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Authors: Kurt Vonnegut

Tags: #Ciencia Ficción

Galápagos (29 page)

Cuando tuve a mi disposición una licencia del hospital, una prostituta de Saigón me contagió la sífilis, mientras yo estaba borracho y fumado de marihuana. Pero la primera lesión de esa enfermedad, hoy desconocida, no apareció hasta que llegué a Bangkok, Thailandia, donde fui enviado junto con muchos otros a pasar una temporada de «Descanso y Recreo». Éste era un eufemismo que todos y cada cual entendía como más putas, más drogas y más alcohol. La prostitución traía a Thailandia una considerable suma de divisas extranjeras, sólo superada por la exportación de arroz.

Después venía el caucho.

Después venía la teca.

Después venía el estaño.

• • •

Yo no quería que el Cuerpo de Marina se enterara de que padecía la sífilis. Si lo averiguaban, me reducirían la paga mientras estuviera en tratamiento. El período que durara el tratamiento, además, se sumaría al año que tenía que servir en Vietnam.

De modo que recurrí a un médico privado de Bangkok. Un compañero de la Marina me recomendó a un joven médico sueco que trataba casos como el mío y se dedicaba a la investigación en la Universidad de Ciencias Médicas de la ciudad.

Durante la primera visita me hizo preguntas acerca de la guerra. Me sorprendí contándole lo que nuestro pelotón había hecho con la aldea y los aldeanos. Quiso saber lo que yo había sentido, y le contesté que lo más terrible de la experiencia era que no había sentido mucho de nada.

• • •

—¿Lloró después o tuvo dificultades para dormir? —me preguntó.

—No, señor —le contesté—. En realidad, fui hospitalizado porque no quería hacer otra cosa que dormir.

Tampoco estuve cerca de llorar. Sea yo quien haya sido, nunca fui un llorón ni un corazón blando. Ni siquiera fui muy dado a las lágrimas antes que el Cuerpo de Marina hiciera un hombre de mí. Ni siquiera había llorado cuando mi madre pelirroja y zurda nos abandonó a mi padre y a mí.

Pero entonces, ese sueco dio con algo que me hizo llorar como un bebé… por fin, por fin. Estaba tan sorprendido como yo cuando me eché a llorar y llorar.

He aquí lo que dijo:

—Veo que su nombre es Trout. ¿Es posible que tenga algún parentesco con el maravilloso autor de ciencia ficción Kilgore Trout?

Este médico fue la única persona que yo haya conocido nunca fuera de Cohoes, Nueva York, que me habló de mi padre.

Tuve que recorrer todo el camino hasta Bangkok, Thailandia, para enterarme de que a los ojos de una persona al menos, mi padre, que tan desesperadamente había escrito, no había vivido en vano.

• • •

El doctor me hizo llorar tanto, que fue preciso que me dieran un sedante. Cuando una hora más tarde desperté en una camilla de la oficina, él me estaba observando. Estábamos solos.

—¿Se siente mejor ahora? —me preguntó.

—No —contesté—. O quizá sí. Es difícil saberlo.

—Mientras dormía, estuve pensando en su caso —dijo—. Sólo hay una medicina que podría recetarle, pero usted tiene que decidir si quiere tomarla o no. Ha de tener plena conciencia de sus efectos colaterales.

Pensé que se refería a los gérmenes de la sífilis, que estaban resistiéndose a los antibióticos, gracias a la Ley de Selección Natural. Mi voluminoso cerebro estaba otra vez equivocado.

Dijo que tenía amigos que podrían ayudarme a llegar a Suecia desde Bangkok, si quería buscar allí asilo político.

—Pero no sé hablar sueco —dije.

—Lo aprenderá —me dijo—. Lo aprenderá, lo aprenderá.

FIN

NOTAS

[1]
En castellano en el original.

[2]
Día de mayo.

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