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Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

Rito de Cortejo (62 page)

BOOK: Rito de Cortejo
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—Hoemei planea fomentar el talento militar así como los Kaiel fomentamos la capacidad para profetizar. Cada soldado del clan será un dobu militar.

—¿De qué rango?

—Al menos como Alejandro el Grande o Guderian.

—Entonces lo respaldaré.

—Pero no piensa ocuparse de ello con la ansiedad que mostraba Aesoe. Debe existir un equilibrio. Antes de desencadenar tanta violencia, debemos vaticinar cuáles serán las fuerzas de contrapeso.

Se escuchó el ruido de un gentío en la calle y el mayor de los Kaiel se asomó a ver qué pasaba.

—Están aquí —les dijo con una seña.

Los tres habían escogido aquella taberna porque su escalinata les permitiría gozar de una excelente vista de la procesión nupcial. Toda Congoja se había vestido con sus mejores galas. La gente se asomaba a las ventanas y llenaba los balcones. Dos niños se habían subido a un poste de voz por cable. Otros niños corrían delante, más felices de conducir la procesión que de observarla.

—¡Siete! —dijo el Kaiel mayor con disgusto, cuando aparecieron los maran.

Kathein y Oelita eran las primeras. Kathein llevaba una túnica roja, con tajos verticales que dejaban ver unas alas de hoiela teñidas de azul, y un tocado del mismo insecto con incrustaciones de plata para sus cicatrices faciales. Oelita usaba encaje blanco de Orthei, con una cola de la misma tela y pintura blanca sobre las cicatrices del rostro.

Hoemei las seguía con una vestimenta más sobria: una falda hasta el tobillo en franjas negras y grises, y una blusa de seda color gris. Esta última estaba abierta en el frente y mostraba su torso decorado hasta el vientre. La blusa estaba sujeta por una hebilla labrada en la cintura. Llevaba el yelmo de bronce ligado desde siempre a los grandes profetas, con sus alas lustradas que le caían sobre los hombros y le impedían inclinar la cabeza hacia los costados.

En la entrada de la taberna, la joven Kaiel creyó verlo girar hacia ella y le arrojó su ramo de flores del desierto. Hoemei sólo había hecho una seña a Oelita y la joven quedó muy decepcionada, pero Teenae la estaba observando y atrapó los pimpollos con una sonrisa, los besó y le arrojó un beso con la otra mano.

Teenae lucía un elaborado tocado que comenzaba con una joya verde que, tallada como un insecto, avanzaba por la franja rasurada de su cabeza con cien patas plateadas que se enroscaban en sus cabellos negros formando alegres rizos. La estola, en encaje blanco y negro, subía hasta su mentón. La blusa era blanca y ajustada, con mangas abiertas desde el hombro hasta la muñeca, sujetas en el codo con cadenas plateadas. Los valles de sus cicatrices faciales estaban teñidos de negro. Sus pantalones eran negros y anchos en las caderas. También los llevaba abiertos en la parte trasera, desde la cintura hasta el tobillo, para resaltar su andar femenino. Unas cadenas plateadas sujetaban el pantalón. Los diseños de sus nalgas y piernas estaban pintados de blanco.

—Ese gigante que está con ella debe de ser Joesai —dijo el Kaiel mayor a su joven amigo—. ¡Es como si tuviera a una Ivieth por madre y a una flor fei por padre!

Joesai iba vestido con lo que él consideraba que eran las ropas elegantes de un Guerrero Chino Imperial de la Dinastía Han. No importaba que los coloridos insectos bordados en su chaqueta azul fuesen getaneses y no de Riethe.

Los cabellos de Noé estaban trenzados en una jaula plateada, como formando un nido para el insecto que había posado allí, con sus lustrosas alas verde azuladas, sus ocho patas de plata y sus cuatro ojos verdes. El motivo se repetía en la filigrana de las alas. Éstas descendían hasta posarse sobre sus hombros y luego se extendían hacia atrás, haciendo las veces de pértiga para otros dos insectos. De las alas caía una cascada de exquisita seda blanca, la cual se introducía entre sus piernas y subía por su espalda dejando al descubierto los costados. Allí podían verse los delicados dibujos que cubrían sus caderas. La prenda estaba sujeta por unos insectos metálicos que extendían sus patas en torno a su cintura y sus piernas. Noé llevaba a Gaet cogido del brazo.

Él llevaba un sombrero de copa y un frac, al estilo del que había copiado de un dibujo de Abraham Lincoln. Para realzar el efecto había agregado borlas al sombrero y se había colocado un aro de nariz hecho de platino y rubíes. También lucía un hilo de platino, engarzado con diminutos rubíes, en los valles de sus cicatrices faciales en cuyos bordes se había dejado crecer un poco la barba, tiñéndola de verde. Él consideraba que se veía como un elegante novio norteamericano, tal vez un mormón.

Detrás de ellos venían dos Ivieth muy gallardos que portaban a Jokain en un palanquín de colores. El niño observaba a las multitudes con plena conciencia de su propio destino. Gatee se aferraba a la baranda de otro alegre palanquín, con los ojos abiertos de par en par ante el espectáculo. Otro más transportaba a los mellizos. Una alta Ivieth, con los senos desnudos y una falda elaborada, llevaba a la nueva bebé de Teenae. La criatura no parecía interesada en nada de lo que ocurría a su alrededor, y se concentraba en mamar del pecho de la Ivieth.

Cuando la procesión pasó, la joven Kaiel de la guardería cogió el brazo de su compañero.

—¡Casémonos para tener un espectro más amplio de temas sobre los que discutir!

Él la abrazó.

—¡Creo que Aesoe tuvo razón al permanecer soltero! Cuando comienzas con este asunto de las bodas, no sabes dónde detenerte.

—¡Siete! —bufó el hombre mayor.

Capítulo 66
Uno está en el Centro;
Hoemei es nuestro Centro;
¿Quién más crea sino Uno?
¿Quién más crea sino Uno?
Dos están en los bordes
Gaet está en los bordes
Unen lo que hay en el medio.
Une lo que hay en el medio.
Tres, los vértices
Los vértices de Joesai
Mantienen el edificio.
Mantienen el edificio.
Cuatro, una pirámide, crea
La pirámide de Teenae crea
Solidaridad.
Solidaridad.
Cinco, los sentidos humanos
Noé, cuyos sentidos femeninos
Nos colman de vida.
Nos colman de vida.
Seis unidades de kalothi
Oelita es el kalothi que
Preservan la vida.
Preserva la vida.
Siete fuerzas Divinas
Las fuerzas Divinas de Kathein
Transcurren entre las estrellas.
Transcurren entre las estrellas.
Ocho no es un número
Liethe no es un número
Mencionado por la Muerte.
Mencionado por la Muerte.
El Salmo de los Números
Parodia de El Salmo de los Números

Las bodas tenían momentos serios, pero en general eran ocasiones para divertirse. Seis saltimbanquis, tres varones y tres mujeres, llegaron a la plaza del Templo disfrazados con trajes de boda, dos de ellos tropezando hasta ser sujetados por un tercero, y embarcándose en una serie de discusiones maritales que acababan en una vertiginosa batalla campal.

Se escuchó un murmullo entre el gentío mientras los miembros de la verdadera procesión ocupaban sus asientos. Detrás de los maran y las nuevas novias, los Cantores se agrupaban en la escalinata dándole la espalda a la pared para que sus voces se proyectasen hacia la multitud. Llevaban las máscaras de resonancia que convertían la voz humana en un instrumento vibrante, capaz de crear los rugidos más profundos o los trinos más agudos. Ahora cantaban para los saltimbanquis-contorsionistas.

Aquellos bufones nunca acababan con su torrente de bromas. Esposo-tres cortejaba a esposa-dos, y al excitarse comenzaba a perseguirla pidiéndole un beso, pero chocaba contra esposo-dos mientras esposa-dos se arrojaba en brazos de esposo-uno, y esposo-dos debía empujar a esposo-tres hacia esposa-uno para que su túnica no sufriera el mismo destino que la de esposa-dos. Todo lo que intentaban terminaba en un error, pero milagrosamente caían sobre sus pies o en los brazos de algún otro. Cuando simulaban hacer el amor realizaban unas contorsiones que causaban el asombro de la audiencia. Los dulces coqueteos acababan en un pandemónium. Un marido travieso se fugó con Teenae, seguido por tres furiosas mujeres que tropezaban unas con otras mientras corrían tras él. Al final lo alcanzaron, pero no antes de que él lograra besar a la novia... y así continuó, haciendo las delicias de la audiencia.

Cuando se fueron los saltimbanquis, llegaron unos hombres con toneles y sirvieron a todos un ponche dulce con un suave sabor a whisky, mientras los Cantores entonaban una melodía suave que servía como música de fondo de la algarabía general. El sol comenzaba a ponerse.

Sin que nadie la notase y con pasos alegres, una Liethe salió del Templo vestida de un luminoso anaranjado y blanco, con un tocado de novia. La suya era la actitud vacilante de una mujer alborozada, poco habituada a tanta felicidad. Corrió y se detuvo. Dio un brinco. Saltó... y toda la gente se volvió hacia ella, preguntándose de dónde había salido.

Su elasticidad mostraba los alegres retozos de una niña que recordaba los momentos pasados con los esposos que amaba, un rubor en el rostro, una caricia, una cita. Sus grandes saltos arrancaron exclamaciones de la audiencia. No parecía que la gravedad la afectara. Gradualmente se introdujo entre la gente, bailó para un niño maravillado, escogió a un anciano como pareja para danzar con él hasta hacerlo sentir joven otra vez, y se subió con picardía a los hombros de un Ivieth. Y mientras tanto, a medida que avanzaba la noche, contagió su alegría mágica a los invitados de la boda. Entonces, justo cuando Dios aparecía en el cielo violáceo sobre el horizonte, ella se desvaneció.

Ésta era la primera ascensión de Dios; era la semana de la Parca del año de la Araña. Las bodas siempre se programaban para hacerlas coincidir con la ascensión de Dios, de modo que Él pudiese presenciar la ceremonia. La multitud comenzó a hacer silencio a medida que Dios se elevaba por Su Cielo Oscuro. Los Cantores enmudecieron. Unas cuantas estrellas se asomaron en la bóveda azul cobalto de los cielos. Una mujer le mostró Stgi y Toe a su hijo pequeño. Los insectos emitieron pequeños sonidos crujientes incluso allí, en el centro de la aldea. Un bebé lloró y fue acallado. Una anciana tosió. Dios se movió con Su Diminuto Faro, más brillante que cualquier estrella. Todos los ojos estaban fijos en la Huella. De pronto, en el preciso instante del nodo pleno, comenzó a escucharse el Salmo Nupcial cantado por cincuenta máscaras.

¡Y el Dios de los Cielos;

El Dios de la
Vida;

El Dios del Silencio,

Nos trajo a una tierra de penurias

Para que pudiésemos descubrir

La Lealtad!

Cincuenta manos derechas que se habían alzado junto a las máscaras, descendieron para trazar el símbolo de la lealtad entre los Cantores y Dios.

En ese momento, los siete Kaiel que estaban creando la Unión, ocupaban el centro de la plaza. Sus ojos abandonaron a Dios para mirarse entre ellos. Estaban en silencio, inmóviles.

¡Y el Dios de los Cielos;

El Dios de la Vida;

El Dios del Silencio,

Aguarda en la calma azul

Vuestras siete señales

De Lealtad!

Cada uno de los maran, y las futuras maran, alzaron la mano derecha describiendo el gesto de lealtad que los ligaba entre sí. Los ojos de Teenae se posaron en Oelita, y después de mirar a Kathein, Oelita miró a cada uno de los demás. Noé pensó en la lealtad y creyó comenzar a comprenderla. Joesai tenía sed y se sentía incómodo con la chaqueta. Gaet admiró la belleza de sus mujeres. Hoemei se sentía unido a Dios, en paz consigo mismo y enamorado de su familia. Kathein se preguntó si esta vez lograría ser una buena esposa.

Las máscaras volvieron a retumbar.

¡Y el Dios de los Cielos;

El Dios de la
Vida;

El Dios del Silencio,

Quien nos ha devuelto la vida

Os pide que atestigüéis

La Lealtad!

Como una sola persona, la multitud alzó la mano derecha e hizo el símbolo de la lealtad en el aire, frente a los rostros marcados. Los salmos adoptaron un nuevo timbre, un gemido de éxtasis.

A través de la Lengua Henchida

Canarie marchó y cayó

Dentro del Cruel Barranco

Junto al arbusto venenoso.

A través de la Lengua Henchida

O'Danie marchó y ofreció

Dentro del Cruel Barranco

Un hombro para esta joven.

A través de la Lengua Henchida

Miele tropezó dos veces

Sobre sus cuerpos agostados;

Agua fresca para tanta sed.

A través de la Lengua Henchida

Jon vio seis ojos cegados

Junto a un risco desierto

Y cogió sus manos entre las de él.

A través de la Lengua Henchida

Marish nutrió a las almas hambrientas

Cuatro platos de alimentos sagrados

Y una jarra de agua también.

A través de la Lengua Henchida

Hoeri construyó una choza

Y cuidó a cinco consortes enfermos

Hasta que volvieron a la salud.

A través de la Lengua Henchida

Los hombres célibes aún caen

Dentro del Cruel Barranco

Y sus cráneos se blanquean al sol.

Después de la moraleja sobre las virtudes de un nutrido matrimonio, los salmos volvieron a cambiar para entonar la Proclamación del Enlace. Cada una de las novias y novios recibió un cordel de colores y todos iniciaron la solemne danza de la trama, en la cual se tocaban, sonreían, se inclinaban uno ante el otro, giraban y saltaban, trenzando el Cordel de Siete Hebras que era la evidencia legal de su matrimonio. Entre bromas y sonrisas, realizaron las complicadas maniobras. Nadie sabía con certeza cómo trenzar un Cordel de Siete.

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