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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (60 page)

»Aquel día volamos hasta Cedar, en Utah. Por sorprendente que parezca, en el aeropuerto aún les quedaban setecientos cincuenta litros de combustible para aviones. Estaban pendientes de la llegada de un camión procedente de Oklahoma que venía a reabastecerlos, así que estuvieron dispuestos a venderlo. Llenamos todos los recipientes que teníamos. Cambiamos toda esa cantidad de gasolina por veinte dólares de plata, mi pistola de bengalas Olin y cien cartuchos de 9 mm. Allí la gente era muy amable. Comparado con Arizona, se respiraba una gran normalidad, aunque también había algunas cosas extrañas. No paraban de hablar del «gobierno federal provisional», del «administrador regional» y de la «autonomía local». Parecía como si fuera un extraño mantra que todos habían aprendido recientemente. Resultaba bastante inquietante.

»Al día siguiente, volamos desde Cedar hasta Brigham, en la parte norte de Utah. Llevábamos una carta de presentación de una familia de Cedar para sus primos, que estaban a cargo del aeropuerto de Brigham. Allí también hablaban del nuevo acuerdo al que había llegado su «autonomía local» con los federales. Pasamos dos días allí. Nos hizo falta hacer tres transacciones por separado, pero al final conseguimos acumular ciento cincuenta y cuatro litros de gasolina. En total, cambiamos doscientos cartuchos de 9 mm de punta hueca, once dólares de plata, algunas herramientas y un multímetro Fluke. La mayoría era de bajo octanaje y una parte no estaba estabilizada y tenía un aspecto que daba bastantes ganas de vomitar. Se podían ver tiras blancas de esas ya por ahí flotando. Le puse una botella de Booster que tenía guardada, media botella de alcohol que absorbiera los restos de agua que quedaran y después recé un par de avemarias. Por suerte, aparte de algún chisporroteo que otro, la gasolina funcionó perfectamente, aunque yo no conseguí estar del todo tranquilo.

»A continuación, volamos hasta Grangeville, Idaho. Las praderas de Camas son muy bonitas. Preguntamos aquí y allá y sacamos otros ochenta y cinco litros de gasolina. A cambio, pagamos nuestros últimos diez dólares de plata, más otros ciento veinte cartuchos de 9 mm. No paraba de rezar por que estuvierais aquí sanos y salvos, porque estaba intercambiando nuestra munición y nuestra plata a toda velocidad. Fue una apuesta arriesgada, pero teníamos claro que no queríamos quedarnos en Arizona, y no teníamos ningún otro lugar adonde ir. La única otra opción posible habría sido ir a Show Low, Arizona, y unirnos a la milicia Cooper, la llaman también «la milicia Continental», pero no conocíamos a nadie personalmente. Habíamos oído que eran buena gente, pero siempre es raro intentar juntarse con completos desconocidos. Como ya he dicho antes, rezábamos mucho por que estuvierais aquí. En tiempos como estos, hay que tener fe en el Señor.

»Ayer por la mañana, volamos desde Grangeville hasta Bovill. La gente allí también ha sido muy amable. Por lo que nos dijeron, en todo el pueblo no les quedaba ni una gota de gasolina. Nos enseñaron unos mapas de carreteras y unos del Servicio Forestal, y nos indicaron cómo llegar hasta aquí. Despegamos de inmediato. Cuando llegamos y empezamos a sobrevolar, reconocí la casa por lo que Dan Fong me había contado. Por cierto, ¿Fong sigue con vida?

—Sí, ya lo creo. Está trabajando como sheriff, en Potlach. Es un pueblo que se encuentra a unos cuarenta kilómetros al noroeste de aquí.

—Tendremos que ir a visitarle un día de estos —dijo Blanca.

Todd y Mary estuvieron después durante una hora contándoles sus experiencias en los últimos cinco años. Todd acabó explicando cómo la mitad de los miembros del refugio se habían mudado hacía poco a la casa de Kevin Lendel. Rose Trasel, después de escuchar a los demás, contó también su historia, incluyendo el tiroteo y cómo había sido operada.

Después de la cena, Ian Doyle se acercó adonde estaba Todd.

—¿Os importaría que Blanca y yo nos quedáramos aquí? —le preguntó—. Los Laron podrían ser de gran ayuda a la hora de hacer las patrullas de reconocimiento. ¿Qué te parece?

Al final de la tarde del día siguiente, la propuesta fue votada por la Milicia del Noroeste. Un día después, comenzaron los entrenamientos tácticos.

24. La incursión

«El gobierno no tiene que ver con la razón, ni con la elocuencia, es un asunto de fuerza. Al igual que el fuego, es un señor temible y un criado peligroso.»

George Washington

Dos semanas después de la llegada de Ian y Blanca, a través de la BC llegaron malas noticias. Todd transmitió todo aquello que había escuchado a casa de Kevin a través del teléfono de campo. Se acordó que las dos compañías se encontrarían a las siete de la mañana del día siguiente en el granero de Todd.

Los miembros de las dos recién formadas compañías se sentaron en semicírculo sobre el heno que había esparcido por el suelo del granero. Casi todos tenían a su lado o al alcance de la mano, apoyados contra la pared, sus fusiles o sus escopetas. Todos habían acudido, excepto Lon, que estaba de guardia en el POE en lo alto de la colina, y Lisa Nelson que llevaba a cabo la misma tarea en el otro refugio. Con Lisa se había quedado también Raquel, su niña. El pequeño Jacob, que tenía tres años, estaba sentado en el regazo de Mary. El niño se mantuvo sin decir nada, sin impacientarse ni comportarse mal. Rose llevaba a su hija en brazos y la amamantó en silencio durante la reunión.

Mientras tenía lugar la sesión informativa, algunas cabras entraron paseando y dieron algunas vueltas. Las gallinas rascaban entre la basura que había al otro lado de la puerta abierta.

—Gracias, Mike, por reunir a todo el mundo tan rápido —empezó diciendo Gray—. Todos habéis oído algunos fragmentos de esta historia, pero para que todo quede claro, lo mejor será empezar por el principio. Esto es lo que sabemos, según lo que hemos oído a través de los radioaficionados y de Radio América Libre en la onda corta, de lo que ha llegado a través de la red de BC y también, tomándolo siempre con pinzas, de lo que los federales están emitiendo. Se han hecho con la WRNO y la WWCR, y con algunas emisoras de AM de 50.000 W del este del país y las han convertido en puras herramientas de propaganda. La otra versión de la historia la hemos podido escuchar gracias a Radio América Libre, en Maine, y a El Informe de Inteligencia, en Michigan.

»El gobierno provisional federal tiene bajo control, ya sea total o parcialmente, diecinueve estados al este de las Rocosas. Después de que se aprobara una decisión directiva presidencial de urgencia, una gran cantidad de tropas extranjeras, alemanas y belgas en su mayoría, han entrado en el país. Nuestra soberanía nacional ha quedado defenestrada. Como estamos tan lejos, no podemos saber con exactitud quién está al mando de todo allá en Fort Knox. Pero da igual quien sea: ese presidente vitalicio Maynard Hutchings y su gente, los europeos o algún gobierno mundial supranacional, la ley marcial es la ley marcial. Por mucho azúcar que le eches, un pastel de mierda sigue sabiendo a mierda.

Se escucharon algunas ligeras risas.

—Según mis cálculos —prosiguió—, la cuestión fundamental es que Estados Unidos se halla en bancarrota, y que los acreedores (es decir, los banqueros internacionales) han enviado a sus matones a cobrar la deuda. Para ellos, cada metro cuadrado de propiedad, cada activo de capital, incluso nuestro trabajo y el trabajo futuro de nuestros hijos, son garantías de esa deuda. Es como cuando la gente compra un coche a crédito y deja luego de pagar. El banco manda entonces a alguien con una grúa para llevarse el coche. Si trasladáis eso mismo a escala global, lo que está sucediendo es que la grúa se quiere llevar ahora al reino entero. Quizá los federales piensen que tienen el control, pero en realidad no son más que los chicos de los recados de los mafiosos de los bancos, los Rothschild de turno y los peces gordos del grupo Bilderberg mundial.

»Hay gente aquí presente, como Kevin Lendel, que han estudiado este tema con más profundidad y han llegado a la conclusión de que el origen de esta situación se remonta en realidad a 1933, cuando Roosevelt declaró por primera vez la bancarrota nacional. Quizá tengan razón, quizá lo que estamos viendo no es más que una reacción de algo que empezó en aquel entonces. Reflexionad al respecto. En 1933 cogimos un crédito. Durante las décadas de los ochenta y los noventa permitimos que la deuda se nos escapara por completo de las manos. Tras el estallido del mercado de valores dejamos de hacer frente a los pagos; dos años después de que se produjese el colapso, estos mafiosos de los bancos enviaron el camión de la grúa. Si fue realmente así como sucedió, eso explicaría muchas cosas. Explicaría, por ejemplo, cómo nuestros tribunales empezaron a confundir ley y equidad en la década de los treinta, y comenzaron a tratarnos como a personas de la Decimocuarta Enmienda en vez de como a ciudadanos de pleno derecho del Estado. Explicaría por qué los tribunales no han rechazado leyes como la Ley Nacional de Armas de Fuego, el Código Penal de 1994, la Ley de Inmigración de 1996 y la Ley Patriótica de Estados Unidos de América, pese a ser todas claramente inconstitucionales. También explicaría el origen de ese animal mitológico llamado «jurisdicción tipificada», que reemplazó a la ley común. Bueno, todas estas cuestiones no se clarificarán hasta pasados unos años. Ahora mismo, sin embargo, tenemos que preocuparnos de un problema mucho más acuciante, y que se nos viene encima como un camión de grandes dimensiones.

»Los federales están en camino —continuó Todd—. Están ampliando su territorio. Pagan con favores a los colaboracionistas que se unen a ellos y acaban con todos los que no se prestan a su juego. En al menos cinco estados han ejecutado a los gobernadores y han puesto en su lugar a nuevos representantes controlados por ellos. A las Naciones Unidas, a la hora de definir la estructura gubernamental existente, en vez de hablar de estados, les gusta hablar de «regiones». En los estados pacificados sigue habiendo gobernadores, pero están subordinados a los administradores regionales. Y aquí está la trampa: los administradores regionales informan y reciben instrucciones del cuartel general de las Naciones Unidas en Nueva York, y no del supuesto gobierno federal situado en Fort Knox.

Todd hizo una pequeña pausa para remarcar sus últimas palabras y luego siguió hablando.

—Los federales han instalado grandes campos de detención en varios estados, al menos uno en cada una de las regiones FEMA. Se supone que son campos de refugiados o de traslado, pero todos los que viven alrededor saben cuál es su verdadera función. Los campos están ahí para alojar a todos los descontentos, a los disidentes que piensan que pueden ser reformados «por medio del trabajo», y a las personalidades prominentes que podrían parecer mártires si fueran eliminados públicamente. Lo que hacen en vez de eso es llevárselos, confinarlos detrás de una alambrada y silenciarlos. Los casos realmente difíciles son recluidos en antiguas prisiones federales como El Reno. Los que no suponen un riesgo tan elevado para la seguridad son llevados a campos de trabajo donde viven en condiciones infrahumanas.

»Vayan donde vayan, casi todos los prisioneros son mal alimentados, trabajan once horas diarias y son objeto de malos tratos. Se trata de un enorme sistema de gulag en el que solo existe una salida. La única forma de escapar es con los pies por delante. El sistema es muy parecido al de
laogai
en China.

»Tras restaurar la red de suministro eléctrico, los federales se han ganado algunos simpatizantes. Hace más de un año conquistaron Texas y Oklahoma, donde algunos campos petrolíferos y refinerías habían vuelto a estar operativos, así que ahora cuentan con gran cantidad de combustible, aceite y lubricante para su campaña de conquista.

»Ahora bien, no todo se presenta tan halagüeño para los federales en el este. Todavía no han conquistado Vermont, New Hampshire o Maine. Llevan tres veranos seguidos intentándolo y han decidido dejarlos correr durante un tiempo. E ídem de ídem para la mayor parte del territorio de Michigan. Aquello se ha convertido en un avispero. La gente lo llama ahora el estado de
Miliciagan.
Los federales también están teniendo problemas de consideración en el sudeste, principalmente en los estados costeros desde el sur de Virginia hasta Florida. Parte de estos estados han sido oficialmente pacificados, pero en la actualidad hay todavía movimientos de guerrilla a gran escala funcionando en las zonas conocidas como «áreas pacificadas».

»Desde este verano, han lanzado una nueva ofensiva a gran escala para controlar los estados occidentales. Parece ser que han decidido dejar por el momento California y Arizona, hasta que se hayan ocupado de los estados intermontañosos. Si alguna vez llegan a entrar en California se encontrarán con una fiera resistencia, especialmente en la mitad norte del estado, donde opera la milicia Harry Wu. Sus cálculos eran correctos cuando presagiaron que el territorio del interior del noroeste les iba a resultar una auténtica piedra en el zapato. Por lo que hemos oído de boca de los radioaficionados, las cosas están bastante complicadas en Wyoming y en Montana. Las tropas federales y de Naciones Unidas llegaron allí hace alrededor de un mes.

»Mientras tanto, solo tienen bajo su control una parte de Colorado. Los federales llevan allí desde principios del pasado verano. La partida está en tablas. Los federales controlan las grandes ciudades, mientras que las milicias dominan la mayor parte de las ciudades y de las zonas rurales. Durante el día, los federales tienen bajo control las autopistas, pero por la noche estas son propiedad de las milicias. Es una situación parecida a la que los rusos tuvieron en Afganistán en la década de los ochenta. Oficialmente, las Naciones Unidas han declarado Colorado como un lugar pacificado y han proclamado su victoria sobre la Guardia Nacional de Colorado y las milicias, pero en realidad, quitando las grandes ciudades y las llanuras que se extienden en la parte oriental del mismo, el estado es todavía territorio en contienda. No sé cómo se resolverán las cosas en Wyoming y Montana, pero mi predicción, por lo menos a corto plazo, es que la situación no será muy distinta a la de Colorado.

«Acabarnos de recibir noticias de que los federales han emprendido una incursión a través de Utah y de la zona más cálida en la parte sur de Idaho. Un grupo de colaboracionistas han llegado a un acuerdo con los federales y los pacificadores de las Naciones Unidas a cambio de lo que están llamando una autonomía local. Parece que son un grupo de esclavos dispuestos a cooperar y dispuestos a perder por completo su dignidad. Tal y como dijo Samuel Adams: «Confío en que sus cadenas se posen sobre su cuerpo cuando se inclinen para lamer la mano de aquellos que les dan de comer». —Todd se detuvo un instante y luego continuó—: Siguiendo el consejo de la jerarquía mormona en Salt Lake City, la mayoría de los Santos del Último Día (SUD) de Utah y del sur de Idaho aceptaron el sistema de autonomía local de los federales. Tan solo unos pocos están presentando resistencia. Así que, pese a eso, no existe una gran cantidad de resistencia organizada. Cuando digo esto, por favor, no penséis que trato de denigrar a la iglesia del SUD, porque no es así. Solo son sus líderes los que han cedido.

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