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Authors: Anne McCaffrey

El vuelo del dragón (17 page)

F'lar entregó el mensaje al caballero pardo.

—Como si no supiéramos eso —gruñó F'nor después de haberlo leído rápidamente.

—Si sabes eso, ¿qué harás con respecto a ello? —inquirió Lessa—. El Weyr está tan desacreditado, que no tardará en llegar el día en que no pueda alimentar a los suyos.

Utilizó la frase deliberadamente, notando con satisfacción el efecto que producía en ambos dragoneros. La mirada que le dirigieron era casi salvaje. Luego F'lar dejó oír una risita, de modo que F'nor se relajó con una risa amarga.

—¿Y bien? —inquirió Lessa.

—Indudablemente, R'gul y S'lel tendrán hambre —dijo F'nor, encogiéndose de hombros.

—¿Y vosotros dos?

F'lar se encogió de hombros también y, levantándose, se inclinó ceremoniosamente ante Lessa.

—Dado que Ramoth está profundamente dormida, solicitamos permiso para retiramos.

—¡Marchaos! —les gritó Lessa.

Habían dado media vuelta, sonriéndose el uno al otro, cuando R'gul entró precipitadamente en la cámara, con S'lel, D'nol, T'bol y K'net pegados a sus talones.

—¿Qué es lo que acabo de oír? ¿Que, de las Altas Extensiones, únicamente Ruatha envía diezmos?

—Cierto, demasiado cierto —admitió F'lar tranquilamente, entregando a R'gul el mensaje de Lytol.

El caudillo del Weyr lo leyó, moviendo los labios mientras lo hacía, y frunciendo el ceño ante el contenido. Lo entregó a su vez a S'lel, el cual lo sostuvo en alto para que todos pudieran leerlo.

—El año
pasado
alimentamos al Weyr con los diezmos de tres Fuertes —anunció R'gul desdeñosamente.

—El año pasado —subrayó Lessa—, pero sólo porque había reservas en las cuevas de suministros. Manora acaba de informarme que aquellas reservas se han agotado...

—Ruatha ha sido muy generoso —se apresuró a decir F'lar—. Eso debería equilibrar la situación.

Lessa vaciló unos instantes, como negándose a dar crédito a lo que acababa de oír.

—No tan generoso —estalló, ignorando la mirada de advertencia que le dirigía F'lar.

—Los jóvenes dragones aumentarán las necesidades este año, de todos modos. En consecuencia, no hay más que una solución: el Weyr debe negociar con Telgar y Fort para sobrevivir al Frío.

Aquellas palabras provocaron una inmediata rebeldía.

—¿Negociar? ¡Nunca!

—¿El Weyr reducido a negociar? ¡Requisa!

—R'gul, estamos dispuestos a la requisa. ¡Ni hablar de negociar!

Aquella mera sugerencia había exasperado a todos los caballeros bronce. Incluso S'lel reaccionó con indignación. K'net era el que se mostraba más excitado, con un brillo peligroso en sus ojos.

El único que permanecía sereno era F'lar, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirando fríamente a Lessa.

—¿Requisa? —La voz de R'gul se alzó autoritaria por encima del ruido—. ¡No puede haber ninguna requisa!

Por un reflejo condicionado a su tono de mando, los hombres permanecieron silenciosos momentáneamente.

—¿Ninguna requisa? —preguntaron finalmente a coro T'bor y D'nol.

—¿Por qué no? —añadió D'nol, con las venas del cuello visiblemente hinchadas.

Él no era el único, gruñó Lessa para sí misma, tratando de localizar a S'lan, sólo para recordar que estaba fuera, en el campo de entrenamiento. Ocasionalmente, D'nol y él actuaban juntos contra R'gul en el Consejo, pero D'nol no era lo bastante fuerte como para enfrentarse a R'gul sin la ayuda de nadie.

Lessa dirigió una mirada esperanzada hacia F'lar. ¿Por qué no hablaba ahora?

—¡Estoy asqueado de comer carne correosa, pan malo y raíces con sabor a madera! —estaba gritando D'nol, perdidos los estribos—. Pern ha prosperado esta Revolución. ¡Algo de esa prosperidad debe alcanzar al Weyr!

T'bor, colocándose beligerantemente a su lado, gruñó su asentimiento, clavando sus ojos primero en uno, luego en otro de los silenciosos caballeros bronce. Lessa se dejó ganar por la esperanza de que T'bor podía actuar como substituto de S'lan.

—Un movimiento del Weyr en este momento —declaró R'gul, levantando un brazo en ademán de advertencia— y todos los Señores se moverán... contra nosotros.

Dejó caer su brazo de un modo dramático.

Luego se encaró con los dos rebeldes, con los pies ligeramente separados, la cabeza erguida, los ojos llameantes. Su estatura sobrepasaba en una cabeza y media a la del rechoncho y bajito D'nol y a la del más delgado T'bor. El contraste era desafortunado: el cuadro era el de un severo patriarca reprendiendo a unos hijos descarriados.

—Los caminos están despejados —continuó R'gul en tono ominoso—, sin ninguna lluvia ni nieve para frenar a un ejército. Los Señores se han mantenido en pie de guerra desde que Fax murió —la cabeza de R'gul se giró ligeramente en dirección a F'lar—. Seguramente todos vosotros recordáis la clase de hospitalidad que obtuvimos durante la Búsqueda... —ahora, R'gul dirigió una significativa mirada a cada uno de los caballeros bronce—. Conocéis el estado de ánimo de los Fuertes, fuisteis testigos de su fuerza. —Irguió su mentón—. ¿Sois lo bastante imbéciles como para desear provocarlos?

—Disponemos del suficiente pedernal... —estalló furiosamente D'nol, y se interrumpió. Sus palabras le habían impresionado tanto como a cualquiera de los presentes en la sala.

Incluso Lessa se horrorizó ante la idea de utilizar deliberadamente pedernal contra el hombre.

—Hay que hacer algo... —murmuró D'nol desesperadamente, volviéndose primero hacia F'lar y luego, con menos esperanza, hacia T'bor.

Si R'gul gana, esto será el fin, pensó Lessa, fríamente furiosa, y reaccionó volviendo sus pensamientos hacia T'bor. En Ruatha había resultado más fácil manipular a unos hombres enfurecidos. Si ella pudiera... Un dragón trompeteó en el exterior.

Un dolor insoportablemente agudo taladró la pierna de Lessa, ascendiendo desde el empeine. Aturdida, se tambaleó hacia atrás, tropezando inesperadamente con F'lar. El dragonero la sujetó del brazo con dedos semejantes a abrazaderas de hierro.

—Te atreves a controlar... —susurró salvajemente a su oído y, con fingida solicitud, la instaló en su asiento. Su mano aferró el brazo de Lessa con una fuerza que no dejaba lugar a dudas acerca de su intención de no permitir que se levantara.

Tragando saliva convulsivamente contra el doble asalto, Lessa se sentó rígidamente. Cuando estuvo en condiciones de analizar lo que había sucedido, se dio cuenta de que el momento de crisis había pasado.

—No se puede hacer
nada
en este momento —estaba diciendo R'gul, dominando la situación.

«En este momento...» Las palabras resonaron en los oídos de Lessa.

—El Weyr tiene jóvenes dragones que deben ser adiestrados. Y jóvenes caballeros que deben ser educados en las Tradiciones correctas.

Tradiciones vacías, pensó Lessa confusamente, llena de amargura. Y que acabarían por vaciar al propio Weyr.

Miró a F'lar con rabia impotente. La mano del dragonero aumentó la presión sobre su brazo, a modo de advertencia, hasta que los dedos apretaron el tendón contra el hueso y Lessa tuvo que reprimir un grito de dolor. A través de las lágrimas que asomaron a sus ojos, vio la derrota y la vergüenza escritas en el rostro juvenil de K'net. La esperanza se encendió de nuevo, renovada.

Con un esfuerzo sobrehumano se obligó a sí misma a relajarse. Lentamente, como si F'lar la hubiera asustado de veras. Con la suficiente lentitud como para que él creyera en su capitulación.

En cuanto pudiera, hablaría con K'net a solas. K'net estaba maduro para la idea que Lessa acababa de concebir. Era joven, maleable, y en cualquier caso ella le atraía. Serviría a su propósito admirablemente.

—Dragonero, evita los excesos —estaba entonando R'gul—. La codicia atraerá desgracias sobre el Weyr.

Lessa miró fijamente al hombre, sinceramente anonadada por el hecho de que pudiera encubrir la derrota moral del Weyr con una homilía hipocrítica.

Honra a los que cuidan de los dragones

En pensamientos, y favor de palabra y de obra.

Se pierden mundos o se salvan mundos

De los peligros que los dragones arrostran.

—¿Qué pasa? ¿El noble F'lar va contra la Tradición? —le preguntó Lessa a F'nor cuando el caballero pardo apareció con una cortés explicación de la ausencia del jefe de escuadrón.

Lessa no se molestaba ya en morderse la lengua en presencia de F'nor. El caballero pardo sabía que los reproches no iban dirigidos contra él, de modo que rara vez se daba por ofendido. Su hermanastro le había contagiado parte de su reserva.

Hoy, sin embargo, su expresión no tenía nada de tolerante, sino severamente desaprobadora.

—Le está siguiendo el rastro a K'net —declaró F'nor bruscamente, turbia la mirada de sus ojos oscuros. Echó hacia atrás los cabellos que caían sobre su frente, otra costumbre que le había contagiado F'lar, lo cual añadió combustible a la inquina de Lessa hacia el caballero ausente.

—¡Oh! ¿De veras? Haría mucho mejor imitándole —declaró Lessa. Los ojos de F'nor llamearon furiosamente.

Bueno, pensó Lessa. Le estoy irritando a él también.

—De lo que no te has dado cuenta, Dama del Weyr, es de que K'net ha tomado tus instrucciones de un modo demasiado liberal. Un pillaje prudente no levantaría ninguna protesta, pero K'net es demasiado joven para mostrarse circunspecto.

—¿Mis instrucciones? —repitió Lessa inocentemente. Seguro que F'nor y F'lar no tenían ninguna prueba para acusarla. Por otra parte, le tenían sin cuidado—. Lo único que pasa es que está harto de la cobardía que impera en el Weyr.

F'nor apretó los dientes con fuerza para reprimir la furiosa réplica que ascendía a sus labios. Engarfió sus manos alrededor del ancho cinturón de jinete hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Devolvió fríamente la mirada de Lessa.

Durante aquella pausa Lessa lamentó haber provocado la enemistad de F'nor. Él había intentado ser amistoso, agradable, y a menudo le había divertido con anécdotas cuando ella se sentía más y más amargada. A medida que aumentaba la intensidad del frío, las raciones se hacían más escasas en el Weyr, a pesar de las sistemáticas aportaciones de K'net. Con los vientos helados había penetrado la desesperación en el Weyr.

Desde la abortada rebelión de D'nol, los dragoneros parecían haber perdido todas sus energías. Incluso los animales reflejaban aquel desaliento, que no podía ser atribuido únicamente a los efectos del ayuno. Era apatía y nada más. Lessa se maravillaba de que R'gul no lamentara el resultado de su absurda decisión.

—Ramoth no está despierta —le dijo a F'nor tranquilamente—, y yo no te necesito.

F'nor no dijo nada, y su prolongado silencio empezó a desconcertar a Lessa. Se levantó, frotándose las palmas de las manos contra sus caderas, como si pudiera borrar con ello sus últimas y precipitadas palabras. Echó a andar de un lado para otro, mirando desde su dormitorio al de Ramoth, donde la reina dorada, ahora de mayor tamaño que cualquiera de los dragones bronce, dormía profundamente.

Si al menos despertara, pensó Lessa. Cuando ella está despierta todo marcha bien. Es decir, tan bien como es posible. Pero ella está como una roca.

—Bueno... —empezó a decir, tratando de que su nerviosismo no se reflejara en su voz—, al menos F'lar está haciendo algo, aunque sea cortar una de nuestras fuentes de suministro.

—Lytol ha enviado un mensaje esta mañana —dijo F'nor secamente. Su rabia había remitido, pero no su desaprobación.

Lessa se volvió a mirarle, expectante.

—Telgar y Fort han conferenciado con Keroon —continuó F'nor lentamente—. Han llegado a la conclusión de que el Weyr se encuentra detrás de sus pérdidas. ¿Por qué, si escogiste a K'net, no ejerciste un severo control sobre él? —inquirió, dejándose ganar de nuevo por la rabia—. Es demasiado bisoño. C'gan, T'sum, yo mismo lo hubiera...

—¿Tú? Tú no estornudas sin el consentimiento de F'lar —replicó Lessa.

F'nor se rió descaradamente de ella.

—F'lar te dio más crédito del que mereces —replicó a su vez, en tono desdeñoso—. ¿Has comprendido por qué tiene que esperar?

—No —gritó Lessa—. ¡No lo he comprendido! ¿Acaso es algo que debo adivinar, por instinto, como el dragón? ¡Por la cáscara del primer Huevo, a mí nadie me
explica
nada!

»Pero es agradable saber que tiene un motivo para esperar. Sólo espero que sea válido. Y que no sea ya demasiado tarde. Porque yo creo que lo es.

Era demasiado tarde cuando me impidió que apoyara a T'bor, pensó Lessa, pero no lo dijo. En vez de ello, añadió:

—Era demasiado tarde cuando F'lar se mostró demasiado cobarde para sentir la vergüenza de...

F'nor se encaró con ella con el rostro pálido de rabia.

—Para permanecer impasible en aquella ocasión se necesita más coraje del que tú has tenido nunca.

—¿Por qué?

F'nor se adelantó en actitud tan amenazadora que Lessa tensó su cuerpo, esperando recibir un golpe. Pero el caballero pardo dominó aquel impulso, si es que lo había experimentado, sacudiendo violentamente la cabeza para controlarse a sí mismo.

—La culpa no es de R'gul —murmuró finalmente, con una expresión de infinito cansancio en el rostro, súbitamente envejecido, y la mirada turbia—. Ha sido difícil, muy difícil, ver lo que estaba pasando y saber que uno
tenía
que esperar.


¿Por qué?
—gritó de nuevo Lessa.

Pero F'nor ya no se dejaba impresionar. Continuó, con voz tranquila:

—Yo pensé que tú debías saberlo, pero ofrecer explicaciones por uno de los suyos es algo que va contra la naturaleza de F'lar.

Lessa reprimió la sarcástica observación que acudía a sus labios, ya que con ella podía haber interrumpido aquella explicación esperada desde hacía tanto tiempo.

—R'gul es caudillo del Weyr sólo por defecto. Sería bastante bueno, supongo, si no se hubiera producido un Intervalo tan largo. Los Archivos advierten de los peligros...

—¿Archivos? ¿Peligros? ¿A qué te refieres al hablar de Intervalo?

—Un Intervalo se produce cuando la Estrella Roja no pasa lo bastante cerca como para excitar a las Hebras. Los Archivos indican que han de transcurrir casi doscientas Revoluciones antes de que la Estrella Roja vuelva a pasar. F'lar calcula que ha transcurrido casi el doble de ese tiempo desde que cayó la última Hebra.

Lessa miró aprensivamente hacia el este. F'nor asintió solemnemente.

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