Más Allá de las Sombras (38 page)

—Si es Curoch, Eris, te daré lo que me pidas, pero hay dos cosas que debes saber: no tienes poder suficiente para usarla siquiera por un instante. Te matará si lo intentas. En segundo lugar, yo te mataré si lo intentas. —Su vir se retorció en sus brazos mientras le imponía una minúscula trama—. Sé que puedes deshacer esa trama, pero una de mis otras espías en la Capilla te tendrá vigilada. Si la manipulas, tiene instrucciones de matarte. No te preocupes, la trama es lo bastante pequeña para eludir toda inspección mágica salvo la más detenida.

Eris se puso pálida. Por supuesto, si cualquier hermana leal detectaba esa trama, sería su muerte. Pero Neph también le había revelado que tenía otra espía lo bastante cerca para poder comprobar la trama mágica de manera regular.

—¿Qué probabilidades hay de que Kylar tenga a Curoch? —preguntó.

—No muchas. Pero el premio merece la posibilidad de perderte.

La piel de Eris adquirió un tonillo verdoso.

—Quiero Alitaera —dijo, con aire de desafío—. Ese es mi precio. Si es Curoch, tú te quedarás todo Midcyru. Yo quiero ser reina de Alitaera. Tengo deudas que saldar.

Neph fingió que lo sopesaba.

—Hecho —dijo.

Capítulo 51

Kylar abrió los ojos en la oscuridad. Le dolía el cuerpo entero, pero supo al instante dónde se encontraba. Ningún otro lugar tenía el olor a alcantarilla y huevos podridos de las Fauces. Lo habían metido en una de las celdas para nobles. No le habría sorprendido descubrirse en el Agujero, o muerto. Se alegraba de que no lo hubiesen matado. Sería mejor para Logan que antes hubiera un juicio.

—Yo debía de tener el doble de tu edad cuando maté a mi primera reina —dijo una voz familiar—. Claro, que yo no monté semejante número.

—¿Durzo? —Kylar se incorporó, pero el hombre que estaba en cuclillas delante de él no le era conocido. La risa sí.

—Ahora me llaman Dehvi. —La voz adoptó un acento cantarín—. Dehvirahaman ko Bruhmaeziwakazari tengo el honor de ser. —La voz de Durzo regresó para la siguiente frase—. Antes me llamaban el Fantasma de las Estepas, o Un Aliento en el Tifón.

—¿Durzo? ¿Eso es una ilusión?

—Llámalo magia corporal avanzada. Es una de las cosas que te habría enseñado si no hubieses sido tan condenadamente lento desarrollando tu Talento. Solo tenemos unos minutos. No te lo vas a creer, pero todos los centinelas de aquí abajo son honrados. Y tu juicio se está celebrando mientras hablamos.

—¿Ya?

—Tu amiguete el rey parece tener muy buena opinión de tus poderes. Casi diría que atinadamente buena. Te han drogado. Llevas una semana inconsciente.

—¿Logan es el rey?

—Sin oposición. Él y el duque de Wesseros presiden el tribunal. Es una pena que te lo estés perdiendo. Te asombraría lo que Gwinvere puede conseguir que digan los testigos.

—¿Mama K está en el juicio? —preguntó Kylar. Seguía descolocado. No ubicaba las cosas. Resultaba irreal estar hablando con Durzo.

—No, no, no. Lo que está haciendo es asegurarse de que los testigos saquen a colación las indiscreciones de Terah el máximo número de veces posible. Sus señorías los jueces intentan acallar los rumores, pero Mama K ya ha ganado. Nadie cree que mataras a una santa. Eso ayuda a Logan, pero aun así asesinaste a una reina a plena vista de dieciocho personas. Logan quiere concederte una muerte de noble, pero ya han oído declarar que no eres un Stern (los Stern fueron bastante categóricos al respecto, ya ves tú) y una dama que se sentó a tu lado en la coronación dice que rechazaste la adopción de Drake. Él te dio los anillos y tú te negaste a ponértelos. De modo que todo apunta a la rueda. Yo pasé por eso una vez. Como manera de morir es una auténtica putada, sobre todo para alguien que se cura tan deprisa como nosotros.

—Has vuelto —dijo Kylar—. Me diste a Sentencia. Otra vez.

Durzo se encogió de hombros, como si no fuera nada. Metió la mano en una bolsita y entonces se detuvo.

—¿Pusiste filodunamo en la corona?

Kylar asintió.

—¿Te preguntas por qué no funcionó? Alguien la limpió. La lavandera jura que tiró unos trapos al agua y ¡bum! Se produjo un incendio. Nadie la cree. Perdió un brazo y su empleo.

A Kylar se le revolvió el estómago. Había estado a punto de matar a una inocente. Otra vez. ¿Qué iba a hacer una lavandera manca?

—En fin —dijo Durzo—. El tiempo vuela. ¿Quieres vivir o morir?

—Aceptaré cualquier salida que no haga parecer a Logan cómplice o débil. —Al ver la mueca de Durzo, añadió—: No me vengas con que tú no darías la vida por un amigo. Sé que no es cierto.

Durzo hizo otra mueca y se levantó.

—Chaval, siempre has sido la repera. Buena suerte.

—Maestro, espera. ¿Estoy... estoy haciendo lo correcto? —preguntó Kylar.

Durzo se paró y, al volverse, había una sonrisa en su cara. Era una visión infrecuente.

—Es una apuesta, chaval. Tú siempre pones tu dinero en tus amigos. Es algo que admiro de ti.

Entonces se fue. Kylar meneó la cabeza. ¿Cómo se había metido en aquel enredo?

Seis guardias reales llegaron al cabo de poco. Ninguno de ellos parecía contento pero, mientras que dos tenían el aire cauto de unos profesionales, los otros cuatro aparentaban nervios, enfado o ambas cosas. Uno de los enfadados puso a Kylar en pie. En ese momento reparó en que estaba sujeto a la pared por unos grilletes y en que todavía llevaba la ropa de la noche de la coronación. Hacía una semana habían sido unas prendas bonitas. Su sangre seca y la de Terah hacían que la parte delantera estuviese tiesa y apestosa.

—Conque tú eres el gran ejecutor —dijo el guardia mellado con tono de burla—. No pareces tan duro cuando no tienes a una mujer indefensa para cubrirte.

—Siento haberos hecho quedar mal —dijo Kylar.

Mellado le pegó en el estómago.

—No vuelvas a pegarme, por favor —pidió Kylar.

—No nos hiciste quedar mal, asesino cabrón.

—No seas gilipollas, Lew —intervino el capitán—. Claro que nos hizo quedar mal.

—Arriba están haciendo que parezca un dios. Ejecutor para arriba, ejecutor para abajo... Míralo. No es nada. —Lew le dio una bofetada chulesca con el dorso de la mano.

—Lew, te... —El capitán dejó la frase en el aire cuando Kylar desapareció.

Uno por uno los guardias se dieron cuenta de que el prisionero se había esfumado. Durante un momento reinó un silencio absoluto. Después fue interrumpido por el estrépito de los grilletes al golpear el suelo de piedra.

—¿Dónde demonios...?

—¡Señor! ¡Se ha ido!

—¡Bloquead la puerta! ¡Bloquead la...!

La puerta de la celda se cerró de un portazo con todos los guardias dentro. Sonó el chasquido de la cerradura.

Kylar reapareció fuera. Con una sonrisa, les enseñó el manojo de llaves del capitán.

—Esto no ha pasado —dijo uno de ellos—. Decidme que esto no ha pasado ahora mismo.

Otro maldijo entre dientes. El resto parecía no dar crédito a sus ojos.

—Capitán —dijo Kylar—, ¿me haréis el favor de pedirle a Lew que no me pegue?

El capitán se humedeció los labios.

—¿Lew?

—Sí, señor. De acuerdo, señor. —Lew miró a Kylar y apartó la vista enseguida.

Kylar abrió la puerta y los hombres salieron desfilando con aire humillado.

—¿Debo, esto...? —preguntó Lew, que sostenía los grilletes rotos.

El capitán tragó saliva.

—Hum, si no os importa, maese... hum, Kagé.

Kylar juntó las muñecas. Le pusieron los grilletes y salieron de los calabozos. Nadie dijo ni una palabra. Nadie le puso tampoco una mano encima.

Capítulo 52

El tribunal era un salón grande y rectangular con capacidad para centenares de personas. Estaba lleno a rebosar, y habían abierto las puertas para que más gente pudiera mirar desde el fondo. Tras la mesa elevada que ocupaba un extremo de la sala, Logan de Gyre y el duque de Wesseros estaban sentados uno al lado del otro. Se suponía que debía haber tres jueces, pero Logan no había querido imponerle el deber al último duque superviviente, Luc de Graesin.

Ante la mesa había una mesita y una silla dentro de una jaula de hierro. El capitán condujo a Kylar hasta la jaula y le quitó los grilletes. El público miraba, en silencio pero con gran expectación, como si el ejecutor fuese un monstruo de feria capaz de roer los barrotes. Kylar se metió en la jaula sin decir nada, con una breve mirada a la galería. Logan se preguntó si estaría buscando amigos. Se preguntó cuántos habría encontrado.

Las dos primeras filas estaban ocupadas por nobles. Lantano Garuwashi, callado pero a todas luces preguntándose qué intentaba conseguir Kylar, estaba sentado junto al conde Drake, que tenía la mandíbula tensa y los ojos transidos de dolor. Logan se preguntó cuánto había sabido el conde sobre su pupilo. Drake era un modelo de integridad desde que Logan lo conocía, además de un abanderado de los Gyre. La familia Stern estaba en la segunda fila, con cara de pocos amigos. Los testigos ya habían establecido que nunca habían conocido o visto a Kylar, pero aun así sentían que les habían faltado al honor. Aparte de los nobles de costumbre, había un nutrido muestrario de la humanidad cenariana. Estaba la flor y nata de las Madrigueras, hombres y mujeres de elegante vestimenta pero sin títulos. Logan se preguntó si serían todos del Sa’kagé. Se preguntó cuántos se alegraban de ver a Kylar allí, cuántos sentían pena y cuántos estaban aterrados ante la posibilidad de que hablara. A sus espaldas había una muestra de mirones atraídos por el mero espectáculo: un puñado de ladeshianos, varios mercaderes alitaeranos y hasta un ymmurí.

A la derecha de Logan se sentaban los testigos. Había dieciocho guardias, además de la avariciosa que se había sentado junto a Kylar en la coronación. El acusado se sentó.

—Declara tu nombre para este tribunal —ordenó el duque de Wesseros.

—Kylar Stern.

—¡Sentaos, barón de Stern! —ladró el duque de Wesseros cuando el infeliz noble se puso en pie de un salto. El barón volvió a sentarse con cara de pocos amigos—. Este tribunal ha aceptado el testimonio de nobles que afirman que los salvaste durante el golpe khalidorano. Te llamaron Ángel de la Noche. Hemos oído, a veces pese a todos nuestros empeños, cómo salvaste al rey Gyre del Agujero. Hemos oído a quien te llamaba Kagé, la Sombra. Hasta hemos oído a un hombre que afirmaba que tu nombre era Azoth. Sin embargo, una certeza que hemos establecido es que no eres ni fuiste nunca un Stern. ¿Cuál es tu auténtico nombre?

Kylar parecía entretenido.

—Soy el Ángel de la Noche, pero si eso se os atraganta, podéis llamarme Kagé.

El duque de Wesseros miró a Logan. Este le había pedido que dirigiese las vistas. Logan asintió.

—Kagé —prosiguió el duque de Wesseros—, se te acusa de alta traición y asesinato. ¿Cómo te declaras respecto de estos cargos?

—De asesinato, culpable. De traición, no culpable. Terah de Graesin no era una reina legítima. Por matrimonio y adopción, Logan de Gyre ha sido rey desde la muerte del rey Aleine IX de Gunder.

La sala prorrumpió en susurros hasta que el duque de Wesseros levantó las manos. Había amenazado con vaciar el tribunal varias veces durante la última semana de testimonios, y el público se calmó enseguida.

—No te corresponde dar lecciones de derecho cenariano a tus mejores.

—Entonces decidme, excelencia, ¿fue o no fue el duque de Gyre formalmente nombrado heredero del rey Gunder? ¿Estuvo o no estuvo casado con Jenine de Gunder? ¿Le confería o no todo eso el derecho de sucesión?

El duque de Wesseros se puso de color morado, pero no dijo nada. Si se mostraba de acuerdo, reconocería que Terah nunca debería haber sido coronada y que nunca debería haberle jurado lealtad. Si explicaba que sus decisiones se basaron en criterios prácticos, sonaría como una rata o un cobarde.

—No habría matado a Terah de Graesin si mis mejores hubiesen hecho caso a la ley en vez de a sus pollas y sus monederos —remató Kylar.

En esa ocasión, la que atajó los murmullos fue la mano alzada de Logan. Llevaba una fina banda de oro en torno a la frente, pero por lo demás había poco que denotase su condición de rey.

—Algo hay de verdad en lo que dices. En la víspera de la arboleda de Pavvil, algunos realizamos lamentables concesiones. Al final, sin embargo, la nobleza de Cenaria depositó en manos de la duquesa de Graesin el cetro y la espada, y le pusimos la corona en la cabeza. No corresponde a un plebeyo derramar sangre para enmendar lo que él percibe como errores de la nobleza. En consecuencia, Kagé, quedas condenado por asesinato y traición.

Se hizo el silencio.

—Este tribunal tiene más preguntas, que te pedimos que respondas tanto por tu propio bien como por el de Cenaria. Si respondes de forma completa y sincera, se te concederá una muerte misericordiosa. Si no, serás atado a la rueda.

Logan mantuvo el rostro impasible, pero el estómago se le revolvió. La rueda era una muerte cruel, tan penosa como la crucifixión alitaerana o el destripamiento y descuartizamiento de los modainíes. Era la pena establecida para los traidores. Solo se decapitaba a los traidores nobles, y se había establecido que Kylar no era ningún noble. Una muerte rápida a cambio de su testimonio era lo más que Logan podía hacer por su amigo.

—Responderé a todo lo que pueda sin comprometer mi honor —dijo Kylar.

—¿Eres miembro del Sa’kagé? —preguntó Logan.

—Sí.

—¿Eres un asesino?

Kylar hizo una mueca desdeñosa.

—Los asesinos tienen blancos. Los ejecutores tienen murientes. Yo era un ejecutor.

Una súbita electricidad se adueñó de la sala, como si flotaran nubes de tormenta. Los asistentes se habían convertido en público, y estaban complacidos con el espectáculo. Les surgía una oportunidad de echar un vistazo tras el velo del Sa’kagé, y no iban a perdérsela por nada en el mundo.

—¿Era? —inquirió el duque de Wesseros.

—Corté con el Sa’kagé durante el golpe. Ya no mato por dinero.

—¿De modo que afirmas que nadie te ordenó que mataras a la reina? —preguntó Logan.

—El Ángel de la Noche es el espíritu de la sentencia. Nadie me ordena que haga nada, alteza, ni siquiera vos. —Un escalofrío de emoción recorrió al público ante aquel desafío a la autoridad.

—Pegadle —ordenó el duque de Wesseros.

Uno de los guardias se acercó a la jaula, pero vaciló.

—¡Pegadle! —exigió el duque.

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