»En enero de 1208, envió a un hombre llamado Pierre de Castelnau, un legado papal, para que se presentase ante el conde Raymond de Tolosa, quien por entonces era el líder de los cátaros. Su encuentro fue muy polémico, y al día siguiente De Castelnau fue atacado y asesinado por unos asaltantes no identificados. Esto proporcionó a Inocencio la excusa que necesitaba, y convocó una cruzada en contra de la religión. La Cruzada Albigense (los cátaros eran también denominados «albigenses») se prolongó durante cuarenta años, y fue uno de los episodios más sangrientos de la historia de la Iglesia.
—Es todo muy interesante —señaló Bronson—, pero todavía no entiendo qué tiene todo esto que ver con un par de piedras inscritas, que se cubrieron de cemento en la pared de una casa de Italia.
—Yo tampoco —dijo Ángela—. Ese es el problema. Pero tengo varios libros en los que poder consultar, por lo que espero tener alguna respuesta mañana.
Cuando empezaba a oscurecer, comenzaron a buscar un lugar en el que poder pasar la noche.
—Nuestra mejor opción es un hotel familiar y pequeño. No nos conviene ningún sitio en el que tengamos que utilizar una tarjeta de crédito.
—¿No te pedirán el pasaporte?
—Esas leyes gubernamentales francesas hace tiempo que se abolieron. Hoy en día, lo único que importa es que puedas o no pagar la factura.
Veinte minutos más tarde, realizaron una reserva en un pequeño hotel del centro del pueblo cerca de Evreux.
Cenaron tarde, y paseando por el pueblo encontraron un pequeño cibercafé con media docena de ordenadores.
—Voy a comprobar mi correo electrónico —dijo Ángela, y pagó una hora en uno de los ordenadores.
En la bandeja de entrada tenía la típica basura que todo el que tiene una cuenta de correo electrónico recibe a diario, y recorrió la lista a toda prisa, eliminando montones de mensajes, pero al final de la lista, había un par del sistema de mensajería del personal del museo Británico, y los abrió para leerlos. El primero era un mensaje de pura rutina, en el que se recordaba al personal los eventos que iban a ser celebrados, pero al abrir el segundo, se reclinó hacia atrás con un grito ahogado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Bronson.
—Se trata de Jeremy Goldman —contestó ella—. De acuerdo con este correo, ha muerto en un accidente, en la carretera que baja del museo.
Durante un momento Bronson no dijo nada.
—¿Te explican cómo ha ocurrido? —preguntó Bronson.
—No, solo que ha sufrido un accidente de carretera en la calle Montague y que se certificó su muerte al llegar al hospital. —Se giró en su asiento para mirar a Bronson—. ¿Crees que ha sido un accidente? —Su rostro estaba pálido.
—No —dijo él—. Y tú tampoco —murmuró entre dientes—. Primero, Jackie, luego Mark y ahora Jeremy. Voy a cazar a esos hijos de puta, y por Dios que voy a acabar con ellos.
Iba a ser un día muy largo: ambos lo sabían. Bronson quería llegar a la casa de los Hampton en Italia esa noche, un viaje de unos mil seiscientos kilómetros que solo era posible si permanecían en la autopista. Se levantaron a las siete de la mañana, se abstuvieron del desayuno del hotel, pagaron las habitaciones y la cena en metálico y se marcharon.
La noche anterior, cuando Bronson se había ido a su habitación, Ángela permaneció despierta en la suya, investigando los libros que había comprado en Cambridge. Estaba cansada, pero la idea que le vino a la cabeza, mientras observaba la pantalla del ordenador en el tercer cibercafé de Cambridge tenía ahora más sentido. Mientras Bronson conducía, Ángela le explicó su teoría, haciendo referencia ocasionalmente a un libro de bolsillo en el que había hecho algunas anotaciones con su caligrafía pequeña y cuidada.
—Creo que Jeremy tenía razón —comenzó a decir—. Al menos parte de este puzle trata de los cátaros y de la Cruzada Albigense, aunque quizá no de la forma que pensaba. Si partimos de la base de que los versos de la segunda inscripción trataban de los cátaros, o incluso fueron escritos por ellos, algunas de las referencias comienzan a cobrar sentido. El ejemplo más evidente está en «segura montaña». Se trata de una expresión poco frecuente, y no existe un motivo evidente por el que alguien se refiriera a una montaña como «segura», a no ser que se tratara de un cátaro. Si eres cátaro, las palabras se reconocen inmediatamente como una referencia directa a la ciudadela de Montségur: cuyo nombre significa realmente «montaña segura» en occitano. El último bastión de la religión, que fue derrotado por los cruzados en el año 1244.
»Si observas el primer verso de la inscripción, no solo las palabras «montaña segura» tienen sentido, sino que puede que los primeros dos renglones describan el final del saqueo de la ciudadela: «De la segura montaña la verdad descendió/ abandonada por todos salvo los bondadosos».
»Hablamos un poco de esto anoche, acuérdate. Existían dos categorías generales de cátaros. Los sacerdotes eran denominados «parfaits» o «perfecti» y los creyentes eran los llamados crecientes, pero lo interesante es que ninguno de ellos se hacía llamar cátaro. De hecho, algunos han sugerido que el nombre, procedente del término griego «katharoi», que significa «los puros», solo era utilizado por las personas ajenas a dicha religión. Los cátaros casi siempre se referían a sí mismos como «Bons Hommes» o «Bonnes Femmes» («hombres bondadosos» o «mujeres bondadosas»), así que cuando Montségur cayó finalmente, se podría decir que fue «abandonada por todos salvo los bondadosos», porque los parfaits nunca se marcharon, ya que fueron ejecutados en el lugar.
—¿Y la «verdad» que descendió? —preguntó Bronson—. ¿Qué demonios significa eso?
Ángela le sonrió.
—Me imagino a qué se refiere, pero necesitas primero entender otras cuantas cosas.
—De acuerdo, profesora, soy todo oídos.
—Vale, por eso parto de la base de que estos versos tenían algo que ver con los cátaros, y trabajo con esa premisa. Al principio comencé por el título, las iniciales «GB PS DDDBE». Recuerda que Jeremy pensaba que estas letras probablemente hicieran referencia a una expresión de uso común más o menos por el siglo XIV, algo tan claro y evidente para la gente como, por ejemplo, lo es RIP para nosotros hoy en día.
»Me pregunto si el significado de la expresión se ha viciado, alterado o distorsionado, al igual que ha ocurrido con RIP. La mayoría de las personas de habla inglesa creen que esas iniciales corresponden a rest in peace («descanse en paz»), pero no es cierto. En realidad corresponden a la expresión en latín requiescat in pace.
—Bueno, pero eso quiere decir prácticamente lo mismo, ¿no? —preguntó Bronson.
—Sí, puede que sea «descansar en paz», pero me refiero a que la mayoría de la gente ni siquiera es consciente de que cuando dicen «RIP» en realidad están citando una expresión latina, y no una en inglés. Por lo que me pregunté si esta también era una antigua expresión en latín que se había viciado con el uso, pero estaba equivocada. Se trata de puro occitano, y puro cátaro.
»Comencé con las letras «GB», pero no logré aclarar nada. Entonces me fijé en las demás iniciales, y en especial en las cinco últimas, las letras «DDDBE». Una vez que encontré un sentido a las letras, el «PS» era evidente, y para el resto era solo cuestión de averiguar quién era «GB», algo que no resultó difícil después de descifrar el resto de letras.
—Entonces, ¿esas iniciales hacen referencia a una persona? —quiso saber Bronson.
Ángela asintió con la cabeza.
—Creo que «GB» era Guillaume Bélibaste.
—Nunca he oído hablar de él.
—Solo habrías oído hablar de él si hubieras estudiado la historia medieval de Francia. Guillaume Bélibaste fue el último parfait cátaro conocido, y fue quemado vivo en el año 1321. La hoguera era el método de ejecución preferido por el Vaticano para los herejes peligrosos, que en la Edad Media, era simplemente todo aquel que no estuviera de acuerdo con el papa.
—Entonces, ¿qué significa el título?
—Cuando un cátaro estaba a punto de morir —respondió Ángela, bajando la mirada Ijada su cuaderno— se rezaban oraciones, oraciones que empezaban con una expresión en occitano en particular: «Payre sant, Dieu dreiturier deis bons espents». Las iniciales de dicha expresión son «PSDDDBE», lo que más o menos significa «santo padre, Dios verdadero de las almas puras», algo en cierta medida análogo al principio del Padre Nuestro: «Padre nuestro que estás en los cielos».
»En aquella época se trataba de una expresión bastante común ya que todavía puede encontrarse en varios lugares de la región francesa de Languedoc. De acuerdo con los libros, existe un ejemplo particularmente claro en una piedra de Minerve en Hérault, donde un grupo de cátaros buscaron refugio tras la masacre de Béziers, en la que alrededor de veinte mil personas fueron asesinadas por los cruzados.
Aunque se trató solo de un aplazamiento temporal, porque en 1210 alrededor de ciento ochenta parfaits fueron quemados vivos por los cruzados que seguían avanzando.
—¿Es lo que se denomina un auto de fe?
—No. La ejecución de los herejes nunca tenía lugar durante el auto de fe. El auto de fe era llevado a cabo por la Inquisición, y se trataba de un espectáculo público que duraba horas, en ocasiones días, y en el que a menudo participaban miles de espectadores. Comenzaba con una misa, y luego oraciones, seguidas de una procesión de aquellos que eran considerados culpables de herejía y de una lectura de sus condenas. El castigo solo se aplicaba cuando el auto de fe había concluido.
—¿Y qué hacían entonces? ¿Confesaban?
Ángela sonrió.
—No, o al menos no con mucha frecuencia. De acuerdo con los registros históricos, la mayoría de los considerados herejes eran acusados por sus vecinos, por lo que es lógico que la llegada de la Inquisición ofreciera una fantástica oportunidad para saldar cuentas pendientes. El problema al que se enfrentaban los acusados es que no tenían posibilidad de salir victoriosos. Si admitían los cargos de los que la Inquisición los acusaba, se enfrentaban a morir en la hoguera, y si negaban las acusaciones, eran torturados hasta que se confesaban culpables.
»En cuanto a los miembros de la Inquisición, no se cuestionaban la posible inocencia del acusado, el simple hecho de existir la acusación en sí era una prueba suficiente de culpabilidad, y todo lo que tenían que hacer era conseguir una confesión firmada por el hereje, lo que por lo general implicaba prolongadas e ingeniosas torturas en privado y en cámaras de tortura especialmente equipadas. Los miembros de la Inquisición tenían prohibido derramar sangre, ya fuera durante los interrogatorios o durante la ejecución, por lo que utilizaban con libertad potros de tortura y el strappado para dislocar las articulaciones de sus víctimas. También les quemaban las extremidades a fuego lento, por lo general los pies, ya que el hereje tenía que ser capaz de firmar una confesión una vez que todo hubiera terminado.
—Qué gente tan maja —comentó Bronson irónicamente.
—Su objetivo consistía en causar el mayor dolor durante el mayor período de tiempo posible, y eran especialistas en métodos que implicaban poco esfuerzo por parte de los que interrogaban a los acusados, por lo que disponían de todo el tiempo del mundo para irse a rezar en busca de guía espiritual. Encender una hoguera, o dislocarle los huesos a una víctima mediante el strappado llevaba solo unos minutos, pero la agonía del hereje duraba horas, incluso días.
»Uno de sus métodos favoritos eran las botas de hierro. A algunas víctimas se les calzaba una bota de hierro, introduciendo a golpe de martillo cuñas de madera alrededor de la pierna, lo que provocaba la rotura de los huesos de la espinilla y del tobillo. Eso ya era doloroso, pero era solo un anticipo. Para refinar el método, vertían agua en la bota y dejaban al hombre así durante una noche. Las cuñas de madera absorbían el agua y se dilataban, aumentando de manera constante la presión ejercida sobre la parte inferior de la pierna. Después de unas horas, mientras los interrogadores dormían profundamente o permanecían arrodillados rezando, los huesos de la espinilla y del tobillo se hacían añicos, los músculos quedaban destrozados, y no cabe la menor duda de que el hombre nunca podría volver a caminar.
»Cuando la ejecución se hacía necesaria, el único método aprobado por el Vaticano era el de arder en la hoguera, una vez más, porque no implicaba el derramamiento de sangre de la víctima, aunque incluso para eso inventaron mejoras. Si el condenado se retractaba en el último momento, eran misericordiosos, y lo ejecutaban con un garrote antes de prender fuego a la pira, pero a los herejes que se negaban a hacerlo se les provocaba un sufrimiento más prolongado mediante el uso de madera de combustión lenta. Los verdugos podían también añadir combustible, como madera húmeda o verde, que provocaba humos asfixiantes, dirigidos a matar a las víctimas antes de ser alcanzadas por las llamas, un pequeño acto de misericordia. Como método de ejecución, la hoguera podía ser de muchas clases diferentes, y parece ser que los españoles y los portugueses eran muy buenos con ese método, además disponían de numerosas víctimas con las que practicar.
—¿Y los franceses?
—Creo que simplemente ataban a sus víctimas a postes de madera, les prendían fuego y esperaban a que los gritos cesasen.
Ángela permanecía en silencio mientras la Renault Espace iba a toda velocidad por la autopista, hacia el sudeste, en dirección a la frontera italiana, con la parte de atrás plagada de las cajas que habían comprado en el almacén de B&Q.
—De acuerdo —comentó Bronson— pero sigo sin entender cómo puede ayudarnos todo esto. La casa de los Hampton está en Italia, y no en Francia, e incluso si estás en lo cierto con respecto a que la segunda inscripción está vinculada a los cátaros, la otra está escrita en latín y puede que sea mil quinientos años más antigua. ¿Qué posible conexión puede haber entonces entre ellas?
—Bueno, tengo mi propia teoría. Es una idea descabellada, pero al menos contesta a uno de nuestros interrogantes.
—Venga, inténtalo.
—En primer lugar, tenemos que remontarnos al año 1244 y al final del asedio de Montségur, cuando la guarnición de la fortaleza finalmente se rindió. Había sido un largo y crudo asedio, pero de manera realista todos sabían que solo existía un resultado posible, y el 1 de marzo del mismo año, tras enfrentarse a abrumadoras dificultades y con escasas reservas de alimento y bebida, los defensores finalmente capitularon.