si no encontramos algún indicio de su tribu en un par de horas, tal vez podamos ir a una de las otras poblaciones cercanas.

Balthazar se subió el cuello del abrigo.

—Gracias. Te lo agradezco. —Unos segundos después, también él se había ido.

En esas me quedé sola. No esperaba que Charity volviera a buscarme, no cuando tanto su hermano como su enemigo estaban accesibles. Así que, mientras iba y venía por la calle, tiritando de frío y lanzando alguna que otra mirada melancólica a una cafetería cercana, tuve tiempo para evaluar lo que estaba sucediendo.

Lucas estaba enfadado conmigo. No podía ser por Balthazar, ¿no? No había ningún motivo para que estuviera celoso. Nada más pensarlo, me acordé de lo juntos que habíamos estado caminando Balthazar y yo cuando Lucas nos había visto. Me ruboricé y me lo quité de la cabeza. No, no podía ser eso, decidí. Últimamente, Lucas había estado incluso más irascible que de costumbre. De manera que ¿quién sabía por qué se disgustaba? Podría ser cualquier cosa. Y a lo mejor ya me había hartado de que pagara su mal genio conmigo.

Justo cuando me estaba poniendo hecha una furia, un destello dorado captó mi atención. Unos cabellos largos y rubios, algo familiar en su forma de andar…

«¿Charity?».

Pero no era ella. Era Courtney.

Iba andando por el otro extremo de la plaza, en dirección al acogedor barrio residencial que yo había visto en mi última visita. La ropa que llevaba parecía muy peculiar para ella: unos vaqueros viejos, un holgado jersey negro y una trenca gris. Recordé mi absurda forma de vestirme para mis inexpertos intentos de allanamiento de morada justo antes de que comenzara el curso.

Entonces reparé en que Courtney estaba haciendo lo mismo que yo: había salido a hurtadillas del internado. Con qué mala idea me había informado de que Balthazar me engañaba. ¿Nos había seguido aquella noche? ¿Se olía la verdad? No podíamos permitir que nos descubriera, sobre todo, no con Lucas tan cerca. Si Courtney lo veía, todo se habría acabado.

Me apresuré a seguirla cuando salió de la plaza. Ella no se volvió ni una sola vez, por lo que no me molesté en intentar esconderme. Obviamente, no me había visto, pero ¿podía estar siguiendo a Balthazar? Aquella era la zona por donde él estaba buscando a su hermana. Me fijé en si lo veía mientras pasábamos por delante de viejas casas de madera, con sus patios llenos de indicios de vida: una bicicleta infantil volcada a un lado, un columpio o una pila blanca para pájaros en un pedestal. Courtney no pareció prestar atención a nada de aquello ni estar siquiera buscando a Balthazar o a alguna otra persona. Por lo visto, sabía exactamente adonde se dirigía.

Aminoró el paso conforme se acercaba a una casa de color azul celeste que tenía luz en todas las ventanas. Incluso a media manzana de distancia, oí música y voces saliendo por ellas y, cuando estuve más cerca, vi que la casa estaba llena de personas que llevaban bandejas de comida o botellas de cerveza. Unos cuantos globos habían flotado hasta el techo.

Courtney se escondió entre los matorrales próximos a una de las grandes ventanas, mirando el interior de la casa. No pude acercarme tanto como para estar del todo segura de lo que hacía, aparte de mirar.

«¿Está acechando a alguien?». Tiempo atrás habría pensado que ni tan siquiera alguien tan mezquino como Courtney mataría nunca a un ser humano. Pero ahora ya no estaba tan segura con respecto a los vampiros. El miedo me puso la carne de gallina.

Me acerqué más. Dentro de la casa oí que la gente comenzaba a cantar, felicitando a alguien que se llamaba Nicole. Courtney no se movió; se quedó totalmente quieta, con la cara alzada teñida de dorado por la luz de la ventana. Yo estaba solo a tres metros de ella.

Al principio, no presté atención a la pequeña habitación que estaba más próxima a mí: se había vaciado cuando la gente se había puesto a cantar. Pero luego, desde el interior de la casa, una sonrisa conocida captó mi atención. La sonrisa de Courtney.

Pegué la cara al cristal y advertí que, entre las fotografías colocadas en lo alto de un piano vertical, había una de Courtney, retratada con un uniforme de animadora granate y blanco. Llevaba el pelo recogido en una coleta a un lado de la cabeza, la clase de peinado y maquillaje que se había puesto de moda en los años ochenta, cuando Courtney estaba viva.

«Esta es su familia y este es su hogar».

La canción terminó y todo el mundo gritó y aplaudió. Volví a mirar a Courtney, que juntó las manos como si estuviera aplaudiendo, pero sin hacer ningún ruido. Los ojos húmedos le brillaron a la luz de la ventana.

La gente empezó a regresar a la habitación más próxima a mí y yo me agaché. Al volver a asomarme al alféizar, vislumbré a una mujer que debía de tener unos cuarenta años, con el pelo rubio recogido en un sobrio moño y una afable sonrisa; fue una sorpresa darme cuenta de que aquella mujer era, en esencia, una versión madura de Courtney. Su hermana, quizá.

—¡Tú!

Di un respingo. Courtney se había dado la vuelta para seguir la fiesta probablemente, y me había descubierto.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¡Maldita chivata! —Tenía la cara crispada de rabia, pese al hecho de seguir con lágrimas en las mejillas—. ¿Qué te hace pensar que tienes derecho a seguirme?

—No… no quería… —Pero la había estado siguiendo, y a propósito, y no tenía forma de explicarle por qué sin decir más de la cuenta—. ¿Qué haces aquí? ¡Para salir del internado hay que pedirle permiso a la señora Bethany!

—Hay un camión del servicio de lavandería que te trae, en el que tú a lo mejor te habrías fijado si no fueras tan rematadamente imbécil. —Agarrándome por el codo, tiró de mí para alejarme de la casa. Reparé en que no quería que nos vieran. Las personas de la fiesta solo sabían que Courtney había muerto hacía un cuarto de siglo, nada más. Si la veían resucitada, transformada en vampiro, no podía ni imaginarme cómo reaccionarían. Probablemente, tampoco Courtney.

—Lo siento —dije más calmada—. De haberlo sabido, no te habría seguido.

—¿Saber qué? ¿Qué es lo que crees que sabes? —Me sonrió con sorna, aunque su falsa sonrisa la hizo parecer más triste que sus lágrimas—. Yo solo sé que deberías estar con Balthazar esta noche, y no lo estás.

«Mierda». Debería haber sabido que el radar de Courtney para enterarse de los chismes no podía dejar de funcionar durante mucho tiempo.

—¿Qué pasa, Bianca? ¿Problemas en el paraíso? —Se cruzó de brazos y movió la cabeza, de nuevo la reina de la escuela, pisando fuerte—. ¿Os habéis peleado? ¿Por segunda vez?

—Si no es asunto mío que tú estés aquí, tampoco es asunto tuyo que lo esté yo. Así que déjame en paz y yo haré lo mismo contigo.

Aunque era evidente que Courtney quería restregarme por las narices el supuesto fracaso de mi supuesta relación, al parecer quería taparme la boca incluso más.

—Si dices una sola palabra de esto, una palabra a quien sea, lo sabré.

—Sé guardar un secreto.

—¡Yo no tengo secretos!

Seguíamos oyendo las risas de la fiesta. La miré y el rostro se le ensombreció. Se volvió para marcharse, y se quedó paralizada. Cuando oí las voces, también yo me quedé de piedra. «¡No, no, ahora no!».

—No sabemos si Bianca tiene problemas —dijo Lucas.

Balthazar caminaba a su lado, al mismo ritmo que él.

—No está en la plaza donde debíamos encontrarnos. ¿No te hace eso pensar que a lo mejor está en apuros?

—Bianca suele ingeniárselas para no estar donde debería. Si la conocieras mejor, lo sabrías —dijo Lucas. Entonces se paró en seco. Supe que nos había visto, lo cual significaba que Courtney lo había visto a él. A Lucas. Al cazador de la Cruz Negra.

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