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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
La otra parte de la hipótesis geográfica es que los trópicos son pobres porque la agricultura tropical es intrÃnsecamente improductiva. Según afirman, la tierra tropical es fina e incapaz de mantener los nutrientes, y dicen que esas tierras se erosionan rápidamente debido a las lluvias torrenciales. Sin duda, este argumento tiene cierto mérito, pero, como veremos, el determinante principal de por qué la productividad agrÃcola (la producción agrÃcola por unidad de superficie) es tan baja en muchos paÃses pobres, sobre todo del Ãfrica subsahariana, tiene poco que ver con la calidad de la tierra. De hecho, es consecuencia de la estructura de propiedad de la tierra y de los incentivos que el gobierno y las instituciones crean para los agricultores. También mostraremos que la desigualdad del mundo no se puede explicar por las diferencias en la productividad agrÃcola. La gran desigualdad del mundo moderno que apareció en el siglo
XIX
fue debida a la desigual distribución de las tecnologÃas industriales y la producción manufacturera, no a la divergencia en los resultados agrÃcolas.
Otra versión influyente de la hipótesis geográfica es la que avanza el ecologista y biólogo evolucionista Jared Diamond, quien defiende que el origen de la desigualdad intercontinental al principio del perÃodo moderno, hace quinientos años, radicó en las distintas dotaciones históricas de plantas y especies de animales que, posteriormente, influirÃan en la productividad agrÃcola. En algunos lugares, como el Creciente Fértil del moderno Oriente Próximo, habÃa un gran número de especies que pudieron ser domesticadas por los humanos. En otros, como en el continente americano, no existÃan. Tener muchas especies que podÃan ser domesticadas hizo que la transición del estilo de vida de cazador-recolector al de agricultor fuera atractivo para aquellas sociedades. En consecuencia, la agricultura se desarrolló antes en el Creciente Fértil que en América. La densidad de la población aumentó, lo que permitió la especialización del trabajo, el comercio, la urbanización y el desarrollo polÃtico. Resulta significativo que, en lugares en los que dominaba la agricultura, la innovación tecnológica tuviera lugar con mucha más rapidez que en otras partes del mundo. Por lo tanto, según Diamond, la diferencia en la disponibilidad de animales y especies de plantas creó distintas intensidades de agricultura, lo que condujo a diferentes caminos de prosperidad y cambio tecnológico en los distintos continentes.
A pesar de que la tesis de Diamond es una aportación sólida al rompecabezas en el que se centra, no se puede generalizar para explicar la desigualdad mundial moderna. Por ejemplo, Diamond afirma que los españoles fueron capaces de dominar las civilizaciones de América por su amplio dominio de la agricultura y porque, por lo tanto, disponÃan de una tecnologÃa superior. Pero ahora tenemos que explicar por qué los mexicanos y los peruanos que vivÃan en las antiguas tierras de los aztecas y los incas eran pobres. A pesar de que el acceso al trigo, la cebada y los caballos podrÃa haber hecho a los españoles más ricos que a los incas, la brecha entre sus rentas no era muy grande. La renta media de un español era probablemente menos del doble que la de un ciudadano del Imperio inca. La tesis de Diamond implica que, una vez que los incas hubieran estado expuestos a todas las especies y tecnologÃas resultantes que no habÃan sido capaces de desarrollar por sà mismos, deberÃan haber alcanzado rápidamente el nivel de vida de los españoles. Sin embargo, no ocurrió nada de esto. Al contrario, en los siglos
XIX
y
XX
, apareció una brecha mucho mayor en las rentas entre España y Perú. Actualmente, el español medio es más de seis veces más rico que el peruano medio. Esta brecha en las rentas está estrechamente relacionada con el reparto desigual de las tecnologÃas industriales modernas, pero no tiene mucho que ver con el potencial de domesticación de animales y plantas ni con las diferencias de productividad agrÃcola intrÃnseca entre España y Perú.
Mientras que España, aunque con cierto retraso, adoptó las tecnologÃas de la energÃa de vapor, el ferrocarril, la electricidad, la mecanización y la producción fabril, Perú no lo hizo, o, en el mejor de los casos, lo hizo de forma muy lenta e imperfecta. Esta brecha tecnológica persiste hoy en dÃa y se reproduce a mayor escala a medida que las nuevas tecnologÃas, en particular las relacionadas con la tecnologÃa de la información, impulsan un crecimiento mayor en muchos paÃses desarrollados y en algunos de desarrollo rápido. La tesis de Diamond no nos dice por qué esas tecnologÃas cruciales no se difundieron e igualaron las rentas de todo el mundo, ni explica por qué la mitad norte de Nogales es mucho más rica que su gemela que está justo al sur de la valla, a pesar de que ambas formaran parte de la misma civilización hace quinientos años.
La historia de Nogales destaca otro problema crucial para adoptar la tesis de Diamond: como ya hemos visto, fueran cuales fuesen los inconvenientes de los imperios inca y azteca en 1532, Perú y México eran, sin duda, más prósperos que aquellas partes de América que se convertirÃan en Estados Unidos y Canadá. Norteamérica llegó a ser próspera precisamente porque adoptó con entusiasmo las tecnologÃas y los avances de la revolución industrial. La población recibió educación y el ferrocarril se extendió a través de las grandes llanuras en claro contraste con lo que sucedió en Sudamérica. Esto no se puede explicar en función de las distintas dotaciones geográficas del norte y el sur de América, que, en todo caso, habrÃan favorecido a Sudamérica.
La desigualdad del mundo moderno es, en gran medida, el resultado del reparto y la adopción desiguales de tecnologÃas, y la tesis de Diamond no incluye argumentos importantes sobre este asunto. Por ejemplo, él afirma, siguiendo al historiador William McNeill, que la orientación este-oeste de Eurasia permitió que los cultivos, los animales y las innovaciones se extendieran desde el Creciente Fértil hasta Europa occidental, mientras que la orientación norte-sur de América explica por qué los sistemas de escritura, como el que se creó en México, no se extendieron a los Andes ni a Norteamérica. Sin embargo, la orientación de los continentes no puede proporcionar una explicación para la desigualdad del mundo actual. Veamos el caso de Ãfrica. A pesar de que el desierto del Sáhara presentaba realmente una barrera importante para el traslado de productos e ideas desde el norte hasta el Ãfrica subsahariana, no era una barrera insuperable. Los portugueses, y después otros europeos, navegaron cerca de la costa y eliminaron las posibles diferencias de conocimiento en un momento en el que la brecha entre las rentas era muy pequeña en comparación con la que existe actualmente. Desde entonces, Ãfrica no ha podido seguir el ritmo de Europa; al contrario, ahora la brecha entre las rentas de la mayorÃa de los paÃses africanos y europeos es mucho mayor.
También deberÃa quedar claro que el argumento de Diamond, que trata de la desigualdad continental, no permite explicar la variación entre los continentes, parte esencial de la desigualdad del mundo moderno. Por ejemplo, aunque la orientación del territorio euroasiático podrÃa explicar cómo consiguió Inglaterra beneficiarse de las innovaciones de Oriente Próximo sin tener que reinventarlas, no explica por qué la revolución industrial tuvo lugar en Inglaterra y no, por ejemplo, en Moldavia. Además, como indica el propio Diamond, China y la India se beneficiaron mucho de grupos muy ricos de animales y plantas y de la orientación de Eurasia. No obstante, la mayor parte de los pobres del mundo actual se encuentran en estos dos paÃses.
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De hecho, la mejor forma de ver el alcance de la tesis de Diamond es en términos de sus propias variables explicativas. El mapa 4 muestra datos sobre el reparto de
Sus scrofa,
el antepasado del cerdo moderno, y el uro, antepasado de la vaca moderna. Ambas especies estaban ampliamente repartidas a lo largo de Eurasia e incluso el Norte de Ãfrica. El mapa 5 muestra la distribución de algunas de las variedades silvestres de cultivos domesticados modernos, como la
Oryza sativa,
antecesora del arroz cultivado asiático y las variedades primitivas del trigo y la cebada. Demuestra que la variedad silvestre del arroz estaba distribuida ampliamente en el sur y el Sudeste de Asia, mientras que las del trigo y la cebada estaban repartidas a través de un arco largo desde el Levante hasta Irán y Afganistán y el núcleo de los actuales Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán. Estas especies ancestrales están presentes en gran parte de Eurasia. Sin embargo, su amplia distribución sugiere que la desigualdad dentro de Eurasia no se puede explicar mediante una teorÃa basada en la frecuencia de las especies.
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La hipótesis geográfica no solamente no ayuda a explicar el origen de la prosperidad a lo largo de la historia, sino que es en gran parte incorrecta en su énfasis y no es capaz de explicar la situación con la que empezamos este capÃtulo. Se podrÃa pensar que cualquier modelo persistente, como la jerarquÃa de las rentas en América o las diferencias muy marcadas y de largo alcance entre Europa y Oriente Próximo, se puede explicar por una geografÃa inalterable. Sin embargo, no es asÃ. Ya hemos visto que es bastante improbable que los modelos existentes en las Américas hayan sido impulsados por factores geográficos. Antes de 1492, fueron las civilizaciones del valle central de México, América Central y los Andes las que tenÃan una tecnologÃa y un nivel de vida superiores a los de Norteamérica o lugares como Argentina y Chile. A pesar de que la geografÃa continuaba siendo la misma, las instituciones impuestas por los colonos europeos crearon un «revés de la fortuna». Además, también es poco probable que la geografÃa pueda explicar la pobreza de Oriente Próximo por razones similares. Al fin y al cabo, este territorio fue pionero mundial en la revolución neolÃtica y las primeras ciudades se desarrollaron en el Irak moderno. El hierro fue fundido por primera vez en TurquÃa y no fue hasta la Edad Media cuando Oriente Próximo fue tecnológicamente dinámico. No fue la geografÃa de este territorio lo que hizo que la revolución neolÃtica floreciera en esa parte del mundo, como veremos en el capÃtulo 5, y tampoco fue la geografÃa la que hizo que fuera pobre. De hecho, fueron la expansión y la consolidación del Imperio otomano y es el legado institucional de este imperio lo que mantiene pobre a Oriente Próximo hoy en dÃa.
Por último, los factores geográficos no ayudan a explicar no solamente las diferencias que vemos en distintas partes del mundo hoy en dÃa, sino tampoco por qué muchos paÃses como Japón o China se estancan durante largos perÃodos y, posteriormente, inician procesos de rápido crecimiento. Necesitamos una teorÃa que sea mejor.
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La hipótesis de la cultura
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La segunda teorÃa ampliamente aceptada, la hipótesis de la cultura, relaciona la prosperidad con la cultura. La hipótesis de la cultura, igual que la geográfica, tiene un linaje distinguido, que se remonta como mÃnimo al gran sociólogo alemán Max Weber, que defendÃa que la Reforma protestante y la ética protestante que estimuló tuvieron un papel clave a la hora de facilitar el ascenso de la sociedad industrial moderna en la Europa occidental. La hipótesis de la cultura ya no se basa solamente en la religión, sino que destaca también otros tipos de creencias, valores y ética.
A pesar de que no sea polÃticamente correcto decirlo en público, mucha gente todavÃa afirma que los africanos son pobres porque carecen de una buena ética del trabajo, todavÃa creen en la brujerÃa y la magia y se resisten a las nuevas tecnologÃas occidentales. Muchos piensan también que América Latina nunca será rica porque sus habitantes son intrÃnsecamente derrochadores, carecen de medios económicos y sufren de la cultura «ibérica» o del «ya lo haré mañana». Evidentemente, muchos creyeron también una vez que la cultura china y los valores del confucianismo eran perjudiciales para el desarrollo económico, aunque ahora la importancia de la ética de trabajo china como motor del crecimiento en China, Hong Kong y Singapur se pregona a los cuatro vientos.