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Authors: Leandro Zanoni

Tags: #Biografía, Historia, Otros

La gran manzana (4 page)

Lo cierto es que el nuevo sistema operativo de Mac era excelente. Cosechó muy buenas críticas tanto en los medios especializados como en los usuarios. Era rápido, estéticamente impecable y muy fácil de usar para quien no tenía grandes conocimientos técnicos. Tenía una barra de tareas que aún hoy se sigue usando, con íconos de aplicaciones que se agrandan al paso del cursor como un efecto lupa.

Al infinito y más allá

A partir de fines de 2001 con el lanzamiento del reproductor musical iPod, Apple se metió a paso firme en el camino del entretenimiento con productos de gran calidad. La apertura del iTunes Store para comprar música online y luego el lanzamiento del iPhone en 2007, lograron que gran parte de los resultados financieros de la empresa comenzaran a llegar por las líneas de productos ajenas a las computadoras personales. Las acciones de la compañía valían quince veces más en enero de 2008 que en 2003. En apenas cinco años, Apple se había recuperado de una manera extraordinaria y, finalmente, parecía haber encontrado la estrategia para un crecimiento sostenible y a largo plazo. El nuevo rumbo se vio reflejado también en el nombre. Apple Computer pasó a llamarse Apple Inc.

En los últimos años todo lo que lanzó Apple se convirtió en un fenómeno comercial sin precedentes. El producto más importante después del exitoso celular iPhone (y sus sucesivas versiones 3G, 3Gs, 4 y 4S) fue el iPad, la tableta táctil que revolucionó la industria. Fue presentada por Jobs en 2010 y las ventas tanto del primer modelo, como del iPad 2 y el último, llamado simplemente iPad, fueron impresionantes (ver capítulo "iPad").

En el medio, en enero de 2008, Jobs presentó la MacBook Air, la portátil más delgada del mundo, de apenas un kilo y mucha potencia. Otra vez, la marca se adelantaba varios años al futuro y obligaba al resto a correr detrás. Apple inventó una nueva categoría en el mercado, que hoy Intel se esfuerza por bautizar "ultrabook" y que cuatro años después, más de veinte fabricantes intentan dominar.

Mientras Apple crea, los demás imitan —dice Rosa Jiménez Cano, periodista de tecnología en
El País
de Madrid—. Es cierto, ya había portátiles, pero nadie había dado el paso de eliminar el lector de DVD para hacerlo más fino y ligero. El MacBook Air irrumpió en el imperante mundo de los netbooks. No era barato pero hacía todo lo que los otros pequeñines soñaban: ser tan potentes como un portátil en poco meno de un kilo. Tanto es así que Steve Jobs, en su presentación, ¡lo sacó de un sobre! El objeto, de una pieza, pulido, elegante, invitaba a tomarlo en las manos. Intel respondió rápido creando un concepto todavía por florecer: los ultrabooks. Un clon exacto del modelo Air, solo que por debajo de mil euros.

Durante 2011 hasta el cierre de este libro, las cifras de Apple continuaron creciendo exponencialmente. La acción bursátil superaba los u$S 600 y algunos analistas aseguraban que podría llegar a los u$S 900 durante 2012. La diferencia bursátil entre Apple y el resto de las empresas tecnológicas es tan grande que los analistas financieros más importantes de los Estados Unidos decidieron realizar dos informes diferentes. Uno con Apple y otro sin la empresa, para que su tamaño no distorsione la evaluación general del sector.

El fenómeno de Apple es mundial. Las ventas de productos afuera de los Estados Unidos representan más del 60% de los ingresos. Para cuando en marzo de 2012 apareció la nueva versión del iPad, la venta anticipada desde el sitio web colapsó el sistema y retrasó unos días la salida del producto porque se había agotado el inventario destinado. Apple volvió a romper otro récord: en su primer fin de semana, se vendieron tres millones de tabletas.

Tanto Apple como su actual CEO Tim Cook se esfuerzan por dar muestras contundentes de que la compañía, su marca y los productos trascenderán a Steve Jobs y seguirán por el camino de la innovación. Esa era, justamente, la idea del fundador, quien sobre todo durante los últimos años de su vida se ocupó de construir una empresa sólida, que no dependiera únicamente de su visión. ¿Lo logrará Apple? El desafío que tiene por delante es crucial. Julián Gallo es un reconocido consultor en nuevos medios y se muestra escéptico:

Todos los que leímos la biografía de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson, pudimos ver el proceso tiránico con el que fueron diseñados todos los productos de Apple desde su origen. Esa metodología personal, artística e inflexible que impuso Jobs en primera persona, es inaceptable para cualquier cultura corporativa, que siempre debe diluir el riesgo en burocráticos procesos de aprobación —que incluyen estudios científicos de opinión, usabilidad, preferencias de género, etc.— que culminan por limar todas las aristas verdaderamente creativas de un producto. Lo que surge en una corporación diseñado por un "Jobs", termina aprobado por un Dilbert.
[5]
Lo verdaderamente peculiar, significativo e innovador, deja lugar a una especie de promedio blando, moderado, vulgar. Casi todos los objetos que nos rodean fueron diseñados así, aún los mejores, desde el televisor que tenemos en el living hasta la botonera del ascensor. Todos menos los de Apple. Es de esperar que con el tiempo, y sin poder reemplazar la aureola de su creador —que dirimía con su autoridad la oposición de cualquiera— Apple adquiera los miedos que tienen todas las organizaciones a lo injustificable. De a poco preferirá el promedio. De a poco eliminará lo sobresaliente y artístico. Y así se irá apagando.

Sin duda Jobs marcó a fuego a la compañía que fundó, a sus productos y a los valores de su poderosa marca, que actualmente ranquea siempre entre los tres primeros puestos de las más reconocidas del mundo. Su sello, visión y astucia fueron tan importantes que salvaron a Apple. Pero esas mismas características también pueden perjudicarla en un futuro cercano. Para comprender la enorme influencia que tuvo para delinear este presente, primero es necesario saber quién fue este estadounidense que en 1955 nació por accidente.

Jobs

Creó mucho hardware y software

de gran calidad. Pero con los años

su mejor invento fue sí mismo.

John Perry Barlow
[6]

Nunca una sola persona tuvo tanta injerencia en una empresa como la que tuvo Steve Jobs en Apple. Su capacidad de visión, su incansable estilo de trabajo, el carisma y la seducción que ejercía en todos los que lo rodeaban fueron su marca, su selló único e irrepetible clave para el éxito actual de Apple.

Elegido por los medios como el CEO de la primera década del siglo, Jobs encarnó, hasta el momento, al último gran héroe de la cultura norteamericana. Un semi-dios para miles de fanáticos. El aporte de Jobs resultó fundamental primero para la masificación de la computadora personal y luego para la construcción de este presente digital, donde vivimos conectados a Internet. Jobs supo mezclar a la perfección el arte, el entretenimiento, los negocios y la tecnología. Entender, antes y mejor que muchos otros, la revolución que provocarían los dispositivos móviles.

Abdulfattah Jandali, su padre biológico, era inmigrante sirio musulmán y Joanne Carole Schieble, su madre, una estadounidense de descendencia suiza y alemana. Cuando nació su primer hijo varón, el 24 de febrero de 1955, ambos eran muy jóvenes y decidieron entregarlo en adopción. Sus nuevos padres, Paul Jobs y Clara Hagopian, lo llamaron Steven Paul Jobs. El matrimonio ya tenían una hija, Patty. Era una típica familia de clase media baja californiana. Paul trabajaba como maquinista de una empresa ferroviaria y su esposa era ama de casa. Cuando el pequeño Steve tenía seis años, se mudaron a Mountain View, al sur de Palo Alto. En la década de 1960, aquella región florecía de empresas de tecnología y gracias a Intel y otras compañías, la zona fue bautizada como Silicon Valley, el material que se utilizaba para fabricar los procesadores.

Jobs era hiperactivo y muy curioso. A los 12 años vio por primera vez una computadora y desde entonces supo lo que quería. Durante su secundaria se dedicó a explorar el mundo de la electrónica y los ordenadores. Él mismo llamó a William Hewlett, el presidente de Hewlett Packard, para pedirle unos repuestos que necesitaba para un trabajo del colegio. Charlaron unos minutos y, cautivado por el joven, Hewlett le ofreció un trabajo temporario de verano.

Jobs se crió durante la Guerra Fría, bajo las presidencias de John F. Kennedy y Lyndon Johnson. En Estados Unidos había un ambiente contracultural propio de la década del ‘60, la rebeldía y los movimientos pacifistas contra las guerras como Vietnam y Corea. Dominaba el
flower power
y la liberación sexual, con la música como principal exponente de toda la ebullición juvenil, interpretada por Los Beatles, Bob Dylan, The Doors y Los Rolling Stones, entre otros grupos. Eran épocas de hipismo y drogas como la marihuana y los alucinógenos como el LSD. La ciudad de San Francisco, uno de los principales faros de todos aquellos movimientos, quedaba a pocos kilómetros de donde vivía Jobs. En la zona oeste, a principios de la década del ‘70 y gracias a la creación del microprocesador de Intel en 1971, se gestaba otro movimiento que haría historia: la revolución de la computadora personal (PC).

A través de un vecino, Jobs conoció a Steve Wozniak, un chico seis años mayor que él; un nerd dedicado día y noche a la electrónica, gordo y poco dado a las relaciones sociales. En seguida se hicieron amigos. "Me costaba muchísimo explicarle a la gente los diseños en los que trabajaba, pero Steve lo entendió inmediatamente. Y me cayó bien", recordaría Wozniak años después.

En 1972 Jobs ingresa a la Universidad Reed en Oregon, pero abandona a los seis meses. Se aburría y era muy cara, lo que significaba un gran esfuerzo para sus padres. Siguió en la universidad el resto del año pero como oyente, durmiendo en el piso de habitaciones de otros compañeros y asistiendo a clases de caligrafía. En aquellos días se hizo vegetariano, comenzó a estudiar religiones orientales y a practicar meditación budista. Como no tenía dinero, comía gratis en el templo Hare Krishna que quedaba a unos kilómetros de la Universidad.

Cuando regresó a California, en 1974, consiguió trabajar en Atari, donde fue parte del equipo que fabricó el famoso juego Pong.

Los ácidos, la marihuana, la privación del sueño, largos ayunos, poesía y Bob Dylan. Jobs acudía a todo lo que pudiera ayudarlo a explorar los límites de su propia existencia. Atraído por el budismo y en búsqueda de respuestas, en mayo de aquel año decidió viajar a la India junto a un amigo de la universidad, Dan Kottke. En Nueva Delhi, el objetivo era conocer el ashram del famoso gurú Neem Karoli Baba y asistir a la Khumba Mela, la fiesta del cántaro, celebrada cada tres años a la que asisten millones de fieles hindúes de todo el mundo. Jobs se rapó la cabeza, adelgazó varios kilos ya que a causa de la comida contrajo disentería, una enfermedad estomacal infecciosa con fiebre, diarrea y vómitos. Tuvo que volver a Nueva Delhi y junto con Kottke fueron a buscar a Karoli Baba a la montaña Kumoan, al este de la India. Pero fracasaron: el gurú había fallecido seis meses antes y ellos no se habían enterado. Deambularon algunas semanas más, alternando momentos de profunda espiritualidad con otros cómicos y decepcionantes. Jobs descubrió que en la India no todo era como había leído en sus libros espirituales y la miseria extrema convivía con la riqueza arquitectónica y cultural. No descubrió la iluminación que fue a buscar. "Empecé a pensar que Thomas Edison había hecho más para mejorar el mundo que Karl Mark y Neem Karoli Baba juntos", diría tiempo después.

A su regreso, luego de su etapa experimental, pide retomar el trabajo en Atari y su fundador Nolan Bushnell lo acepta nuevamente, pero lo cambian al turno noche porque nadie soportaba su carácter, su aspecto desalineado y su mal olor. Se dejaba la barba, el pelo largo y la mayoría de los días andaba descalzo.

Para desarrollar el juego
Breakout
, Atari organizó un concurso interno cuyo premio era de cinco mil dólares para quien logre hacerlo en menos tiempo y con la menor cantidad de componentes posibles. Jobs no tenía idea de cómo hacerlo, pero le pidió ayuda informal a Wozniak que en aquel entonces trabajaba en Hewlett Packard y por las noches lo ayudaba en Atari. Gracias a sus enormes conocimientos técnicos,
Woz
logró hacerlo en apenas cuatro noches. Bushnel le pagó a Jobs el premio y este le entregó a su amigo tan solo 350 dólares.

Poco tiempo después, junto a Wozniak empiezan a asistir a las reuniones del Homebrew Computer Club, formado en 1975 en Palo Alto por un grupo de unos quinientos aficionados a las computadoras, la programación de software y los circuitos electrónicos. Allí ambos presentaron el rudimentario modelo Apple I, construido por Wozniak en 1976. A diferencia de su socio, Jobs tuvo la idea de venderlo entre los miembros porque consideraba que el trabajo era fruto del esfuerzo de ambos. Así nació Apple, cuyo nombre fue elegido por Jobs por su trabajo veraniego recolectando manzanas y porque además no se parecía en nada a los nombres tradicionales de las empresas de informática hasta el momento.

Jobs vivía acelerado, inseguro, obsesionado con la idea de la muerte. Le decía a su entorno íntimo que no llegaría a los 50 años y que había que alcanzar las metas lo antes posible. Manejaba sus autos y motos a gran velocidad. Era ansioso. No soportaba perder tiempo.

Por aquellos años, en medio del impresionante crecimiento comercial de Apple, Jobs ya mostraba su innata capacidad para vender, usando su gran carisma y su exageración que luego fue conocida como "campo de distorsión de la realidad". Tenía un enorme poder de convencimiento, tanto para persuadir a las personas de trabajar en Apple como para negociar mejores condiciones con los proveedores y socios estratégicos. También para seducir a los periodistas y conseguir artículos favorables en la prensa. Rápidamente, Jobs pasó a ser el niño mimado de los medios, la persona que todo periodista quería entrevistar y tener como amigo.

Sin embargo, puertas adentro, en Apple, Jobs dejaba florecer su mal carácter contra los empleados. Los maltrataba a gritos, se apropiaba de ideas ajenas y les decía que su trabajo era una porquería. Pero al día siguiente los bañaba en elogios por el mismo trabajo, sin escalas intermedias. Era cruel, ácido y extremadamente irónico. Su sarcasmo, a veces, hacía llorar de bronca a algunos de sus principales colaboradores, que solían amenazar con renunciar. Además era muy exigente con los plazos de entrega de todo lo que pedía y capaz de llamar a un empleado un domingo a las ocho de la mañana. Años después, Wozniak diría:

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