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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Fantástico

La espada leal (7 page)

—Una gran batalla es una cosa terrible —dijo el viejo caballero—, pero en medio de la sangre y la carnicería, a veces hay algo de belleza, belleza que puede romperte el corazón. Nunca olvidaré el aspecto del sol cuando se puso sobre el Campo de Hierbarroja… Diez mil hombres habían muerto, y el aire estaba repleto de gemidos y lamentos, pero sobre nosotros el cielo se volvía dorado, rojo y naranja, tan bello que el saber que mis hijos nunca lo verían me hizo sollozar.— Suspiró—. Estuvo más cerca de lo que hacen creer a la gente hoy en día. Si no fuera por Cuervo de Sangre…

—Siempre había oído que fue Baelor Rompelanzas quien ganó la batalla —dijo Dunk—. El y el príncipe Maekar.

—¿El martillo y el yunque? —Los bigotes del anciano se crisparon—. Los juglares olvidan mucho y más. Daemon fue el Guerrero aquel día. Ningún hombre resistía enfrente de él.

»Rompió la vanguardia de lord Arryn en pedacitos, y mató al Caballero de las Nueve Estrellas y a Wyl Waynwood el Salvaje antes de enfrentarse a Ser Gwayne Corbray, de la Guardia Real. Durante cerca de una hora, bailaron sobre sus caballos, dando vueltas y más vueltas, y matando a todo hombre que se les acercara. Se decía que cada vez que Fuegoscuro y Forlorn chocaban, se podía oír el sonido a kilómetros. Era media canción y medio grito, aseguraban. Pero cuando al fin la espada dama titubeó, Fuegoscuro atravesó el yelmo de Ser Gwayne y le dejó ciego y sangrante. Daemon desmontó para evitar que su enemigo caído fuese pisoteado, y ordenó a Redtusk que se lo llevara hasta los maestres de retaguardia. Y ese fue su error mortal, ya que los Picos de Cuervo habían ganado la cima de Cresta Llorosa, y Cuervo de Sangre vio el estandarte real de su medio hermano a trescientos metros, y a Daemon y sus hijos bajo él. Mató primero a Aegon, el mayor de los gemelos, porque sabía que Daemon nunca dejaría al chico mientras su cuerpo estuviera caliente, a pesar de que las lanzas caían como la lluvia. Y no lo hizo, aunque siete flechas le perforaban, disparadas tanto por la brujería como por el arco de Cuervo de Sangre. El joven Aemon cogió a Fuegoscuro cuando la hoja se desprendió de los dedos de su moribundo padre, por lo que Cuervo de Sangre también lo mató, al más joven de los gemelos. Así perecieron el dragón negro y sus hijos.

»Después hubo mucho más, lo sé. Yo mismo vi algunas cosas… los rebeldes corriendo, Bittersteel alcanzando la desbandada y liderando su demente carga… su batalla con Cuervo de Sangre, solo superada por la que Daemon libró con Gwayne Corbray … los golpes de martillo del príncipe Baelor contra la retaguardia rebelde, todos los dornianos gritando mientras llenaban el aire con sus lanzas… pero al final del día, nada de eso importó. La guerra había terminado cuando murió Daemon.

»Estuvo tan cerca… Si Daemon hubiera pasado por encima de Gwayne Corbray y le hubiera abandonado a su destino, podría haber roto el flanco izquierdo de Maekar antes que Cuervo de Sangre tomara la cresta. El día habría pertenecido a los dragones negros, con la Mano asesinada y el camino hacia Desembarco del Rey expedito ante ellos. Daemon podría haberse sentado en el Trono de Hierro para cuando el príncipe Baelor llegara con sus señores de la tormenta y sus dornianos.

»Los juglares pueden seguir con su martillo y su yunque, Ser, pero fue el matarreyes quien cambió la marea con una flecha blanca y un hechizo oscuro. Y es él quien nos gobierna, no os quepa duda. El rey Aerys es su marioneta. No me sorprendería averiguar que Cuervo de Sangre ha hechizado a Su Gracia, para doblegar su voluntad. Me pregunto si no estamos malditos.»

Ser Eustace sacudió la cabeza, y se sumergió en un silencio siniestro. Dunk se preguntaba cuánto había oído Egg, pero no había manera de preguntarle. ¿Cuántos ojos tiene lord Cuervo de Sangre?, pensó.

El día ya se estaba volviendo más cálido. Hasta las moscas han huido, se percató Dunk.

Las moscas tienen más sentido común que los caballeros. Se mantienen a salvo del sol. Se preguntó si serían hospitalarios con él y con Egg en Fosafría. Un pichel de cerveza tostada helada iría muy bien, Dunk estaba considerando con placer aquella perspectiva cuando recordó lo que Egg le había dicho sobre la Viuda Escarlata y el envenenamiento de sus maridos. Su sed se evaporó en un momento. Había cosas peores que una garganta seca.

—Hubo un tiempo en que la Casa Osgrey poseía todas las tierras en muchos kilómetros a la redonda, desde Monjilla en el este hasta Remendón —dijo Ser Eustace—. Fosafría era nuestra, y las Colinas de la Herradura, las cuevas de las Colinas de la Gesta, las aldeas de Dosk, Pequeña Dosk y Valle Brandy, ambas riberas de Lago Frondoso… Las damas Osgrey se casaban con los Florent, los Swann y los Tarbecks, incluso con los Hightower y los Blackwood.

Tenían a la vista el lindero del Bosque Cerradón. Dunk se protegió los ojos con la mano, y oteó el follaje. Por una vez, envidiaba el sombrero de Egg. Al menos tendremos algo de sombra.

—Hubo un tiempo en que el Bosque Cerradón se extendía hasta Fosafría —dijo Ser Eustace—. No recuerdo quien fue Cerradón. No obstante, antes de la Conquista, se podían encontrar uros en su bosque, y enormes alces con cornamentas de cincuenta centímetros y más. Había más venados rojos de los que cualquier hombre podría comerse en toda su vida, ya que nadie excepto el Rey y el león jaquelado podían cazar allí. Incluso en tiempos de mi padre, había árboles a ambos lados del río, pero las arañas talaron los bosques para hacer pastizales para sus reses, ovejas y caballos.

Un delgado chorro de sudor caía por el pecho de Dunk. Se descubrió deseando con fervor que su señor se estuviera callado. Hace demasiado calor para hablar, hace demasiado calor para cabalgar. Hace un calor de narices.

En el bosque, se toparon con el cadáver de un gato arbóreo marrón, cubierto de gusanos.

—Aagh —dijo Egg, mientras lo rodeaba con Maestra—, eso huele peor que Ser Bennis.

Ser Eustace tiró de sus riendas.

—Un gato arbóreo. No sabía que quedaran en este bosque. Me pregunto qué le mató. —Cuando nadie contestó, dijo:—. Daré la vuelta aquí. Continuad por el camino del oeste y llegaréis directos hasta Fosafría. ¿Tenéis la moneda? —Dunk asintió—. Bien. Volved a casa con mi agua, Ser. —El anciano caballero se alejó trotando por donde habían venido.

Cuando se hubo ido, Egg dijo:

—He pensado en cómo deberíais hablarle a lady Webber, Ser. Podríais ganárosla con cumplidos galantes. —El chico parecía tan fresco y limpio en su túnica a cuadros como Ser Eustace con su capa.

¿Soy yo el único que suda?

—Cumplidos galantes —repitió Dunk—. ¿Qué tipo de cumplidos galantes?

—Ya sabéis, Ser. Decidle lo bella y hermosa que es.

Dunk tenía sus dudas.

—Ha sobrevivido a cuatro maridos, debe ser tan vieja como lady Vaith. Si le digo que es bella y hermosa cuando es vieja y verrugosa, me tomará por un mentiroso.

—Solo necesitáis hallar algo verdadero que decir sobre ella. Así lo hace mi hermano Daeron. Hasta las prostitutas viejas y feas pueden tener el pelo bonito o unas orejas bien formadas, Ser.

—¿Orejas bien formadas? —Las dudas de Dunk aumentaron.

—O los ojos bonitos. Decidle que su túnica hace juego con el color de sus ojos. —El chico reflexionó un instante—. A menos que solo tenga un ojo, como lord Cuervo de Sangre.

Mi señora, esa túnica le hace juego con el color de su ojo. Dunk había oído a caballeros y lores menores susurrar tales galanterías a otras damas. Sin embargo, ninguno se había andado con tantos rodeos. Buena señora, ese vestido es precioso. Hace juego con el color de sus dos adorables ojos. Algunas de las damas eran viejas y escuálidas, o gruesas y rubicundas, o tenían sífilis y eran poco atractivas, pero todas tenían vestido y dos ojos, y según recordó Dunk, se mostraron complacidas ante las palabras floridas. Qué vestido tan encantador, mi señora. Hace juego con la adorable belleza del hermoso color de sus ojos.

—La vida de un caballero errante es más simple —dijo Dunk, sombrío—. Si le digo algo incorrecto, me meterá en un saco de piedras y me arrojará al río.

—Dudo que tenga un saco tan grande, Ser —dijo Egg—. Podríamos usar mi bota.

—No —gruñó Dunk—, no podemos.

Cuando salieron del Bosque Cerradón, se hallaban más arriba del dique. Las aguas habían subido lo suficiente para que Dunk tomara ese trago con el que había soñado. Lo bastante profundo para ahogar a un hombre, pensó. En la orilla opuesta, el cauce había sido modificado para desviar parte del caudal hacia el oeste. La acequia transcurría paralela al camino, abasteciendo a una miríada de canales más pequeños que serpenteaban entre los campos. Una vez que crucemos el arroyo, estaremos en poder de la Viuda. Dunk se preguntó en qué se estaba metiendo. Solo era un hombre, con un chico de diez años para guardar sus espaldas.

Egg se abanicaba el rostro.

—¿Ser? ¿Por qué nos detenemos?

—No lo hacemos. —Dunk azuzó su montura con los talones y se metió en el arroyo. Egg le siguió con la mula. El agua llegaba hasta la barriga de Trueno. Emergieron mojados en la orilla de la Viuda. Delante, la acequia discurría recta como una lanza, resplandeciente de verde y oro por el sol.

Cuando avistaron las torres de Fosafría varias horas más tarde, Dunk se detuvo para cambiar su buena túnica dorniana y aflojar la espada en su vaina. No quería que la hoja se quedara encallada si necesitaba sacarla. Egg también comprobó su daga, con cara solemne bajo el sombrero de paja. Cabalgaron a la par, Dunk sobre el gran caballo de guerra, el chico sobre la mula y el estandarte Osgrey ondeando apenas en su asta.

Fosafría resultó ser un tanto decepcionante, después de todo lo que Ser Eustace les había contado. Comparado con Bastión de Tormentas o Altojardín, y con otros señoríos que Dunk había visto, era un castillo modesto… pero era un castillo, no una torre de vigilancia fortificada. Su muralla exterior almenada se elevaban casi diez metros, y tenía torres en las esquinas, cada una de ellas la mitad más altas que Tiesa. De cada torreón y aguja colgaban con pesadez las banderas negras de Webber, todas ellas con el blasón de una araña moteada sobre una telaraña plateada.

—¿Ser? —dijo Egg—. El agua. Mirad adonde va.

El canal terminaba bajo los muros este de Fosafría, derramando el agua en el foso del cual el castillo tomaba su nombre. El borboteo del agua hizo que los dientes de Dunk rechinaran.

No se llevará mi Jaquel.

—Venga —le dijo a Egg.

Sobre la arcada de la entrada principal caía una fila de banderolas de araña, inmóviles ante la ausencia de aire, sobre el blasón más viejo esculpido en piedra. Siglos de viento y lluvia lo habían borrado, pero su forma aún estaba intacta: un león rampante hecho con cuadros ajedrezados. Las puertas de debajo estaban abiertas. Mientras trapaleaban por el puente levadizo, Dunk tomó nota de cuanto había descendido el foso. Dos metros o menos, juzgó.

Dos lanceros obstaculizaban su paso por el rastrillo. Uno tenía una gran barba negra y el otro no. El de la barba exigió saber sus intenciones.

—Mi señor de Osgrey me envía para tratar con lady Webber —le dijo Dunk—. Me llaman Ser Duncan el alto.

—Bueno, ya sabía que no erais Bennis —dijo el guardia barbilampiño—. Le hubiéramos olido al venir. —Le faltaba un diente y tenía el distintivo de la araña moteada bordado sobre el corazón.

El barbudo miraba escamado a Dunk.

—Nadie ve a su señoría a menos que Dosmetros dé su permiso. Venid conmigo. Vuestro mozo de cuadra puede quedarse con los caballos.

—Soy un escudero, no un mozo de cuadras —insistió Egg—. ¿Sois ciego, o solo estúpido?

El guardia barbilampiño rompió en carcajadas. El de la barba puso la punta de la lanza sobre el cuello del chico.

—Repite eso.

Dunk le dio a Egg un bofetón en la oreja.

—No, cierra la boca y atiende a los caballos. —Desmontó—. Veré ahora a Ser Lucas.

El barbudo bajó la lanza.

—Está en el patio.

Pasaron bajo un rastrillo de puntas de hierro y bajo una buhedera antes de emerger al pabellón exterior. Los sabuesos ladraban en sus jaulas, y Dunk pudo oír cánticos que procedían de las ventanas con cristales emplomados de un sept heptagonal de madera. En frente de la herrería, un herrero calzaba un caballo de guerra, con la ayuda de un aprendiz. Al lado, un escudero estaba soltando flechas de las dianas de los arqueros, mientras que una niña pecosa con una larga trenza disparaba con el arco. El estafermo también estaba girando, mientras media docena de caballeros con armaduras de relleno acolchado hacía turnos para golpearlo.

Encontraron a Ser Lucas Dosmetros entre los observadores del estafermo, hablando con un enorme y obeso septon que sudaba más que Dunk y que parecía una morcilla enfundada en una ropa que parecía haberse dejado puesta para darse un baño. Inchfield se asemejaba a una lanza detrás del otro, rígido, derecho y muy alto… aunque no tanto como Dunk. Dos metros y cinco centímetros, calculó Dunk, y cada centímetro más orgulloso que el anterior. Aunque vestía de seda negra con hilos plateados, Ser Lucas parecía tan fresco como si hubiera estado caminado por el Muro.

—Mi señor —le saludó el guardia—. Este viene de la torre gallinero para una audiencia con su señoría.

El septon se giró en primer lugar, con una risotada de regocijo que hizo pensar a Dunk si no estaría borracho.

—¿Y quién es
este
? ¿Un caballero errante? Pues sí que tenéis caballeros altos en el Dominio. —El septon hizo un gesto de bendición—. Que el Guerrero luche siempre a vuestro lado. Soy el septon Sefton. Un nombre desafortunado, pero es el mío. ¿Y vos?

—Ser Duncan el Alto.

—Un chico modesto, este —le dijo el septon a Ser Lucas—. Si yo fuera tan alto como él, me haría llamar Ser Sefton el Inmenso. Ser Sefton la Torre. Ser Sefton con las Nubes junto a los Oídos. —Su cara de luna estaba roja, y había manchas de vino sobre su túnica.

Ser Lucas estudió a Dunk. Era un hombre mayor, de cuarenta por lo menos, quizá incluso cincuenta, fibroso más que musculoso, con un rostro notablemente feo. Sus labios eran gruesos, sus dientes una maraña amarilla, su nariz ancha y bulbosa, sus ojos protuberantes. Y está enfadado, sintió Dunk, incluso antes que el hombre dijera:

—Los caballeros errantes son mendigos con espada en el mejor de los casos, o forajidos en el peor. Largaos. No queremos a nadie de tu calaña por aquí.

La cara de Dunk se ensombreció.

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