Csonti se inclinó hacia adelante, asfixiado, y ella le clavó un rodillazo en la cara. No quedaba mucho de su nariz cuando se alzó.
—No eres para tanto —dijo Val con desprecio—. ¡Demonios, Toro Salvaje podría contigo sin despeinarse!
—¡Maldita sea, trabajas para mí!
—Corrijo —dijo Val—. Trabajo para mí.
Csonti sacó una navaja de su bota y cargó contra ella. Lo que ocurrió después sucedió tan deprisa que no hubo ni dos relatos que coincidieran, pero todo el mundo estaba de acuerdo en que un instante después Csonti estaba volando por los aires, y que profirió un grito terrible cuando aterrizó. Y que la sangre salía a borbotones de una arteria que su daga había seccionado al aterrizar sobre ella.
Tardó tres minutos en morir. Nadie hizo ningún esfuerzo para ayudarlo o para contener el flujo de sangre. Cuando estuvo muerto, el duque ordenó a dos de sus robots que llevaran el cuerpo al atomizador de basura que había tras la cocina.
Val se volvió hacia David.
—¿Por qué has hecho eso? —preguntó—. ¡Eres la criatura más cobarde que he visto jamás!
—Es mi amigo —repuso Copperfield.
—No habrías durado ni cinco segundos.
—Lo sé.
A Cole, aún no consciente del todo, lo sentaron en una silla, mientras Sharon atendía sus heridas. Un par de clientes medio arrastraron, medio acompañaron a Pérez a la enfermería de la
Teddy R
.
Cuando su cabeza se aclaró un poco, Cole estiró el brazo y colocó su mano en el hombro de Copperfield.
—Gracias, David —murmuró—. Sé lo que te ha costado.
—Ni siquiera eres un miembro de la tripulación —dijo Val, frunciendo el ceño, desconcertada—. Y aún así arriesgaste tu vida.
—Steerforth es un hombre honorable, uno de los pocos que conozco —respondió Copperfield—. ¿Qué mejor razón podría haber?
—Y Pérez, que aún no ha cobrado ninguna parte de los beneficios, atacó a Csonti —continuó Val, mirando fijamente a Cole— por ti.
Cole alzó su mirada legañosa hacia ella.
—Confío en que no esperes que diga que no valgo la pena. —Intentó esbozar una sonrisa irónica, pero en su lugar hizo una mueca de dolor.
—La verdad, eso es exactamente lo que esperaba que dijeras.
—Bueno, si tanto me apuras, no me lo merezco.
—¡Maldita sea! —dijo Val, atendiendo el tajo de su frente—. Casi todos los miembros de la
Teddy R
. habrían hecho lo mismo si hubieran estado aquí.
—Pero ¿por qué? —preguntó Val, aún desconcertada—. Yo soy la única de la Estación Singapore que siempre estuvo a salvo de Csonti. Habría matado a cualquier otro que se hubiera enfrentado a él.
—Si no lo sabes, yo no puedo decírtelo —dijo Sahron.
Val guardó silencio, perdida en sus pensamientos, durante un minuto entero. Finalmente habló:
—Pérez puede recuperar la
Esfinge Roja
. Y que el teroni tenga su propia nave. Vuelvo como tercera oficial. Hasta que entienda por qué David y Pérez hicieron lo que hicieron por ti, y sepa cómo hacer que mi tripulación lo haga por mí. Tengo mucho que aprender de ti.
—Yo decidiré quién será mi tercer oficial —dijo Cole.
—Tienes razón —dijo—. Estoy aquí para aprender, no para darte órdenes. Me he pasado de la raya y te pido disculpas.
—¿Puedes repetir eso?
—He dicho que te pido disculpas.
Hubo un breve silencio.
—Bienvenida a las filas de los adultos, tercera oficial —dijo Cole justo antes de desmayarse.
Cole hizo que los sistemas de comunicaciones de la nave se mejoraran para que las otras naves pudieran conectarse inmediatamente.
La más potente de las nuevas naves era el
Dardo Silencioso
, y Cole puso a Jacovic al mando. A Pérez le dio la
Esfinge Roja
. Copperfield y el duque empezaron a poner en común sus contactos y surgieron un par de trabajos fáciles y bien pagados. La
Teddy R
. y sus compañeras se estaban preparando para hacerse cargo del primero de ellos.
—No es tan fácil encontrar trabajo para una verdadera flota —le estaba explicando Copperfield a Cole mientras ambos estaban sentados en el comedor de la
Teddy R
—. El noventa y ocho por ciento de los trabajos sencillamente no requiere ni de lejos tantas naves, y los que sí, a menudo el cliente no puede pagarlos.
—Para eso te tenemos, David —dijo Cole, quién lucía una cicatriz en su frente, sobre su ojo izquierdo.
—Bueno, el duque y yo —respondió Copperfield—. Hemos decidido convertirnos en socios.
—¿En todo? —preguntó Cole.
—No, sólo en estos negocios, Steerforth —respondió el alienígena—. Aunque me encantaría convertirme en socio de la Estación Singapore, especialmente desde que decretaste que es nuestro cuartel general.
—Estoy seguro de que puedes invertir en un par de locales de juego —dijo Cole.
—Ya lo he hecho.
Cole sonrió.
—En cierto modo, no me sorprende. —Hizo una pausa—. Por eso podías haberte quedado en la estación, lo sabes.
—No seas idiota —dijo Copperfield—. Sabes que estarías perdido si mí.
—Si tú lo dices…
La imagen de Val apareció.
—Señor —dijo— estamos listos para despegar.
—Bien —dijo Cole—. Comunícaselo a la flota y vamos a poner el espectáculo en marcha.
—Sí, señor —dijo mientras su holograma desaparecía.
—¿Has oído eso, David? —dijo Cole, sonriendo—. Me ha llamado señor. Dos veces.
—Ni siquiera el inmortal Charles podría relatar todos los milagros —replicó Copperfield.
—Me ilusionan las dos próximas misiones —dijo Cole mientras la
Teddy R
. empezaba a alejarse lentamente del dique—. Estamos a pleno rendimiento, todo el mundo está sano, tenemos una verdadera flota tras nosotros, tenemos al comandante de la Quinta Flota Teroni de nuestro lado y hasta tenemos a Val de vuelta.
—Pareces muy satisfecho Steerforth —dijo Copperfield.
—Lo estoy. Para ser una nave proscrita buscada por todos los gobiernos de la galaxia, hemos recorrido un largo camino.
—¿Hace falta que te recuerde qué precede a una caída, mi viejo compañero de escuela?
—Ahórrame tus sermones, David —dijo Cole—. Mira lo que ya hemos conseguido contra todo pronóstico. —Vació su taza de café—. Empezamos como una nave solitaria, ahora tenemos veintisiete, dirigidas por algunos oficiales condenadamente buenos, y tenemos el arsenal para plantar cara a casi todo lo que podemos encontrar en la Frontera. ¿Qué podría ir mal?
De haber existido, como creían los antiguos navegantes, un Espíritu Galáctico, debió reírse mucho al oír esa frase.
LOS ORÍGENES DEL UNIVERSO BIRTHRIGHT
Todo empezó en los años setenta. Carol y yo habíamos ido a ver una película tremendamente mala en un cine de nuestra zona, y más o menos hacia la mitad murmuré: «¿Qué hago yo perdiendo el tiempo aquí cuando podría hacer algo interesante de verdad, como, yo qué sé, escribir la historia de la raza humana desde este mismo momento hasta el día de su extinción?» Y Carol me susurró: «¿Pues por qué no lo haces?» Nos levantamos al instante, salimos del cine y esa misma noche escribí el bosquejo de una novela titulada
Birthright: The Book of Man
, que contaría la historia de la raza humana desde que inventó los medios para viajar a una velocidad superior a la de la luz hasta su extinción dentro de dieciocho mil años.
Fue un libro largo. Dividí el futuro en cinco eras políticas —República, Democracia, Oligarquía, Monarquía y Anarquía— y escribí veintiséis historias relacionadas entre sí (
Analog
las llamó «demostraciones», y con razón) en las que aparecían todas las facetas del ser humano, tanto las admirables como las que no lo eran tanto. Dado que cada una de las historias estaba separada de la anterior por varios siglos, no tenían personajes comunes (si no es que consideramos personaje principal al Hombre, con «H» mayúscula, y en tal caso podríais argumentar —o, por lo menos, yo podría argumentar— que mi obra es un estudio de carácter).
Se la vendí a Signet junto con otra obra titulada
The Soul Eater
. La encargada de editar mis libros, Sheila Gilbert, se quedó prendada del universo Birthright y me preguntó si estaría dispuesto a introducir unos pocos cambios en
The Soul Eater
para ambientarla en ese futuro. Estuve de acuerdo, y no necesité ni un día entero para hacer los retoques necesarios. Me pidió lo mismo —esta vez por adelantado— con la serie de cuatro libros «Tales of the Galactic Midway», la serie de cuatro libros «Tales of the Velvet Comet» y
Walpurgis III
. En retrospectiva, veo que tan sólo dos de las trece novelas que escribí para Signet no estaban ambientadas en ese universo.
Cuando pasé a Tor Books, la encargada de la edición de mis libros en esa editorial, Beth Meacham, mostró también mucho interés por el Universo Bithright, y la mayoría de los libros que escribí para ella —no todos, pero sí la mayoría— estaban igualmente ambientados en él:
Santiago
,
Ivory
,
Paradise
,
Purgatory
,
Inferno
,
A Miracle of Rare Design
,
A Hunger in the Soul
,
The Outpost
y
The Return of Santiago
.
Cuando Ace accedió a comprarme
Soothsayer
,
Oracle
y
Prophet
, el encargado de la edición, Ginjer Buchanan, dio por sentado que esas novelas estarían ambientadas en el universo Birthright. Y, por supuesto, lo estaban; cuanto mejor conocía mi futuro de dieciocho mil años y dos millones de planetas, más cómodo me sentía escribiendo sobre él.
De hecho, empecé a ambientar narraciones breves en el universo Birthright. Dos de los cuentos con los que gané el Hugo —«Seven Views of Olduvai Gorge» y «The 43 Antarean Dynasties»— están ambientadas en él, y quizás también otros quince.
Cuando Bantam aceptó mi trilogía Widowmaker, se sabía de antemano que Janna Silverstein, que compró los libros pero se marchó a otra empresa antes de que se publicaran, querría que la acción transcurriera en el universo Birthright. Me lo pidió y yo le dije que sí.
Hace poco le entregué otro libro a Meisha Merlin, ambientado —¿dónde si no?— en el universo Birthright.
Y cuando llegó el momento de proponerle una serie de libros a Lou Anders para la nueva línea Pyr de ciencia ficción, creo que ni siquiera se me ocurrió desarrollar ideas ni historias que no estuvieran ambientadas en el universo Birthright.
El universo Birthright ha tenido tanta importancia en mi carrera que querría recordar el nombre de esa película tan mala que dejamos a la mitad hace tantos años, para escribir a los productores y darles las gracias.
ESTRUCTURA GENERAL DEL UNIVERSO BIRTHRIGHT
La sección más poblada (en términos de estrellas y de habitantes) del universo Birthright recibe siempre el nombre de la organización política que la gobierne en cada momento: primero República, y luego Democracia, Oligarquía y finalmente Monarquía. Abarca millones de mundos habitados y habitables. La Tierra es demasiado pequeña y está demasiado lejos de las rutas principales del comercio galáctico para seguir siendo la capital de los humanos, y así, al cabo de unos dos mil años, la capitalidad se traslada con todos sus pertrechos a Deluros VIII, un mundo gigantesco con una superficie que decuplica la de la Tierra y es casi idéntico en atmósfera y fuerza gravitatoria. Hacia la mitad del período democrático, quizás cuatro mil años a partir de nuestro presente, el planeta entero está cubierto por una gigantesca ciudad. En tiempos de la Oligarquía, ni siquiera Deluros VIII es suficiente para dar cabida a los miles de millones de burócratas que dirigen el Imperio, y Deluros VI, otro enorme planeta, es despedazado en cuarenta y ocho asteroides, cada uno de los cuales alberga uno de los principales departamentos del Gobierno (y cuatro de los asteroides quedan en manos del Ejército).
La Tierra se halla en una zona remota y primitiva, en el Brazo Espiral. Creo que en el Brazo Espiral tan sólo transcurren algunas de las partes de dos de las historias que he escrito.
En los bordes exteriores de la galaxia se halla la Periferia, donde los mundos están muy separados y apenas poblados. Los emplazamientos de interés económico o militar son tan escasos que basta con una sola nave, como la
Theodore Roosevelt
, para patrullar por los doscientos planetas del sector. En épocas posteriores, la Periferia caerá en manos de caciques locales que lucharán entre ellos. Pero se encuentra tan lejos de los centros neurálgicos de la galaxia que los diversos gobiernos harán caso omiso de la situación.
Otras dos zonas significativas son la Frontera Interior y la Frontera Exterior. Esta última es un área escasamente poblada que se halla entre los confines exteriores de la República/Democracia/Oligarquía/Monarquía y la Periferia. La Frontera Interior es un área algo menos extensa (pero igualmente vasta) entre los confines interiores de la República/etc. y el agujero negro que se encuentra en el centro de la galaxia.
Más de la mitad de mis novelas transcurren en la Frontera Interior. Hace años, el brillante escritor R. A. Lafferty escribió: «¿Habrá una mitología en el futuro, solían preguntar, cuando todo se haya transformado en ciencia? ¿Las grandes hazañas se narrarán en forma épica, o tan sólo en códigos informáticos?» Yo llegué a la conclusión de que me gustaría pasar por lo menos una parte de mi carrera tratando de crear esos mitos del futuro, y me parece que los mitos, con sus personajes desmesurados y sus abigarrados escenarios, funcionan mejor en las fronteras, donde no son muchos los que pueden escribir una crónica precisa de lo sucedido, ni tampoco se encuentran demasiadas figuras de autoridad que les impidan desarrollarse hasta su inevitable conclusión. Por ello, de manera arbitraria, decidí que mis mitos transcurrirían en la Frontera Interior, y la poblé con personajes que llevaban nombres como Catastrophe Baker, Widowmaker, el Cyborg de Milo, el eternamente joven Forever Kid, y otros semejantes. Ese escenario me permitía, no sólo narrar mis mitos heroicos (en algunos casos, antiheroicos), sino, también, contar historias más realistas que tenían lugar al mismo tiempo a pocos años luz de allí, en la República, o la Democracia, o lo que existiera en aquel momento.