—Lo que habéis visto está ocurriendo en todo el planeta. Todas las ciudades del mundo están igual que esta calle, desoladas, exentas de vida.
—¿Pero qué estás diciendo? Eso es imposible —dijo Thomas.
—No, no lo es. La gente que habéis visto en el suelo no está durmiendo, ni siquiera desvanecida, está muerta.
—¡Muerta! —exclamaron al unísono Thomas y Natalie.
—Sí, muerta.
—¿Cómo que muerta? ¿Pero qué ha pasado? ¿Una guerra? ¿Un virus? —le preguntó Natalie.
—No, nada de eso. Ha sucedido algo peor.
—¿Qué? —preguntó Thomas.
—Dejadme que os lo explique y así lo entenderéis todo.
Aquel hombre abrió su gabardina y sacó una gran espada, la apoyó sobre las piernas de Thomas y comenzó a hablar:
—Nosotros, como ya te expliqué en una ocasión, Thomas, somos los Itnicos, los guardianes de un secreto, un secreto que habéis logrado encontrar. El secreto era la Atlántida, y durante miles de años hemos conseguido que continuara oculta…, hasta ahora.
—¿Pero qué tiene que ver eso con lo que ha ocurrido? —preguntó Thomas cortándole.
—No me interrumpáis y dejad que me explique, ya veréis que lo entenderéis perfectamente cuando acabe —les dijo muy serio, y prosiguió—: Como os iba diciendo, la Atlántida no es solamente una ciudad, es mucho más. Aquella ciudad que habéis encontrado escondía un poder, una fuerza capaz de… purificar. Así es como lo llamamos nosotros, «purificar» todo el planeta, y eso es exactamente lo que ha sucedido.
Thomas, que aún tenía la espada sobre sus piernas, observó que en la hoja había unas inscripciones. Al traducirlas mentalmente, leyó:
—«Somos los guardianes de la sabiduría y la pureza, de nosotros depende la continuidad de la vida».
Al acabar de leerlo, Thomas miró a aquel hombre y le preguntó:
—Pero… ¿quieres decir que somos los culpables de lo que ha ocurrido, que somos los responsables del exterminio de la vida de la Tierra?
Natalie, que no se podía creer lo que estaba escuchando, comenzó a llorar desconsoladamente.
—Exactamente Thomas, habéis activado esa fuerza, y por desgracia, no tiene marcha atrás.
—No puede ser, esto tiene que ser una pesadilla. Además, si todo eso es cierto, ¿cómo es posible que nosotros aún sigamos vivos?
—Nosotros continuamos vivos porque nuestras espadas fueron forjadas con un material que nos protege de esa fuerza. Ese material, es el mismo del que está hecho el medallón, el obelisco que habéis encontrado en la pirámide y una sala que contiene la misma pirámide que protegió en su día a nuestros antepasados.
—¿Y Thomas y yo? —preguntó Natalie con la cara llena de lágrimas.
—Esa pregunta os la contestaré más tarde. Primero tengo que explicaros otras cosas para que entendáis la respuesta.
—No lo comprendo. ¿Por qué vuestros antepasados fabricaron un arma con tal poder de destrucción? —preguntó Thomas.
—Ése fue uno de los mayores errores que cometieron.
Nuestros antepasados, cuando tomaron la decisión de irse de su planeta natal, construyeron un arma capaz de eliminar toda la vida que hubiera en el planeta al que llegaran, ya fuera por protección o para cambiarlo y conseguir que fuera como el planeta de donde procedían.
—Pero eso es una atrocidad, es horrible —comentó Natalie.
—Es cierto, por eso decidieron separar en dos y ocultar la única llave que podía activarla.
—¡El medallón! —exclamaron Thomas y Natalie a la vez.
—Sí, el medallón. Ésa es la llave que separaron y ocultaron los dos sabios, para que jamás fuera encontrada ni unida de nuevo.
—¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho? —se compadeció Thomas mientras se cubría la cara con las manos.
—Pero hay otra cosa que todavía no os he contado.
—¿Qué? ¿Qué más malas noticias quedan? —preguntó Natalie.
—El símbolo del medallón identifica a la hermandad a la que pertenecía el sabio o el grupo de sabios encargados de cuidar a toda la gente que había en el interior de las naves de colonización, así pues, cada nave tenía un símbolo y una llave diferentes.
—¿Cómo? —preguntó Thomas, que no entendía a dónde quería ir a parar.
—Con esto os quiero decir que sólo aquellos sabios que pertenecían a la hermandad a la que correspondía el símbolo podían activar el proceso de purificación y sobrevivir a él.
—¿Cómo? —volvió a preguntar Thomas.
—Sí, Thomas, es lo que estás pensando. Seguro que en ocasiones habrás notado sensaciones extrañas, sensaciones que no has sabido explicar o entender, o incluso hayas tenido sueños premonitorios.
—Sueños premonitorios —le dijo Natalie a Thomas.
—Sí, Thomas, un poder, una fuerza, o un sexto sentido, como lo quieras llamar. Por eso has sobrevivido, porque eres un descendiente directo de uno de aquellos sabios —le decía a la vez que le hacía una reverencia.
Al escucharle, Thomas no podía creerse aquella historia macabra. La extinción de toda la vida del planeta, el medallón con su significado y su increíble historia, la Atlántida y, cómo no, lo de que él era un descendiente directo de uno de aquellos dos sabios.
—¿Y yo? ¿Yo también lo soy? —preguntó Natalie.
—No, tú no —le negó rotundamente.
—Entonces, ¿cómo es que sigue viva? —preguntó Thomas.
—Los sabios tenían un problema genético que provocaba que tan sólo pudieran tener hijos varones —le explicó a Natalie.
—¿Entonces? —le insistió Thomas.
—Es fácil —le dijo mientras le acercaba la mano a la barriga—, está embarazada.
—¿Pero qué estás diciendo? —gritó Natalie.
—Lo que estás escuchando. Has sobrevivido porque Thomas es un sabio, y es el padre de la criatura que estás engendrando en tu vientre.
Thomas y Natalie, que no se podían creer aún todo lo que habían escuchado, se abrazaron fuertemente.
—¿Y ahora qué va a pasar? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Correremos la misma suerte que los atlantes? —preguntó Thomas muy preocupado y entristecido.
—Tranquilos —le calmó el hombre—, no tenéis que preocuparos de nada. Ahora nosotros somos vuestros siervos y guardianes. Y lo que va a suceder a partir de ahora y lo que sucedió con los atlantes os lo explicaré cuando lleguemos.
—¿Y a dónde vamos? —preguntó Natalie.
—Primero debemos recoger a una persona que ya conocéis y que tiene una cosa que nos hace falta —les dijo aquel hombre mientras le indicaba al conductor que se diera prisa.
—¿A quién? —preguntó Thomas intrigado.
—No os lo puedo decir. Me ha pedido que no os diga nada. Lo que sí os diré es que tras recogerlo nos dirigiremos de nuevo hacia la Atlántida.
—¿La Atlántida? —preguntaron Thomas y Natalie.
—Sí, la Atlántida. Allí es donde están todas las respuestas a vuestras preguntas. Cuando estemos allí os mostraré qué ocurrió con los atlantes y os explicaré qué debemos hacer de ahora en adelante. Thomas, Natalie, no es momento de llorar ni de derrumbarse. Vuestra verdadera aventura comienza ahora.
Y así, de la misma forma que fueron extinguidos los dinosaurios hace millones de años, la raza de los humanos, junto a todos los seres vivos de la Tierra, desapareció.
CONTINUARÁ…