—Ninguna medalla por buen comportamiento militar… nada por el estilo —dijo él.
—Estuvo en la Marina, pero no intervino en la guerra.
Por supuesto, si King hubiera llamado tres meses más tarde, y hubiera hablado con Roy por teléfono, hubiera escuchado todo un discurso acerca de las trágicas actividades de Roy durante las pruebas atómicas en el Pacífico.
—¿Tienen hijos? —preguntó King.
—No en el sentido habitual —dijo Mary—. Pero yo considero un hijo a cada uno de mis alumnos, y Roy dirige un grupo de niños exploradores y considera como hijo propio a cada miembro de la tropa.
—Ésa es una preciosa actitud —dijo King—, y ha sido muy agradable hablar con usted, y espero que usted y su marido disfruten del viaje.
—Estoy segura de que así será —dijo ella—, pero tendré que hacerme de coraje para decirle al director que quiero tres semanas de licencia justo en mitad de un semestre.
—Tendrá usted tantas cosas maravillosas que contar a sus alumnos cuando esté de vuelta —dijo King—, que él le concederá encantado esas semanas. —King, dicho sea de paso, nunca había visto realmente las Islas Galápagos, ni las vería nunca. Como Mary Hepburn, sólo había visto un montón de fotografías.
—Oh… —dijo Mary cuando él estaba a punto de colgar—, preguntaba usted por premios, honores, medallas y cosas por el estilo…
—¿Sí? —dijo King.
—Yo estoy por recibir una especie de premio o lo que siento como premio. Se supone que no sé nada, de modo que probablemente no tendría que mencionárselo.
—Mis labios están sellados —dijo King.
—Lo descubrí por accidente —dijo Mary—. Pero este año la clase del último curso me dedicará el anuario. Me dan un mote en la dedicatoria, que por casualidad vi en una imprenta donde estaba eligiendo anuncios de nacimiento para una amiga. Tuvo mellizos: un niño y una niña.
—¡Ajá! —dijo King.
—¿Sabe el mote que me dan esos encantadores muchachos? —preguntó Mary.
—No —dijo King.
—Madre Naturaleza Personificada —dijo Mary.
Y no hay ninguna tumba en las Islas Galápagos. El océano recibe todos los cadáveres y hace con ellos lo que le place. Pero si hubiera una lápida funeraria para Mary Hepburn, sólo una inscripción le convendría: «Madre Naturaleza Personificada». ¿En qué se parecía tanto a la Madre Naturaleza? Frente a la total desesperanza que abrumaba a todos en Santa Rosalía, todavía quería que allí nacieran niños humanos. Nada podía impedir que ella hiciese todo lo posible para que la vida siguiera y siguiera y siguiera.
Cuando Bobby King se enteró de que Mary Hepburn era uno de los seis desdichados que habían llegado a Guayaquil, pensó en ella por primera vez en meses. Pensó que quizá Roy estuviera con ella, pues le habían dado la impresión de ser una pareja inseparable, y que el nombre del marido había sido omitido accidentalmente por el administrador de El Dorado, cuyas comunicaciones enviadas por teletipo se hacían más graves de hora en hora.
• • •
King sabía de mí, entre paréntesis, aunque no cómo me llamaba.
Sabía que un obrero se había matado durante la construcción del barco. Pero no quería dar más publicidad a esta noticia, capaz de sugerir a los supersticiosos que el
Bahía de Darwin
tenía un fantasma, así como la familia von Kleist no quería que se supiera que uno de sus miembros estaba hospitalizado por haber contraído el corea de Huntington y que otros dos tenían el cincuenta por ciento de probabilidades de ser portadores de esa enfermedad.
¿Le comunicó alguna vez el capitán a Mary Hepburn durante los años que estuvieron juntos en Santa Rosalía que quizá fuera portador del corea de Huntington? Sólo reveló ese terrible secreto cuando ya llevaban diez años en las islas y descubrió que ella había estado jugando irresponsablemente con su esperma.
• • •
De los seis huéspedes de El Dorado, King sólo conocía a dos: *Andrew MacIntosh y su hija ciega Selena; y, por supuesto, también a Kazakh, la perra de Selena. Todo el que conocía a los MacIntosh conocía también a la perra, aunque Kazakh, gracias a la cirugía y el adiestramiento, virtualmente no tenía ninguna personalidad. Los MacIntosh frecuentaban varios restaurantes que eran clientes de King, y *MacIntosh, aunque no la perra y la hija, había aparecido en reportajes de la televisión junto con algunos de esos clientes. King había observado los espectáculos en un monitor entre bastidores acompañado por Selena y la perra. Tenía la impresión de que la hija tenía poca más personalidad que la perra cuando no estaba junto a su padre. Y no sabía hablar de otra cosa que de su padre.
*Andrew MacIntosh, por cierto, disfrutaba apareciendo en estos reportajes de televisión. Era bienvenido en ellos por mostrarse tan injurioso. Peroraba acerca de lo divertida que era la vida si uno tenía una cantidad ilimitada de dinero. Compadecía y despreciaba a los que no eran ricos, etcétera.
Gracias a los rigores de Santa Rosalía, Selena habría de desarrollar una personalidad muy distinta de la de su padre antes de entrar en el túnel azul que conduce al Más Allá. También llegaría a hablar japonés de corrido. En la era de los cerebros voluminosos, la historia de una vida podía acabar de cualquier manera. Mirad la mía.
• • •
Después de Roy y Mary Hepburn, los MacIntosh y los Hiroguchi fueron los primeros en sumarse a la lista de pasajeros del «Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza». Eso fue en febrero. Los Hiroguchi serían huéspedes de los MacIntosh, y viajarían con un nombre supuesto, para que quienes empleaban a *Zenji Hiroguchi no descubrieran que estaba haciendo negocios con *MacIntosh.
Para King, *Siegfried von Kleist y toda otra persona conectada con el crucero, los Hiroguchi eran los Kenzaburo, y *Zenji era un veterinario.
Eso significaba que la mitad de los huéspedes alojados en El Dorado no eran lo que se suponía. Como broche de todos estos engaños propios de los cerebros voluminosos, el traje de fajina de Mary Hepburn aún tenía bordado en el bolsillo delantero izquierdo el apellido del primer propietario, que era Kaplan. Y cuando ella y James Wait se conocieron al fin en el bar del hotel, él le dio su nombre falso y ella le dio su nombre verdadero, pero aun así él continuó llamándola «señora Kaplan», ensalzó al pueblo judío, etcétera.
Y cuando más tarde el capitán los casó en la cubierta del
Bahía de Darwin,
ella estaba convencida de que se había convertido en la esposa de Williard Flemming, y él en el marido de Mary Kaplan.
Esta especie de confusión sería imposible en la actualidad pues ya nadie tiene nombre, o profesión, o una historia personal que contar. Todo lo que a uno le queda a modo de reputación es un olor que, desde el nacimiento hasta la muerte, no puede modificarse. La gente es lo que es, y eso es todo. La Ley de Selección Natural ha hecho a los seres humanos absolutamente honestos en este respecto. Cada cual es exactamente lo que parece ser.
• • •
Cuando *Andrew MacIntosh reservó tres camarotes privados en el viaje inaugural del
Bahía de Darwin,
Bobby King tuvo motivos para sentirse perplejo. *MacIntosh era propietario de un yate privado, el
Omoo,
que era casi tan grande como el barco crucero, y por tanto podría haber ido a las Galápagos por cuenta propia, sin someterse a estrechos contactos con extraños y a las disciplinas que impondría «el Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza». Los pasajeros del crucero, por ejemplo, no podrían bajar a tierra cuando se les antojase y comportarse allí como quisiesen. Bajarían siempre escoltados y supervisados por guías en todo momento, todos entrenados en la Estación de Investigación Darwin por hombres de ciencia que tenían un título en alguna de las ciencias naturales.
De modo que cuando King, que iba de ronda una noche por restaurantes y clubes, vio a *MacIntosh, a su hija y la perra en compañía de otras dos personas cenando en un sitio para celebridades llamado Elaine’s, se detuvo junto a la mesa para decirles cuánto le complacía que se hubieran anotado en el crucero. Tenía muchos deseos de saber por qué se habían decidido, y así él podría utilizar esas mismas razones para inducir a otras celebridades públicas a que también ellos hicieran el viaje.
Sólo después de saludar a los MacIntosh se dio cuenta King de quiénes eran las otras dos personas sentadas a la mesa. Las conocía como para hablar con ellos, y así lo hizo. La mujer era la hembra más admirada del planeta, la señora Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis, y su acompañante de aquella noche era el gran bailarín Rudolf Nureyev.
Nureyev, entre paréntesis, era un ex ciudadano de la Unión Soviética al que le habían concedido asilo político en Gran Bretaña. Y yo, que todavía vivía por entonces, era un ciudadano de los Estados Unidos al que se le había concedido asilo político en Suecia.
Sí, y a ambos nos gustaba la danza.
• • •
Corriendo el riesgo de recordarle a *MacIntosh que era propietario de un yate trasatlántico, King le preguntó por qué encontraba atractivo el
Bahía de Darwin.
*MacIntosh, que era muy inteligente y había leído mucho, le espetó allí mismo un discurso sobre el daño que la gente egoísta e ignorante había hecho a las Islas Galápagos, cuando iban a tierra sin supervisión. Este material provenía de un artículo del
National Geographic Magazine
, revista que leía de cabo a rabo todos los meses. La hipótesis de la revista era que Ecuador necesitaría una flota del tamaño de todas las flotas combinadas del mundo para impedir que la gente desembarcara en las islas e hicieran lo que les viniera en gana, de modo que el frágil hábitat sólo podría preservarse si se enseñaba moderación a la gente. «Ningún buen ciudadano del planeta —decía el artículo—, debe bajar a tierra sin la compañía de un guía bien entrenado.»
Cuando Mary Hepburn, el capitán, Hisako Hiroguchi, Selena MacIntosh y los demás naufragaron en Santa Rosalía, no llevaban la compañía de un guía bien entrenado. Y, durante los primeros años que estuvieron allí, convirtieron en un verdadero infierno el frágil hábitat.
Justo a tiempo se dieron cuenta de que era su propio hábitat lo que estaban arruinando, que no eran meros visitantes.
• • •
Allí, en el restaurante Elaine’s, *MacIntosh enfureció a su hechizada audiencia con historias de botas que aplastaban los nidos camuflados de las iguanas, de dedos codiciosos que arrebataban los huevos a los pájaros bobos, etcétera, etcétera. Sin embargo, de las historias que contó, la más atroz, también del
National Geographic,
fue la de gentes que tomaban en brazos a focas pequeñas, como si fueran niños humanos, para posar delante de los fotógrafos. Cuando el animalito era devuelto a su madre, ésta ya no lo alimentaba porque tenía otro olor.
—Así pues, ¿qué le sucede al pobre animalito que acaba de recibir el alto honor de ser acariciado por un bondadoso amante de la naturaleza? —preguntó *MacIntosh—. Se muere de hambre; todo por una fotografía.
De modo que su respuesta a la pregunta de Bobby King fue que pretendía dar buen ejemplo, y que esperaba que otros lo siguiesen, sumándose a «el Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza».
• • •
Es para mí una broma que este hombre se presentara a sí mismo como un ardiente conservadorista, pues muchas de las compañías de las que era director o accionista importante tenían fama de depredadoras del agua, el suelo o la atmósfera. Pero no era una broma para *MacIntosh, que había venido a este mundo incapaz de preocuparse mucho por nada. De modo que, para disimular esta deficiencia, se había convertido en un gran actor, fingiendo, aun para sí mismo, que se preocupaba apasionadamente por toda clase de cosas.
Con el mismo grado de convicción, le había dado a su hija una explicación totalmente diferente de por qué hacían el viaje a las islas en el
Bahía de Darwin
y no en el
Omoo.
Era posible que los Hiroguchi se sintieran atrapados en el
Omoo
pues sólo podrían hablar con los MacIntosh. En tales circunstancias quizá llegaran a tener miedo, y *Zenji podía negarse a seguir negociando y aun querer que lo dejaran en tierra en el puerto más cercano para poder regresar en avión a su país.
Como tantas otras personalidades patológicas en posiciones de poder de hace un millón de años, podía hacer casi cualquier cosa por impulso sin sentir nada demasiado. Las explicaciones lógicas, inventadas con toda comodidad, sólo llegaban más tarde.
Y que esa especie de comportamiento en la era de los cerebros voluminosos sirva como muestra de la historia de la guerra en la que tuve el honor de luchar, que fue la guerra de Vietnam.
Como la mayor parte de las personalidades patológicas, *Andrew MacIntosh nunca se cuidaba mucho de si lo que decía era verdad o no, y por lo tanto era extremadamente persuasivo. Y de tal modo conmovió a la viuda Onassis y a Rudolf Nureyev, que éstos pidieron a Bobby King más información acerca del «Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza», que él les envió a la mañana siguiente con un mensajero especial.
Como lo quiso la suerte, esa noche, en la cadena educativa, se exhibiría un documental sobre la vida de los pájaros bobos de patas azules, de modo que King adjuntó una nota en la que decía que quizá les gustaría verla. Esas aves serían de una importancia crucial para la supervivencia de la pequeña colonia humana de Santa Rosalía. Si no hubieran sido tan estúpidas, tan incapaces de advertir que los seres humanos eran peligrosos, es casi seguro que los primeros colonos habrían perecido de hambre.
• • •
El punto culminante de ese programa, como el punto culminante de las conferencias sobre las islas en la escuela secundaria de Ilium, era una película sobre la danza nupcial de los pájaros bobos de patas azules. La danza era como sigue:
Dos de estas aves marinas aparecían sobre la lava. Eran aproximadamente del tamaño de los cormoranes acuáticos, con los mismos cuellos largos y serpentinos y un pico que se curvaba hacia abajo. Pero no habían abandonado la aviación, de modo que tenían alas grandes y fuertes. Las patas y los pies membranosos eran de un brillante y gomoso color azul. Atrapaban a los peces lanzándose en picada desde lo alto.
¡Peces! ¡Peces! ¡Peces!
Tenían el mismo aspecto, pero uno era un macho y el otro una hembra. No se miraban, dedicados los dos a sus propios asuntos. Sin embargo, no había mucho que hacer en la lava, y ellos no se alimentaban de alimañas ni de semillas, y tampoco buscaban materiales para construir un nido.