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Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (6 page)

Con pensamientos que eran mas desilusionados que vengativos, F'lar se dio cuenta que Mnementh se deslizaba rápidamente hacia el borde dentado del Weyr de Fort. La Piedra de la Estrella y el jinete de guardia estaban silueteados contra el moribundo crepúsculo Más allá de ellos aparecieron las formas de otros dragones bronce, uno de los cuales era media cola más largo que los demás. Tenía que ser Orth, de modo que T'bor había llegado ya del Weyr Meridional. ¿Pero sólo tres bronce? ¿Quiénes faltaban por llegar?

Salth de las Altas Extensiones y Branth con R'mart del Weyr de Telgar no se habían presentado
, informó Mnementh a su jinete.

¿Los Weyrs de las Altas Extensiones y de Telgar ausentes? Bueno, T'kul, de las Altas Extensiones, llegaría tarde a propósito probablemente Aunque se perdiera la ocasión de disfrutar viendo en dificultades a T’ron. F’lar, al mismo tiempo, nunca había simpatizado ni había inspirado ninguna simpatía al hosco y moreno caudillo del Weyr de las Altas Extensiones. Se preguntó si era ese el motivo por el cual Mnementh no pronunciaba nunca el nombre de T'kul. Los dragones ignoraban los nombres humanos cuando no les gustaba el hombre que lo llevaba. Pero resultaba muy anormal que un dragón no llamara por su nombre a un caudillo de Weyr.

F'lar confió en que R'mart de Telgar acudiría. De los Antiguos, R'mart y G'narish de Igen eran los más jóvenes, los menos apegados a sus costumbres. Aunque tendían a apoyar a sus contemporáneos en la mayoría de los asuntos contra los dos caudillos de Weyr modernos, F'lar y T'bor, últimamente F'lar había observado que aquellos dos simpatizaban con algunas de sus sugerencias. ¿Podría utilizar eso en beneficio suyo hoy... esta noche? Deseó que Lessa hubiese podido acompañarle, ya que ella era capaz de usar hábiles presiones mentales contra los disidentes y a menudo podía conseguir que los otros dragones le respondieran. Aunque tenía que ser cuidadosa, ya que los dragoneros eran propicios a sospechar que estaban siendo manipulados.

Mnementh se encontraba ahora dentro del Cuenco del Weyr de Fort y virando hacia el saledizo del Weyrde la reina de más edad. El bronce Fidranth de T'ron no estaba allí escoltando a su compañera reina, como hubiese estado Mnementh. O quizá Mardra, la dama del Weyr de más edad, se había marchado. Era tan rápida en descubrir excepciones y desaires como T'ron, aunque en otra época no había sido tan susceptible. Al principio después de la llegada de los Weyrs, Lessa y ella habían estado muy unidas. Pero la amistad de Mardra se había convertido gradualmente en un odio activo. Mardra era una mujer guapa, con una figura de formas rotundas, y aunque no era tan promiscua con sus favores como Kylara del Weyr Meridional, era muy solicitada por los caballeros bronce. Por naturaleza era sumamente posesiva y no demasiado inteligente según había comprobado F'lar. Lessa, delicada, con una belleza que podía calificarse de exótica, convertida ya en leyenda por aquel espectacular viaje por el intertiempo, había desviado inconscientemente la atención que se prestaba a Mardra. Y, evidentemente, Mardra no tenía en cuenta el hecho de que Lessa no coqueteaba con ninguno de los favoritos de Mardra; en realidad, no coqueteaba con ningún hombre (cosa que complacía enormemente a F'lar). El odio de Mardra se acrecentó por algo tan absurdo como su mutuo origen ruathano. Opinaba que Lessa, la única superviviente de aquel Linaje, no debió renunciar a sus derechos sobre el Fuerte de Ruatha en favor del joven Jaxom. De modo que el odio de Mardra hacia Lessa no tenía ninguna base sólida: Lessa no podía controlar su belleza, y no había tenido ninguna posibilidad de elección en lo que respecta al Fuerte de Ruatha.

Esto explicaba el hecho de que las Damas del Weyr no hubieran sido incluidas en esta reunión. La presencia de Mardra y Lessa en la misma sala crearía problemas. Añadiendo a Kylara, del Weyr Meridional, capaz de plantear dificultades por el mero placer de llamar la atención, la reunión sería un fracaso. Nadira, del Weyr de Igen, simpatizaba con Lessa pero de un modo pasivo. Bedella, del Weyr de Telgar, era estúpida, y Fanna, de Ista, taciturna. Merika de las Altas Extensiones, era tan huraña y desabrida como su caudillo del Weyr, T'kul.

Este era un asunto para hombres solos.

F'lar le dio las gracias a Mnementh mientras se deslizaba del cálido hombro al saledizo tropezando con las irregularidades del suelo escarbado por las garras de los dragones. T'ron podía haber instalado alguna lámpara, pensó F'lar con irritación, pero se dominó inmediatamente. Aquella oscuridad era otra treta de T'ron para poner a todo el mundo del peor humor posible.

Loranth, dragón reina de más edad del Weyr de Fort contempló a F'lar con aire solemne cuando éste entró en la estancia principal del Weyr. F'lar la saludó cordialmente reprimiendo un suspiro de alivio al no ver a Mardra. Si Loranth se mostraba solemne, Mardra se habría comportado de un modo abiertamente desagradable. Sin duda, la Dama del Weyr de Fort estaba digiriendo su berrinche más allá de la cortina entre el Weyry el dormitorio. Tal vez esta hora intempestiva había sido idea suya. La cena se había servido ya, y era demasiado tarde para ofrecer algo más que vino a los que procedían de zonas con diferencias horarias tan acusadas. Así se evitaba el tener que desempeñar el papel de anfitriona.

Lessa no recurriría nunca a tan mezquinas estrategias. F'lar sabía cuán a menudo la impulsiva Lessa se había tragado una réplica mordaz cuando Mardra la había tratado con altiva condescendencia. En realidad, la paciencia que Lessa exhibía ante la soberbia Dama del Weyr de Fort era algo milagroso teniendo en cuenta el genio de la ruathana. F'lar suponía que se sentía responsable de haber traído a los antiguos a esta época. Pero la decisión final de ir hacia adelante en el tiempo había sido de ellos.

Bueno, podía soportar la humillante condescendencia. F'lar intentaría no mostrarse demasiado agresivo. El hombre sabía cómo combatir eficazmente y F'lar había aprendido mucho de él al principio. F'lar recorrió el corto pasillo que conducía a la sala del Consejo del Weyr de Fort en un estado decididamente contemporizador.

T'ron, sentado en la gran silla de piedra a la cabecera de la Mesa, se limitó a saludar con una rígida inclinación de cabeza. La luz de las antorchas colgadas de la pared proyectaba unas sombras estremecedoras sobre el arrugado rostro del Antiguo. Se diría, contemplándole, que aquel hombre nunca había hecho nada que no fuera luchar contra las Hebras. Así cuando la Estrella Roja inició aquella última pasada de cincuenta Revoluciones de duración alrededor de Pern. Combatió a las Hebras hasta que la Estrella terminó debilitándose. Luego siguió a Lessa hacia adelante. F'lar interrumpió aquella línea de pensamiento

D'ram y J'narish de Igen se limitaron también a inclinar la cabeza a F'lar; Tbor, en cambio, le saludó calurosamente con ojos brillantes de emoción.

—Buenas noches, caballeros —dijo F'lar, dirigiéndose a todos—. Mis disculpas por haberos arrancado de vuestros asuntos y de vuestro descanso con esta petición de una reunión de emergencia de todos los caudillos de Weyr, pero el caso no podía esperar hasta el Consejo de Solsticio reglamentario

—Yo presido las reuniones en el Weyr de Fort, Benden —dijo T’ron—. Y esperaré a que lleguen T'kul y R'mart antes de empezar a hablar de tu... de tu queja.

—De acuerdo, T'ron —como si aquella no fuera la respuesta que había pensado y se hubiera preparado para una discusión que no se había materializado. F'lar saludó a T'bor mientras tomaba asiento a su lado.

—Y añado esto, Benden —continuó T'ron—. La próxima vez que se te ocurra sacarnos a todos de nuestros Weyrs repentinamente, dirígete a mí en primer lugar. Fort es el Weyr más antiguo de Pern. No envíes irresponsablemente mensajes a todo el mundo.

—No veo que F'lar haya actuado irresponsablemente —dijo G'narish, visiblemente sorprendido por la actitud de T'ron. G'narish era un hombre robusto, unas Revoluciones más joven que F'lar, y el más joven de los cuadillos de Weyr que llegaron del pasado—. Cualquier caudillo de Weyr puede convocar una reunión si las circunstancias lo requieren. ¡Y éstas lo requieren!

—Tu caballero fue el agresor, T'ron —dijo D'ram con voz severa. Era un hombre delgado y nervudo, que empezaba a acusar el paso de las Revoluciones, aunque su asombrosa mata de cabellos rojizos sólo griseaba ligeramente en las sienes—. F'lar está en su derecho.

—Has podido elegir el lugar y la hora, T'ron –puntualizó F'lar, en tono deferente.

T'ron frunció el ceño.

—Me gustaría que Telgar estuviera aquí —dijo en voz baja e irritada.

—¿Un poco de vino, F'lar? —sugirió T'bor, con una sonrisa casi maliciosa en los labios, ya que la invitación tendría que haber partido de T'ron—. Desde luego, no es vino del Fuerte de Benden, pero no está mal. No está mal.

F'lar dirigió una mirada de advertencia a T'bor mientras tomaba la copa que se le ofrecía. Pero el caudillo del Weyr Meridional estaba espiando la reacción de T'ron. El Fuerte de Benden no enviaba sus famosos vinos tan generosamente a los otros Weyrs como lo hacía al que protegía sus tierras.

—¿Cuándo vamos a probar esos vinos del Weyr Meridional que tanto has elogiado, T'bor?—preguntó G'narish, tratando instintivamente de suavizar la creciente tensión.

—Desde luego, nosotros entraremos ahora en el otoño —dijo T'bor, como si quisiera sugerir que Fort era responsable de la fría temperatura que reinaba en el exterior —y en el interior—del Weyr—. Sin embargo, confío en que no tardaremos en iniciar el prensado. Y repartiremos entre vosotros lo que nos sobre.

—¿Qué quieres decir? ¿Lo que os sobre? —preguntó T'ron, mirando duramente a T'bor.

—Bueno, el Weyr Meridional sirve de hospital para todos los dragoneros heridos. Necesitamos el vino suficiente para hacerles olvidar sus penas. No olvides que el Weyr Meridional atiende a su propio sustento.

F'lar tocó con su rodilla la pierna de T'bor, recomendándole prudencia, mientras se volvía hacia D'ram para preguntarle cómo había ido la última Puesta.

—Muy bien, gracias —respondió D'ram afablemente, pero F'lar sabía que al anciano no le gustaba el cariz que estaba tomando la reunión—. Mirath de Fanna ha puesto veinticinco huevos, y apuesto a que tendremos media docena de bronces en la nidada.

—Los bronce de Ista son los más rápidos de Pern —dijo F'lar gravemente. Al oír que T'bor se removía inquieto a su lado, conectó rápidamente con Mnementh con un silencioso
Pídele a Orth, por favor, que le diga a T'bor que mida sus palabras antes de hablar, pensando en las consecuencias. No conviene enemistarse con D’ram y G'narish
. Y en voz alta, añadió—: En un Weyr nunca sobran los buenos bronce. Aunque sólo sea para que las reinas estén contentas.

Se reclinó hacia atrás, observando a T'bor con el rabillo del ojo para comprobar cuál era su reacción ante el mensaje transmitido a través de los dragones. De pronto, T'bor se sobresaltó ligeramente, se encogió de hombros, y su mirada se deslizó de D'ram a T'ron y de éste a F'lar. Parecía más inclinado a la rebeldía que a la cooperación.

F'lar se volvió de nuevo hacia D'ram:

—¿Necesitas un buen caballero para algún dragón verde?, hay un muchacho...

—D'ram sigue la tradición, Benden —le interrumpió T'ron—. Los jinetes criados en el Weyr son mucho mejores para los dragones. Particularmente para los verdes.

—¿De veras? —inquirió T'bor, mirando a T'ron con maliciosa intensidad.

D'ram carraspeó apresuradamente y dijo, elevando demasiado el tono de su voz:

—Da la casualidad de que tenemos un buen grupo de muchachos idóneos en nuestras Cavernas Inferiores. Y después de la última Impresión en el Weyr de G'narish le sobraron unos cuantos que ha ofrecido al Weyr de Ista. De todos modos, F'lar, agradezco tu generoso ofrecimiento, mucho más teniendo en cuenta que en Benden hay huevos endureciéndose también. Y una reina, he oído decir.

D'ram no parecía envidioso por la existencia de otro huevo de reina en el Weyr de Benden, a pesar de que Mirath de Fanna no había puesto un solo huevo dorado desde que llegó del interpasado.

—Todos conocemos la generosidad de Benden —dijo T'ron en tono sarcástico, dejando resbalar su mirada alrededor de la sala, fijándola en todo el mundo menos en F'lar—. Extiende su ayuda a todas partes. Y se interfiere en lo que no le incumbe.

—Yo no llamaría interferencia a lo que ocurrió en la Herrería de Telgar —dijo D'ram, muy serio.

—Creí que íbamos a esperar a que llegaran T'kul y R'mart —dijo G'narish, mirando ansiosamente hacia el pasillo.

De modo, musitó F'lar, que D'ram y G'narish están trastornados por los acontecimientos de hoy.

—T'kul es más conocido por las reuniones a las que falta que por aquellas a las que asiste —observó T'bor.

—R'mart no falta nunca —dijo G'narish.

—Bueno, ninguno de los dos está aquí. Y no estoy dispuesto a esperar más por su capricho —anunció T'ron, poniéndose en pie.

—En tal caso, será mejor que llames a B'naj y a T'reib —sugirió D'ram con un profundo suspiro.

—No están en condiciones de asistir a una reunión –dijo T'ron, aparentemente sorprendido por la petición de D'ram—. Sus dragones han regresado hace muy poco de su vuelo.

D'ram miró fijamente a T'ron.

—Entonces, ¿por qué has convocado la reunión para esta noche?

—Por la insistencia de F'lar.

T'bor se levantó para protestar antes de que F'lar pudiera evitarlo, pero D'ram le conminó con un gesto a que volviera a sentarse y le recordó severamente a T'ron que la hora de la reunión había sido fijada por el caudillo del Weyr de Fort, y no por F'lar de Benden

—Mira, ahora estamos aquí —dijo T'bor, golpeando la mesa con el puño—. Vamos a aclarar el asunto. En el Weyr Meridional es noche cerrada, y me gustaría...

—Yo dirijo las reuniones en el Weyr de Fort Meridional —le interrumpió T'ron con voz firme, aunque el enrojecimiento de su rostro y la expresión iracunda de sus ojos traicionaron su esfuerzo por no dar rienda suelta a su mal genio.

—Entonces, dirígela —replicó T'bor—. Dinos por qué un caballero verde sacó su dragón hembra de tu Weyr sabiendo que estaba en celo.

—T'reb lo ignoraba...

—Tonterías —exclamó T'bor, mirando fijamente a T'ron—. Siempre nos estás hablando de lo tradicionalista que eres y de lo bien instruidos que están tus caballeros. Por lo tanto, no me digas que un jinete tan veterano como T'reb ignoraba el estado de su montura.

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