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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
Pero, incluso cuando las primas y los incentivos resultaban eficientes para cambiar el comportamiento, a menudo creaban otros problemas. La planificación central simplemente no era buena para sustituir lo que el gran economista del siglo
XVIII
, Adam Smith, denominó la «mano invisible» del mercado. Cuando el plan se formulaba en toneladas de hojas de acero, la hoja era demasiado pesada. Cuando se hacÃa en superficie de hojas de acero, la hoja era demasiado fina. Cuando el plan de producción de lámparas se realizaba en toneladas, eran tan pesadas que apenas podÃan colgar de los techos.
En la década de los cuarenta, los lÃderes de la Unión Soviética, aunque no sus admiradores occidentales, eran muy conscientes de aquellos incentivos perversos. Y actuaron como si se debieran a problemas técnicos que se podÃan arreglar. Por ejemplo, dejaron de pagar primas basadas en objetivos de producción y permitieron que las empresas reservaran parte de los beneficios para pagar primas. Sin embargo, un «motivo de beneficios» no era más motivador para innovar que uno basado en objetivos de producción. El sistema de precios utilizado para calcular beneficios no guardaba prácticamente ninguna relación con el valor de la tecnologÃa o las innovaciones. A diferencia de lo que sucede en una economÃa de mercado, los precios en la Unión Soviética eran fijados por el gobierno, con lo que tenÃan poca relación con el valor. Para crear más especÃficamente incentivos para la innovación, la Unión Soviética introdujo primas de innovación explÃcitas en 1946. Ya en 1918, se habÃa reconocido el principio de que un innovador debÃa recibir una recompensa monetaria por su innovación. Sin embargo, dichas recompensas eran pequeñas y se fijaron sin relación alguna con el valor de la nueva tecnologÃa. Esto no cambió hasta 1956, cuando se estipuló que la prima debÃa ser proporcional a la productividad de la innovación. No obstante, ésta se calculaba en términos de beneficio económico medido utilizando el sistema de precios existentes. De nuevo, no resultó ser un gran incentivo para innovar. Se podrÃan llenar muchas páginas con ejemplos de los incentivos perversos que generaron estos métodos de planificación. Por ejemplo, como el tamaño de un fondo de primas de innovación estaba limitado por los costes salariales de una empresa, aquello reducÃa inmediatamente el incentivo para producir o adoptar cualquier innovación que podrÃa haber ahorrado costes de mano de obra.
Concentrarse en las distintas reglas y sistemas de primas tiende a enmascarar los problemas inherentes del sistema. Mientras la autoridad y el poder polÃtico estuvieran en manos del Partido Comunista, era imposible cambiar de manera fundamental los incentivos básicos a los que se enfrentaba la gente, fueran primas o no. Desde su creación, el Partido Comunista no habÃa utilizado solamente zanahorias, sino también palos, palos grandes, para imponer su voluntad. La productividad en la economÃa no era un caso distinto. Una serie entera de leyes fijó delitos criminales para los trabajadores que se percibÃa que holgazaneaban. Por ejemplo, en junio de 1940, una ley hizo que el absentismo, definido como veinte minutos de ausencia sin autorización o de estar sin hacer nada en el trabajo, fuera un delito criminal que podÃa ser castigado con seis meses de trabajos forzados y una reducción de sueldo del 25 por ciento. Se introdujeron todo tipo de castigos similares y se implantaron con una frecuencia sorprendente. Entre 1940 y 1955, 36 millones de personas, alrededor de una tercera parte de la población adulta, fueron consideradas culpables de dichos delitos. De éstas, 15 millones fueron encarceladas y 250.000, fusiladas. En un año cualquiera, habÃa un millón de adultos en la cárcel por delitos en el trabajo, sin contar los 2,5 millones de personas que Stalin envió al exilio a los gulags de Siberia. Sin embargo, aquello no funcionaba. Se puede trasladar a una persona a una fábrica, pero no se la puede obligar a pensar y a tener buenas ideas amenazándola con la muerte. Una coacción como ésa podrÃa haber generado una producción elevada de azúcar en las islas Barbados o en Jamaica, pero no podÃa compensar la falta de incentivos en una economÃa industrial moderna.
El hecho de que no se pudieran introducir incentivos realmente efectivos en la economÃa de planificación central no se debÃa a errores técnicos en el diseño de los sistemas de primas, sino que era intrÃnseco a todo el método por el que se habÃa logrado el crecimiento extractivo. Se habÃa hecho por orden del gobierno, lo que podÃa resolver algunos problemas económicos básicos. Sin embargo, estimular el crecimiento económico sostenido exigÃa que los individuos utilizaran su talento y sus ideas, y eso nunca se podrÃa hacer con un sistema económico de estilo soviético. Los gobernantes de la Unión Soviética tendrÃan que haber abandonado las instituciones económicas extractivas, pero un cambio asà habrÃa puesto en peligro su poder polÃtico. De hecho, cuando MijaÃl Gorbachov empezó a distanciarse de las instituciones económicas extractivas a partir de 1987, se desmoronó el poder del Partido Comunista y, con él, la Unión Soviética.
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La Unión Soviética fue capaz de generar un rápido desarrollo incluso con instituciones extractivas porque los bolcheviques construyeron un Estado centralizado poderoso y lo utilizaron para asignar recursos a la industria. No obstante, como en todos los casos de desarrollo con instituciones extractivas, esta experiencia no incluyó un cambio tecnológico y el desarrollo no fue prolongado. El crecimiento primero se ralentizó y después se desplomó por completo. Aunque sea efÃmero, este tipo de desarrollo demuestra que las instituciones extractivas pueden estimular la actividad económica.
A lo largo de la historia, la mayorÃa de las sociedades han sido gobernadas por instituciones extractivas, y las que han conseguido imponer algún tipo de orden en los paÃses han generado un desarrollo limitado, aunque ninguna de estas sociedades extractivas haya conseguido que fuera prolongado. De hecho, algunos de los puntos de inflexión más importantes de la historia están caracterizados por innovaciones institucionales que consolidaron las instituciones extractivas y aumentaron la autoridad de un grupo para imponer la ley y el orden y beneficiarse de la extracción. En el resto de este capÃtulo, primero, comentaremos la naturaleza de las innovaciones institucionales que establecen algún tipo de centralización estatal y permiten el crecimiento bajo instituciones extractivas. A continuación, veremos cómo estas ideas nos ayudan a comprender la revolución neolÃtica, la transición crucial a la agricultura, en la que se fundamentan muchos aspectos de nuestra civilización actual. Por último, ilustraremos, con el ejemplo de las ciudades-Estado mayas, que el desarrollo bajo instituciones extractivas está limitado no solamente por la falta de avance tecnológico, sino también porque fomenta luchas internas de grupos rivales que desean hacerse con el control del Estado y la extracción que genera.
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En las orillas del Kasai
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Uno de los grandes afluentes del rÃo Congo es el Kasai, que nace en Angola, se dirige al norte y se une al Congo en el noreste de Kinsasa, la capital de la actual República Democrática del Congo. A pesar de que este paÃs es pobre en comparación con el resto del mundo, siempre ha habido diferencias significativas en la prosperidad de los distintos grupos del Congo. El Kasai es la frontera entre dos de ellos. Poco después de pasar al Congo a lo largo de la orilla oeste, uno encuentra al pueblo lele, y en la orilla este, a los bushongs (mapa 6). A primera vista, tendrÃa que haber pocas diferencias entre estos dos grupos respecto a su prosperidad. Solamente están separados por un rÃo, que cualquiera de los dos grupos puede cruzar en barca. Las dos tribus tienen un origen común y lenguas relacionadas. Además, muchas de las cosas que hacen son de un estilo parecido, desde casas o barcas hasta prendas de ropa.
Sin embargo, cuando la antropóloga Mary Douglas y el historiador Jan Vansina estudiaron a ambos grupos en la década de los cincuenta, descubrieron algunas diferencias sorprendentes. Tal y como afirmó Douglas: «Los leles son pobres, mientras que los bushongs son ricos... De cualquier cosa que tengan o hagan los leles, los bushongs tienen más y la pueden hacer mejor». Es fácil explicar esta desigualdad. Una diferencia, que recuerda a la de lugares de Perú que estuvieron o no sujetos a la mita de PotosÃ, era que los leles producÃan para la subsistencia y los bushongs, para el intercambio en el mercado. Douglas y Vansina también observaron que los leles utilizaban una tecnologÃa inferior. Por ejemplo, no empleaban redes para cazar, aunque éstas mejoran mucho la productividad. Douglas argumentaba lo siguiente: «La ausencia de redes concuerda con la tendencia general lele de no invertir tiempo y trabajo en equipo a largo plazo».
También habÃa diferencias importantes en cuanto a tecnologÃas y organización agrÃcolas. Los bushongs practicaban un tipo sofisticado de agricultura mixta en la que se plantaban cinco cultivos sucesivamente en un sistema de rotación cada dos años. Cosechaban ñame, boniatos, mandioca y judÃas, y recogÃan dos y en ocasiones tres cosechas de maÃz al año. Los leles no tenÃan ese sistema y conseguÃan solamente una cosecha de maÃz anual.
También habÃa diferencias abismales en la ley y el orden. Los leles estaban dispersos en pueblos fortificados, que estaban en conflicto permanente. Cualquier persona que viajara entre dos pueblos o que se aventurara a ir al bosque a por comida probablemente serÃa atacada o secuestrada. En el paÃs de los bushongs aquello raramente pasaba, si es que pasaba alguna vez.
¿Qué se esconde tras estas diferencias en los modelos de producción, tecnologÃa agrÃcola y predominio del orden? Evidentemente, no era la situación geográfica lo que inducÃa a los leles a utilizar una tecnologÃa agrÃcola y de caza inferior. Sin duda, tampoco era la ignorancia, porque conocÃan las herramientas que utilizaban los bushongs. Una explicación alternativa serÃa la cultura; ¿podrÃa ser que los leles tuvieran una cultura que no fomentara la inversión en redes para cazar y en casas más robustas y mejor construidas? Esto tampoco parece ser cierto. Los leles estaban muy interesados en comprar armas de fuego, como la población del Congo, y Douglas incluso observó que «su entusiasmo por comprar armas de fuego muestra que su cultura no los limita a técnicas inferiores cuando éstas no requieren colaboración y esfuerzo a largo plazo». Por lo tanto, ni la aversión cultural a la tecnologÃa, ni la ignorancia ni la geografÃa ofrecen una buena explicación a la mayor prosperidad de los bushongs respecto de los leles.
La razón que explica las diferencias entre ambos pueblos radica en las distintas instituciones polÃticas que aparecieron en las tierras de los bushongs y los leles. Anteriormente, apuntamos que los leles vivÃan en pueblos fortificados que no formaban parte de una estructura polÃtica unificada. En cambio, la situación era distinta al otro lado del rÃo Kasai. Alrededor de 1620, se produjo una revolución polÃtica dirigida por un hombre llamado Shyaam, que creó el reino Kuba, que vimos en el mapa 6, con los bushongs en su centro y con él como rey. Antes de este perÃodo, probablemente hubiera pocas diferencias entre los bushongs y los leles; éstas aparecieron como consecuencia de la forma en la que Shyaam reorganizó la sociedad al este del rÃo. Construyó un Estado y una pirámide de instituciones polÃticas, que no estaban sólo significativamente más centralizados que en el pasado, sino que también implicaban estructuras muy elaboradas. Shyaam y sus sucesores crearon una burocracia para aumentar los impuestos y un sistema legal y una fuerza de policÃa para administrar la ley. Los lÃderes eran controlados por consejos, a los que debÃan consultar antes de tomar decisiones. Incluso habÃa juicios ante un jurado, algo aparentemente único en el Ãfrica subsahariana antes del colonialismo europeo. Sin embargo, el Estado centralizado que construyó Shyaam fue una herramienta de extracción y era muy absolutista. Nadie le votaba y la polÃtica estatal estaba dictada desde lo más alto, no existÃa la participación popular.
Esta revolución polÃtica que introdujo la centralización del Estado y la ley y el orden en el paÃs Kuba condujo, a su vez, a la revolución económica. La agricultura fue reorganizada y se adoptaron nuevas tecnologÃas para aumentar la productividad. Los cultivos que previamente habÃan sido los alimentos básicos fueron sustituidos por otros nuevos de mayor rendimiento procedentes de América (sobre todo maÃz, mandioca y guindillas). En esa época se introdujo el intenso ciclo de agricultura mixta y la cantidad de comida producida por cápita se duplicó. Para adoptar estos cultivos y reorganizar el ciclo agrÃcola, se necesitaban más manos en los campos. Por lo tanto, la edad para casarse se redujo hasta los veinte años, lo que condujo a los hombres a la fuerza de trabajo agrÃcola a una edad más temprana. El contraste con los leles es profundo. Sus hombres tendÃan a casarse a los treinta y cinco años y solamente entonces trabajaban en los campos. Hasta entonces, se dedicaban a luchar y robar.
La conexión entre la revolución polÃtica y económica fue sencilla. El rey Shyaam y quienes lo apoyaban querÃan recaudar impuestos y riqueza de los kubas, que tenÃan que producir un excedente además de la cantidad para el consumo propio. Aunque Shyaam y sus hombres no introdujeron instituciones inclusivas en la orilla este del rÃo Kasai, cierto grado de prosperidad económica es intrÃnseca a las instituciones extractivas que logran cierto grado de centralización estatal e imponen la ley y el orden. Evidentemente, fomentar la actividad económica era interesante para Shyaam y sus hombres puesto que, sin ella, no habrÃa nada que extraer. Igual que Stalin, Shyaam ordenó crear una serie de instituciones que generaran la riqueza necesaria para sustentar aquel sistema. En comparación con la ausencia total de ley y orden que reinaba en la otra orilla del rÃo Kasai, esto generaba una prosperidad económica significativa, aunque gran parte de ésta fue a parar probablemente a Shyaam y sus élites. Sin embargo, estaba necesariamente limitada. Igual que en la Unión Soviética, no habÃa una destrucción creativa en el reino kuba y no hubo una innovación tecnológica tras este cambio inicial. Aquella situación permaneció sin cambios significativos hasta el momento en el que el reino fue «descubierto» por primera vez por oficiales coloniales belgas a finales del siglo
XIX
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