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Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

Rito de Cortejo (46 page)

BOOK: Rito de Cortejo
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Y así fue como esta joven, con la máscara de la sabiduría, entró con pasos vacilantes en la Sala de Deliberaciones de la colmena Liethe de Soebo, en su ceremonia de admisión al mundo de las ancianas. Una anciana, adornada con un aro en la nariz, entonó los nodos del Enrejado de Evidencia. Allí, Humildad se enteró de que el Amo de Las Tormentas Invernales Nie t'Fosal sería ajusticiado. Cada monótona pregunta del Enrejado era respondida por una de las ocho ancianas con una acusación y una evidencia, expresadas en una métrica poética, de tal modo que cada detalle del juicio pudiese ser recordado con toda exactitud. Pregunta y poema eran repetidos una y otra vez entre las ancianas, grabando el recuerdo de un suceso que ninguna Liethe se atreviera a consignar por escrito.

Los detalles del juicio se inscribieron en Humildad, pasando primero por su mente y luego por sus labios. La culpabilidad de t'Fosal quedó ligada al Enrejado como los juncos que otorgaban sentido al cañizo.

Había preguntas a las cuales no respondía ningún poema. Entonces la discusión dejaba de ser formal y se iniciaba un fervoroso debate. Se decía que era imposible componer un poema claro a menos que la evidencia también lo fuese. Por más tiempo que les llevase, las ancianas Liethe eran fieles al Enrejado que exponía metódicamente el mundo del pecado, un suceso cada vez, a través del ojo multifacético del Vidente Nocturno, el insecto que se había convertido en el símbolo getanés de la justicia.

Humildad contribuyó con sus conocimientos del análisis del escarabajo aberrante realizado por los Kaiel. Habló sobre el frasco azul y lo conectó con la o'Tghalie idiota que era estudiada por las biólogas Liethe. El flujo de palabras se tornó formal, condensado, directo, y entonces, lentamente, en un ritual de ida y vuelta, adoptó una forma poética.

El crimen de Fosal era contra el kalothi, el peor de todos los crímenes. Había empleado a la Muerte como esclava para obtener poder, pero la Muerte sólo podía servir a los rituales del kalothi. ¿Quién era capaz de mantener a la Muerte como esclava personal y no sufrir ningún daño? Así finalizó el poema de las Liethe. El más omnipotente Amo de las Tormentas Invernales era condenado a muerte por ejecución.

Los rayos de sol que entraban por las altas ventanas iluminaron la Sala de Deliberaciones desde diversos ángulos antes de que se tomara la decisión definitiva. Había pasado un atardecer, los faroles, los colores pastel del amanecer, los rayos directos del nodo pleno y otro atardecer. Cuando salió de la sala apoyada en su bastón, Humildad se sentía vieja de cansancio.

Ella podía ser vieja, podía pensar y moverse con la lentitud de los años porque era una actriz entrenada, pero el mismo proceso de la deliberación la había envejecido. Sólo ella parecía sentirse impaciente por acabar con aquel tedioso proceso. Los crímenes del Amo de las Tormentas Invernales eran monstruosos. La decisión podía tomarse en el tiempo necesario para asentir con la cabeza, y sin embargo ninguna de las ancianas había mostrado impaciencia. Sólo más adelante se sentiría agradecida por su ejemplo de seriedad.

Era sencillo matar cumpliendo una orden. La mano no era más que un instrumento. La mano no tomaba decisiones de vida o muerte, no evaluaba cuestiones morales, ni deliberaba sobre las consecuencias. Alguna vez ella se había considerado superior a las ancianas que le ordenaban matar, pero ahora su tarea le parecía lo más sencillo de todo.

La se-Tufi que Tañe la Campana del Alma la abrazó por los hombros y la condujo hasta las habitaciones de las ancianas madres.

—Primero un baño. Entonces podrás volver a ser joven.

Humildad no dijo nada hasta que estuvo dentro de la tina, atendida por unas risueñas niñas Liethe, sólo vestidas con un cinturón y una falda de cuentas, quienes le vaciaron unos cántaros de agua caliente sobre el cuerpo y corrieron a buscar más. Campana del Alma la frotaba. En ocasiones las ancianas eran duras, y algunas veces eran amables con sus discípulas.

—¿Debo asesinar a Fosal?

—Si lo deseas. No hay ninguna prisa. Quienquiera que lo haga, lo hará. Tú serías la más indicada.

—No creo que pueda. —Se estremeció—. Al saber por qué muere, al haberlo condenado, ¿sería capaz de asestar el golpe? Sí, podría hacerlo... ¿pero con rapidez y precisión?

—Ten presente esto, pequeña que Algunas Veces Posee Humildad, la muerte del Amo de las Tormentas no será ninguna ejecución ordinaria. Él es la piedra fundamental de un gran edificio, ¿y no es verdad que una construcción se derrumba si se retira su piedra fundamental? Tal vez caiga sobre nosotras. Es todo un arte lograr que el edificio caiga sobre sí mismo y no sobre la calle. Conocer la naturaleza de la construcción que sostiene te servirá de mucho. Recuerda que no deseamos destruirnos a nosotras mismas.

—¿No contaré con ninguna ayuda?

—No. Si fallas te lloraremos en tu Suicidio Ritual en el Templo de los Mares Embravecidos.

—¡Gracias por su confianza! —Salpicó un poco de agua al rostro sonriente de la anciana. Era imposible ser formal con una mujer que la lavaba con la discreción de una criada.

—Lo lograrás. ¿Quién más a tu edad ha hecho justicia con veinte hombres sin dejar rastro?

—¿Qué ocurre con las viejas asesinas?

Campana del Alma repicó de risa.

—Se convierten en jueces. Ahora ya lo sabes.

—La nas-Veda que se Sienta sobre Abejas se encontraba hoy en la sala, estoy segura de ello.

—No me corresponde decirlo.

—La conozco. Ella me instruyó. El velo rojo no basta para engañar a mis ojos.

—La mujer del velo rojo es nuestra Liethe Juez de Jueces.

—¿Aquí en Soebo?

—Estamos llevando a cabo nuestro propio Concilio.

—¿Por qué lo hacemos?

—Nuestra causa es la misma que la de los sacerdotes. Ascendemos y caemos junto con ellos. Si se tornan corruptos, seremos destruidas con ellos. Los sacerdotes necesitan ser controlados.

La soberbia de aquella afirmación desató la furia en la joven asesina.

—¿Y si nosotras nos tornamos corruptas? —le preguntó.

—¿No has notado que una de cada tres Liethe ha sido reemplazada en Soebo? Soy nueva aquí, y no estaba preparada para venir tan de prisa, puedo asegurártelo. ¡Gracias a Dios por la fuerza de los Ivieth! Tú eres una de las recién llegadas. ¿Por qué crees que Fosal confía a una Liethe su encargo de asesinar a los Kaiel? ¿No somos las esclavas de los Mnankrei?

Humildad estaba horrorizada.

—¡No puedo creer que las Liethe pierdan su sentido de lealtad!

—Si amas a un ladrón demasiado tiempo, te convertirás en uno de ellos. Al menos así reza el dicho. —Hizo un gesto y una de las niñas le alcanzó una gran toalla—. Listo. Déjame secarte. Te pondré un poco de perfume y arreglaremos tu cabello. Esta noche dormirás con Gran Ola Ogar tu'Ama.

—Él es el hombre de Palmadas, no mío. ¡Yo tengo que ocuparme de mis propios asuntos! —De pie en la tina de madera, Humildad brillaba a la luz de las antorchas.

—Gran Ola debería ser el gobernante de Soebo. Un error en los concejos, en el mismo Ama, permitió que el control pasase a manos del Viento Rápido. Cuando Fosal muera, otros del Viento Rápido lo reemplazarán, pero Ama luchará contra ellos y tú necesitarás conocerlo bien para que tus cálculos sean precisos. Irás a verle como Consuelo, y él te agradará. Es un hombre débil; volverá a perder su lucha, pero es sensible y justo. Tiene sus seguidores. Tal vez sea posible que obtenga el mando, en cuyo caso podremos prescindir de nuestra alternativa Kaiel.

—Tendría que encontrarme con Fosal, no con Ama. Él lo ha pedido.

—Esperará.

—Esperará furioso, y me golpeará en cuanto me vea llegar.

—Mi niña, t'Fosal quiere que lleves su frasco azul al campamento del Concilio. Será paciente contigo por esta vez.

Humildad se dejó secar por la anciana. Ella también estaba siendo paciente por esta vez.

Ella también depende de mí,
se dijo. La Reina de la Vida antes de la Muerte tembló de frío. Todos dependían de ella para salvar sus pellejos, tanto de los Mnankrei como de los Kaiel. ¡Los clanes! ¿Un clan nunca era capaz de pensar más allá de sus narices? La carga era como un grueso abrigo del norte, pero no le transmitía ningún calor. ¿La vida siempre sería así, tan seria?

Bueno, suspiró mientras dos púberes Liethe le colocaban una capa ligera y suave sobre los hombros. Alguna vez la vida había sido tan cálida como aquella bata. Ella recordaba los placeres simples de la cama, la buena mesa, los coqueteos e incluso la emoción de cometer un asesinato sin preocuparse por sus abrumadoras consecuencias.

¡La juventud estaba pasando tan rápido!

Capítulo 50

¿Preguntas por qué el juego del Kol permite la violación de sus reglas? Sin embargo, ¿no existe una subordinación de las reglas a la estrategia, de los planes a las reglas y de los pactos a los planes? El jugador que se aferra a las reglas reemplaza su estrategia por una estrategia inferior. Puede ser derrotado creando una condición en la cual, aplicando sus propias reglas, se malogra su objetivo principal. El jugador que se aferra a los planes ha reemplazado su estrategia con acciones. Se encontrará caminando por el fondo de un río porque sus planes requieren un puente que no existe. El jugador que se aferra a los pactos ha reemplazado su estrategia por su fe en la omnipotencia de otra persona, y fracasará cada vez que ésta fracase. Cuando se ha establecido la estrategia, las reglas, los planes y los pactos se convierten en variables que deben ser perfeccionadas continuamente. Así se consigue la victoria.

Del Templo del Destino Humano,
Manual de Juegos

Una prensa de múltiples mandíbulas se cerraba sobre Joesai. Durante su inactividad forzosa, los Mnankrei habían ido construyendo trincheras y puntos de control en lugares estratégicos. En cualquier momento, todo el campamento podía encontrarse aislado. Lleno de ira, Joesai estaba en el desván de la granja, donde confirmaba el mensaje de rayófono enviado por Bendaein hosa-Kaiel. Habría una demora en el despliegue de las fuerzas del Concilio. ¿Premeditadamente? Joesai se dirigió a la ventana y examinó con ojos de experto la trampa que él mismo había fabricado. Una colina. Buenas vallas de piedra. Una excelente posición defensiva, pero nada más. ¡Por los pelos de la Nariz de Dios! ¿Qué estaba haciendo Bendaein?

Vía rayófono, Teenae le había proporcionado un análisis de la estrategia del Kol empleada por Bendaein, que dependía en gran medida del sacrificio.

¡Lo mataré!,
se dijo. Y ahora el mensaje de Noé con la noticia de que los Mnankrei se preparaban con un nuevo horror biológico, al cual él
tenía
que responder... de no ser por su pacto sagrado con Hoemei según el cual debía sentarse y no hacer nada.
Justo lo que necesito,
pensó. Bajó la escalera del desván con tanta furia que una de sus botas golpeó contra un travesaño y le hizo perder el equilibrio. El golpe lo sacudió hasta los huesos.

El pacto con Hoemei lo exasperaba, y aunque estaba en juego su vida él estaba dispuesto a violarlo si corría algún peligro el resultado del Concilio... a pesar de que con ello no se cumpliría la predicción que Hoemei había registrado en los Archivos. Su objetivo personal era lograr una mayor trascendencia de su familia en relación a las demás, pero el objetivo del clan era apoderarse de Soebo y someterla al gobierno de los Kaiel. Esa victoria significaría que Soebo
sólo
sería regida por la Estrategia Superior de Tae ran-Kaiel. El dilema de Joesai era que debía honrar a Hoemei maran-Kaiel, su hermano, y a Tae-ran Kaiel, su padre, y al mismo tiempo afrontar una situación que no había sido prevista por ninguno de los dos.

Durante su instrucción había aprendido que, a menos que tuviese que cambiar de objetivo, lo primero que debía hacer al enfrentarse con algo que no había previsto era repasar su Estrategia Superior.
¡Todo el poder a los Kaiel a través las negociaciones!
Esa era la Estrategia Superior. ¿Pero con quién negociar?

Entre gruñidos de protesta, Joesai abandonó la granja para ir a examinar su trampa. Mientras recorría con impaciencia las defensas que sus hombres habían erigido en torno a la granja, la sabiduría lo previno entonando mil versos en su cabeza. Un hombre fuerte debe moverse en forma ligera. Ninguno de los versos lo convencía. Otra melodía, más dulce, surgió en su interior en contraposición a las anteriores. ¡Arremete en un ataque devastador contra Soebo y no te preocupes por las consecuencias!

Los tambores repicaron.

No se debe abusar del poder,
bramó Tae en la memoria de Joesai,
así como no se debe abusar de un cuchillo afilado, del fuego o de un planeador. El mal uso del poder se vuelve en tu contra, te consume y deja tus cenizas flotando en el viento. Si abusas de él puede matarte de inmediato, o tal vez primero juegue contigo y te torture lentamente mientras decide qué muerte infligirá a los hijos de tus hijos,
le recordaba.

De vuelta, la melodía de la tentación se escurrió entre los poderosos tambores de Tae. De niño, cuando escuchaba a su padre, Joesai solía preguntarse hasta qué punto se podría hacer uso del poder antes de que éste se volviera en contra de uno... ¿cuan rápido el cuchillo?, ¿cuan grande el fuego?, ¿cuan alto el vuelo?

El Tae de la memoria de Joesai tenía obsequios para sus niños, y los distribuía mientras continuaba hablando con su voz profunda.

Vosotros sois Kaiel. Vuestro trabajo es el poder. Sabed que habréis de sufrir. El poder no perdona a aquellos que se muestran ignorantes de sus límites, ¿pero quién posee el suficiente kalothi
para conocer bien ese laberinto de límites? Sin embargo, como Kaiel, también habréis de hacer grandes cosas con el afilado cuchillo que aprenderéis a controlar,
seguía diciéndole.

Los obsequios de Tae eran herramientas. Joesai recibió un hacha que, risueñamente, Tae bautizó «Cuatro Dedos» mientras la colocaba en sus manos. En ese raro momento de comunicación, Joesai le preguntó quién establecía los límites.

Los que mueren,
dijo sonriendo Tae.

En la cabeza de Joesai, una canción irónica respondió a la tentación, recitando las grandes victorias francesas en su camino hacia Moscú. El poder empuñado por Napoleón era absoluto, tanto que había despojado para siempre a Francia de Gloria. Hasta la última página imposible de
La Fragua de la Guerra,
los franceses se verían en grandes aprietos persiguiendo una Gloria voluptuosa que coqueteaba con otros amantes.

BOOK: Rito de Cortejo
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