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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (44 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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Siguieron andando a lo largo de las hileras de naves. Lando se quedó inmóvil de repente, y Luke captó una potente oleada de sorpresa y confusión procedente de él. Erredós empezó a emitir zumbidos y chirridos estridentes. Luke recorrió los alrededores con la mirada hasta que vio un carguero ligero modificado manufacturado en Corellia..., una nave que le resultó decididamente familiar.

—¿Qué pasa? —preguntó Doole bajando la vista hacia el androide.

Lando necesitó unos momentos para recuperar la compostura, y cuando lo consiguió golpeó suavemente la cúpula de Erredós con los nudillos.

—Supongo que habrá sido un rayo cósmico —dijo—. El blindaje de estas viejas unidades de astronavegación no es demasiado bueno, y de vez en cuando un rayo cósmico lo atraviesa y les fríe un circuito, ya sabe... —Tragó saliva—. ¿Podría hablar con mi ayudante en privado durante unos instantes, Moruth?

—Oh... Uh... Por supuesto. —Doole retrocedió discretamente—, Iré a asegurarme de que los mecánicos están preparando la lanzadera para el regreso a Kessel. —Después se volvió hacia Luke, y se esforzó por inyectar algo de buen humor en su tono al hablarle—. ¡Eh, y no aproveche que les dejo solos para convencer a su jefe de que no debe invertir aquí!

Lando movió nerviosamente la cabeza señalando el carguero en cuanto Doole estuvo lo bastante lejos para no poder oírles.

—¡Es el
Halcón
, Luke! ¡Conozco esa nave tan bien como un kangrixx conoce su caparazón!

Luke examinó la nave. Él también la había reconocido, pero quería más pruebas.

—¿Estás seguro?

—Es el
Halcón
, Luke. Era mi nave antes de que Han me la robara en una partida de sabbac, ¿recuerdas? Si miras con atención, podrás ver la señal que hay en la parte de arriba, allí donde perdí el plato de la antena subespacial intentando alejarme de la
Estrella de la Muerte
...

Luke también vio las marcas negras resultado de un reciente combate espacial.

—Podrían haber cambiado las identificaciones y haber borrado el núcleo de memoria. ¿Existe alguna otra manera de que podamos demostrar que esa nave es el
Halcón
?

—Bueno, basta con que consigas meterme en la cabina... Han le hizo algunas modificaciones de las que nadie más puede estar al corriente.

Doole volvió unos momentos después.

—Mi ayudante quiere asegurarse de que no han descuidado el mantenimiento de estas naves —dijo Lando—. Si no están cuidando adecuadamente de ellas, no pueden ser gran cosa como flota defensiva. Echemos un vistazo al interior de una cualquiera... Digamos... Sí, esa nave corelliana, por ejemplo.

Sus palabras parecieron pillar totalmente por sorpresa a Doole, y el ribetiano lanzó una rápida mirada de soslayo al
Halcón
.

—¿Ésa? Eh... Tenemos montones de cazas en perfecto estado que puede inspeccionar. Esa nave es... Bueno, en realidad es un montón de chatarra y...

Lando agitó un dedo delante de su rostro.

—Moruth, si usted se encarga de elegir la nave por nosotros... Bueno, eso contradice todo el objetivo de una inspección hecha al azar, ¿no le parece? Abra la escotilla de esta nave. Venga, venga...

Doole manipuló de mala gana los controles externos que hacían descender la rampa del
Halcón
. Lando abrió la marcha seguido por Luke, con Erredós silbando y traqueteando tan cerca detrás de Doole que casi le pisaba los talones al ribetiano.

Una vez dentro Lando fue a la cabina, con el propósito ostensible de echar un vistazo a los controles. Deslizó cariñosamente los dedos sobre las superficies gastadas y llenas de señales, y movió unos cuantos interruptores.

—El estabilizador del flujo iónico parece estar en óptimas condiciones, al igual que el generador del campo de extasis. Quizá deberíamos ir a echar una mirada al convertidor de energía... Los convertidores de energía de los cargueros corellianos son famosos por su propensión a averiarse.

Lando fue por el angosto pasillo que iba desde la cabina hasta la zona de alojamiento central de la nave. Giró hacia la izquierda en dirección a la rampa de entrada, y avanzó cautelosamente sobre las placas de la cubierta principal. Había desactivado los cerrojos ocultos desde los paneles de control, y cuando puso el tacón de su bota sobre las placas adecuadas éstas se levantaron revelando los compartimentos secretos que Han había instalado personalmente para que sirvieran como depósitos donde almacenar la especia de contrabando debajo del suelo.

—¡Te pillé, bastardo! —gritó Lando, agarrando a Doole por su corbata amarilla—. ¿Qué has hecho con Han y Chewbacca?

Doole parecía totalmente atónito, y empezó a agitar nerviosamente sus grandes manos de dedos romos.

—¿De qué me está hablando? —graznó.

Lando bajó la mirada hacia los enormes ojos del ribetiano, y Doole deslizó una mano debajo del chaleco y sacó una pequeña pistola desintegradora. Luke la vio y reaccionó al instante, empujando a Doole con su mente y utilizando la Fuerza para apartarle de Lando.

El desintegrador emitió su rayo, y un haz letal rebotó por el pasillo del
Halcón
. Doole cayó de espaldas, pero logró ponerse en pie casi enseguida. Volvió a disparar contra ellos, pero su ojo mecánico no tuvo tiempo para enfocarse adecuadamente y el rayo falló por una gran distancia. Doole se lanzó rampa abajo, llamando a gritos a los guardias. Su ojo mecánico se desprendió y rodó por el suelo con un ruidoso tintineo mecánico. Doole empezó a buscarlo a tientas, dominado por el pánico y moviendo frenéticamente las manos.

Luke golpeó los controles de la puerta con la palma de la mano, levantando la rampa y sellando la escotilla.

—Tendríamos que haberlo retenido como rehén —dijo—. Ahora nos va a resultar mucho más difícil salir de aquí.

Doole estaba dando la alarma en el exterior. Los guardias aparecieron a la carrera por entre las naves estacionadas, desenfundando sus desintegradores y colocándose la armadura.

—¡Ve al ordenador, Erredós! —gritó Luke.

Lando se instaló en el sillón detrás de los controles.

—Dudo mucho que podamos hacer algo por Han —dijo—. Tenemos que volver e informar a Leia. Ella puede traer toda una fuerza de ocupación a Kessel, y después examinaremos este sitio con un detector de alta resolución.

—Suponiendo que salgamos de aquí con vida... —dijo Luke.

—Conéctate al ordenador del piloto y enlaza con los controles del hangar, Erredós —dijo Lando.

El pequeño androide indicó que estaba dispuesto a ayudar mediante un trino electrónico y rodó hacia la consola del ordenador de navegación.

Las alarmas de seguridad seguían sonando en el hangar. Las siluetas de los hombres de Doole corrían en todas direcciones sin saber dónde debían ir. Luke enseguida se dio cuenta de que aquellos mercenarios tenían mucha menos experiencia en el trabajo de equipo que el regimiento imperial más perezoso y falto de disciplina. Pero en cuanto Lando alzó la nave de la pista, todo el mundo se encontró con un blanco clarísimo.

—¡Baja el campo de esa puerta, Erredós! —gritó Lando.

Usó los impulsores de maniobra para hacer avanzar la nave, incrementando la velocidad a medida que iban subiendo por encima de las hileras de cazas. Los pilotos se apresuraban a meterse en sus naves, preparándose para librar una batalla espacial. Las grandes naves que giraban en órbita alrededor de la luna todavía no parecían haberse enterado de lo que estaba ocurriendo debajo de ellas.

Lando aceleró hacia la gran abertura del hangar que daba acceso al espacio. El escudo era invisible, y sólo podía ser percibido mediante sensores especiales. Erredós lanzó pitidos y silbidos, pero los sonidos electrónicos no parecían transmitir muy buenas noticias.

—¡Baja ese escudo de una vez! —insistió Lando.

La conexión de datos de Erredós zumbó y vibró mientras el pequeño androide trabajaba con el ordenador del hangar en un frenético intento de eliminar las barreras que suponían los códigos de control.

—¡Necesitamos que ese escudo baje ahora mismo, Erredós! —gritó Luke.

Los impulsores de cola del
Halcón
entraron en acción y salieron despedidos hacia adelante adquiriendo todavía más velocidad.

—Vamos... —le murmuró Lando a la nave—. Puedes hacerlo. Hazlo una última vez, por Han...

Erredós lanzó un pitido triunfal un momento antes de que salieran disparados a través de la abertura. Luke se encogió sobre sí mismo, pero el escudo había sido desactivado justo a tiempo.

Las luces de alerta empezaron a parpadear en los enormes navíos de combate suspendidos en órbita. Los sistemas de armamento iniciaron sus rutinas de calentamiento, y los módulos de puntería activaron las miras.

El
Halcón Milenario
avanzó rugiendo por el espacio mientras las fuerzas de Kessel emprendían el vuelo para iniciar la persecución.

23

Tol Sivron fue a visitar a Qwi Xux en su laboratorio de investigación. El administrador twi'lek envuelto en su túnica oscura hizo una prolongada y siseante inspiración, y sus colas cefálicas se removieron nerviosamente mientras contemplaba las instalaciones. Sivron daba la impresión de no haber puesto nunca los pies dentro de un auténtico laboratorio, lo cual le pareció bastante extraño a Qwi teniendo en cuenta que toda la instalación estaba a su cargo.

Qwi interrumpió sus cálculos musicales con un graznido nada melodioso.

—¡Director Sivron! ¿Qué puedo hacer por usted?

Tol Sivron exigía un flujo regular de informes escritos, estudios de factibilidad y resúmenes de progresos; y cada semana celebraba una reunión de científicos para que compartieran sus ideas y su trabajo en un intercambio sincero y estimulante.

Pero Tol Sivron no tenía la costumbre de visitar a quienes trabajaban a sus órdenes.

El twi'lek deambuló por la habitación toqueteando objetos aquí y allá, frotándose los nudillos y contemplando el equipo habitual en un laboratorio como si le resultara profundamente interesante. Deslizó sus dedos terminados en largas garras sobre el indicador de calibración de un analizador de resistencia de aleaciones y murmuró un «¡Hmmmmm, buen trabajo!» casi ininteligible, como si Qwi hubiera inventado aquel instrumento de uso tan común en todos los laboratorios.

—Sólo he venido a felicitarla por la continuada calidad de su labor, doctora Xux. —Sivron acarició una de las colas cefálicas vermiformes enroscadas alrededor de su cuello, y cuando volvió a hablar lo hizo en un tono más seco—. Pero espero que haya terminado de una vez con su interminable dar vueltas al proyecto del Triturador de Soles. Ya sabe que llevamos bastante retraso sobre la fecha de finalización fijada por el Gran Moff Tarkin, y tenemos que actuar lo más deprisa posible. Insisto en que redacte su informe final y ponga en orden toda su documentación. Envíela a mi despacho lo más pronto que pueda.

Qwi le contempló con irritación y parpadeó a toda velocidad. Ya había entregado cinco informes «finales», pero Sivron siempre le había pedido que volviera a llevar a cabo una simulación determinada o que hiciese nuevas pruebas con las aleaciones estructurales del blindaje cuántico del Triturador de Soles. Nunca le daba razones, pero Qwi tenía la impresión de que en realidad no había leído ni un solo informe. Si de ella hubiese dependido, el Triturador de Soles ya habría estado listo para ser empleado hacía dos años. Qwi estaba empezando a hartarse de aquel proyecto, y anhelaba poder trabajar en un nuevo diseño que pudiese iniciar desde cero y volver a las labores de investigación realmente imaginativas que tanto le gustaban.

—¡Tendrá el informe esta misma noche, director Sivron!

Qwi decidió que se limitaría a enviarle una copia del último que había redactado.

—Estupendo, estupendo —dijo Sivron, volviendo a acariciar una de sus colas cefálicas—. Sólo quería asegurarme que todo está en orden...

«¿Para qué? —pensó Qwi—. No vamos a ir a ninguna parte, ¿verdad?» Odiaba que los administradores y los militares metieran continuamente las narices en sus asuntos. Tol Sivron se fue sin decir una palabra más.

Qwi le siguió con la mirada y después activó la cerradura de su puerta, que casi nunca utilizaba. Volvió a su terminal de visualización y siguió intentando abrirse paso a través del muro de contraseñas y códigos que se alzaba ante ella. Después de todo, siempre le habían gustado los desafíos.

Qwi no conseguía dejar de pensar en lo que le había dicho Han Solo. Al principio sólo fue un nuevo rompecabezas que resolver, pero no tardó en prestarle toda su atención y comprenderlo como lo que realmente era. Para ella todos los prototipos que desarrollaba eran conceptos abstractos convertidos en realidad mediante música matemática y brillantes intuiciones. Qwi se repetía una y otra vez que no sabía para qué se utilizaban sus invenciones, y que no le importaba. Podía hacer conjeturas bastante bien fundadas, por supuesto, pero intentaba abstenerse de hacerlas. ¡No quería saberlo! Siempre reprimía aquellos pensamientos antes de que pudieran aflorar en su mente. Pero Qwi Xux no era estúpida, por supuesto.

Se suponía que la
Estrella de la Muerte
sería utilizada para fragmentar planetas muertos y ya explotados al máximo con el fin de proporcionar un acceso directo a las materias primas ocultas en sus núcleos. ¡Exacto! Pero... ¿Y si había concebido esa excusa después? Se suponía que los Devastadores de Mundos iban a ser inmensas factorías móviles que utilizarían los escombros y restos sin valor para fabricar valiosos componentes industriales. ¡Exacto! Tarkin había estado a su lado mientras Qwi soportaba la inmensa presión de su adiestramiento, y Qwi sabía de qué era capaz aquel hombre.

Y el nuevo Triturador de Soles era... «¿Qué es? —había exclamado Han alzando la voz hasta tal extremo que dejó un poco doloridos los frágiles oídos de Qwi—. ¿Para qué demonios se puede utilizar el Triturador de Soles..., salvo para barrer por completo toda la vida en aquellos sistemas que no les caigan bien a los imperiales? Ni siquiera tienes una excusa como la explotación minera de los restos... El Triturador de Soles sólo tiene un propósito: causar la muerte de un número incontable de seres inocentes. No puede servir para nada más.»

Pero Qwi no podía soportar que la responsabilidad de todas aquellas vidas estuviera en sus manos. Eso no formaba parte de su trabajo. Ella se limitaba a dibujar planos, jugar con los diseños y resolver ecuaciones. Descubrir que algo considerado imposible hasta entonces era factible siempre la llenaba de júbilo.

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