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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (46 page)

El éxito militar inicial animó a los líderes de la República a ampliar las fronteras de Francia, con vistas a crear una zona de seguridad entre la nueva república y las monarquías hostiles de Prusia y Austria. Los franceses pronto se apoderaron de los Países Bajos austriacos y las Provincias Unidas, esencialmente, los actuales Bélgica y Países Bajos. También tomaron gran parte de lo que hoy en día es Suiza. En los tres lugares, los franceses tuvieron un fuerte control durante 1790 y los años siguientes.

Al principio, Alemania fue objeto de una profunda contienda. Pero, hacia 1795, los franceses controlaban firmemente Renania, la parte occidental de Alemania que daba a la orilla izquierda del Rin. Los prusianos se vieron obligados a reconocer este hecho en el Tratado de Basilea. Entre 1795 y 1802, los franceses se apoderaron de Renania, pero no de ninguna otra parte de Alemania. En 1802, Renania fue oficialmente incorporada a Francia.

Italia continuaba siendo el foco principal de la guerra a finales del siglo
XVIII
y principios del
XIX
, con los austriacos como adversarios. Savoya fue anexionada por Francia en 1792, y se llegó a un punto muerto hasta la invasión de Napoleón en abril de 1796. En su primera gran campaña continental, a principios de 1797, Napoleón había conquistado prácticamente todo el norte de Italia, excepto Venecia, que fue tomada por los austriacos. El Tratado de Campo Formio, firmado con los austriacos en octubre de 1797, puso fin a la guerra de la Primera Coalición y reconoció varias repúblicas controladas por Francia en el norte de Italia. No obstante, los franceses continuaron ampliando su control sobre Italia incluso después de este tratado, invadieron los Estados Papales y establecieron la República Romana en marzo de 1798. En enero de 1799, conquistaron Nápoles y crearon la República Partenopea. Excepto Venecia, que continuó siendo austriaca, los franceses controlaban en aquel momento toda la península Itálica, ya fuera directamente, como en el caso de Savoya, o a través de Estados satélite, como las repúblicas Cisalpina, Ligur, Romana y Partenopea.

La guerra de la Segunda Coalición, entre 1798 y 1801, fue un tira y afloja continuo entre los bandos, pero finalmente fueron los franceses quienes se quedaron esencialmente con el control. Los ejércitos revolucionarios franceses iniciaron rápidamente un proceso radical de reforma en las tierras que habían conquistado, abolieron los vestigios que quedaban de servidumbre y relaciones feudales e impusieron la igualdad ante la ley. Se arrebataron al clero su poder y estatus especial, y los gremios de las zonas urbanas fueron eliminados o, como mínimo, quedaron muy debilitados. Esto sucedió en los Países Bajos austriacos inmediatamente después de la invasión francesa en 1795 y en las Provincias Unidas, donde los franceses habían fundado la República de Batavia, con instituciones políticas muy similares a las de Francia. En Suiza, la situación era similar. Los gremios, los señores feudales y la Iglesia fueron derrotados, se eliminaron los privilegios feudales y los gremios fueron abolidos y expropiados.

Lo que habían comenzado los ejércitos revolucionarios franceses fue continuado, de alguna forma, por Napoleón, que estaba interesado sobre todo en establecer un control firme sobre los territorios que conquistaba. En ocasiones, esto implicaba llegar a acuerdos con élites locales o colocar a su familia y asociados al mando, como durante su breve control de España y Polonia. Sin embargo, Napoleón también tenía un deseo verdadero de continuar y profundizar las reformas de la Revolución. Lo más importante es que codificó el derecho romano y las ideas de igualdad ante la ley en un sistema jurídico que sería conocido como el Código Napoleónico. Napoleón consideraba que este código era su mayor legado y deseaba imponerlo en todos los territorios que controlaba.

Evidentemente, las reformas impuestas por la Revolución francesa y Napoleón no eran irreversibles. En algunos lugares, como Hannover (Alemania), las viejas élites fueron restablecidas poco después de la caída de Napoleón y gran parte de lo que lograron los franceses se perdió para siempre. Pero en muchos otros lugares, el feudalismo, los gremios y la nobleza fueron destruidos o quedaron debilitados permanentemente. Por ejemplo, incluso después de que se fueran los franceses, en muchos casos el Código Napoleónico continuó en vigor.

En términos generales, los ejércitos franceses causaron mucho sufrimiento en Europa, pero también cambiaron radicalmente la situación. En gran parte de Europa desaparecieron las relaciones feudales; el poder de los gremios; el control absolutista de monarcas y príncipes; el control del clero sobre el poder político, social y económico, y la base del Antiguo Régimen, que trataba a la gente estableciendo desigualdades basadas en su nacimiento. Estos cambios crearon el tipo de instituciones económicas inclusivas que permitirían que la industrialización arraigara en esos lugares. A mediados del siglo
XIX
, la industrialización estaba rápidamente en marcha en prácticamente todos los lugares controlados por los franceses, mientras que países como Austria-Hungría y Rusia, que no fueron conquistados por los franceses, o Polonia y España, donde el control francés fue temporal y limitado, estaban todavía muy estancados.

 

 

En busca de la modernidad

 

En el otoño de 1867,
kubo Toshimichi, cortesano líder del dominio feudal japonés Satsuma, viajó desde la capital de Edo, luego Tokio, a la ciudad regional de Yamaguchi. El 14 de octubre, se reunió con los líderes del dominio Ch
sh
. Tenía una propuesta sencilla: unirían fuerzas, marcharían con sus ejércitos hasta Edo y derrocarían al sogún, gobernante de Japón. En aquel entonces,
kubo Toshimichi ya había convencido a los líderes de los dominios Tosa y Aki. Una vez que estuvieron de acuerdo los líderes del poderoso Ch
sh
, se formó una alianza Satch
(Satsuma-Ch
sh
) secreta.

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