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Authors: David Wellington

Tags: #Terror

32 colmillos (29 page)

—Tengo unas cuantas sorpresas escondidas en la manga —dijo Fetlock. Sus ojos destellaron con impaciencia—. No me está ayudando ahora mismo, señorita Hsu. Si quiere salir de esto sin que se la acuse de varios delitos, le sugiero que empiece de una vez a ayudarme. Usted y el agente especial Glauer pueden hacerlo saliendo fuera ahora mismo y caminando por el claro para hacerse ver todo lo posible. Tengo la certeza de que Malvern vigila este sitio durante las veinticuatro horas, y la certeza relativa de que sus espías ya saben que están aquí. Quiero asegurarme del todo de que así sea.

—No, maldito sea. No voy a seguirle el juego. No cuando tiene a Caxton encerrada en ese furgón… ¡Encerrada como una gallina en su gallinero, esperando a que venga el zorro! Déjela salir de ahí. Déjela salir del furgón y… lo ayudaré. Déjela salir y dele un arma. Es la única posibilidad real que tenemos. Caxton es la única que sabe de verdad cómo luchar contra un vampiro. ¡Es la única que ha matado alguna vez un vampiro!

—Yo me cargué unos cuantos en Gettysburg —señaló Glauer.

Clara se quedó mirándolo.

—Por favor, dime que en esto estás de mi lado.

Glauer frunció el ceño.

—No me obligues a elegir en este asunto cuando realmente no tenemos ninguna elección. Fetlock está al mando aquí. No podemos hacer nada al respecto. Jugamos según sus reglas porque es la única posibilidad. ¿Vale?

—¡No, maldito seas, no vale!

—Agente Darnell —dijo Fetlock—, por favor, escolte a estos dos al exterior de la casa. Déjelos donde puedan ser vistos desde las dos crestas. No creo que sea necesario restringir sus movimientos, pero si le dan algún problema… bueno, haga uso de su criterio.

El policía del ojo de serpiente les dedicó una fría sonrisa, para luego avanzar e intentar sujetar a Clara por los brazos.

—Olvídelo, iré yo sola —dijo ella, al tiempo que alzaba los brazos para que no pudiera asirla. Cuando salía de la casa prefabricada, oyó que Fetlock volvía a hablarle a Urie Polder. Probablemente para preguntarle otra vez si lo ayudaría o no.

Fuera, bajo el sol de verano, se alejó con rapidez de la casa prefabricada, y entonces se dio cuenta de que no tenía ni idea de adónde ir. Su coche estaba arriba, en la casa de lo alto de la cresta. Podría recuperarlo sin más y marcharse, conducir a la máxima velocidad posible y poner tanta tierra como pudiera entre ella y aquel sitio antes de que cayera la noche. Salvo por el hecho de que dudaba que Fetlock fuese a permitir que eso sucediera. Se volvió a mirar hacia la casa prefabricada, y vio a Glauer de pie justo detrás de sí. Darnell esperaba ante la puerta de la casa, y los vigilaba a ambos. Preparado por si intentaban algo. Como escapar.

—Estamos prisioneros —le dijo Clara a Glauer.

—Sí. Y ahora, ¿quieres calmarte?

—¡A la mierda con eso! —gritó ella. Se inclinó para mirar a Darnell. El ojo de serpiente había desaparecido, y su aspecto era perfectamente normal—. ¡Y tú también vete a la mierda, cara de lagarto!

Darnell no reaccionó.

—¿Sabes? Ahora mismo estás haciendo exactamente lo que quiere Fetlock —le dijo Glauer—. Estás haciéndote muy visible.

—¡Mierda, joder! ¿Acaso importa? Los dos sabemos que tiene razón. Que Malvern vendrá aquí esta noche. Tanto si nosotros estamos aquí como si no. Tanto si él debilita las defensas que rodean este lugar, como si no. Vendrá a por Caxton.

—Sí. El resto no es más que decorado.

Clara se frotó los ojos hasta que estallaron brillantes dibujos geométricos dentro de sus pupilas. Había acudido allí por una sencilla razón, una… bueno, tal vez no había sido tan sencilla, pero… pero… ella sólo había querido volver a ver a Laura. No habría podido adivinar lo mucho que se torcerían las cosas, ni con qué rapidez. Nadie habría podido adivinar eso. No era culpa suya. Nada de todo aquello era culpa suya.

Salvo, tal vez, la muerte de Glynnis. Pero…

—¡Vale! —gritó. Luego, en voz más baja—: Vale.

—¿Vale, qué? —preguntó Glauer.

—Vale, me voy a calmar. Voy a empezar a pensar. Voy a analizar qué es necesario que haga en esta situación, qué es lo más lógico, o lo más favorable para que sobrevivamos, y luego voy a hacerlo.

—Buen comienzo.

Ella sacudió la cabeza. Clavó los ojos en la tierra del claro, e intentó reunir todas las piezas.

—Malvern vendrá en algún momento después de que oscurezca. Traerá consigo un ejército de medio muertos. No hemos visto ninguna señal que indique que tiene otros vampiros bajo su control; no ha creado ninguno nuevo, y los anteriores están todos muertos. Así que ella es la única amenaza real. Un ser humano puede acabar con un vampiro si sabe lo que hay que hacer.

—Ayuda un poco tener un montón de armas de fuego.

—Correcto. Y yo no las tengo. No tengo ninguna arma de fuego en absoluto. Pero Fetlock sí. Tiene muchas. Tal vez es verdad que puede hacer lo que dice. Tiene aquí dos unidades del SWAT muy entrenadas, y montones de agentes de policía normales. Cuenta con un helicóptero. Es probable que tenga francotiradores en lo alto de las crestas, y tal vez algunos juguetes especiales. Está tomándose la situación en serio, y ha leído todos los expedientes de estos casos. Así que tal vez, sólo tal vez, tenga una posibilidad.

—Yo no apostaría por ello —dijo Glauer—. He visto lo que les hacen los vampiros a los policías. Demasiadas veces. Esos policías siempre pensaron que estaban preparados.

—Sí —dijo Clara, con un suspiro—. Yo también lo he visto.

—Así que es una mala apuesta. Pero, en este caso, ni siquiera podemos hacer la apuesta inicial. Tendremos que correr el riesgo y abrigar la esperanza de que gane Fetlock.

—Sí.

Glauer asintió como si se alegrara de que, por fin, Clara hubiera entrado en razón. Luego, sus ojos comenzaron a moverse. No giró la cabeza, pero movió los ojos en dirección a Darnell. Cuando vio que ella entendía lo que intentaba comunicarle, volvió a asentir, una sola vez, y luego miró hacia un lado, en dirección al lugar en que estaba aparcado el furgón celular, como un regalo de cumpleaños preparado para ser desenvuelto.

—Si perdemos aquí, los dos moriremos, o algo peor. Aun en el caso de que ganemos, saldremos de aquí con sólo nuestras vidas. Tal vez ni siquiera con nuestra libertad, si Fetlock decide acusarnos. Como hizo con Caxton, incluso después de que matara a Jameson Arkeley y salvara a Simon.

—Correcto —dijo Clara, que seguía el argumento bastante bien pero no sabía muy bien adónde iba a parar.

—Bueno —dijo Glauer—. Habida cuenta de todo lo dicho. ¿Qué hacemos?

Clara alzó la mirada hacia él con los ojos abiertos de par en par. Sabía qué estaba sugiriendo Glauer… y no era su estilo. Pero podría marcar la diferencia. Podría.

—Hacer trampa —dijo, y observó el lento asentimiento de la cabeza de él.

40

Dentro del furgón celular hacía un calor sofocante. Casi no había ventilación, y aunque el vehículo tenía aire acondicionado nadie había pensado en encenderlo. El sudor corría por la piel de Caxton y le pegaba la ropa al cuerpo. Tenía que rodar continuamente de un lado a otro para evitar que sus piernas se le quemaran en aquel suelo tan caliente, pero ese gasto de energía hacía que sudara y se acalorara todavía más. Por si eso fuera poco, el interior estaba casi tan negro como la brea. No veía nada, y sólo oía de vez en cuando algún sonido procedente del exterior cuando alguien pasaba corriendo, o gritaba una orden o alguna información. Las gruesas paredes del vehículo le impedían entender la mayor parte de lo que se decía, así que no tenía una idea real de lo que estaba sucediendo en el exterior, cosa que le resultaba verdaderamente irritante. Si quería trazar un plan, encontrar un modo de escapar, necesitaba con desesperación más datos.

No se le había ocurrido darse por vencida sin más… dejar que Fetlock la llevara de vuelta a la prisión, a esperar allí hasta que Justinia Malvern fuera a matarla… otra vez. Tenía plena consciencia de que, probablemente, aquélla sería su suerte. Pero todavía podía pensar, podía planear, podía imaginar formas de cambiar la situación en que se encontraba.

Antes o después, alguien tendría que ir a sacarla del furgón celular. La cadena que conectaba las esposas con los grilletes de los tobillos era un poco demasiado larga. Si estaba totalmente preparada, tal vez lograría darse la vuelta y rodear un cuello o un brazo con esa cadena. Si podía incapacitar a quienquiera que fuese a buscarla, quedaría sin guardias y con la puerta abierta.

Suponiendo que Fetlock enviara una sola persona a buscarla. Cosa que no haría. La Agencia de Prisiones ya lo había hecho antes, y sabían cuáles eran los riesgos. Dos guardias con uniforme antidisturbios completo y protecciones para el cuello serían quienes la sacaran de allí. Entre tanto, toda una brigada de guardias con escopetas y pistolas eléctricas estaría esperando en las proximidades, por si ella intentaba algo.

De acuerdo. Así pues, quizá lograría salir de aquella situación hablando. Si Fetlock volvía a visitarla, ya fuera para regodearse o para interrogarla, podría ofrecerle algo que él necesitaba con desesperación. Su pericia. Podría prometerle que le contaría todo lo que había logrado aprender sobre cómo matar vampiros, a cambio de… Ni siquiera por dejarla escapar. Sólo por permitirle quedarse unas semanas más en La Hondonada, para consolidar su legado. Con el fin de preparar a Simon y Patience para la larga vigilancia que los esperaba, y que duraría generaciones. Para enseñarles lo que sabía.

Había sólo un problema. Fetlock nunca se dejaría convencer. Él suponía que sabía todo lo que necesitaba sobre matar vampiros. Aunque nunca hubiese logrado hacerlo sin ayuda de ella.

Caxton se mecía de un lado a otro, intentando evitar que su piel desnuda permaneciera demasiado tiempo en contacto con el abrasador suelo metálico del furgón celular. Esos vigorosos movimientos también contribuían a que su sangre circulara bien. Si tenía que actuar con precipitación, no podía permitir que se le durmieran las piernas.

También le ayudaba a descargar una parte de su rabia.

Clara.

Clara, la muy tonta. Clara, que aún creía en el amor y en preocuparse de la gente, y en el valor de la vida humana. Clara, que nunca lo había pillado, nunca había entendido que aunque un sólo vampiro continuara con vida, nadie estaría nunca a salvo. Que no había nada más importante que acabar con Justinia Malvern, y llevar los vampiros a la extinción de una vez y para siempre.

Clara. Que estaba tan guapa. Que se había cambiado un poco el corte de pelo, que se había quitado el flequillo, pero esos ojos eran… eran…

Clara, que no era nada más que una distracción. Incluso en la oscuridad, Caxton cerró los ojos con fuerza para intentar borrar la imagen que tenía dentro de la cabeza. La imagen de Clara con expresión de haber sido traicionada. Intentando devolverle la traición. Pero todo aquello era culpa de Clara. Había tenido que ir a La Hondonada a joderlo todo.

Clara…

Alguien golpeó las puertas del furgón celular. Entonces se abrieron, y la brillante luz del sol cayó sobre el rostro de Caxton. Si no hubiera tenido ya los ojos cerrados, habría quedado cegada. Caxton inspiró con fuerza cuando el aire fresco entró como un torrente en el espacio cerrado, y sus pulmones lo consumieron como un niño devora caramelos.

Con lentitud, abrió los ojos apenas para ver quién había ido a buscarla.

No era nadie a quien reconociera. Un tipo con uniforme antidisturbios del SWAT que llevaba una botella de plástico llena de agua en una mano. Pensó que tenía una cara particularmente típica de Pensilvania. Una mezcla de ancestros de Europa Oriental y paletos puros de los Apalaches. Le sonreía como si ella fuera un venado con astas de doce puntas que acabara de enfocar con la mira de su fusil de caza.

De pie detrás de él había seis hombres con armas, y todos los cañones apuntaban a la cara de ella.

—¿Nos marchamos ya? —preguntó—. He estado esperando aquí durante lo que parecen horas. —Le quedaba lo suficiente de su antiguo espíritu como para querer ser desagradable—. Si voy a ir a la prisión, me gustaría llegar allí a tiempo de cenar.

—Todavía no —replicó él. Su acento era igual que el de Urie Polder. Aquello no la consoló mucho—. Pero hemos supuesto que a estas alturas tendría sed. —Le lanzó la botella.

Ella consiguió atraparla antes de que se alejara rodando. Estaba tibia, pero ni remotamente tan caliente como el suelo del furgón celular, y por eso se sintió desmesuradamente agradecida.

—Gracias —dijo—. ¿Va a quitarme las cadenas para que pueda bebérmela? ¿O va a sostenérmela como si fuera un biberón?

Él rió.

—No me dé las gracias a mí. Fue su chica la que convenció al marshal Fetlock de que podría morir deshidratada ahí dentro. Y no podemos permitir que se nos muera. Todavía no, al menos.

¿Clara le había enviado la botella de agua? Caxton apartó a un lado la ola de gratitud que ascendió como un torrente a su garganta.

—No ha respondido a mi pregunta. ¿Cómo se supone que tengo que beber esto?

El agente del SWAT se encogió de hombros y volvió a reír.

—Se supone que usted es una chica lista. Soluciónelo usted sola.

A continuación le cerró de golpe las puertas del furgón celular en la cara, y ella oyó que volvían a cerrarlas con llave.

—¡No! —gritó, a pesar de sí misma—. ¡No! ¡Vuelva! ¡Dígame qué está pasando!

Tal y como había esperado, no consiguió nada con eso.

Durante un rato se quedó allí tumbada, intentando no pensar en Clara. En general lo consiguió. Luego volvió la atención hacia la botella de agua.

Era una empresa sin esperanza. No había manera de que lograra abrirla sin derramar todo el contenido por el suelo. Pero era algo en lo que concentrarse. Un proyecto. La ayudaría a mantener la mente apartada de otras cosas.

Tardó casi toda una hora, pero quería hacerlo bien. Tenía que experimentar con todos los posibles ángulos y todas las maneras de sujetar la botella sin usar las manos, dado que aún las tenía esposadas a la espalda. Logró girar y apoyarse contra los bancos del furgón celular, y luego empujó la botella de agua contra las inamovibles puertas. Entonces, con los dientes intentó hacer girar el tapón. Sabía que se necesitaría mucha torsión para romper el precinto de plástico, tal vez más fuerza de la que ella podía ejercer. Estaba tan acalorada y sudorosa, y le quedaban tan pocas fuerzas… Pero aun así…

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