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Authors: Gregory Benford

Tags: #Ciencia ficción, #spanish

A través del mar de soles (48 page)

Entrecerró los ojos ante la tenebrosa negrura que tenían ante ellos. Sabía, con terminante certidumbre, que esto era todo lo lejos que iba a ir. Había resistido durante un tiempo, pero ahora se estaba cansando. Unas cuantas horas, un gesto desdeñable de desafío y, seguidamente, un regreso triste, amargo.

Al carajo
, pensó inusitadamente,
no voy.

Había algunas cosas que un hombre no estaba dispuesto a hacer.

2

Buscaron durante horas. Comieron, discutieron, tomaron muestras, desplegaron sacos y los mandaron arriba por la abertura, arrastrados por armazones de flotadores.

Hablaron atropelladamente, sin lograr ningún progreso ostensible. Nigel se había hallado en un triángulo profundamente conflictivo con anterioridad, y reconoció algunas pautas antiguas. Se le antojó que iba en pos de estas complejas geometrías emocionales porque le contrarrestaban algo de la presión de la exigencia, permitiéndole soñar y solazarse, centrado en sus propios estados internos. No era uní revelación del todo bien venida. Pero el que llegara en las postrimerías de una vida implicaba al menos que también podía aceptar esta verdad, pues ahora era, con toda evidencia, demasiado tarde. Entonces se rió de sí mismo, lo que provocó una burlona mirada de Nikka, quien probablemente sospechaba el porqué, dado que ésta era asimismo una manera convenientemente intelectual de escapar a la presión del cambio. El autoconocimiento que llega demasiado tarde libera su inercia. Volvió a reírse.

—Estoy recibiendo mucha mayor cantidad de esa sustancia molecular —dijo Carlos hoscamente.

—Más adentro, entonces —repuso Nigel—. Explórala.

— ¡Maldita sea, no recibo órdenes!

—Estaba sugiriendo...

—Tú siempre estás “sugiriendo” y “aconsejando”, ¿no es cierto?

—Tienes toda la razón. No diré nada.

Carlos titubeó, enojado aún. Al haber cedido Nigel tan fácilmente, no le restaba más que decir. Se ocupó con el tablero de control y, al cabo de un rato, empezó a seguir la dirección indicada por los sensores químicos. A fin de cuentas, era lo más obvio.

Paulatinamente, de forma que al principio estuvieron inseguros de si lo veían o lo imaginaban, se formó un borrón verde en la oscuridad. Los instrumentos lo habían detectado, mas únicamente el ojo daba forma y consistencia al fulgor moteado.

Bruscamente, el verde se trocó en un naranja encendido. Algo vino hacia ellos desde las tinieblas. Era largo y ahusado. Unas extremidades descoyuntadas se distendieron según pasaba sigilosamente. Unas prolongaciones ondulantes se retrajeron en la turbulenta pasada. Después desapareció.

— ¿Qué ha...?

—Esa es exactamente la cuestión. Nikka dijo quedamente:

—Autoluminoso.

—Sí. Apostaría que se nutre de los radicales libres.

—No tiene ojos.

—No hay razón para desarrollarlos aquí.

— ¿Qué imaginas...?

—Por ese lado.

Un resplandor tenue. El vehículo emitió un
ping
muy agudo y un
crac
según descendían.

— ¿Qué es eso?

—No acierto a distinguirlo.

—Debe de estar muy lejos. No hay resolución.

—Si es así de brillante...

—Exacto. Es condenadamente luminoso.

—No uno de los seres que acabamos de ver.

—No. Más grande. Mucho más grande.

Creció. En los remolinos de partículas en suspensión se destacaban franjas de luz amarilla. El aparato se balanceó y viró ante las repentinas corrientes.

—Se mueve.

—Es una pauta. Mira, ¿ves?, se repite.

—Rotando.

—Sí. Da la vuelta en unos dos minutos.

La cosa adquirió mayor tamaño. Era enorme y estaba jalonada de fuego. Recorrían su faz un dorado parduzco y un naranja. De cada brillante punto flamígero brotaba una cascada de burbujas, cada uno en activo con su fuego interno propio.

—Esa maldita cosa tiene más de un klick de anchura.

—Sí. ¿Ves esos grandes sacos prendidos?

—Son globos.

— ¿Para mantenerlo a flote?

—Eso debe de ser. El espectrómetro indica que hay rocas. Calientes.

—Los radicales libres.

—Muy cierto.

— ¿Provienen de eso?

—Es una gran fuente de energía.

— ¿Sacamos las tomas de muestras?

—Sí, hazlo. Hay profusión de materia molecular energética.

—Alimento.

—Para...

Los tres humanos rebulleron con inquietud en sus asientos. Sus proyectores perdían intensidad en la sedimentada negrura. Observaron la cosa que giraba lentamente en las tinieblas, emitía pulsaciones irregulares y expelía goterones anaranjados y de un verde encendido y dorados y rojos, una lluvia de burbujas calientes. Avanzaron con.denuedo, tratando de ver a mayor distancia.

—Gran cantidad de radiactividad.

—En cifras.

—Me... me estoy poniendo nervioso.

—Sí. ¿Lo sientes, Nigel?

— ¿Qué?

—Como... si hubiese algo ahí.

—Algo moviéndose.

— ¿Más allá de nuestras luces...? Sí.

—Estamos ahora en la corriente ascendente que produce. Recibo muchos más impulsos en el contador Geiger.

— ¿Es peligroso?

—No. Los gammas no pueden atravesar nuestro casco.

—Son irradiados por esa cosa.

—Supongo que sí. Esa roca inmensa...

—Exacto. Es un tosco reactor nuclear.

—Conduce elementos químicos por su interior, son bombardeados y... obtienen formas moleculares excitadas.

— ¿Cuál es la fuente de las moléculas orgánicas?

— ¿Aquí abajo? Algo tiene que suministrarlas.

—Exacto. Y avivan el fuego.

— ¿Por qué situarlo cerca de una abertura?

— ¿Por qué mudarse a Florida? Porque es más cálida.

—No, espera, ése es el camino errado. La abertura, la abertura está aquí...

—Debido a esto.

—Todo es artificial.

—Los volcanes, los lagos, ¿fueron creados por cosas como ésta?

—La Regla de Walmsley.

—Pródigamente. Corrientes cálidas, alimentos...

—Y una abertura a la superficie. Carlos dijo:

— ¿Para hacer qué? Me refiero a...

—No lo sé —repuso Nigel.

— ¿Por qué estamos hablando en susurros? —inquirió Nikka. Nigel gritó:

— ¡Quizá puedan oír!

— ¡Jesús! —exclamó Carlos.

—Aunque, puede que no. —Nigel se arrellanó en su asiento—. De poder hacerlo, ya han percibido nuestros motores. Y deben de haberlo hecho, pensándolo bien. La audición es el ojo del pez.

Nikka dijo:

—Ese ser que pasó junto a nosotros era luminoso.

— ¿Y? —preguntó Carlos.

—Debe de haber una razón para ello. Para encontrar presas.

Nigel murmuró.

—O para atraerlas. Carlos dijo:

—Me pregunto si no debería apagar las luces de navegación.

—Bien, podría ser una buena idea —comentó Nikka. Él desconectó varios interruptores. La media luna del control proyectó sombras angulares en la cabina. Nigel dijo quedamente:

—Deberíamos llamar al
Lancer
, ponerlos en antecedentes.

Carlos lo hizo. Antes de que pudiera explicarse, Ted Landon ocupó la línea.


Hemos logrado unanimidad en la votación de tu petición, Nigel. Lo lamento.

Nigel salió de su estado de ensoñación.

— ¿Qué...? ¡Oh, sí! ¿Así pues?


Has perdido. Sal.

Nigel suspiró. El talante de Ted era de lo más jovial.

—Cuéntale, Carlos.

La charla continuó, pero él sabía lo que vendría a continuación. Sintió que la extenuación le atenazaba, pero con ella apareció una antigua certeza. Ted era un maniático de las reglas, especialmente de aquellas aprobadas sin dilación por el mandato consensuado de la bienamada gentuza.

Carlos habló con aplomo, exponiendo los hechos de modo firme, ordenado y autoritario. Cuanto más clarificara su idea de sí mismo, más difícil resultaría tratar con él. Nigel se puso en pie y se encaminó hacia la parte posterior de la nave.

—La naturaleza llama —le dijo a Nikka. No pudo arriesgarse a hacer un guiño de despedida.

3

Los trajes estaban colgados de abrazaderas que oscilaban suavemente. Hizo girar uno en un arco hasta que quedó prendido sobre la plataforma autoajustable. Retrocedió hasta su presa envolvente. Se tendió hacia adelante para meter los brazos en las mangas y luego introdujo la cabeza por el anillo del cuello. Se ciñó a él, un acto que para Nigel siempre acarreaba la impresión de estrecharle la mano a un cadáver. Se enderezó y la cremallera le cerró el pecho. Los cierres del cuello chasquearon y encajaron. El traje estaba dotado de aislamiento térmico total y pesados calefactores, percibida su gravidez como un manto.

Se dirigió al sector de los equipamientos con un tobillo resintiéndose del peso añadido. Había un bastidor hexagonal en la vaina de lanzamiento. Contenía los seis flotadores para el próximo saco. Nigel desprendió las correas del saco, por lo que el bastidor quedó solo. Extrajo los dos flotadores centrales y trepó al espacio vacío.

El equilibrio resultaría afectado. Miró en torno buscando algo voluminoso. Su vista se detuvo en el filtro médico, depositado y olvidado hacía horas.

¿Por qué no? Un objeto infernal, recuerdo de horas incontables pasadas en sus acoplamientos. Éste era el último acto, aunque tal vez el objeto todavía podía mantenerle alerta, suprimiendo la náusea si regresaba. Y necesitaba lastre. Fue a buscarlo y lo ancló a la sección media del armazón, moviéndose con toda la premura de que fue capaz.

Muy bien. Era hora de partir.

Giró los controles manuales y se echó hacia atrás. Un transportador llevó el armazón hasta la escotilla. Halló un medio de prender el cinturón del traje al bastidor. Nigel tecleó instrucciones para su traje según se cerraba la escotilla a sus espaldas. El aire huyó, bajó la presión, se protegió...

Se abrió la compuerta exterior.
Uuoomp.
El bastidor salió despedido de la plataforma. El aire irrumpió en una ráfaga de burbujas y el rugido le llevó al exterior, dando tumbos. Los flotadores se soltaron y empezaron a inflarse. Él giró, ingrávido, convertido en el eje de fuerzas rotatorias en tanto que el traje crujía, se le taponaban los oídos y se
alzaba a.
su alrededor una lluvia de burbujas cual una bandada de pájaros centelleantes. Luego descendió la oscuridad.

Se enderezó y vio la nave debajo, destellante. Los flotadores se balancearon y le succionaron hacia arriba. No había tenido en cuenta el equilibrio de la flotabilidad y comprendió ahora que resultaba demasiado ligero.

— ¿
Quédemo...? Debe tratarse de un error. Nikka vuelve allícomprueba el...

Se estaba alejando deprisa de la rielante bola de luz. Mucho más abajo, los fuegos candentes del reactor pétreo enrojecían el agua. Desde esta perspectiva, eran productos tecnológicos de notable similitud.

— ¿
Se han soltado las bolsas?¿Cómo ha ocurrido? Debe ser...

Nikka respondió.


Creo que no. Espera.

—Ted opina que deberíamos apartarnos de esto. No te preocupes por el equipamiento, debe tratarse de una avería de la presión. En cualquier caso, deberíamos largarnos deprisa y dejar que Exobiología se ocupe de esto.

Estaba ascendiendo demasiado rápido. El armazón, arrastrando tan poco peso, se precipitaría sobre la capa de hielo. Nigel se percató repentinamente de que el traje podía resistir presiones extremas, pero no ajustarse velozmente a rápidos cambios de profundidad. Si continuaba ascendiendo...

—Carlos, ¿dónde se encuentra? No puedo...

Nigel sintió un pitido en los oídos. Alzó la vista hacia los flotadores, que se hinchaban mientras ascendían. La oscuridad le envolvía ahora con el alejarse de la nave por debajo. No se atrevía a mostrar una luz estando tan cerca, pero la necesitaría para liberar uno de los flotadores. Apenas podía ya distinguir su volumen.

— ¿
Quieres decir que crees que
él..?

El traje resultaba grande y engorroso en el agua y tuvo que tantear los resortes del brazo izquierdo. Destapó el extremo y levantó el brazo. El tercer botón debería de ser...

Una brillante línea azul hendió el agua. La desplegó en abanico, dejando detrás ondulantes volutas de vapor. El cortador láser vaporizó una fina columna y dio con un flotador. La bolsa se arrugó, se tornó marrón...

Se rompió. El aire salió en tromba. Nigel volvió a disparar, al flotador opuesto. El haz hizo bullir el agua inaudiblemente. Abrió una senda estrecha, recta, de un azul fantasmal, con un halo de vapor. Si se agotaba la energía antes de...

— ¡
Es una insensatez! Mierda seca, el viejo bastardo va a...

—Ese traje puede resistirlo, pero escúchame, maldita sea. Haz girar los proyectores para que podamos seguirle el rastro.

El segundo flotador estalló. El rayo se paseó por su interior y perforó un agujero en la parte superior. Nigel se sintió caer y, posteriormente, el bastidor perdió velocidad, cayendo aún. Equilibrio.


Llamaréa Ted
,
él...

—Más tarde.
¿Ves algo? Debería haber la luz de un traje. Prueba con el rastreador.
—Algo va mal. No detecto nada. No veo...
—No puede hallarse tan pronto más alládel alcance.

—Mira por ti misma. Su código aparece inoperativo. Debe de haberlo manipulado antes
de marcharse.

Flotando, en una ausencia de espacio y luz y peso. Era como el tiempo pasado en la mesa, desconectado del hastío del mundo. Estar en el vacío tenebroso del espacio se asemejaba mucho a esta huera negrura absorbente. Sus movimientos resultaban parsimoniosos, entorpecidos por las aguas invisibles. Ningún sonido. Cuando sus botas golpearon los tubos se produjo un retumbar no metálico, sino sordo. Colgaba cómodamente del armazón y aguardó a que ocurriese algo.

 


Mira, Ted estáa la escucha. Dice que está
demasiado ocupado para preocuparse por este vejestorio. Hay noticias procedentes de la Tierra, parecen malas. Va a comenzar una nueva asamblea dentro de unos minutos.

—No pueden dejarle ahíafuera. Llama a los equipos que están en la superficie para que hagan descender más sumergibles y...

—Nikka, soy Ted. He de admitir que Nigel tenía razón sobre una cosa, al parecer... Me refiero a la Regla de Walmsley y. demás. Eso debe de ser un Vigilante y Operaciones me indica que estámostrando signos de actividad ahora, probablemente en respuesta a nuestros equipos de superficie, por tanto...

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