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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Fantástico

La espada leal (4 page)

—Alguien tiene que hacerlo —concedió Egg—. Bennis nunca lo cepilla. Nunca limpia su pesebre. ¡Ni siquiera le ha puesto nombre!

—Algunos caballeros nunca le ponen nombre a sus caballos —le dijo Dunk—. De ese modo, cuando estos mueren en batalla, la pena no es tan grande. Siempre hay otros caballos, pero es duro perder a un amigo leal. —O así le decía el anciano, aunque jamás siguió su consejo. Le ponía nombre a todo caballo que tuvo. Al igual que Dunk—. Veremos cuántos hombres van a la torre… pero ya sean cinco o cincuenta, tendrás que hacerlo por ellos también.

Egg parecía indignado.

—¿Tengo que servir a los plebeyos?

—Servir no. Ayudar. Necesitamos convertirles en soldados. —Si la Viuda Escarlata nos da tiempo suficiente—. Si los dioses se portan, algunos habrán recibido instrucción antes, pero la mayoría estarán verdes como la hierba de verano, más acostumbrados a empuñar azadas que lanzas. Aun así, llegará el día en que nuestras vidas dependan de ellos. ¿Cuántos años tenías tú cuando empuñaste una espada por primera vez?

—Era pequeño, Ser. La espada era de madera.

—Los chicos corrientes también pelean con espadas de madera, solo que las suyas son palos y ramas rotas. Egg, esos hombres pueden parecerte inferiores. No sabrán el nombre apropiado de las partes de una armadura, ni los blasones de las diferentes casas, ni qué rey abolió el derecho de pernada… pero trátalos con respeto, como a iguales. Tú eres un escudero nacido con sangre noble, pero sigues siendo un niño. La mayoría serán hombres maduros. Un hombre tiene su orgullo, no importa lo bajo de su cuna. Tu parecerías igual de tonto y perdido en sus aldeas. Y si lo dudas, vete y cava una zanja y pastorea una oveja, y dime los nombres de todas las hierbas y flores del Bosque Cerradón.

El chico lo pensó por un momento.

—Puedo enseñarles los blasones de las grandes casas, y cómo la reina Alysanne convenció al rey Jaehaerys para abolir el derecho de pernada. Y ellos pueden enseñarme qué hierbas son las mejores para fabricar venenos, y si esas bayas verdes son comestibles.

—Pueden —concedió Dunk—, pero antes de que llegues al rey Jaehaerys, será mejor que nos ayudes a mostrarles como se usa una lanza. Y no comas nada que Maestra no comería.

Al día siguiente, una docena de guerreros en potencia llegaron a Tiesa y se reunieron junto a los pollos. Uno era demasiado viejo, dos demasiado jóvenes, y otro un chico delgaducho que resultó ser delgaducha. Dunk los mandó de vuelta a sus aldeas, dejando ocho: tres Wat, dos Will, un Lim, un Pate y Gran Rob el Cenutrio. Lo siento mucho, no pudo evitar pensar.

Los muchachos campesinos fornidos y apuestos que ganaban los corazones de las damas de alta cuna en las canciones no se veían por ninguna parte. Cada uno era más mugriento que el anterior. Lim tenía lo menos cincuenta, y Pate tenía los ojos llorosos; eran los dos únicos que habían sido instruidos hace tiempo. Ambos habían ido con Ser Eustace y sus hijos a luchar en la Rebelión de Fuegoscuro. Los otros seis estaban tan verdes como Dunk había temido. Los ocho tenían piojos. Dos de los Wat eran hermanos.

—Supongo que tu madre no sabía otro nombre —dijo Bennis, cloqueando.

En cuanto a las armas, trajeron una guadaña, tres azadas, un viejo cuchillo y algunos garrotes gruesos de madera. Lim tenía un palo afilado que podría servir de lanza, y uno de los Will confesó ser habilidoso en el lanzamiento de piedras.

—Bien, bien —dijo Bennis—, tenemos con nosotros a un maldito catapulta.— Después de aquello, el hombre fue conocido como Cata.

—¿Sabe alguno de vosotros manejar un arco largo? —les preguntó Dunk.

Los hombres arrastraron los pies por el suelo, mientras las gallinas picoteaban a su alrededor. Pate, el de los ojos llorosos, contestó al fin: —Le ruego me disculpe, Ser, pero mi señor no nos permite el uso de arcos largos. Los venados de Osgrey son para los leones jaquelados, no para la gente como nosotros.

—¿Tendremos espadas, yelmos y cotas de malla? —quiso saber el menor de los tres Wat.

—Hombre, claro —dijo Bennis—, en cuanto mates a uno de los caballeros de la Viuda y saquees su cuerpo sangriento. Asegúrate también de meter el brazo bien arriba por el culo de su caballo, ahí encontrarás su plata. —Pellizcó al joven Wat debajo del brazo hasta que el muchacho gritó de dolor, y luego marcharon todos ellos al Bosque Cerradón para cortar algunas lanzas.

Cuando regresaron, tenían ocho lanzas endurecidas al fuego de longitudes desiguales, y bastos escudos de ramas entretejidas. Ser Bennis también se había fabricado una lanza, y les enseñaba cómo clavar con la punta y usar el mango para desviar golpes… además de dónde poner la punta para matar.

—El estómago y la garganta son los mejores sitios. —Se golpeó el pecho con el puño—. Justo aquí está el corazón, que también servirá. El problema son las costillas de en medio. El estómago está bien, y es blando. Destripar es lento, pero seguro. Nunca conocí a un hombre que viviera con las tripas colgando. Y ahora, si algún idiota se da la vuelta y os da la espalda, poned vuestras puntas en medio de los omóplatos o atravesad sus riñones. Justo aquí. No viven mucho una vez que les pinchas en el riñón.

Tener tres Wat en el grupo causaba confusión cuando Bennis trataba de decirles qué hacer.

—Deberíamos otorgarles nombres de lugares, Ser —sugirió Egg—, como Ser Arlan de Pennytree, vuestro viejo maestro. —Podría haber funcionado, si no fuera porque sus aldeas no tenían nombre—. Bueno —dijo Egg—, podemos llamarlos según sus cultivos, Ser. —Una aldea se hallaba entre judiares, otra plantaba cebada principalmente, y la tercera cultivaba hileras de repollos, zanahorias, cebollas, nabos y melones. Nadie quería ser un Repollo o un Nabo, así que el último grupo se convirtió en los Melón. Acabaron como cuatro Cebada, dos Melón y dos Judía. Como los hermanos Wat eran ambos Cebada, fue necesaria otra distinción. Cuando el hermano menor hizo mención a la ocasión en que se cayó al pozo de la aldea, Bennis le apodó “Mojado Wat”, y así se quedó. Los hombres estaban emocionados por habérseles otorgado “nombres de señor”, a excepción de Gran Rob, quien parecía no poder recordar si era un Judía o un Cebada.

Una vez que todos tuvieron nombres y lanzas, Ser Eustace salió de Tiesa para dirigirles. El viejo caballero estaba de pie en la puerta de la torre, llevando su malla y su armadura debajo de un largo sobretodo de lana que el tiempo había vuelto más amarillo que blanco. En el pecho y la espalda llevaba el león jaquelado, cosido con pequeños cuadros verde y oro.

—Muchachos —dijo—, todos recordáis a Dake. La Viuda Escarlata le metió en un saco y lo hundió en el foso. Le arrebató la vida, y ahora cree que también puede arrebatarnos el agua, el Jaquel que riega nuestros cultivos… ¡Pero no lo conseguirá! —Levantó su espada por encima de la cabeza—. ¡Por Osgrey! —dijo con grandilocuencia—. ¡Por Tiesa!

—¡Osgrey! —repitió Dunk. Egg y los reclutas retomaron el vítor—. ¡Osgrey! ¡Osgrey! ¡Por Tiesa!

Dunk y Bennis entrenaron a la pequeña compañía entre los cerdos y los pollos, mientras Ser Eustace observaba desde el balcón. Sam Encorvado había rellenado algunos sacos viejos con paja sucia. Estos se convirtieron en los enemigos. Los reclutas empezaron a trabajar sus habilidades con la lanza mientras Bennis les rugía.

—Pinchar, girar y desgarrar. ¡Pinchar, girar y desgarrar, pero sacad la jodida lanza! Querréis tenerla preparada para el siguiente. Demasiado lento, Cata, demasiado lento. Si no puedes hacerlo más rápido, vuelve a lanzar piedras. Lim, no pongas todo el peso en la estocada. Hay un niño. Y dentro y fuera y dentro fuera. Jódelos bien, ese es el camino, dentro y fuera, destrípalos, destrípalos, destrípalos.

Cuando los sacos estaban hechos pedazos por medio millar de estocadas y toda la paja se había derramado por el suelo, Dunk se puso su malla y su coraza y cogió una espada de madera, para ver cómo se las arreglaban los hombres con un enemigo vivo.

No demasiado bien, fue la respuesta. Solo Cata era lo bastante rápido para conseguir que su lanza pasara el escudo de Dunk, y lo hizo una sola vez. Dunk desviaba un torpe y desorganizado ataque tras otro, les desarmaba de sus lanzas y atacaba en corto. Si su espada hubiera sido de acero en lugar de pino, los habría matado a todos media docena de veces.

—Estáis muertos una vez que consigo pasar vuestra punta —les avisó, golpeándoles en las piernas y los brazos para volver a empezar la lección.

Cata, Lim y Mojado Wat aprendieron pronto a mantener la distancia, al menos. Gran Rob tiró su lanza y corrió, y Bennis tuvo que perseguirlo y traerlo arrastrando entre lágrimas. Al final de la tarde todos ellos estaban magullados y apaleados, con ampollas que crecían en sus callosas manos por donde cogían las lanzas. Dunk no llevaba marcas, pero estaba medio ahogado en sudor para cuando Egg le ayudó a despojarse de su armadura.

Mientras el sol se ponía, Dunk hizo desfilar a su pequeña compañía hacia la bodega y les obligó a darse un baño, incluso a aquellos que ya se habían dado uno el pasado invierno. Después, la esposa de Sam Encorvado les dio a todos boles de carne, con guarnición de zanahorias, cebollas y cebada. Los hombres estaban derrengados, pero al oírles hablar parecía que pronto serían todos dos veces tan mortales como un caballero de la Guardia Real. Apenas podían esperar a probar su valor. Ser Bennis les incitaba contándoles los placeres de la vida de soldado: botín y mujeres, principalmente. Los dos de más edad le daban la razón. Lim había traído un cuchillo y un par de excelentes botas de la Rebelión de Fuegoscuro; las botas eran demasiado pequeñas para poder ponérselas, pero las tenía colgando de la puerta. Y Pate no paraba de hablar de los compañeros de campamento que había conocido siguiendo al dragón. Sam Encorvado les había preparado ocho jergones de paja en el corral subterráneo, así que una vez que llenaron sus barrigas se fueron a dormir. Bennis se rezagó lo bastante para dedicarle a Dunk una mirada de disgusto.

—Ser Inútil debería haberse follado unas cuantas campesinas fulanas más mientras le quedaba una gota de savia en sus viejas bolas arrugadas —dijo—. Si hubiera sembrado un buen montón de bastardos, ahora podríamos tener soldados.

—No parecen peores que cualquier otro recluta campesino. —Dunk había marchado con unos cuantos cuando servía a Ser Arlan.

—Claro —dijo Ser Bennis—. En quince días podrían arreglárselas contra otro grupo de campesinos. Pero, ¿caballeros? —Sacudió la cabeza y escupió.

El pozo de Tiesa se encontraba en la bodega, en una estancia húmeda y fría con paredes de piedra y tierra. Allí era donde la esposa de Sam Encorvado ponía en remojo, restregaba y sacudía las ropas antes de llevarlas al tejado para su secado. La gran tina de lavar también se usaba para los baños. Bañarse requería extraer agua del pozo caldero a caldero, calentarla sobre la chimenea en una gran cazuela de hierro, verter la cazuela en la tina, y volver a empezar todo el proceso. Llenar la cazuela requería cuatro cubos, y tres cazuelas para llenar la bañera. Para cuando la última olla estaba caliente, el agua de la primera ya estaba tibia. Se había oído decir a Ser Bennis que todo el asunto era cansino de narices, motivo por el cual tenía piojos y pulgas y apestaba como un queso podrido. Dunk al menos tenía a Egg para ayudarle cuando sentía la imperiosa necesidad de un buen lavado, como aquella noche. El muchacho sacaba el agua con un silencio sombrío, y apenas habló mientras se hervía.

—¿Egg? —le preguntó Dunk cuando la última olla empezaba a entrar en ebullición—. ¿Sucede algo? —Cuando Egg no contestó, dijo:—. Ayúdame con la olla.

Junto la llevaron de la chimenea hasta la bañera, con cuidado de no mojarse.

—Ser —dijo el chico—, ¿qué creéis que piensa hacer Ser Eustace?

—Echar abajo el dique, y plantar cara a los hombres de la viuda si intentan detenernos. —Habló en voz alta, para que se le oyera por encima del chapoteo del agua. El vapor se elevó como una cortina blanca cuando la vertieron, poniéndoles la cara colorada.

—Sus escudos son de ramas entrelazadas, Ser. Una lanza puede atravesarlos, o una saeta de ballesta.

—Encontraremos algunas piezas de armadura para ellos, cuando estén preparados. —Eso era lo mejor que podían esperar.

—Probablemente los maten, Ser. Mojado Wat aún es un muchacho. Will Cebada va a casarse la próxima vez que venga el septon. Y Gran Rob ni siquiera distingue su pie izquierdo del derecho.

Dunk dejó la olla vacía sobre el suelo de tierra compacta.

—Roger de Pennytree era más joven que Mojado Wat cuando murió en Campo de Hierbarroja. Había hombres en el ejército de tu padre que se acababan de casar, y otros que jamás habían besado a una mujer. Había cientos que no sabían distinguir su pie izquierdo del derecho, quizá miles.

—Aquello fue diferente —insistió Egg—. Aquello era una guerra.

—Como esto. La misma cosa, solo que a menor escala.

—Menor y más estúpida, Ser.

—Eso no somos ni tu ni yo quienes deben decirlo —le replicó Dunk—. Es su deber acudir a la guerra cuando Ser Eustace les convoca… y morir, si es necesario.

—Entonces quizá no hubiéramos debido ponerles nombres, Ser. La pena será mayor cuando mueran. —Arrugó el ceño—. Si usáramos mis contactos…

—No. —Dunk se puso a la pata coja para sacarse una bota.

—Sí, pero mi padre…

—No. —La segunda bota siguió el camino de la primera.

—Podríamos…

—No. —Dunk se sacó la túnica manchada de sudor, y se la tiró a Egg—. Pídele a la mujer de Sam Encorvado que me la lave.

—Así lo haré, Ser, pero…

—Que no, he dicho. ¿Necesitas un bofetón en la oreja para ayudarte a oír mejor? —Se desató los calzones. No llevaba nada más debajo; hacía demasiado calor para la ropa interior—. Está bien que te preocupes de Wat, de Wat, de Wat y del resto, pero tus “contactos” solo son para un caso de necesidad perentoria. —¿Cuántos ojos tiene lord Cuervo de Sangre? Un millar, y uno—. ¿Qué te dijo tu padre, cuando te envió como mi escudero?

—Que mantuviera mi cabeza afeitada o teñida, y que no le revelara a nadie mi verdadero nombre —dijo el chico, con una clara reticencia.

Egg había servido a Dunk durante año y medio, aunque algunas veces le parecían veinte. Habían ascendido juntos por el Paso del Príncipe y cruzado las extensas arenas de Dorne, las rojas y las blancas. Un barco de un mástil les había llevado por el Sangreverde hasta Tabladillo, desde donde hicieron travesía hasta Antigua sobre el Dama Blanca. Habían dormido en establos, tabernas y cunetas, compartido pan con sacerdotes, prostitutas y actores, y asistido a un montón de teatros de titiriteros. Egg había cuidado del caballo de Dunk, afilado su espada y desoxidado su cota de malla. Había sido tan buen compañero como cualquier hombre pudiera desear, y el caballero errante había llegado a pensar en él casi como en un hermano pequeño.

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