Read Por qué fracasan los países Online
Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
Uno de los intentos más ambiciosos empezó poco después del cambio de estrategia de la Virginia Company. En 1632, diez millones de acres de tierra de la parte alta de la bahÃa de Chesapeake fueron concedidos por el rey inglés Carlos I a Cecilius Calvert, lord Baltimore. La Carta de Maryland daba a lord Baltimore libertad absoluta para crear un gobierno siguiendo sus deseos, y la cláusula VII establecÃa que Baltimore tenÃa «por el buen y feliz gobierno de dicha provincia, la libre, total y absoluta potestad, de acuerdo con las presentes cláusulas, para ordenar, hacer y decretar leyes de cualquier tipo».
Lord Baltimore elaboró un plan detallado para crear una sociedad señorial, la variante norteamericana de una versión idealizada de la Inglaterra rural del siglo
XVII
. Esto implicaba dividir la tierra en parcelas de miles de acres que serÃan dirigidas por lores, quienes contratarÃan a arrendatarios que trabajarÃan la tierra y pagarÃan alquileres a la élite privilegiada que controlaba la tierra. Otro intento similar se hizo posteriormente, en 1663, con la fundación de Carolina por ocho propietarios, entre los que se incluÃa sir Anthony Ashley-Cooper, quien, junto con su secretario, el gran filósofo inglés John Locke, redactó las Constituciones Fundamentales de Carolina. Este documento, al igual que la Carta de Maryland elaborada anteriormente, proporcionaba un esquema para una sociedad elitista y jerárquica basada en el control por parte de una élite terrateniente. En el preámbulo, se observaba que «el gobierno de esta provincia puede ser de lo más agradable para la monarquÃa en la que vivimos y de la que esta provincia forma parte y podemos evitar establecer una democracia numerosa».
Los artÃculos de las Constituciones Fundamentales fijaban una rÃgida estructura social. En la parte inferior estaban los
leet-men
. El artÃculo 23 apuntaba: «Todos los hijos de
leet-men
serán
leet-men
y asà todas las generaciones». Por encima de los
leet-men
, que no tenÃan poder polÃtico, estaban los
landgraves
y los caciques, que formarÃan la aristocracia. Se asignarÃa 48.000 acres de tierra a cada
landgrave
y 24.000 acres a cada cacique. HabrÃa un parlamento, en el que estarÃan representados
landgraves
y caciques, pero sólo se permitirÃa debatir las medidas que hubieran aprobado los ocho propietarios previamente.
Igual que el intento de imponer un gobierno draconiano en Virginia, también fracasaron los planes para establecer el mismo tipo de instituciones en Maryland y Carolina. Y por razones similares. En todos los casos, fue imposible imponer a los colonos una rÃgida sociedad jerárquica porque sencillamente tenÃan demasiadas opciones en el Nuevo Mundo. Lo que se debÃa hacer era darles incentivos para que quisieran trabajar. Y pronto exigieron mayor libertad económica y más derechos polÃticos. En Maryland, los colonos también insistieron en conseguir más libertad y derechos, y obligaron a lord Baltimore a crear una asamblea. En 1691, la asamblea hizo que el rey declarara a Maryland colonia de la Corona, por lo que se eliminaban los privilegios polÃticos de lord Baltimore y sus grandes lores. En las dos Carolinas se produjo una larga lucha en la que volvieron a perder los propietarios. Carolina del Sur se convirtió en colonia real en 1729.
A partir de 1720, las trece colonias de lo que llegarÃa a ser Estados Unidos tendrÃan estructuras de gobierno similares. En todos los casos habÃa un gobernador y una asamblea basada en el derecho a voto de los propietarios masculinos. No eran democracias, puesto que las mujeres, los esclavos y las personas sin propiedad no podÃan votar. Sin embargo, los derechos polÃticos eran muy amplios comparados con los de las sociedades contemporáneas de otros lugares. Fueron aquellas asambleas y sus lÃderes los que se unieron para formar el Primer Congreso Continental en 1774, el preludio de la independencia de Estados Unidos. Las asambleas creÃan que tenÃan el derecho de determinar quiénes serÃan sus miembros y el derecho a cobrar impuestos. Como sabemos, esto creó problemas para el gobierno colonial inglés.
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Historia de dos constituciones
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Llegados a este punto, deberÃa ser evidente que no es casualidad que fuera en Estados Unidos, y no en México, donde se adoptó y entró en vigor una constitución que incluÃa principios democráticos, creaba lÃmites al uso del poder polÃtico y repartÃa dicho poder ampliamente entre la sociedad. El documento que los delegados se sentaron a redactar en Filadelfia en mayo de 1787 fue el resultado de un largo proceso iniciado por la formación de la Asamblea General de Jamestown en 1619.
El contraste entre el proceso constitucional que tuvo lugar en la época de la independencia de Estados Unidos y el que sucedió poco después en México es evidente. En febrero de 1808, el ejército francés de Napoleón Bonaparte invadió España. En mayo tomó la capital, Madrid, y en setiembre, el rey español, Fernando VII, fue capturado y abdicó. Una junta nacional, la Junta Central, ocupó su lugar, tomando el testigo en la lucha contra los franceses. La Junta se reunió por primera vez en Aranjuez, pero se retiró al sur para hacer frente al ejército francés. Finalmente, llegó al puerto de Cádiz, que, a pesar de estar sitiado por fuerzas napoleónicas, resistÃa. AllÃ, la Junta formó un parlamento, denominado las Cortes. En 1812, las Cortes elaboraron lo que se llegó a conocer como la Constitución de Cádiz, que exigÃa la introducción de una monarquÃa constitucional basada en ideas de soberanÃa popular, asà como el fin de los privilegios especiales y la introducción de la igualdad de las personas ante la ley. Todas estas demandas resultaban abominables para las élites de Sudamérica, que todavÃa gobernaban en un entorno institucional formado por la encomienda, el trabajo forzoso, el Estado colonial y el poder absoluto que se les otorgaba.
El hundimiento del Estado español con la invasión napoleónica creó una crisis constitucional en toda la América Latina colonial. HabÃa mucha controversia sobre si reconocer la autoridad de la Junta Central y, en respuesta, muchos latinoamericanos empezaron a formar sus propias juntas. Era solamente cuestión de tiempo que empezaran a considerar la posibilidad de llegar a ser realmente independientes de España. La primera declaración de independencia tuvo lugar en La Paz (Bolivia), en 1809, aunque fue rápidamente aplastada por las tropas españolas enviadas desde Perú. En México, las actitudes polÃticas de la élite habÃan sido perfiladas por la Revuelta de Hidalgo de 1810, dirigida por el sacerdote fray Miguel Hidalgo. Cuando el ejército de Hidalgo saqueó Guanajuato el 23 de setiembre, mataron al intendente, el oficial colonial superior y, después, asesinaron a gente blanca indiscriminadamente. Era más una guerra étnica o de clases que un movimiento de independencia y unÃa a todas las élites de la oposición. Si la independencia permitÃa la participación popular en polÃtica, las élites locales, no solamente los españoles, estaban en contra de ésta. En consecuencia, las élites mexicanas vieron la Constitución de Cádiz, que abrÃa la puerta a la participación popular, con un gran escepticismo; nunca reconocerÃan su legitimidad.
En 1815, mientras se hundÃa el Imperio europeo de Napoleón, el rey Fernando VII volvió al poder y la Constitución de Cádiz fue derogada. Cuando la Corona española empezó a intentar reclamar sus colonias americanas, no tuvo problemas con el leal México. Sin embargo, en 1820, el ejército español que se habÃa reunido en Cádiz para zarpar hacia América para ayudar a restaurar la autoridad española se amotinó contra Fernando VII. Pronto se les unieron unidades del ejército de todo el paÃs, y Fernando VII fue obligado a restaurar la Constitución de Cádiz y convocar a las Cortes. Aquellas Cortes eran mucho más radicales que las que habÃan redactado la Constitución de Cádiz y propusieron abolir todas las formas de coacción al trabajo. También atacaban los privilegios especiales, por ejemplo, el derecho de los militares a ser juzgados por delitos en sus propios tribunales. Finalmente, las élites de México, ante la imposición de este documento en el paÃs, decidieron que era mejor ir por su cuenta y declarar la independencia.
Este movimiento independentista fue dirigido por AgustÃn de Iturbide, que habÃa sido oficial del ejército español. El 24 de febrero de 1821 publicó el Plan de Iguala, su visión de un México independiente, que presentaba una monarquÃa constitucional con un emperador mexicano y eliminaba las disposiciones de la Constitución de Cádiz que las élites mexicanas consideraban tan amenazadoras para su estatus y privilegios. Recibió un apoyo instantáneo y España rápidamente se dio cuenta de que no podÃa detener lo inevitable. No obstante, Iturbide no organizó solamente la secesión mexicana. Reconoció el vacÃo de poder, y rápidamente se aprovechó de su respaldo militar para ser declarado emperador, el puesto que el gran lÃder de la independencia sudamericana, Simón BolÃvar, describió como «emperador por la gracia de Dios y de las bayonetas». Iturbide no estaba limitado por las mismas instituciones polÃticas que limitaban a los presidentes de Estados Unidos; se convirtió rápidamente en dictador y, en octubre de 1822, habÃa anulado el congreso aprobado constitucionalmente y lo habÃa sustituido con una junta de su elección. Iturbide no duró mucho tiempo, pero este modelo que se desarrollaba siguiendo unas mismas pautas se repetirÃa una y otra vez en el México del siglo
XIX
.
La Constitución de Estados Unidos no creó una democracia de acuerdo con criterios modernos. Cada estado determinaba quién podÃa votar en las elecciones. Mientras los estados del norte rápidamente concedieron el voto a todos los hombres blancos independientemente de sus ingresos o sus propiedades, los estados del Sur lo concedieron solamente de forma gradual. Ningún estado concedió el derecho de voto a las mujeres ni a los esclavos y, como se eliminaron las restricciones de propiedad y riqueza para los hombres blancos, se introdujeron sufragios raciales que privaron de voto explÃcitamente a los hombres negros. Evidentemente, la esclavitud se consideraba constitucional cuando se redactó la Constitución de Estados Unidos en Filadelfia y la negociación más sórdida era la división de los escaños en la Cámara de Representantes entre los estados. Ãstos fueron asignados en función de la población de un estado, sin embargo, los representantes en el Congreso de los estados del Sur exigieron que se contara a los esclavos. Los representantes del norte objetaron. El acuerdo fue que, al asignar escaños a la Cámara de Representantes, un esclavo contara como tres quintas partes de una persona libre. Los conflictos entre el norte y el sur de Estados Unidos fueron reprimidos durante el proceso constitucional mientras se elaboraba la regla de las tres quintas partes y otros acuerdos. Con el tiempo, se añadieron nuevos pactos, por ejemplo, el Acuerdo de Misuri, por el que un estado proesclavista y uno antiesclavista siempre se añadÃan a la unión juntos, para mantener el equilibrio en el Senado entre los que estaban a favor y en contra de la esclavitud. Como se eludieron ciertas cuestiones, lograron mantener las instituciones polÃticas de Estados Unidos en un funcionamiento pacÃfico hasta que la guerra civil finalmente resolvió los conflictos a favor del norte.
La guerra civil fue sangrienta y destructiva. Sin embargo, antes y después de ésta, hubo muchas oportunidades económicas para gran parte de la población, sobre todo en Estados Unidos del norte y el oeste. En México, la situación era muy distinta. Si Estados Unidos experimentó cinco años de inestabilidad polÃtica entre 1860 y 1865, México experimentó una inestabilidad prácticamente constante durante sus primeros cincuenta años de independencia. El mejor ejemplo de esta situación fue la carrera profesional de Antonio López de Santa Ana.
Antonio López de Santa Ana, hijo de un oficial colonial de Veracruz, destacó como soldado luchando para los españoles en las guerras de independencia. En 1821, cambió de bando con Iturbide y nunca miró atrás. Se convirtió en presidente de México por primera vez en mayo de 1833, aunque ejerció el poder durante menos de un mes, y prefirió dejar que ValentÃn Gómez FarÃas hiciera de presidente. La presidencia de Gómez FarÃas duró quince dÃas y, después, Santa Ana retomó el poder. Sin embargo, fue tan breve como su primer perÃodo y a principios de julio lo sustituyó de nuevo Gómez FarÃas. Santa Ana y Gómez FarÃas continuaron este baile hasta mediados de 1835, cuando Santa Ana fue reemplazado por Miguel Barragán. Pero Santa Ana no se rendÃa fácilmente. Volvió a ser presidente en 1839, 1841, 1844, 1847 y, por último, entre 1853 y 1855. En total, fue presidente once veces, durante las cuales presidió la pérdida de El Ãlamo y Texas, y la desastrosa guerra méxico-estadounidense, que condujo a la pérdida de lo que se llegarÃa a conocer como Nuevo México y Arizona. Entre 1824 y 1867, hubo 52 presidentes en México, pocos de los cuales asumieron el poder de acuerdo con algún procedimiento aprobado constitucionalmente.
Las consecuencias de esta inestabilidad polÃtica sin precedentes para los incentivos y las instituciones económicas deberÃan ser evidentes. Aquella inestabilidad condujo a derechos de propiedad muy inseguros. Asimismo, produjo un debilitamiento grave del Estado mexicano, que pasó a tener poca autoridad y capacidad para aumentar los impuestos o proporcionar servicios públicos. De hecho, aunque Santa Ana fue presidente de México, grandes zonas del paÃs no estaban bajo su control, lo que permitió la anexión de Texas por parte de Estados Unidos. Además, como acabamos de ver, la motivación para la declaración de independencia de México fue proteger el conjunto de instituciones económicas desarrolladas durante el perÃodo colonial, que habÃa hecho de México, en palabras del gran explorador y geógrafo alemán de Latinoamérica, Alexander von Humbolt, «el paÃs de la desigualdad». Aquellas instituciones, que basaban la sociedad en la explotación de los pueblos indÃgenas y la creación de monopolios, bloquearon los incentivos y las iniciativas de la gran masa de la población. Mientras Estados Unidos empezaba a experimentar la revolución industrial en la primera mitad del siglo
XIX
, México se hacÃa cada vez más pobre.