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Authors: Fernando Fedriani

Tags: #Romántico

Magia para torpes (18 page)

Muchos investigadores consideran que, detrás de la promiscuidad de don Juan Tenorio, se enmarcaba una homosexualidad más que evidente. ¿Por qué la mayoría de ustedes en algún momento de sus vidas ha sentido la necesidad de coleccionar amantes, de batir todos los récord sobre ligues y camas visitadas? En la adolescencia es normal... Sin embargo, ustedes ya empiezan a ser un poco mayores para seguir presumiendo de lo que son. "Dime de qué presumes y te diré de qué careces", dice el refrán. Dejen, por tanto, de presumir de conquistas o se les notará en exceso cuáles son sus verdaderas carencias.

Como decía, mi teoría es que la mayoría de ustedes ha desarrollado, a lo largo de los años, una fobia hacia todo aquello que consideran "propio de mujeres". Eso hace que los temas de conversación sobre estos asuntos no les interesen y eso conducirá, en la mayoría de los casos, a que no sean capaces de atender, ni de escuchar. Sin puntos en común no hay comunicación, reitero. No obstante, no es esta la única dimensión que han de madurar para comprender a las mujeres. ¿Se imaginan qué más les falta?

No quiero caer en estereotipos manidos. Y, sin embargo, necesito que entiendan que no utilizan el lenguaje del mismo modo que sus parejas. Las mujeres, por lo general, tienen una dotación neuronal superior para todo lo que guarda relación con la comunicación. Esto se debe a una mayor proliferación de asociaciones de las redes neuronales en un determinado hemisferio cerebral y, sobre todo, de un hemisferio con el otro... en fin, de cosas que sé que a ustedes no les interesan demasiado. A lo que voy: el uso que una mujer hace del lenguaje es, por lo general y por causas cerebrales, distinto del que ustedes hacen. Ustedes son más torpes para esto y, por ello, realmente es posible que no entiendan muchas cosas de las que se les dicen. ¡Ahí llevan razón!

No es raro que una de las demandas más generalizadas de los hombres sevillanos sea "que sus parejas les digan las cosas más claramente". No es raro escuchar "cariño, si quieres algo, dímelo y yo lo hago". Las mujeres comunican más de lo que resulta de juntar el significado de sus palabras. Hay un valor pragmático, que diría un lingüista, añadido a lo que dicen. Si su pareja les dice "puedes salir con tus amigos y volver a las cinco de la mañana, borracho y no darme ni un beso... no me molesta", evidentemente estará diciendo todo lo contrario. Es el contexto, la situación, el tono de voz usado, los gestos... lo que determina que deban descifrar el sentido opuesto. ¡Pero ustedes les reprocharán que no fueron informados convenientemente!

Supongo que se preguntarán cómo se aprende a descifrar los mensajes que una mujer envía: ese "lenguaje secreto" que tantos problemas nos da. Pues bien, nada de esto será factible si ustedes siguen aterrorizados por los traumas de su adolescencia. No van a conseguirlo; no las entenderán, si no desarrollan su "lado femenino". Necesitan intuición, empatía... Han de prestar más atención, por supuesto. Aún así, no solo es eso. Han de conversar más. Y dos cosas más: han de pedir ayuda y aprender de sus errores. Solo aprende, de hecho, quien quiere aprender y pide ayuda. Solo aprende, por tanto, quien reconsidera sus posturas y errores.

Por último, quiero rogarles que no se olviden de que la palabra no es el único medio de comunicación que existe en el marco de la pareja. El llanto, como vimos, puede serlo. También el sexo, por ejemplo, es un importantísimo catalizador para todas nuestras vivencias de pareja. Una fluida vida sexual les ayudará a obtener una relación más comunicativa. En la cama, con el cigarrillo del "post", todo se comprende mejor, ¿verdad? Eso es así porque el cuerpo no deja de ser una proyección del propio ser El cuerpo es, por tanto, un instrumento más para unirnos con nuestras parejas. Estar unidos, ya sea introduciendo un cuerpo dentro del otro o tomando un café tras caminar por la playa, permite que todo sea más sencillo y que todo tema de conversación resulte más estimulante.

VEINTINUEVE

(La planta baja de una casa de Nervión, en la calle Enrique Flores. Número quince. Los muebles han sido retirados y hay tres mesas con comida y botellas. Un portátil está conectado a unos altavoces que pertenecieron a una minicadena. En él se controla la música que sonará. Los asistentes, unas quince personas, van vestidos de forma informal, aunque cuidada. Afuera, en la calle, está lloviendo.
Federico
se acerca a
Chica rubia
y comienzan a hablar).

FEDERICO
.— ¡Hola!

CHICA RUBIA
.— ¡Hola!

FEDERICO
.— ¿Qué tal llevas la noche?

CHICA RUBIA
.— Bien.

FEDERICO
.— ¿Y el año?

CHICA RUBIA
.— Bien.

(Suena de fondo una canción de El Canto del Loco).

FEDERICO
.— ¿Te gusta El Canto del Loco?

CHICA RUBIA
.— Sí.

FEDERICO
.— Y... ¿Tienes alguna afición adicional?

CHICA RUBIA
.— Veo "mujeres, hombres y viceversa". No está muy bien, pero entretiene. Y leo mucho. Libros sobre autoestima, anorexia, bulimia, ansiedad, problemas de sueño, sobrepeso... He engordado siete kilos en los últimos dos meses.

FEDERICO
.— Pues no se te ve gorda.

CHICA RUBIA
.— ¿Me dices eso para que no me sienta gorda?

FEDERICO
.— De verdad que no. Creo que antes estarías demasiado delgada.

CHICA RUBIA
.— ¿Tú fumas?

FEDERICO
.— No. ¿Y tú?

CHICA RUBIA
.— No, yo tampoco.

FEDERICO
.— Me has dicho que te gusta leer... ¿Novelas lees? Yo estoy escribiendo una novela ahora. Aunque es una novela un poco rara, la verdad.

CHICA RUBIA
.— ¡Uy! Me encanta Matilde Asensi. Por cierto, ¡una cosa que siempre he querido saber! Para escribir una novela... ¿Te pones a escribir y ya te sale? Así... ¿del tirón?

FEDERICO
.— No es así exactamente.

CHICA RUBIA
.— ¡A mí me gustan mucho los libros de Filosofía! ¡Sé mucho de Filosofía! Una vez leí uno, de hecho. El diario de Sofía.

FEDERICO
.— ¿Has leído alguno más?

CHICA RUBIA
.— No.
El diario de Sofía
, solo.
(Pausa.
Chica rubia
mira a
Federico
con pose de galanteo. Él se asusta. Se acercan a una de las mesas y se preparan un cubata)
¿Tienes novia?

FEDERICO
.— No.

CHICA RUBIA
.— ¿Y por qué no?

FEDERICO
.— Estoy escribiendo un libro precisamente para responder a esa pregunta.

CHICA RUBIA
.— ¿Cómo?

FEDERICO
.— Un día mi novia se fue de casa y no sé por qué.

CHICA RUBIA
.— Quizá no te quiera.

FEDERICO
.— (Con ironía) ¡Vaya, eso no lo había pensado!

CHICA RUBIA
.— ¡Ya ves! No hay nada como preguntarle a una mujer para entender a otra mujer.

FEDERICO
.— Oye, ¿te importa si voy a hablar con mis amigos? (Federico
se aparta del lugar en el que se encuentra la
Chica rubia,
aunque no se dirige a hablar con ningún amigo.
SILVIA
acaba de aparecer en escena y se ven. Se le cae de las manos el cubata a
Federico ... y
se acerca, poco a poco, a donde ella se encuentra).

FEDERICO
.— ¡Cuánto tiempo sin verte!

SILVIA
.— (Distante y nerviosa) ¡Hola, Federico! ¿Cómo estamos?

FEDERICO
.— Tú, muy guapa. Yo, muy nervioso.

SILVIA
.— Si te sirve de consuelo, yo también estoy algo nerviosa. No esperaba verte por aquí.

FEDERICO
.— Yo tampoco esperaba verte. Aunque me alegro de que hayas venido.

SILVIA
.— Pues yo no me alegro de haber venido.

FEDERICO
.— ¿Y por qué no?

SILVIA
.— Pues porque es violento. Si quisiera que nos hubiéramos visto, te habría llamado hace tiempo.

FEDERICO
.— Creo que tu forma de desaparecer fue un poco... radical. ¿No te parece? Llevo desde entonces dándole vueltas a todo y no he conseguido entenderlo demasiado bien. Me hubiera gustado que me dieras una explicación: que dejaras una nota, como poco.

SILVIA
.— Si no te di una explicación es porque no la tenía.

FEDERICO
.— ¿La ruptura... es definitiva?

SILVIA
.— Eso no lo sé.

FEDERICO
.— Pero... ¿ya no me quieres?

SILVIA
.— No he dicho eso.

FEDERICO
.— Yo sí te quiero.

SILVIA
.— Eso ya lo sé.

FEDERICO
.— Y me estoy esforzando por cambiar, y puedo demostrártelo.

SILVIA
.— ¿Ahora? Creo que llegas tarde. ¿Piensas que seguimos siendo niños, que tenemos todo un futuro por delante...?

FEDERICO
.— Sí, lo sigo pensando.

SILVIA
.— ¿Y por qué piensas eso?

FEDERICO
.— Pues porque desde que te fuiste, no ha parado de llover. Dicen que 2010 está siendo el año más lluvioso de la historia, ¿no te has fijado? (Silvia se ríe, por primera vez en toda la escena). Incluso ahora. Y se joderán los cultivos por tu culpa. Estoy seguro de que si vuelves conmigo, esta situación terminará y los pobres agricultores no perderán sus cosechas.

SILVIA
.— En Sevilla siempre hace mucha falta el agua. La lluvia en Sevilla es una pura maravilla. Y si la lluvia tiene algo que ver con nuestra ruptura, por una vez, hicimos lo correcto. ¡Pasamos nuestra infancia sufriendo cortes de agua!

FEDERICO
.— Hicimos muchas cosas bien en nuestra relación, no todo estuvo mal. Eso sí, ahora sé que hice muchas cosas mal, también. Debí ser más detallista, escucharte más... Sé que cuando un hombre dice todo esto, casi siempre está mintiendo o necesita sexo. ¡Ese no es mi caso! Me he apuntado a un curso para ser más romántico. ¡Soy uno de los mejores de la clase! ¡Creo que le caigo bien al profesor por primera vez en toda mi vida! Te estoy preparando una sorpresa romántica tan espectacular que te vas a cagar.

SILVIA
.— ¿Me vas a preparar una sorpresa romántica?
(Comienza a sonar de fondo "La luna debajo del brazo", de Quique González.
Silvia
prosigue con tono burlón)
¿Tú sabes hacer esas cosas?

FEDERICO
.— ¡Estoy aprendiendo! Dame un par de semanas. ¡Lo vas a flipar y querrás volver conmigo!

SILVIA
.—
(Riéndose, sin demostrar sus verdaderos sentimientos)
¡Estás loco, Fede! ¡Estás como una regadera!

(TELÓN)

TREINTA

Aunque no viene mucho al caso, y aunque hace mucho tiempo de todo aquello, se me ha venido a la cabeza algo que nos pasó a Silvia y a mí en la "Calle del Infierno". Para los que no sean de Sevilla y hayan aguantado leyéndome hasta aquí, a pesar del marcado localismo de Magia para torpes, aclaro que la "Calle del Infierno" es ese lugar reservado en la Feria de Abril para que los feriantes monten sus atracciones. Es una especie de parque de atracciones en miniatura: con calesitas, tenderetes y tómbolas. Todo el mundo en la ciudad lo llama así, "Calle del Infierno", porque tiene muchas luces y sonidos disonantes.

Recuerdo, aunque queda lejana aquella fotografía, que Silvia y yo nos montamos en la noria. Todos los años prometía no volver a subirse y siempre regresábamos. Aquel mismo año, martes de feria, vimos catorce o quince chorizos, tratando de pegar tirones, y compramos algodón dulce. Siguiendo nuestro ritual, dimos un paseo en los autos de choque, observados por las gitanas que siempre están apoyadas en las vallas metálicas. También nos montamos en una atracción en la que los habitáculos son como calaveras giratorias. Por último, nos dispusimos también a participar en la Pesca del Pato.

Para los que no la conozcan, si es que queda alguien en este mundo que no haya participado alguna vez en la trepidante Pesca del Pato, se trata de una barraca poco heroica, pensada para niños. Cazas con una caña ficticia una serie de flotadores con forma de pato amarillo, como los que se utilizan en la bañera para matar el aburrimiento. Tienen una argolla en la cabeza y un número, pintado con rotulador, en su base. Al final, te suman las puntuaciones de todas tus capturas y te asignan un regalo en función de la puntuación obtenida. Todo el mundo pesca el mismo número de flotadores. No hay un tiempo máximo. Es una cuestión de suerte, por tanto... o de pagar muchos patos de goma. Siempre he creído que, para conseguir un peluche, no hay una forma más rápida, segura y fácil que la Pesca del Pato.

—Oye, Fede, pescar patos es un poco mariconada... Los novios de mis amigas les consiguen peluches de un modo más masculino: disparando con escopetas o encestando pelotas de baloncesto. Y nosotros, cada año, cómo no, volvemos aquí y pescamos patos. ¡Qué vida más triste!

—¡Es nuestra tradición, cariño! Lo hicimos en nuestra primera feria y pensé que te gustaba que lo siguiéramos haciendo...

—¡Ya! Y no te digo yo que no me guste, pero... ¡es que no tienes sangre! Mi primillo Sebastián, que tiene ocho años, sigue creyendo que tiene mérito pescar patos. ¡Tú ya no tienes ocho años! ¿No eres capaz de conseguirme un peluche, como Dios manda, del que pueda presumir, sin tener que mentir sobre su origen?

Admito que no supe, hasta pasado un rato, que ella me hablaba en serio. ¡Me pierdo entre tanta ironía! Me vi, de pronto, barajando opciones para sacar a relucir talentos que tengo demasiado ocultos.

—¡Vamos! ¡Decídete! No vamos a estar toda la feria con esto... ¡Algo habrá que sepas meter bien! —se ruborizó un poco por su propio comentario, dicho tan a destiempo.

Finalmente, opté por una barraca en la que hay que derribar unos pequeños tonelitos. Tienes dos lanzamientos. Con dos pelotas. Has de tumbar cinco barriles. El truco está en que en tu primer lanzamiento puedes mandar a la lona los tres centrales, fácilmente, pero siempre se te quedan de pie los dos de los extremos. Por tanto, en tu segundo tiro, has de escoger a uno de los restantes y, por tanto, no haces el pleno "nunca", pues el otro se te queda en pie. Y pierdes el peluche y el dinero.

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