Read La historia de Zoe Online
Authors: John Scalzi
Esta teoría no hizo mucha gracia a Jun y Evan: su versión de un depredador misterioso era mucho más atractiva, pero a todos parecía gustarles más esta segunda. El pequeño detalle de que el supuesto asesino estaba ya bajo la custodia de Jane por una acusación diferente y, por tanto, no podía haberlo hecho, parecía escapársele a casi todo el mundo.
Gretchen y yo sabíamos que el rumor del asesinato no tenía base, y que la teoría de Jun y Evan era más cercana a la realidad, pero mantuvimos la boca cerrada. Lo que sabíamos no haría que nadie se sintiera menos paranoide en aquel momento.
—Sé lo que es —le decía Magdy a un puñado de amigotes.
Le di un codazo a Gretchen y señalé a Magdy con la cabeza. Ella puso los ojos en blanco y lo llamó en voz alta antes de que pudiera decir nadas más.
—¿Sí? —dijo él.
—¿Eres estúpido? —preguntó Gretchen.
—¿Ves? Eso es lo que echo de menos de ti, Gretchen —dijo Magdy—. Tu encanto.
—Lo que yo echo de menos de ti es tu cerebro —replicó Gretchen—. Me pregunto qué ibas a decirle a tu grupito de amigos.
—Iba a decirles lo que pasó cuando seguimos a los fantis.
—Porque crees que sería inteligente en este momento darle otro motivo a la gente para sentir pánico.
—Nadie siente pánico —dijo Magdy.
—Todavía no —dije yo—. Pero si empiezas a contar esa historia, no vas a ayudar, Magdy.
—Creo que la gente debería saber contra qué nos enfrentamos.
—No sabemos contra qué nos enfrentamos. No llegamos a ver nada. Sólo aumentarás los rumores. Deja que mis padres y el padre de Gretchen y el resto del Consejo hagan su trabajo y descubran qué es lo que pasa y qué tienen que decir a la gente sin hacer aún más complicado su trabajo.
—Lo tendré en cuenta, Zoë —dijo Magdy, y se volvió para regresar con sus amigos.
—Bien —dijo Gretchen—. Ten también esto en cuenta: si les cuentas a tus amigos que nos siguieron en el bosque, yo les contaré que acabaste comiendo tierra porque Hickory te tiró al suelo después de que te entrara el pánico y le dispararas.
—Un tiro penoso —dije yo—. Con el que casi te vuelas tu propio pie.
—Buen argumento —dijo Gretchen—. Nos divertiremos contando esa parte.
Magdy entornó los ojos, nos miró a ambas y se volvió hacia sus amigos sin decir palabra.
—¿Crees que funcionará? —pregunté.
—Pues claro que funcionará —respondió Gretchen—. Magdy tiene un ego del tamaño de un planeta. La cantidad de tiempo y esfuerzo que dedica a intentar sobresalir es impresionante. No va a dejar que se lo estropeemos.
Como siguiendo una pista, Magdy miró a Gretchen. Ella saludó y sonrió. Magdy subrepticiamente la saludó también y empezó a hablar con sus amigos.
—¿Ves? —dijo Gretchen—. No es tan difícil de comprender.
—Antes te gustaba —le recordé.
—Todavía me gusta. Es muy guapo, ¿no? Y divertido. Sólo hace falta sacarle la cabeza de cierta parte de su anatomía. Tal vez dentro de un año sea tolerable.
—O dos.
—Soy optimista —dijo Gretchen—. Bueno, un rumor aplacado por ahora.
—En realidad no es un rumor. Nos siguieron de verdad aquella noche. Lo dice Hickory.
—Lo sé. Y se sabrá tarde o temprano. Pero prefiero que no nos implique a nosotras. Mi padre sigue sin saber que me escapé, y es de esa clase de hombres que cree en los castigos retroactivos.
—Así que no te preocupa tanto evitar el pánico. Sólo te estás guardando las espaldas.
—Culpable —dijo Gretchen—. Lo de evitar el pánico es sólo mi modo de racionalizarlo.
Pero, naturalmente, no evitamos el pánico durante mucho tiempo.
Paulo Gutiérrez era miembro del Consejo colonial. Fue quien descubrió no sólo que habían matado a Joe Loong, sino también que lo habían asesinado... y que no lo había hecho un ser humano. Había algo ahí fuera. Algo lo bastante inteligente como para fabricar lanzas y cuchillos. Algo lo bastante inteligente como para convertir al pobre Joe Loong en comida.
John y Jane habían ordenado a los miembros del Consejo que no hablaran todavía de ese detalle para evitar el pánico. Paulo Gutiérrez los ignoró. O, más bien, los desafió.
—Me dijeron que debía guardar silencio según lo establecido en el Acta de Secretos de Estado —le decía Gutiérrez a un grupo que lo rodeaba y a unos cuantos hombres más, todos armados con rifles—. Los mandé al infierno. Ahí fuera hay algo y nos está matando. Tienen armas. Dicen que siguen a las manadas de fantis, pero creo que podrían haber estado en el bosque todo este tiempo, calibrándonos, para saber cómo cazarnos. Cazaron a Joe Loong. Lo cazaron y lo mataron. Los muchachos y yo estamos planeando devolver el favor.
Y entonces Gutiérrez y su partida de caza se encaminaron en dirección al bosque.
La declaración de Gutiérrez y la noticia de su partida de caza corrió por toda la colonia. Yo me enteré cuando los chicos vinieron corriendo al centro de la comunidad; para entonces Gutiérrez y su grupo llevaban ya un rato en el bosque. Fui a contárselo a mis padres, pero John y Jane ya habían salido para traer de vuelta a la partida. Los dos eran ex militares, no pensé que fueran a tener problemas para traerlos.
Pero me equivoqué. John y Jane encontraron la partida, pero antes de que pudieran traerlos de vuelta, las criaturas del bosque los emboscaron. Gutiérrez y todos sus hombres murieron en el ataque. Jane fue apuñalada en el vientre. John persiguió a las criaturas que huían y las alcanzó en la linde del bosque, donde atacaron a otro colono en su casa. Ese colono era Hiram Yoder, uno de los menonitas que habían ayudado a salvar a la comunidad enseñando al resto a plantar y atender las granjas sin la ayuda de maquinaria informática. Era pacifista y no intentó luchar contra las criaturas. Lo mataron de todas formas.
En un par de horas, seis colonos habían muerto y habíamos descubierto que no estábamos solos en Roanoke... y que lo que había allí con nosotros se estaba acostumbrando a cazarnos.
Pero yo estaba más preocupada por mamá.
—No puedes verla todavía —me dijo papá—. La doctora Tsao la está atendiendo ahora mismo.
—¿Se pondrá bien? —pregunté.
—Se pondrá bien. Dijo que no era tan malo como parecía.
—¿Parecía muy malo?
—Parecía malo —dijo papá, y entonces se dio cuenta de que la sinceridad no era lo que hacía falta en este momento—. Pero mira, ella echó a correr detrás de esas cosas después de que la hirieran. Si hubiera sido una herida grave, no habría podido hacerlo, ¿no? Tu madre conoce su propio cuerpo. Creo que se pondrá bien. Y de todas formas, la están atendiendo ahora mismo. No me sorprendería que mañana a esta hora estuviera andando como si no hubiera pasado nada.
—No tienes que mentirme —dije, aunque me estuviera diciendo lo que realmente quería oír.
—No te miento. La doctora Tsao es excelente en su trabajo. Y tu madre se cura muy rápido últimamente.
—¿Tú estás bien? —pregunté.
—He tenido días mejores —contestó él, y algo átono y cansado en su voz me hizo decidir no insistir más en el tema.
Le di un abrazo y le dije que iba a visitar a Gretchen y estaría fuera un rato para no molestarlo.
Caía la noche cuando salí de nuestra tienda. Miré en dirección a la puerta de Croatoan y vi que los colonos regresaban a sus casas: parecía que nadie quería pasar la noche fuera de las murallas de la aldea. No podía reprochárselo.
Me volví para dirigirme a casa de Gretchen y me sorprendió un poco ver que se encaminaba hacia mí a toda máquina.
—Tenemos un problema —me dijo.
—¿Qué pasa?
—El idiota de Magdy ha llevado a un grupo de amigos suyos al bosque —dijo Gretchen.
—Oh, Dios. Dime que Enzo no está con él.
—Pues claro que Enzo está con él —dijo Gretchen—. Enzo siempre está con él. Tratando de disuadirlo incluso mientras lo sigue cabeza abajo al precipicio.
Los cuatro nos internamos en el bosque tan silenciosamente como pudimos, desde el lugar donde Gretchen había visto a Magdy, Enzo y sus dos amigos entrar en la linde del bosque. Intentamos escuchar sus sonidos: ninguno de ellos había sido entrenado para moverse en silencio. No era buena cosa para ellos, sobre todo si las criaturas decidían cazarlos, aunque sí para nosotros, porque queríamos encontrarlos. Tratamos de escuchar a nuestros amigos en tierra, observamos y atendimos al movimiento en los árboles. Ya sabíamos que dondequiera que estuviesen, las criaturas podían localizarnos. Esperábamos poder localizarlas también a ellas.
A lo lejos, oímos roces, como de movimientos rápidos y apresurados. Nos encaminamos hacia esa dirección, Gretchen y yo delante, Hickory y Dickory detrás.
Gretchen y yo llevábamos meses entrenándonos, aprendiendo a movernos, a defendernos, a luchar y a matar, si era necesario. Esa noche, tal vez tuviéramos que utilizar algo de lo aprendido. Quizá tuviéramos que luchar. Quizá incluso tuviéramos que matar.
Yo estaba tan asustada que creo que si hubiera dejado de correr me habría desplomado convertida en una pelota para no levantarme jamás.
No dejé de correr. Seguí adelante. Intentando encontrar a Enzo y Magdy antes de que lo hiciera otro. Intentando encontrarlos y salvarlos.
—Después de que Gutiérrez se marchara, Magdy no vio ningún sentido a seguir manteniendo nuestra historia en secreto, así que empezó a hablar a sus amigos —me había contado Gretchen—. Hizo creer a la gente que se había enfrentado a esos seres y había conseguido mantenerlos a raya mientras los demás escapábamos.
—Idiota —dije yo.
—Cuando tus padres volvieron sin la partida de caza, un grupo de amigos suyos habló con él para organizar una búsqueda —continuó Gretchen—. En realidad fue una excusa para poder pasearse por el bosque con armas. Mi padre se enteró y trató de impedirlo. Les recordó que cinco adultos acababan de entrar en el bosque y no habían vuelto. Pensé que ahí había acabado todo, pero ahora me entero de que Magdy esperó a que mi padre se fuera a ver al tuyo antes de reunir a un grupo de idiotas como él para dirigirse al bosque.
—¿Nadie los vio partir?
—Le dijeron a la gente que iban a hacer prácticas de tiro a casa de los padres de Magdy —dijo Gretchen—. Ahora mismo, nadie se va a quejar por eso. Cuando llegaron allí, se escabulleron. El resto de la familia de Magdy está en el pueblo como todo el mundo. Nadie sabe que han desaparecido.
—¿Cómo has averiguado todo eso? —pregunté—. Magdy no ha podido decírtelo.
—Su grupito dejó a alguien atrás —dijo Gretchen—. Isaiah Miller iba a acompañarlos, pero su padre no le dejó el rifle para hacer «prácticas de tiro». Le oí quejarse y luego básicamente lo intimidé para que me contara el resto.
—¿Se lo ha contado a alguien más?
—No lo creo. Ahora que ha tenido tiempo para pensárselo, no creo que quiera meterse en problemas. Pero nosotras sí que deberíamos decírselo a alguien.
—Cundirá el pánico si lo hacemos. Seis personas han muerto ya. Si decimos a la gente que cuatro personas más, cuatro chicos, se han internado en el bosque, se volverán locos. Habrá más personas que salgan con armas y más personas que mueran, bien a manos de esos seres o por dispararse accidentalmente unas a otras por estar tan nerviosas.
—¿Qué quieres hacer entonces?
—Nos hemos estado entrenando para esto, Gretchen.
Mi amiga abrió mucho los ojos.
—Oh, no —dijo—. Zoë, te quiero, pero eso es una locura. Es imposible que me saques ahí para convertirme de nuevo en blanco de esas cosas, y es imposible que yo vaya a permitir que salgas.
—No iremos sólo nosotras. Hickory y Dickory...
—Hickory y Dickory van a decirte también que estás chalada. Se han pasado meses enseñándote a defenderte, y tú crees que les va a encantar que salgas ahí fuera para que alguien te use como objetivo para sus lanzas. Lo dudo.
—Vamos a preguntarles.
—La señorita Gretchen tiene razón —me dijo Hickory, cuando los llamé a Dickory y él—. Es una idea muy mala. El mayor Perry y la teniente Sagan son quienes deberían resolver este asunto.
—Papá tiene toda la colonia para preocuparse en este momento —dije—. Y mamá está en la enfermería, recuperándose de su enfrentamiento con esas cosas.
—¿No crees que eso significa algo? —preguntó Gretchen. Me volví, algo enfadada, y ella levantó una mano—. Lo siento, Zoë, pero piénsalo: tu madre era soldado de las Fuerzas Especiales. Luchaba para vivir. Y si ha salido de ésta con una herida lo bastante mala para pasarse la noche en la enfermería, eso significa que lo que hay ahí fuera es cosa seria.
—¿Quién más puede encargarse? Mamá y papá fueron tras esa partida de caza por un motivo: habían sido entrenados para combatir y enfrentarse a situaciones como ésa. Cualquier otro sólo habría conseguido que lo mataran. No pueden ir tras Magdy y Enzo ahora mismo. Si alguien más va tras ellos, correrá tanto peligro como esos dos y sus amigos. Somos las únicas que podemos hacerlo.
—No te enfades conmigo por decir esto, Zoë. Pero parece que te entusiasma hacer esto. Como si quisieras salir ahí a luchar.
—Quiero encontrar a Enzo y Magdy —contesté—. Eso es todo.
—Deberíamos informar a tu padre —dijo Hickory.
—Si informamos a mi padre nos dirá que no. Y cuanto más discutamos, más tardaremos en encontrar a nuestros amigos.
Hickory y Dickory unieron sus cabezas y parlotearon unos instantes.
—No es buena idea —dijo Hickory por fin—. Pero te ayudaremos.
—¿Gretchen? —pregunté.
—Estoy intentando decidir si Magdy merece la pena.
—Gretchen.
—Es broma. De las que se hacen cuando estás a punto de mojar las bragas.
—Si vamos a hacer esto —dijo Hickory—, debemos hacerlo teniendo en cuenta que probablemente habrá que combatir. Habéis sido entrenadas con armas blancas y de fuego. Debéis estar preparadas para utilizarlas si es necesario.
—Entendido —dije. Gretchen asintió.
—Entonces preparémonos —dijo Hickory—. Y hagámoslo en silencio.
* * *
La seguridad de que sabía lo que estaba haciendo me abandonó en el momento en que entramos en el bosque, cuando correr entre los árboles me recordó a la última vez que lo había hecho de noche, mientras unos seres desconocidos nos seguían como si fueran invisibles. La diferencia entre ahora y entonces era que me habían entrenado y preparado para luchar. Creía que ahora me sentiría de un modo distinto.