Read Hellraiser Online

Authors: Clive Barker

Hellraiser (14 page)

Y ahora los copiosos pliegues del vestido se estaban apartando, y ahí estaba la cabeza de Julia: descansando sobre un almohadón de seda teñido de escarlata y enmarcada por una cascada de cabello castaño rojizo. Privada de pulmones, ¿Cómo podía hablar? Y, sin embargo, hablaba…

—Kirsty —dijo, suplicó y suspiró, y luego se puso a rodar en el regazo de la novia, como si quisiera desalojar a la razón.

Kirsty pudo haberla auxiliado, pudo haberse apoderado de la cabeza para arrancarle los sesos, si no hubiese sido porque el velo de la novia comenzó a convulsionarse y luego a levantarse, como tironeado por dedos invisibles. Debajo del velo, una luz parpadeó y se hizo más brillante, y más brillante todavía, y con esa luz, una voz:


Soy el ingeniero
—suspiró. Nada más.

Después, los rizados pliegues se elevaron más y la cabeza que estaba debajo del velo adquirió el brillo de un pequeño sol.

Kirsty no esperó a que el resplandor la cegara, sino que retrocedió hasta el pasillo —los pájaros ya eran casi sólidos, los lobos ya estaban casi dementes— y se arrojó por la puerta delantera al mismo tiempo que el cielorraso del pasillo comenzaba a ceder.

La noche vino a su encuentro… una oscuridad limpia. Respiró, tomando ávidas bocanadas de aire, al tiempo que abandonaba la casa a la carrera. Era la segunda vez que partía de esa manera. Que Dios la ayudara a conservar la cordura si alguna vez existía una tercera.

En la esquina de la calle Ludovico, miró hacia atrás. La casa no había capitulado ante las fuerzas desatadas en su interior. Ahora estaba silenciosa como una tumba. No, más silenciosa.

Al darle la espalda, se chocó con alguien. Exhaló un grito de sorpresa, pero el apresurado transeúnte ya estaba alejándose a paso vivo en la angustiosa media luz que precedía a la mañana. Cuando la figura estaba por trascender las fronteras de la solidez, miró hacia atrás y su cabeza fulguró en la penumbra: un cono de fuego blanco. Era el Ingeniero. Kirsty no tuvo tiempo de apartar la vista: una vez más, la figura desapareció instantáneamente, dejándole una imagen residual en los ojos.

Recién entonces, Kirsty se dio cuenta del propósito de la colisión. Le había vuelto a entregar la caja de Lemarchand, que ahora descansaba en su mano.

Sus superficies habían sido inmaculadamente reensambladas y lustradas todavía más. Aunque no la examino, estaba segura de que en la caja no quedaban rastros de las pistas que podían llevar a su solución. El próximo descubridor viajaría por sus caras sin mapa. Y hasta que llegara ese momento… ¿la habían elegido a ella como guardiana? Aparentemente, sí.

La hizo girar con la mano. Por el más tenue de los momentos, le pareció ver fantasmas en la laca. El rostro de Julia, el de Frank. Volvió a girarla para ver si Rory también estaba prisionero ahí dentro, pero no. Dondequiera que estuviese, no era allí. Quizás existía otro enigma que, al ser resuelto, permitía ingresar al lugar donde él estaba alojado. Tal vez un crucigrama cuya solución abriría el cerrojo del jardín del paraíso, o un rompecabezas cuya culminación permitiría el acceso al País de las Maravillas.

Iba a esperar y a observar, como siempre había esperado y observado, con la esperanza de que, algún día, se toparía con ese enigma. Pero si éste no llegaba a revelarse no se afligiría demasiado, por miedo a que ni el ingenio ni el tiempo tuvieran la habilidad de resolver el enigma de cómo reparar un corazón destrozado.

FIN

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