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Authors: James Luceno

El laberinto del mal (19 page)

Extendiendo las manos, hizo saltar las esposas de sus muñecas. Obi-Wan lo imitó, y después abrió las de Travale.

Este sonrió ampliamente.

—Me encantan los buenos planes.

Cuando la luz de la celda vaciló y se apagó, Anakin y Obi-Wan se encontraban junto a la puerta. El segundo movió las manos en el aire y la puerta cedió con un chasquido.

Travale agitó la cabeza, maravillado.

—Nunca dejo de asombrarme.

Anakin se giró hacia K'sar.

—¡Ahora! ¡Deprisa!

Los cuatro corrieron hacia el oscuro vestíbulo.

—El generador de emergencia se conectará en seguida —advirtió Travale.

Delante de ellos podían oír a los cinco guardias manipulando los interruptores de la consola y hablando con voz excitada. Anakin apenas había llegado a la mitad del estrecho pasillo cuando uno de los guardias apareció al otro extremo. Los enormes ojos del aqualish le permitían ver en la oscuridad, pero no tanto como los del bith ni como los del Jedi. Antes de que el guardia comprendiera lo que pasaba, su rifle ya volaba por el pasillo hacia la mano de Anakin. Un empujón de Fuerza por parte de Obi-Wan envió al aqualish volando hacia la antesala, haciéndole chocar contra la puerta del turboascensor.

El resto de los guardias se apresuraron a abandonar su puesto tras la consola para contraatacar. Pero, para entonces, Obi-Wan y Anakin ya estaban sobre ellos, dando puñetazos, patadas laterales y empujones de Fuerza. Los cuerpos volaron por la antesala, chocando unos contra otros, y quedaron aplastados contra las pantallas de la consola. Un aqualish consiguió disparar su arma, pero el láser rebotó enloquecidamente contra las paredes antes de perderse por el pasillo.

La pelea casi había terminado antes de empezar.

K'sar miró desconcertado a su alrededor, bajo la rojiza luz de emergencia

—¡Son Jedi!

—Dos de tres —corrigió Travale.

—Pero... ¿qué hacen aquí, en Escarte?

Anakin colocó su dedo índice sobre los labios del bith.

—Asuntos de la República —y dejó en manos de K'sar el rifle que le había quitado al guardia.

K'sar miró fijamente el arma.

—Pero...

—Yo no la necesito.

—Ahora tenemos que dividimos —dijo Travale a Anakin—. Recuerde: siempre a la izquierda hasta llegar a la escalera.

—¿Adónde nos envía? —preguntó K'sar.

—Al hangar treinta y seis.

El bith asintió.

—Conozco el camino.

Travale rió entre dientes.

—Esto se pone cada vez mejor —se giró hacia Anakin—. K'sar también conoce el camino hasta el hangar cuarenta, los estaremos esperando allí. El Control de Escarte no podrá reactivar el rayo tractor inmediatamente y, a juzgar por la forma en que pilotan, no tendrán muchos problemas para despistar a las patrullas. De todas formas, buena suerte.

—Gracias, pero eso no existe.

Mientras Travale y Obi-Wan empezaban a correr, Anakin se dio cuenta que uno de los turboascensores estaba descendiendo.

—Los de seguridad vienen a ver cómo les va a los guardias —dijo K'sar. Anakin señaló hacia el pasillo oscuro que se suponía debían tomar.

—¡Vete!

Las largas piernas de K'sar lo impulsaron a gran velocidad. Pero al llegar a la primera intersección, en vez de girar ala izquierda, como había dicho Travale, lo hizo a la derecha.

Anakin lo sujetó por el hombro y le hizo dar media vuelta.

—Ese no es el camino que nos han indicado.

—El capitán es casi un recién llegado a Escarte —explicó el bith, casi sin resuello—. Hace más de quince años que vivo aquí, conozco muy bien toda esta roca.

Anakin pensó en silencio.

—Confía en mí, Jedi. No tengo nada que ganar mintiéndote y quedándome aquí.

Anakin lo siguió por los pasillos. Tras varios minutos de carrera llegaron a una raquítica escalera que K'sar empezó a subir.

—Me gustaría saber qué hiciste para terminar en esa celda —preguntó Anakin.

—Y a mí también —respondió K'sar—. Mi superior, un gossamo, dijo que había cometido un error contable que le podía costar al Gremio de Comercio una pequeña fortuna.

—¿Siempre has sido un ejecutivo?

—Empecé como técnico: diseños, instalaciones y todo eso... Fui ascendiendo poco a poco.

—Ascendiendo, quizá, pero estás en el bando equivocado de esta guerra. Toda tu especie lo está.

K'sar se detuvo un instante para recuperar el aliento.

—Clak'Dor Siete no tuvo elección —dijo—. Los separatistas nos ofrecieron acceso ilimitado a las rutas hiperespaciales, mejores tratos comerciales y ninguna interferencia... En cuanto a mí, cuando todo eso ocurrió ya estaba trabajando para el Gremio. Un día teníamos un trato comercial normal con ellos, y al siguiente, tras lo que ocurrió en Geonosis, el Gremio estaba en guerra con la República —alzó su mirada—. Cuando subamos las escaleras tenemos que girar a la izquierda.

Anakin captó una nota de indecisión en su voz.

—No pareces tan seguro como decías.

—Hace mucho tiempo que no ando por esta zona, pero estoy seguro de que llegaremos al nivel del hangar.

Las paredes de piedra del pasillo por el que corrían mostraban las cicatrices de los gigantescos taladros que habían agujereado Escarte. La luz y oxígeno eran escasos, y el suelo resbaladizo. Anakin pasó su brazo derecho por la estrecha cintura del bith para ayudarlo a avanzar.

—¡Espere, espere! —dijo K'sar de repente.

—¿Qué ocurre?

Los ojos de K'sar estaban llenos de miedo.

—¡He cometido un error! ¡No teníamos que haber venido por aquí!

—Demasiado tarde para retroceder.—¡Tenemos que hacerlo! No lo entiende...

Las palabras de K'sar fueron ahogadas por el ruido de servomotores e ingenios hidráulicos.

De la curva del oscuro túnel surgió un droide araña enano, meciendo uno de sus cañones láser a un lado y a otro, buscando blancos contra los que disparar.

25


A
lguien viene —advirtió Obi-Wan a Travale.

Se encontraban en un pórtico estrecho por el que se accedía al panel de control de la estación número tres del rayo tractor. La torre, de unos seis metros de altura, se alzaba en una plataforma circular proyectada desde la pared y suspendida sobre un profundo pozo de ventilación. Al principio, Travale cometió algunos errores, pero logró superar su confusión y consiguieron llegar hasta allí. Antes de intentar desactivar el rayo tractor, tenían que esperar a que se restableciera la energía de la zona.

Obi-Wan se asomó por la esquina de la torre, en dirección a las voces que había oído. Tres guardias de seguridad geonosianos se acercaban a la estación por un pasillo del lado opuesto del pozo.

—Nunca encuentras un sable láser cuando lo necesitas —susurró Travale—. ¿Puedes distraerlos de algún modo?

Obi-Wan consideró las opciones e hizo un movimiento con los dedos de su mano derecha. Un sonido inidentificable resonó en lo más profundo del pasillo en el que se encontraban los guardias. Los tres geonosianos dieron media vuelta y corrieron hacia allí para investigar.

Travale movió la cabeza con gesto apreciativo ante la habilidad de Obi-Wan.

—Me extraña que la guerra aún no se haya terminado.

—Somos demasiado pocos.

Travale estudió a Obi-Wan un momento.

—¿Seguro que ésa es la razón?

Obi-Wan tocó a Travale en el brazo y le hizo señas con la barbilla hacia la torre.

—No hay tiempo que perder.

El Jedi vigiló por encima del hombro de Travale, mientras éste desconectaba la energía del rayo tractor.

Estas cosas son el futuro —comentó Travale—. Llena una nave con suficientes antenas direccionales para que puedas apuntar un rayo tractor en la dirección que desees y podrás impedir que una nave enemiga salte al hiperespacio.

—No hay nave lo bastante grande para soportar eso.

—La habrá —aseguró Travale—. Aunque sólo sea para estar seguros de que no estallará otra guerra.

Pilar básico de las explotaciones mineras del Gremio de Comercio, la araña enana droide era una cazadora-asesina no mucho más alta que un droide de combate de la Federación de Comercio, pero sí más ágil y equipada con dos poderosos cañones láser. Su cuerpo semiesférico, sostenido por cuatro patas extensibles, estaba rematado por dos enormes fotorreceptores redondos que parecían estar clavados en Anakin y K'sar mientras se acercaba a ellos.

La araña disparó en el mismo instante en que Anakin empujaba a K'sar hacia un lado y rodaba por el suelo. Dos potentes láseres abrieron un profundo surco en el suelo del túnel, y el sonido del cañón levantó un ceo ensordecedor en las paredes. La cabeza pivotó sobre su eje y los fotorreceptores buscaron a Anakin. El arma disparó de nuevo.

Anakin voló, apartándose de su alcance. Recurrió a la Fuerza, agitando sus manos frente a él para no ser engullido por el intenso calor. Rodó una vez más e intentó colarse bajo las patas de la araña, pero ésta se anticipó, retrocedió unos cuantos pasos y soltó otra descarga.

Anakin saltó por los aires.

Propulsado al mismo tiempo por la Fuerza y por la onda de choque de la explosión, el joven Jedi chocó contra el techo arqueado y se desplomó en el duro suelo. Perdió la consciencia un instante y, al despertar, descubrió que el droide cargaba contra él, haciendo girar el más pequeño de sus cañones para apuntarle. El Jedi se catapultó hacia delante con los pies para pasar por debajo del cuerpo del droide, hasta donde se encontraban las células energéticas y arrancárselas. La araña frenó en seco y empezó a recular para apartarse de su atacante. El salto de Anakin quedó corto, pero rodó hacia delante aprovechando el impulso.

La araña continuó retirándose.

Anakin fingió una finta lateral y se lanzó bajo el droide, pero tampoco esta vez pudo alcanzar su objetivo. Oyó el zumbido del domo de la araña al girar, seguido del producido por el cañón al chocar contra la escabrosa pared. Al darse cuenta de que habían entrado en una sección del túnel demasiado estrecha para permitir el giro del cañón, el droide agitó sus patas con frustración y se movió hacia la parte más ancha.

Sin un plan definido en mente, Anakin reptó tras él y oyó cómo el domo giraba una vez más. En ese momento escuchó él el rugido de un rifle láser con el disparador colocado en automático.

Diez metros más allá. K'sar estaba firmemente plantado sobre sus pies, con el arma sujeta con ambas manos y disparando directamente contra las células energéticas y los rojizos fotorreceptores de la araña. Desconcertado, el droide intentó girar desesperadamente en sentido contrario, pero seguía sin tener espacio. Piedras de distintos tamaños se desprendieron de las paredes cuando los rayos láser chocaron contra ellas, pero el bith mantuvo apretado el gatillo hasta agotar la célula energética de su arma. Un desgarrador chillido electrónico surgió de alguna parte del interior de la araña, y las chispas brotaron como un géiser de su domo agujereado. Las cuatro patas se agitaron rabiosas por un largo momento y después se detuvieron. El túnel empezó a llenarse de humo. Por fin, el droide se derrumbó y el extremo de su cañón más largo se clavó en el suelo frente a los pies de K'sar.

Anakin rodeó la humeante máquina y arrancó suavemente el rifle de las temblorosas manos del bith. El domo del droide tintineó mientras se enfriaba y un susurró se escapó de la cámara de gas del disparador.

—¿Cuánto falta? —preguntó Anakin un segundo después.

—Ya estamos cerca —respondió K'sar, saliendo de su ensimismamiento—. Medio kilómetro o así, una vez pasada la curva.

—¿Podrá llegar?

K'sar asintió con la cabeza, y ambos se apresuraron por el estrecho pasillo, hasta emerger desde un túnel que se abría a la parte trasera del hangar. Cien metros más allá, el crucero se encontraba allí donde el rayo tractor lo había dejado. Se veían pocos guardias, y la mayoría eran droides de combate.

Anakin se tomó un momento para estudiar la disposición de los droides antes de girarse hacia K'sar, que parecía haberse recuperado de la batalla librada en el túnel.

—No importa lo que yo haga o lo que me pase, quiero que corras directamente hacia la rampa de descenso. No te detengas hasta que estés dentro de la nave, ¿entendido?

K'sar asintió.

Anakin salió del pasillo, atrayendo deliberadamente la atención de los droides para impedir que disparasen contra K'sar. Esquivó los láseres, saltando y rodando por el suelo en una combinación perfectamente calculada que lo acercó lo suficiente a los guardias como para poder manipularlos mediante la Fuerza. Chocaron unos contra otros como empujados por un fuerte viento. Arrancó el rifle de las manos de uno de los droides. atrayéndolo hasta las suyas, y derribó a los que aún se mantenían en pie.

Siguiendo a K'sar por la rampa de descenso, corrió hasta la cabina del piloto y empezó a conectar los sistemas defensivos del crucero. Los disparos de los droides rebotaron inofensivamente en el fuselaje y las placas de transpariacero del crucero. Anakin activó los cañones de proa y popa, y disparó con ellos, enterrando a los droides bajo enormes bloques de ferrocemento arrancado de las paredes y el techo.

Cuando los sistemas de vuelo estuvieron preparados, salió de la cabina de pilotaje y buscó a K'sar. Lo encontró sentado en el suelo de la sala principal, jadeante y todavía asustado.

—¿Por qué no despegamos ya? —preguntó el bith—. Seguro que las corbetas del Gremio ya están en camino.

Anakin se acercó más a él, con expresión grave.

—Primero tenemos que hablar. Si no respondes a mis preguntas te echaré de la nave y dejaré que los gossamos hagan contigo lo que quieran. Los ojos del bith se abrieron de par en par.

—¿Hablar? ¿Hablar de que?

—De un transmisor de hiperonda que diseñaste hace catorce años.

—¿Catorce años? Pero si apenas me acuerdo de lo que hice la semana pasada...

Anakin lo contempló fijamente, frunciendo el ceño.

—Piénsalo mejor.

—¿Por qué me hace esto? ¡Le he salvado la vida!

—Recuérdame que te lo agradezca después. Ahora vas a hablarme de ese transmisor. Fue un encargo especial y más secreto de lo que suele ser habitual. Seguro que te pagaron muy bien. Lo instalaste en una mecano-silla.

K'sar se sorprendió. Su boca dibujó una mueca y miró aterrorizado a Anakin.

—Ahora lo entiendo todo... ¡El arresto, la prisión y la pena de muerte! El transmisor... Eso es lo que os ha traído hasta aquí.

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