—Allí estaba, sí—contestó Bronson, mientras se dirigía a la entrada de la habitación—, pero nuestros huéspedes no invitados se la han llevado. —Señaló el orificio más o menos cuadrado de la pared de la habitación, bajo la que los cascotes causados por la extracción permanecían tirados.
—¿Y se la llevaron para intentar recuperar la inscripción que borraste?
—Creo que sí. Es la única explicación que tiene sentido.
Ángela asintió con la cabeza.
—De acuerdo, entonces, ¿por dónde empezamos?
—Vale, la pista más evidente se encuentra en el primer renglón del segundo verso de la inscripción: «Aquí roble y olmo divisan la huella». Eso podría significar que el secreto escondido se encuentra en un campo o en un bosque, y que su ubicación viene indicada por las dos especies de árboles diferentes, pero hay un claro problema...
—Exactamente —dijo Ángela—. Probablemente esto fuera escrito hace alrededor de seiscientos cincuenta años. El roble es un árbol muy longevo, creo que puede vivir un máximo de quinientos años o así, pero el olmo, incluso aunque no padezca la enfermedad holandesa del olmo, solo vive aproximadamente la mitad que el roble, por lo que, si este renglón hace referencia a dos muestras concretas, deben de llevar muertas mucho tiempo.
—Pero supón que el autor de este verso tuviera la esperanza de que el objeto fuera recuperado poco después, en solo unos años, ¿qué opinas?
Ángela negó rotundamente con la cabeza.
—No lo creo. La oposición del papa hacia los cátaros era tal que debían de saber que no había ninguna posibilidad de que la religión sobreviviera, a no ser que fuera de modo encubierto, como movimiento clandestino. Quienquiera que escribiese este renglón vaticinaba una larga espera antes de que hubiera una posibilidad de que la suerte apareciera.
»Y, en cualquier caso, es una especulación demasiado vaga. Supón que hubiera un robledal junto a una olmeda en la ladera que se encuentra detrás de la casa. ¿Por dónde exactamente empezarías a cavar? Además, ten en cuenta que el renglón dice «roble y olmo», y no «robles y olmos». Jeremy hizo mucho hincapié en eso. Podemos echar un vistazo fuera si quieres, pero creo que estaríamos perdiendo el tiempo. Ese renglón hace referencia a algo hecho de madera. Algún objeto fabricado con madera de roble y de olmo que pudo existir antes de que el verso fuera escrito.
Bronson movió la mano para abarcar toda la casa.
—Este lugar ha sido construido con madera y piedra, está plagado de muebles de madera, y sé que los Hampton se quedaron con numerosos de ellos al comprar la casa, debido en parte a su dificultad para ser retirados, al ser de un enorme tamaño.
—Así que, en algún lugar de la casa debe haber un arcón o algún tipo de mueble fabricado con madera de roble y olmo, en el que habrá una pista por encima o en su interior. Puede que otro verso o un mapa, algo así.
La antigua casa tenía un desván que ocupaba la superficie completa del piso. Bronson encontró una linterna grande en la cocina y subieron las escaleras. A primera vista, el desván parecía estar vacío, pero una vez que empezaron a mirar, estaba claro que entre la inevitable basura que se acumula en las casas antiguas, como cajas de cartón vacías, maletas rotas, ropa y zapatos viejos que ya no se utilizan y una increíble colección de telarañas, había algunos objetos de madera a los que echar un vistazo. Había cajas grandes y pequeñas, algunas con tapa y otras sin ella, fragmentos de muebles rotos, e incluso algunos maderos, supuestamente de algún proyecto de construcción que nunca se hizo realidad.
Después de prácticamente dos horas, lo habían comprobado todo. Los dos estaban cubiertos de polvo, y con telas de araña decorando sus cabezas, pero no habían encontrado absolutamente nada.
—¿Lo dejamos ya? —preguntó Bronson.
Ángela lanzó una última mirada alrededor del desván, antes de asentir con la cabeza.
—Sí, ya es suficiente. Vamos a lavarnos y a tomar una copa. De hecho, sé que es pronto, pero vamos a almorzar algo. Al menos, lo peor de la búsqueda ya ha terminado.
Bronson negó con la cabeza.
—No olvides que esta casa tiene sótanos también, lo que quiere decir ratas y ratones, al igual que arañas.
—Tú sí que sabes hacer que una chica lo pase bien, ¿verdad? Piensa en positivo, puede que encontremos alguna pista antes de tener que bajar allí.
La búsqueda en los dormitorios no llevó tanto tiempo como Bronson había imaginado, ya que no había gran cosa que comprobar. Había arcones, armarios roperos y camas que venían con la casa, numerosos de los cuales estaban fabricados con roble, pero a pesar de vaciarlos todos, no había rastro de nada que no perteneciese a los Hampton. Tampoco había muestras de que ninguno de ellos hubiera sido fabricado con dos tipos de madera, aparte de tres de los armarios roperos no empotrados que tenían una decoración de taracea con incrustaciones, aunque la madera que se había utilizado en esos muebles no era olmo: para Bronson tenía más aspecto de ser madera de cerezo.
—Esto no resulta fácil —comenzó Bronson, mientras volvía colocar una pila de ropa de cama en un enorme arcón situado a los pies de la cama de una de las habitaciones de invitados.
—No esperaba que lo fuese. Este objeto fue escondido hace más de seiscientos años por personas que habían sido perseguidas por media Europa por un ejército de cruzados, cuya única intención era quemarlos vivos. Cuando ocultaron la reliquia, sabían muy bien lo que hacían, y se aseguraron de que el objeto no fuese encontrado por casualidad. Vamos a ser realistas: puede que no lo encontremos por nosotros mismos.
Bronson suspiró, se dirigió a un rincón de la habitación y abrió otro pequeño arcón fabricado, al igual que el resto que habían estado mirando, en roble y cuando se inclinaba hacia delante para mirar en su interior, le vino una idea a la cabeza.
—Espera un momento —dijo él—. Creo que no vamos por buen camino.
—¿A qué te refieres?
—Piensa de nuevo en la inscripción en occitano. ¿Qué dice el renglón realmente?
—Ya sabes lo que dice: «Aquí roble y olmo divisan la huella».
—Estamos partiendo de la base de que, según el verso, tenemos que encontrar un objeto fabricado en roble y olmo, y que cuando, por ejemplo, hayamos encontrado un arcón o algo así con una tapa hecha de las dos maderas y la abramos, en su interior encontraremos un mapa o instrucciones.
Ángela se sentó junto a él en el suelo.
—Pero, si eso fue lo que hicieron los cátaros, si la pista era tan evidente, entonces, alguien había encontrado ya la reliquia, ¿no crees? —prosiguió Bronson—. Esta reliquia era de una importancia crucial para los cátaros, ¿no es así? De forma que, si tallaron un mapa o algo así en el interior de un arcón o de un armario ropero, ¿cómo no se iban a asegurar de que alguien no lo vendiese o lo rompiese para hacer leña algunos años o siglos más tarde? En caso de que eso ocurriera, el secreto se perdería para siempre.
»Y, solo por si la propiedad pudiera ser alguna vez asaltada por los cruzados, no querrían dejar tampoco ninguna pista visible ni evidente. La piedra inscrita fue casi con total seguridad cubierta con paneles de madera, o puede que hasta con escayola, e incluso en el caso de que hubiera permanecido a la vista, pudo ser considerada como el lamento de un cátaro por la muerte de, ay, ¿cómo se llama?
—Guillaume Bélibaste —respondió Ángela de manera automática—. Entonces, ¿qué estás insinuando?
—Es posible que la pista, o lo que sea, no esté solo en un mueble frágil. Creo que la encontraremos incorporada a la estructura de la casa. Deberíamos mirar las vigas, las viguetas y los tablones de madera del suelo. Deberíamos analizar los materiales reales (los componentes de madera) que los cátaros utilizaron para construir la casa.
Ángela asintió tentativamente.
—¿Sabes? —dijo ella lentamente—, puede que esa sea la sugerencia más inteligente que hayas hecho desde que empezamos con esto. De acuerdo, olvídate de los muebles. Vamos a empezar por el techo.
La construcción de la casa era la típica de los edificios de aquella época, en la que gruesos tablones de madera reposaban sobre enormes vigas de tramos cuadrados, y cuyos extremos estaban insertados en huecos de los muros exteriores de piedra sólida que formaban cada planta, incluida la del ático. Los maderos del techo eran casi tan grandes como las vigas y estaban cubiertos por tejas de terracota: era evidente que la propiedad se había construido para que durara. La madera se había ennegrecido por el paso de los años, y por el humo de las dos grandes chimeneas y los tablones del suelo se habían pulido por el paso de innumerables pisadas a lo largo de los siglos, y que ahora estaban cubiertos de alfombras.
—Puede que los tablones del suelo hayan sido fabricados con madera de roble y de olmo —sugirió Bronson.
Trabajaron por la casa de manera metódica, comenzando de nuevo por el desván. Todos los tablones del suelo parecían estar fabricados con la misma madera de color marrón oscuro, y estaban pintados y barnizados, por lo que a Bronson no le parecieron de roble ni de olmo. Y tampoco pudieron encontrar en el suelo nada que pudiera parecer algún tipo de indicador.
Comprobaron la primera habitación de invitados y luego la segunda: nada. En el dormitorio principal, gran parte del suelo estaba tapado por la enorme cama con cuatro columnas que venía con la casa y que dominaba la habitación. Comprobaron los tablones del suelo que estaban a la vista, pero no encontraron nada. Luego Bronson observó la cama atentamente.
Era una cama de matrimonio extragrande con una base de madera tallada, y en cada esquina había un pilar afilado y estriado de madera marrón oscura que terminaba en un sólido dosel cercano al techo, y que estaba cubierto por un pesado material de color rojo oscuro que a Bronson le pareció ser una especie de brocado. Las sábanas se habían retirado, y dos colchones de un metro reposaban sobre la sólida base de madera. Harían falta al menos cuatro o cinco hombres para moverla.
—¿Cómo demonios movemos eso? —preguntó Ángela.
—No lo vamos a hacer. Me meteré debajo y echaré un vistazo. Pásame la linterna, por favor.
—¿Has encontrado algo? —le preguntó Ángela, después de que llevara unos minutos debajo de la cama.
—Bastante polvo, y eso es todo por ahora. No, aquí no hay nada... —Su voz se desvaneció.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—Hay algo que parece un pequeño círculo en uno de estos tablones del suelo. Podría ser un nudo de la madera, pero es lo primero que encuentro extraño en el suelo. Necesitaré...
—¿Qué? ¿Qué quieres? —La excitación estaba elevando el tono de voz de Ángela.
—Un cuchillo, creo, pero no un cuchillo de cocina. Necesito algo que tenga una hoja fuerte. Echa un vistazo en la caja de herramientas de Mark, está debajo del fregadero de la cocina, y a ver si puedes encontrar una navaja o algo así. Si puedo raspar la pintura y el barniz, podré decirte si se trata de una característica natural de la madera o de otra cosa.
—Espera. —Bronson la oyó salir de la habitación y bajar las escaleras. Un par de minutos después, estaba de vuelta con una pesada navaja plegable con una buena punta y una gruesa hoja. Se agachó y se la pasó a Bronson.
—Gracias, esta es perfecta. Espera —añadió—, ¿podrías sujetarme la linterna? Apunta a mi mano derecha.
Abrió la hoja de la navaja, y comenzó a raspar la pintura. Después de algunos minutos, Bronson había logrado extraer algunas de las múltiples capas que cubrían la madera, pero debido al ángulo oblicuo de la luz de la linterna, no podía ver con claridad lo que quedaba al descubierto.
—Dame la linterna, por favor —dijo él.
Ángela se la entregó.
—¿Vas bien? —preguntó con impaciencia.
—No es un nudo de la madera —dijo Bronson, con un tono de voz que dejaba ver su emoción.
—¿No es un nudo?
—No. Es una especie de añadido del tablón. Parecen dos semicírculos de diferentes tipos de madera. —Hubo un largo silencio—. Y uno de ellos parece de roble.
Bronson permaneció tumbado debajo de la cama, mientras observaba el pequeño círculo de madera que había destapado. Lo primero que tenía que hacer era localizar su ubicación. Clavó la punta de la navaja en el centro del círculo de madera y lo utilizó como dato para medir su posición exacta con referencia a las paredes de la habitación.
—No estoy segura de que esto sirva de algo —dijo Ángela, mientras Bronson anotaba las medidas en un pequeño cuaderno—. Este suelo ha sido fabricado con tablones de madera que reposan sobre vigas de madera, por lo que no hay posibilidad de que se haya ocultado nada debajo de ellos, simple y llanamente porque no hay parte de abajo. Si bajamos al comedor, podremos ver las vigas y la parte de debajo de los tablones del suelo.
—Ya lo sé —dijo Bronson—. Pero ese círculo de madera ha debido ser colocado ahí de forma deliberada. Debe tener algún significado, de no ser así, ¿por qué tomarse la molestia de hacerlo, y colocarlo en una ubicación tan inaccesible?
—Tienes razón... espera un momento. —Su emoción elevó el tono de su voz—. Acuérdate del segundo renglón del verso en occitano: «Sea arriba como abajo». ¿Supones que el círculo que has encontrado es un marcador, algo que indica la ubicación de algo en el comedor? ¿Una marca en el techo que indica el camino hacia algo oculto debajo del suelo de esa habitación?
—Bravo, Ángela, me alegro de que estés aquí. Si estuviera solo, estaría todavía tomando café y quemando tostadas en la cocina.
Bajaron a toda prisa las escaleras y Bronson la condujo al comedor. Sacó el cuaderno y una cinta métrica de acero, y trató de averiguar dónde debía estar la parte de abajo del círculo de madera. Una vez localizada su posición aproximada, él y Ángela permanecieron uno junto al otro, estudiando meticulosamente los tablones de madera que formaban el techo.
Las mediciones de Bronson habían indicado la posición aproximada de la parte inferior del círculo, pero ni él ni Ángela pudieron verla en las vigas del techo. La parte inferior de los maderos eran de un color marrón oscuro homogéneo, resultado de las innumerables capas de pintura y barniz que habían sido aplicadas a lo largo de los años.
—¿Estás seguro de que es el lugar correcto? —preguntó Ángela—. Yo no veo nada.
—Yo tampoco —contestó Bronson con irritación—. Pero este es el lugar que las medidas indican, y lo he comprobado dos veces.