Read La búsqueda del Jedi Online
Authors: Kevin J. Anderson
El blindaje era multicolor e iridiscente, como un charco de aceite y metal fundido que estuviera cambiando continuamente de posición. Del vértice inferior colgaba el toroide cubierto de protuberancias que le daban un aspecto extrañamente peludo de un transmisor para torpedos de resonancia inmensamente potente. El Triturador de Soles no era mucho más grande que un caza, pero todo su casco parecía vibrar con un increíble potencial letal.
—¿Vamos a robar eso? —exclamó Han.
—Por supuesto —dijo Qwi Xux—. Es el arma más grande jamás concebida, y he invertido ocho años de mi vida en diseñarla. No esperarías que fuese a dejarla aquí para que la almirante Daala pudiera utilizarla, ¿verdad?
Los motores subespaciales del
Halcón Milenario
despidieron una llamarada al rojo blanco, y la nave salió disparada a toda velocidad alejándose de la luna guarnición de Kessel. Un enjambre de cazas surcó el espacio en su persecución, salpicando el vacío con el fuego multicolor de sus cañones desintegradores. Las naves de mayor tamaño empezaron a dirigirse hacia la trayectoria de vuelo del
Halcón
como gigantes adormilados sacados de su sueño por el aguijonazo de una nube de insectos.
Lando Calrissian estaba haciendo cuanto podía para esquivar el fuego concentrado de las baterías desintegradoras.
—Los motores sublumínicos siguen estando en condiciones óptimas —dijo—. O Han ha decidido cambiar de costumbres y contratar a un mecánico de verdad para que se ocupe del
Halcón
, o Doole se encargó de reacondicionarlo para que se uniera a su flota. Bien, a ver qué tal funcionan los sistemas de armamento...
Una pareja de Cazadores de Cabezas Z-95 estaba siguiéndoles muy de cerca, disparando sus desintegradores triples contra ellos. Las dos veloces avispas metálicas lanzaban andanadas en conexión, y detrás de ellas y a poca distancia venían tres maltrechos cazas de larga distancia del modelo caza Y.
Luke giró sobre sí mismo y dejó escapar un silbido de sorpresa.
—¡Cazadores de Cabezas! —exclamó—. ¡Creía que ya nadie los utilizaba!
—Bueno, supongo que Doole no podía permitirse el lujo de escoger —dijo Lando.
Los impactos directos de varios haces desintegradores hicieron que el
Halcón
se bamboleara de un lado a otro, pero los escudos de energía acababan de ser reparados y cargados al máximo, y por el momento parecían capaces de aguantar sin problemas.
Lando bajó el cañón desintegrador por las guías de la escotilla ventral y empezó a disparar contra sus perseguidores. Después de lanzar cinco andanadas, Lando logró alcanzar las salidas de gases de un caza Y, obligándolo a separarse de la formación y regresar a la base para ser reparado.
—Uno menos..., y ya sólo quedan mil que derribar —dijo Lando.
Los Cazadores de Cabezas Z-95 hicieron llover repetidas ráfagas de rayos desintegradores sobre ellos, como si quisieran castigar al
Halcón
por haber huido.
—Acércate al planeta y roza la atmósfera —dijo Luke—. Que se quemen dentro del escudo de energía.
Lando tecleó un nuevo curso que llevaría el
Halcón
hacia la esfera deforme de Kessel, y empezó a proclamar en voz alta todos los motivos de queja que le estaban pasando por la cabeza.
—Nosotros tampoco podemos detectar ese escudo de energía —dijo—. ¿Cómo sabes que no acabaremos desintegrados?
—Nuestra capacidad de reacción es superior a la suya.
Lando no parecía demasiado convencido.
—Oye, ya estuve a punto de meterme en un escudo de energía cuando atacamos a la
Estrella de la Muerte
—replicó—. No tengo muchas ganas de repetir ese proceso.
—Confía en mí —dijo Luke.
Kessel se iba agrandando delante de ellos, un mundo lleno de agujeros y cicatrices envuelto en un halo algodonoso de aire que escapaba al vacío.
—Nos estamos acercando.
Luke se había agarrado al respaldo del sillón de pilotaje y tenía los ojos entrecerrados. Había empezado a respirar despacio y con regularidad y estaba desplegando su mente, captando las vibraciones de energía generadas por la luna guarnición para que sirvieran como manta protectora.
—¡Hombre, Luke, no te me duermas ahora!
—Sigue pilotando.
Los Cazadores de Cabezas seguían detrás de ellos, flanqueados por los dos cazas Y restantes.
—El escudo deflector trasero está empezando a notar todos esos disparos —dijo Lando—. ¡Si esos tipos se acercan un poco más acabarán metiéndose en mis salidas de gases!
—Prepárate —dijo Luke.
Kessel ya ocupaba todo el visor, una superficie rocosa que hervía con sus turbulentas tempestades de aire, y los diminutos chorros gaseosos que brotaban de sus muchas fábricas de atmósfera trazaban líneas claramente visibles sobre su paisaje.
—¡Estoy preparado, estoy preparado! Basta con que lo digas y yo...
—¡Arriba..., ahora!
La tensión que se había ido adueñando de Lando le ayudó a reaccionar con la velocidad de una catapulta en cuanto se le corta la cuerda. Tiró de los controles hacia arriba, impulsando al
Halcón
en un veloz ascenso casi perpendicular al planeta. Las cuatro naves atacantes fueron pilladas totalmente por sorpresa, y se convirtieron en nubes de combustible inflamado y metal ionizado al chocar con el escudo de energía invisible.
—Todavía nos quedaban dos metros para llegar al escudo..., por lo menos —dijo Luke—. Relájate, Lando.
Erredós emitió un pitido, y Luke respondió a la pregunta del pequeño androide después de haber echado un vistazo a la expresión que había en el rostro de Lando.
—No, Erredós, creo que no está interesado en una medición exacta de la distancia.
Pasaron a toda velocidad por encima del límite de la atmósfera en una órbita muy apretada que llevó al
Halcón
alrededor de los polos de Kessel. El telón de estrellas se iba extendiendo desde el contorno del planeta mientras el paisaje pasaba velozmente por debajo de ellos, y un instante después ya volvían a estar en el espacio huyendo tan deprisa como podían impulsarles sus motores... Y un instante después se encontraron con la oleada de cazas que estaba despegando de la luna guarnición.
Lando dejó escapar un chillido de sorpresa y lanzó un par de cohetes fragmentadores Arkayd por los tubos delanteros. La masa de naves que se aproximaba era tan compacta que los dos cohetes hicieron impacto a pesar de que Lando los había disparado totalmente a ciegas, y destruyeron un caza TIE y una cañonera, mientras que la nube de restos al rojo vivo se encargó de destruir un caza B fuertemente armado.
—No dejemos que el éxito se nos suba a la cabeza porque nos hemos cargado a un par de naves, ¿de acuerdo? Sólo me quedan seis cohetes más.
—No vamos a rendirnos ahora —dijo Luke.
—No, quiero decir que estamos huyendo, no peleando... Bueno, al menos los motores se encuentran en un estado realmente impecable —dijo Lando—. El
Halcón
no había sido tan mimado desde los tiempos en que yo era su propietario.
—¿Cuánto tardaremos en salir de aquí? —preguntó Luke.
Erredós, que se había conectado a los sistemas al lado del sillón del copiloto, emitió una serie de pitidos y chirridos. Luke bajó la mirada y vio varias hileras de luces rojas que se encendían y se apagaban en el panel de navegación.
—Oh, oh.
—¿Qué está diciendo? —preguntó Lando, y apartó la mirada durante unos momentos del visor delantero para posarla en el pequeño androide—. ¿Qué le pasa?
—El ordenador de navegación no funciona —dijo Luke.
—¡Bueno, pues arréglalo!
Luke ya había doblado corriendo la curva del pasillo para sacar a toda prisa el panel de acceso al ordenador de navegación del
Halcón
. Echó un vistazo a los tableros de circuitos, y sintió que el corazón se le hundía en un agujero negro tan profundo como las Fauces.
—Han extraído el módulo de coordinación —dijo—. No está en su sitio.
Lando dejó escapar un gemido.
—¿Y qué vamos a hacer ahora?
Los cazas de Kessel reaccionaron a la andanada de cohetes de fragmentación lanzada por Lando adoptando una formación en grupos de batalla más apretados, y atacaron al
Halcón
con una tempestad de fuego formada por rayos desintegradores. Luke tuvo que taparse los ojos con una mano para protegerlos de los destellos cegadores de los haces rechazados por los escudos y los impactos cercanos.
—No lo sé, pero será mejor que lo hagamos lo más deprisa posible.
—¡Son de la Nueva República! —gritó Moruth Doole hecho una furia mientras daba vueltas de un lado a otro—. ¡Volverán e informarán de todo lo que ha ocurrido!
Alisó su arrugada corbata amarilla en un intento de recuperar la compostura, pero el truco no funcionó. Quería aplastar a los fugitivos como si fuesen un par de esos insectos que tanto le gustaba engullir. ¡Espías y traidores! Le habían mentido, se habían burlado de él, le habían hecho caer en su maldita trampa...
—¡Enviad todas las naves con que contamos! —gritó por el canal abierto que le mantenía en comunicación con sus fuerzas. Doole había logrado llegar hasta el centro de mando de la luna guarnición—. Rodeadles, aplastadles, chocad con ellos... ¡No me importa lo que debáis hacer para destruirles!
—Enviar todas las naves quizá no sea una buena estrategia —respondió uno de los capitanes—. Los pilotos no conocen las formaciones, y sólo conseguirán estorbarse los unos a los otros.
El ojo mecánico de Doole se había desmontado a causa del golpe. Las distintas piezas yacían dispersas sobre la parte superior de la consola, y Doole no podía ver lo suficientemente bien como para volverlas a montar. Su ojo medio ciego lo veía todo borroso, por lo que tampoco pudo identificar al mercenario que no estaba de acuerdo con sus órdenes.
—¡Me da igual! ¡No quiero perderlos como perdimos a Han Solo!
Golpeó la consola con su blando puño haciendo saltar las piezas de su ojo mecánico. La lente primaria rebotó sobre la consola, y acabó cayendo de ella para hacerse añicos al chocar con el suelo.
El
Halcón
iba en línea recta hacia las Fauces, y Kessel cada vez quedaba más atrás.
—No nos pasará nada —dijo Luke—. Puedo utilizar la Fuerza para guiarnos por un camino seguro.
—Si es que existe... —murmuró Lando.
Luke tenía la frente cubierta de sudor.
—¿Qué otra elección nos queda? No podemos escondernos en ningún otro lugar, no podemos dejar atrás a todos esos cazas y no podemos saltar al hiperespacio porque el ordenador de navegación no funciona.
—Qué gran selección de opciones —replicó Lando.
Las naves de mayor tamaño por fin habían conseguido movilizarse y se habían unido a la persecución, disparando andanadas de cañonazos iónicos lo bastante potentes como para despejar una ruta a través de un campo de asteroides. Las dos fragatas de la clase Lancero crearon una red letal delante del
Halcón
con sus veinte baterías láser cuádruples, pero las fragatas no eran muy rápidas y el
Halcón
siguió aumentando la ventaja que llevaba a sus perseguidores.
Las otras naves habían conseguido prever su huida hacia el cúmulo de agujeros negros, y empezaron a converger por delante de ellos mientras Lando forzaba los motores del
Halcón
poniéndolos a plena potencia.
—¡Vamos, vamos! Dadme sólo un poquito más de velocidad...
Diez patrulleras de sistemas, concebidas originalmente para obtener un máximo de velocidad que les permitiera enfrentarse con los contrabandistas y los piratas, dejaron atrás al
Halcón
y se alinearon en una formación de bloqueo; pero Lando aprovechó astutamente la inmensidad tridimensional del espacio y consiguió deslizarse por entre ellas. Las flores de fuego de los haces láser se desplegaron a su alrededor abriéndose en todas direcciones.
—Nuestros escudos están empezando a rozar las líneas rojas de sobrecarga —dijo Lando.
Tres cruceros ligeros de la clase Carraca —un modelo cuyas dimensiones lo situaban en un lugar intermedio entre las fragatas Lancero y los mucho más grandes Acorazados, como los que componían la Fuerza Oscura perdida de Bel Iblis— formaron una pinza triple que se prolongaba a la derecha, la izquierda y arriba.
El ovoide erizado de protuberancias de un crucero de ataque Loronar, la nave más grande de toda la flota de Kessel, también perseguía implacablemente al
Halcón
. La cacería siguió avanzando a través de la red formada por las patrulleras de sistemas, y el crucero de ataque soportó sin sufrir ningún daño las andanadas dispersas que habían sido disparadas contra el
Halcón
.
Lando tenía la mirada clavada en las ventanillas y contemplaba el horripilante espectáculo de las Fauces y los gigantescos navíos de combate que avanzaban hacia ellas para interceptarles. Erredós emitió un pitido que Luke no tuvo necesidad de traducir.
—Sólo un completo idiota se metería en un sitio así —dijo Lando, y cerró los ojos.
—Bueno, entonces esperemos que ellos no sean tan idiotas como nosotros —dijo Luke.
La almirante Daala permanecía inmóvil en la torre de mando del Destructor Estelar
Gorgona
contemplando su flota y sintiendo cómo la energía se iba acumulando dentro de ella. ¡El gran momento había llegado por fin! El Imperio quizá hubiese caído, pero todas las personas que lo habían aplastado perecerían con él. Daala por fin podría demostrar su valía y librar su propia batalla.
Contempló los colores nebulosos de las Fauces y la aglomeración de rocas que habían engendrado las armas que utilizaría durante su ataque. El
Hidra
, el
Basilisco
y el
Mantícora
ya se habían colocado en formación y estaban activando sus sistemas, esperando el instante en que Daala les ordenaría lanzarse sobre la galaxia con una veloz y mortífera precisión. La Nueva República no tardaría en quedar de rodillas ante ellos.
Gobernar el antiguo Imperio era una perspectiva hacia la que no sentía el más mínimo interés. Daala nunca había albergado ese tipo de aspiraciones, y lo que más la obsesionaba en aquellos momentos era sencillamente hacerles sufrir. Se lamió los labios y su abundante cabellera colgó pesadamente sobre su espalda en una masa de ondulaciones tan serpentinas como la del demonio que había dado nombre a su nave. El Gran Moff Tarkin se habría sentido muy orgulloso de ella.