Read La búsqueda del Jedi Online
Authors: Kevin J. Anderson
—¡Cuidado! —gritó Qwi.
La torre de mando se hizo visible con todo detalle mientras seguían avanzando hacia el navío de combate imperial. Han podía ver las ventanillas del puente y las diminutas siluetas de la dotación del puente de mando, algunas paralizadas por el terror, otras echando a correr en un desesperado intento de huir.
—¡Han! —gritaron Qwi y Kyp al unísono.
Chewbacca se unió a ellos con un rugido inarticulado.
—¡Abre la boca y trágate esto, Destructor Estelar! —gritó Han.
El Triturador de Soles se abrió paso a través del puente de control del
Hidra
como si fuese una bala, y los restos salieron despedidos en un chorro al espacio formando una estela detrás de él. La nave emergió por el otro lado de la torre, desgarrando toda la superestructura al hacerlo.
El impacto, el infierno de destrucción y un sonido tan ensordecedor como el de un millar de gongs hicieron que todos quedasen sumidos en un estupor temporal.
—¡Lo conseguimos! —gritó Han por fin.
El gigantesco navío de combate estaba empezando a quedar envuelto en llamas detrás de ellos.
—¡Estás loco! —exclamó Qwi.
—Calma, doctora, espere un poco antes de darme las gracias... —replicó Han.
El Destructor Estelar decapitado empezó a arder, totalmente fuera de control, y giró sobre sí mismo flotando a la deriva hacia la trampa gravitatoria de uno de los agujeros negros. Una oleada de cápsulas de escape salió disparada de las cubiertas de tripulación, pero los motores de los vehículos salvavidas no poseían la potencia necesaria para generar una aceleración que pudiera apartarles de los agujeros negros, y sus trayectorias pronto se convirtieron en espirales de descenso que los llevaban hacia ellos.
Las cubiertas inferiores y los inmensos hiperimpulsores del Destructor Estelar condenado a la destrucción empezaron a estallar cuando entró en la trampa inestable del cúmulo de las Fauces. Nubes de llamaradas se fueron estirando hasta alcanzar longitudes increíbles y se mezclaron con los torbellinos de gases mientras el
Hidra
iniciaba su zambullida infinita en la singularidad.
—Bien, todavía nos falta mucho para salir de este lío —dijo Han mientras pilotaba el Triturador de Soles a través de la sopa de gases ionizados—. De acuerdo, Kyp, es tu turno de tomar los controles... —añadió volviéndose hacia el joven—. Sácanos de aquí.
Unos instantes después los tres Destructores Estelares estaban persiguiéndoles a toda máquina.
La almirante Daala, inmóvil en el puente de mando del
Gorgona
, contemplaba horrorizada cómo el
Hidra
sucumbía a la destrucción después de que su puente de mando quedara aniquilado por el choque con el Triturador de Soles. Los únicos supervivientes de la nave serían los pilotos de los cazas que formaban los seis escuadrones TIE, y aparte de ellos toda la dotación del Destructor Estelar perecería.
Su rostro parecía tallado en hielo, pero las lágrimas que no había derramado ardían dentro de los ojos de Daala. Miles de personas se precipitaron a su muerte cuando el
Hidra
cayó en el torbellino negro como un inmenso dragón aniquilado.
El Triturador de Soles se abrió paso a través de la destrucción, reluciendo con su insoportable invulnerabilidad, y avanzó hacia el muro exterior de las Fauces.
—¡No deben escapar! —ordenó secamente—. Plena potencia a todos los sistemas impulsores.
El fracaso había caído sobre ella con un peso tan implacable como el de un yunque. Llevaba demasiado tiempo escondiéndose en las Fauces, manteniendo la disciplina entre sus tropas y sometiéndolas a ejercicios de práctica y maniobras... pero eso no había sido suficiente. En la primera batalla real que libraba. Daala había perdido una cuarta parte de las fuerzas a sus órdenes.... ¡contra cuatro prisioneros fugitivos!
El Gran Moff Tarkin le habría cruzado el rostro de una bofetada y la habría despojado del mando. Daala sintió el escozor de la bofetada imaginaria en sus mejillas.
—¡Lamentarán el día en que nos hicieron salir de las Fauces! —murmuró.
Pero sin el Triturador de Soles, sus planes para sembrar el caos y la destrucción en la Nueva República se desmoronarían. Daala hizo una rápida y profunda inspiración de aire. No podía desperdiciar ni un instante dejándose dominar por el pánico. Piensa deprisa. Toma decisiones. Evita la catástrofe.
La plataforma de comunicaciones emitió un destello iridiscente y la imagen de Tol Sivron apareció en ella. La transmisión chisporroteaba y temblaba debido a las disrupciones estáticas causadas por los fogonazos láser que estallaban a su alrededor.
—¡Almirante Daala! Si tiene intención de desplegar su flota, insisto en que se lleve a los científicos de la Instalación de las Fauces con usted.
Daala siguió contemplando la muerte ígnea del
Hidra
sin tomarse la molestia de volverse hacia la imagen del twi'lek. Pensó en todos los enfrentamientos que había tenido con el administrador, en la incompetencia de Sivron, sus excusas y continuos retrasos y su insistencia en multiplicar los informes y las pruebas hasta el infinito.
—Tendrá que arreglárselas por su cuenta, Tol Sivron —dijo—. Ha llegado el momento de que cumplamos con nuestro deber de soldados imperiales.
Tol Sivron estaba tan nervioso que sus colas cefálicas se agitaron velozmente detrás de su cabeza.
—¿Va a marcharse y dejarnos indefensos? ¿Qué hay de las órdenes que recibió del Gran Moff Tarkin? ¡Se supone que debe protegernos! Al menos deje un Destructor Estelar aquí...
Daala meneó la cabeza, y el gesto hizo que el torrente de su cabellera cobriza ondulara a su alrededor.
—Tarkin está muerto, y a partir de ahora yo tomaré todas las decisiones —dijo—. Necesito toda la potencia de fuego de que dispongo para asestar un golpe mortal a la Nueva República.
—Almirante Daala, debo insistir en que...
Daala desenfundó la pistola desintegradora que colgaba de su cadera y apuntó con ella a la imagen de Sivron visible en la plataforma de comunicaciones. Si el twi'lek hubiera estado en el puente de mando en carne y hueso, Daala le habría matado, pero nunca permitiría que un mero ataque de ira la impulsara a destruir un equipo valioso. Daala mantuvo el cañón del desintegrador apuntado hacia la imagen de Tol Sivron y fue hacia ella como si quisiera amenazarle.
—Petición denegada, director Sivron —dijo, y desconectó la plataforma y se volvió para contemplar a su flota con el rostro totalmente impasible—. Vamos a salir de las Fauces para perseguir al Triturador de Soles, comandante Kratas —añadió—. ¡Haga volver inmediatamente a todos los escuadrones de cazas TIE!
Kratas dio la orden, y Daala contempló cómo las diminutas naves se apresuraban a volver a sus hangares.
—Que los tres Destructores Estelares se conecten al mismo ordenador de curso —ordenó removiéndose nerviosamente y maldiciendo el retraso que supondría tener que esperar el regreso de los cazas TIE—. Extraeré las coordenadas de mis registros personales, y las cifraré con mi código de acceso.
Nadie había salido de la Instalación de las Fauces desde la partida de los ingenieros que la habían construido, y a ellos se les había asignado un curso equivocado que había condenado a la nave a caer en uno de los agujeros negros. Pero esta vez la almirante Daala y toda la potencia de fuego que se hallaba a sus órdenes caerían sobre la desprevenida galaxia, y se dispondrían a reconquistarla.
El Triturador de Soles vibraba a causa de las mil tensiones que soportaba mientras recorría el filo de navaja gravitatorio a través del torbellino de las Fauces.
Kyp Durron estaba sentado delante de los controles simplificados y Han Solo permanecía inmóvil junto a él sin apartar los ojos del joven ni un solo instante, pero a Han jamás se le ocurriría interferir en las decisiones intuitivas de Kyp por muy pesadillesco que pareciese el camino que se extendía ante ellos.
Kyp tenía los ojos entrecerrados y estaba contemplando una imagen mental del peligroso laberinto que debían recorrer hasta llegar a un lugar seguro. Desvió la nave hacia estribor y un instante después se lanzó en picado, evitando frenéticamente obstáculos invisibles. Han mantenía una firme presión tranquilizadora sobre el hombro del joven. Los torbellinos de gases recalentados ardían a su alrededor como los hornos del infierno.
Qwi Xux no apartaba la mirada de Kyp y de su pilotaje a ciegas. Sus ojos de un azul oscuro estaban muy abiertos y su rostro parecía transfigurado por el terror.
—No te preocupes —dijo Han—. El chico sabe lo que se hace... Si hay alguien que pueda sacarnos de las Fauces es él.
—Sí, pero... ¿Cómo lo está haciendo?
La voz de Qwi sonó curiosamente aflautada, como notas estridentes producidas por un aficionado a la música que no conociera su instrumento.
—De ninguna manera que tu ciencia pueda explicar —replicó Han—. No estoy muy seguro de comprender la Fuerza, pero no dudo de su existencia ni de lo que puede hacer... Hubo un tiempo en el que pensaba que no era más que una especie de timo religioso, pero eso se acabó.
Los telones de gases se separaron de repente delante de ellos y revelaron la negrura infinita del espacio. ¡Por fin habían logrado salir de las Fauces!
Luke y Lando estaban haciendo todo lo posible para huir de las fuerzas de Kessel, y la desesperación hizo que intentaran abrirse paso a través de la formación de los navíos de combate más grandes. Los dos se encogían sobre sí mismos al unísono cada vez que un haz de energía se estrellaba contra los escudos del
Halcón
.
La gigantesca silueta del crucero de ataque Loronar se encontraba justo en la trayectoria que estaban siguiendo, y les impedía buscar un dudoso refugio en las Fauces. Los diez cañones iónicos instalados en la proa del crucero de ataque escupían destrucción contra ellos.
Un rayo dio de lleno en el
Halcón Milenario
, y sus sistemas parpadearon mientras chorros de chispas salían despedidos de los paneles de control. Lando aferró las palancas de anulación manual.
—Nuestros escudos se están derrumbando, y esos tipos no quieren hacer prisioneros —le dijo a Luke.
—Métenos en las Fauces —respondió Luke—. ¡Es nuestra única oportunidad!
—¡Nunca pensé que mantendría los dedos cruzados deseando que me ocurriera algo así! —Lando se encorvó sobre los controles—. Intenta reforzar los escudos frontales, Erredós... Tenemos que pasar por delante de ese crucero de ataque, y vamos a recibir una buena paliza en cuanto lo hagamos. Un impacto de lleno y estaremos fritos...
—Espera un momento —dijo Luke intentando ver algo entre los remolinos de gases que se agitaban delante de ellos—. ¡Un objeto está saliendo de las Fauces!
El espino metálico que era el Triturador de Soles surgió del cúmulo moviéndose a la velocidad del rayo y dejando una estela de gases calientes detrás de él. Unos instantes después tres Destructores Estelares emergieron de las Fauces en una embestida tan impetuosa e imparable como la de un rebaño de banthas envueltos en llamas.
El suspiro de alivio que lanzó Han se convirtió en una exclamación consternada cuando vio a la flota de batalla de Kessel desplegada delante de ellos con todo su armamento empezando a escupir fuego.
—¿De dónde han salido todas esas naves? ¡No pueden haberse quedado aquí todo este tiempo para esperarnos!
—Han, ¿a qué puede deberse que cada vez que logramos huir nos encontremos metidos en una situación todavía peor que la que acabamos de dejar atrás? —preguntó Kyp, agotado por la dura prueba de haber pilotado el Triturador de Soles a través de las Fauces.
—Todo es cuestión de saber escoger el momento adecuado, chico. —Han dejó caer los puños sobre los controles del Triturador de Soles—. ¡Esto no es justo! ¡Tendrían que habernos dado por muertos hace días!
Chewbacca dejó escapar un chillido y extendió un dedo peludo hacia el visor, señalando una nave que se encontraba en la vanguardia de la acumulación de fuerzas de ataque. Era el
Halcón Milenario
.
Las comisuras de los labios de Han se curvaron hacia abajo.
—Voy a acabar con ese repulsivo traficante viscoso que pilota mi nave... —murmuró—. ¿Es que no nos queda ni un solo cañón láser que esté en condiciones de funcionar?
Chewbacca respondió con un gruñido de negativa después de haber efectuado una nueva comprobación de las hileras de instrumentos.
—Bueno, pues entonces les embestiremos tal y como hicimos con ese Destructor Estelar.
—Han, tengo la impresión de que las otras naves están persiguiendo al
Halcón
—dijo Kyp de repente—. Están disparando contra él.
Han se inclinó hacia delante para ver mejor. Qwi estaba de acuerdo con la evaluación de la situación que acababa de hacer Kyp.
—Ese carguero ligero no parece formar parte de la flota atacante —dijo.
Los haces verdes de los turboláser salieron disparados hacia el
Halcón
desde la patrullera de sistemas, el enorme crucero de ataque y los cruceros ligeros de la clase Carraca. La expresión de Han cambió al instante.
—Eh, ¿qué está pasando aquí? ¡Que no se les ocurra cargarse mi nave!
Y un instante después los Destructores Estelares de Daala aparecieron detrás de ellos, escapando de la presa gravitatoria de las Fauces.
—¡Echa un vistazo a las pantallas traseras, Han! —gritó Kyp.
Los Destructores Estelares
Gorgona
,
Basilisco
y
Mantícora
habían aparecido tan repentinamente como monstruos que saltan del interior de un armario, tres demonios gigantescos repletos de armamento destructor del Imperio caído.
Las abigarradas fuerzas mercenarias de Kessel, que ya habían estado disparando sus cañones láser contra el
Halcón
, se tropezaron con la flota imperial. Algunas naves lograron desviarse hacia los lados y se apresuraron a huir buscando el refugio que les ofrecía Kessel. Otras se dejaron dominar por el pánico y empezaron a disparar contra los Destructores Estelares.
La almirante Daala estaba intentando controlar las acciones de toda su flota desde una sola terminal del puente. Encontrarse con todas aquellas naves de combate tan extrañas al otro lado de las Fauces la había dejado perpleja durante unos momentos, pero reaccionó rápidamente.
—¡Suban los escudos! Es una trampa... Las fuerzas rebeldes estaban esperándonos.