Read El Cortejo de la Princesa Leia Online
Authors: Dave Wolverton
—¿Qué estáis haciendo aquí? —preguntó Barukka, y fue hacia la luz de la hoguera.
Cuando Leia la había visto por primera vez, el báculo había hecho que la mujer pareciese ser una anciana y estar enferma, pero en cuanto estuvo un poco más cerca Leia pudo ver que Barukka era joven, y que quizá no tuviera más de treinta años. Aun así, Leia pudo sentir el aura de poder oscuro que la envolvía, algo indefinible que la hacía parecer consumida y carente de edad. Los penetrantes ojos azules de Barukka eran agudos e inteligentes, y la mujer les observó con recelo desde debajo de su capuchón.
—Debo advertiros de que he renegado, y que habéis entrado en mi casa —dijo—. No puedo daros la bienvenida ni ofreceros cobijo.
—Entonces quizá nosotros podamos darte la bienvenida, y ofrecerte cobijo y algo de cena —dijo Luke.
—Por favor, Barukka —dijo Teneniel—. ¡Hemos venido en busca de tu ayuda!
Barukka no había entrado en el círculo de luz de la hoguera, y les observaba como si fuese un animal salvaje. Su rostro estaba lleno de morados y arañazos.
—Corréis peligro —dijo por fin—. Gethzerion ha reunido a las Hermanas de la Noche para la guerra. Puedo sentir su llamada, y siento cómo tira de mí... Sois sus enemigos.
La voz de Barukka sonaba extrañamente distante y pensativa, como si estuviera examinando sus propias emociones.
—Pero no somos tus enemigos —dijo Luke.
—La madre Augwynne me dijo que habías solicitado volver a unirte al clan de la Montaña del Cántico —dijo Teneniel—. Nos gustaría poder volver a darte la bienvenida como hermana de pleno derecho algún día.
—Sí —dijo Barukka en el mismo tono distante de antes—. Ha escogido abandonar el clan de las Hermanas de la Noche.
Habló como si se estuviera refiriendo a otra persona, alguien que no se encontraba en la caverna, y Leia comprendió que aquella mujer había perdido la razón.
—Tú elegiste abandonar a las Hermanas de la Noche —dijo Teneniel.
—Sí —susurró Barukka, como si acabara de recordarlo.
—¿Nos ayudarás? —preguntó Teneniel—. Tenemos que ir a la prisión y encontrar algunas piezas para una nave. ¿Puedes decirnos dónde debemos buscar?
Barukka permaneció inmóvil durante un momento interminable con el ceño fruncido en una profunda concentración. Después empezó a temblar.
—No, no puedo —murmuró por fin.
—¿Por qué no puedes? —preguntó Luke—. Gethzerion no tiene ningún poder sobre ti.
—¡Sí lo tiene! —casi gritó Barukka—. ¿Acaso no puedes oír cómo me llama? ¡Me persigue! ¡Me acecha y me acosa incluso ahora!
—¿Te está llamando? —preguntó Luke—. ¿Oyes su voz dentro de tu cabeza?
—Sí —dijo Barukka.
—¿Y qué te dice?
—Me insulta y me maldice —respondió Barukka—. A veces la oigo durante la noche, como si estuviera de pie junto a mi lecho...
—Debéis haber estado muy cerca la una de la otra —dijo Luke.
—Gethzerion es su hermana —dijo Teneniel.
—Barukka, ella era tu hermana —dijo Luke en voz baja y suave—, pero esa parte de ella que amabas o se ha esfumado o está escondida a una gran profundidad.
Barukka clavó la mirada en el suelo durante unos instantes como si estuviera contemplando las entrañas del planeta, y después alzó los ojos hacia Luke.
—¿Quién eres? —preguntó—. Eres más de lo que pareces. Siento tu presencia...
—Es un Caballero Jedi llegado de las estrellas... —dijo Teneniel.
—¡Que ha venido para acabar con nuestro mundo! —siseó Barukka con repentina ferocidad—. ¡Sí! ¡Sí! ¡La prisión! ¡He estado allí!
Empezó a girar sobre sí misma y a emitir siseos y resoplidos ahogados. Dirigió el extremo de su báculo hacia el suelo de la caverna y lo hizo girar. Leia sintió que el miedo aceleraba su pulso, y de repente comprendió que aquellos sonidos eran palabras y que formaban un encantamiento. El suelo onduló a los pies de Barukka, y empezó a subir para formar una cadena de montañas en miniatura que llegaban hasta sus rodillas y que se extendía desde un extremo de la caverna hasta el otro. El polvo se arremolinó en un torbellino oscuro, y unos edificios surgieron de la nada a los pies de Barukka: encajado entre las montañas había un edificio de seis lados, con un gran patio en el centro. Bloques de celdas ocupaban el lado interior de cada pared, y las ventanas y las puertas diminutas eran visibles con todo detalle. Pequeñas torres de vigilancia redondas se alzaban en cada ángulo de la prisión, y androides centinelas perfectamente modelados giraban en sus asientos montando guardia con sus desintegradores en miniatura. En un extremo había caminantes imperiales reducidos a la escala de juguetes que vigilaban aquella zona, siluetas hechas de polvo que caminaban en un ir y venir imposible por toda aquella explanada. Unos cobertizos aparecieron de repente cerca de ellos y, finalmente, una torre solitaria más grande que las otras brotó del suelo cerca de la prisión, con una pasarela de tierra que cruzaba el aire yendo desde los niveles superiores de la prisión hasta el extremo superior de la torre. Al otro lado de la prisión, el polvo se agitaba formando olas como si acabara de crear un pequeño lago.
Chewbacca lanzó un rugido atemorizado y extendió un brazo señalando las diminutas figuras humanoides hechas de polvo que recorrían los perímetros de la prisión, algunas con el uniforme de las tropas de asalto, otras con las capas de las brujas. Barukka se alzó sobre su creación con el sudor corriéndole por la cara y la respiración jadeante y entrecortada. Tenía los ojos vidriosos, y la luz de la hoguera bailaba y centelleaba en ellos. Leia comprendió que sólo un gran acto de concentración podía permitir que la mujer manipulara el polvo de aquella manera. Era un talento que se encontraba mucho más allá de cualquier cosa que le hubiera visto hacer jamás a Luke, y la asustó. Si Barukka era capaz de hacer aquello, ¿qué clase de poder tenían otras Hermanas de la Noche?
—Ésas son las entradas de la prisión —dijo Barukka, señalando puertas al este y al oeste del edificio—, y ahí están sus guardianes. —Hundió el extremo de su báculo en las torres de vigilancia con su báculo, destruyó los caminantes imperiales y aplastó un puesto de avanzada situado en el confín oeste del desierto—. Gethzerion lleva mucho tiempo intentando montar una nave para poder escapar —siguió diciendo Barukka— y guarda los sistemas y componentes ahí, en el sótano que hay debajo de su torre.
El extremo del báculo se incrustó en la base de la torre.
Han y Luke se acercaron al mapa viviente y lo estudiaron con expresiones pensativas.
—Esa torre está demasiado vigilada para que podamos acercarnos por terreno descubierto —dijo Han—. De hecho, toda la zona este del valle no ofrece ningún refugio...
Se volvieron hacia el lago del oeste de las colinas.
—Yo diría que nuestra mejor posibilidad es cruzar las colinas al norte o al sur —dijo Luke— y después llegar a la prisión por la parte de atrás. En cuanto estemos dentro, podremos atravesar los bloques de celdas sin demasiados problemas y usar la pasarela para llegar hasta la torre.
—Sí —dijo Han—. Y tienen un aerodeslizador y un par de motos aéreas aparcadas delante de la prisión... En cuanto hayamos obtenido los componentes, deberíamos poder cargarlos en esos vehículos y escapar.
En lo alto de la torre la silueta diminuta de una Hermana de la Noche cruzó un umbral, y se detuvo con el rostro alzado hacia el cielo durante un momento como si clavara la mirada directamente en el rostro de Barukka.
—¡Gethzerion! —gritó Barukka, y giró sobre sí misma y aplastó la figura con su báculo.
La perfecta réplica viva de la prisión se desmoronó sobre la arena y Barukka cayó de rodillas sollozando. Luke fue hacia ella, le puso una mano en el hombro y después la abrazó con extrema delicadeza.
—Todo va bien —le dijo—. Ya no te hará daño nunca más... Nunca más volverá a hacerte daño.
Barukka alzó la mirada hacia él, y Luke vio que su rostro era una masa de morados purpúreos.
—Pero ¿qué hay de mí? —exclamó—. ¿Cuándo curarán mis cicatrices?
Luke le acarició el rostro.
—Quienes utilizan el lado oscuro de la Fuerza suelen hacer más daño a los demás que a sí mismos —le dijo con dulzura. Después deslizó sus dedos sobre los morados, y la hinchazón empezó a disminuir de inmediato—. Siéntate a mi lado esta noche y podremos iniciar tu curación —añadió.
Aquella noche Leia pasó mucho rato estirada sobre una manta. El estribillo
«Han Solo,/¡menudo hombre!/Solo»
se repetía una y otra vez en su mente hasta que sintió un deseo casi incontenible de emprenderla a martillazos con Cetrespeó. ¿Habría sabido que iba a afectarla de aquella manera? ¿Sabía que quedaría grabado en su mente y se repetiría continuamente, con tal insistencia que Leia acababa creyendo que iba a ponerse a gritar de un momento a otro?
Intentó calmarse escuchando a Luke mientras instruía a Teneniel, Barukka e Isolder.
—El Jedi utiliza la Fuerza sólo para el conocimiento y la defensa, nunca para hacer daño u obtener poder.
—Pero en el caso de los hechizos de nuestros clanes, las palabras de los hechizos son las mismas tanto si queremos lanzarlos en nombre de la luz como en nombre de la oscuridad —argumentó Teneniel—. ¿Cómo podemos saber si los estamos utilizando de la manera correcta?
—No son las palabras las que os dan poder, sino vuestras intenciones —replicó Luke—. Cuando conserves la calma y te sientas en paz, cuando seas compasivo y justo con aquellos que se convierten a sí mismos en tus enemigos..., entonces sabrás que estás utilizando correctamente la Fuerza. Pero si te rindes al odio, a la desesperación o a la codicia, entonces te estás entregando al lado oscuro y éste acabará dominando tu destino y te controlará.
—Tengo amigas entre las Hermanas de la Noche —dijo Teneniel—. De niña jugaba con Grania y Varr, y les tenía un gran afecto. Incluso Gethzerion me hizo regalos durante la Fiesta del Invierno... Sólo hace siete años que la expulsamos de nuestro clan. No puedo pensar en todas ellas como si estuvieran perdidas para siempre...
—Quizá puedas recuperar a algunas de ellas salvándolas del lado oscuro —dijo Luke—. Si sientes que aún hay algo de bueno en ellas, entonces debes despertarlas a ese bien si puedes; pero no te dejes engañar. El lado oscuro puede ser casi irresistible, y algunas personas dan la espalda del todo a la luz y se convierten en agentes del mal. Si puedes, recuerda el bien que había dentro de ellas en el pasado y ámalas por ello, pero no permitas que eso influya demasiado en ti. Los agentes del mal rara vez se revelan voluntariamente.
—Dijiste que las personas que siguen los dictados del lado oscuro pueden ser recuperadas para la luz, pero... ¿Qué ocurriría si tú mismo llegaras a quedar contaminado? —preguntó Barukka en voz baja—. ¿Cómo puedes liberarte a ti mismo?
—Si eso llega a ocurrir, entonces debes alejarte del lado oscuro con todo tu corazón. Renuncia a tu ira, renuncia a tu codicia, renuncia a tu desesperación...
Leia miró a Barukka y vio que la mujer tenía el ceño fruncido y que una lágrima brillaba en su ojo. Leia no podía ni imaginar los pensamientos que estaban pasando por la mente de la mujer, pero aun así agradeció no tener que enfrentarse a los problemas que padecía Barukka.
Luke alargó la mano, rozó el mentón de Barukka con los dedos y se lo alzó con gran delicadeza.
—Y, con el tiempo, debes renunciar a tu culpa —murmuró.
—Gethzerion no está con ellos —afirmó Teneniel con absoluta seguridad al atardecer siguiente.
Estaban en las colinas y contemplaban la prisión. La joven movió la cabeza señalando una larga fila de soldados y caminantes imperiales que avanzaban a través de las planicies marrones como una bandada de enormes y desgarbados pájaros metálicos. No se lo había dicho a nadie, pero Teneniel habría preferido que Gethzerion hubiese estado con el pequeño ejército. Pensar que iba a entrar en el complejo de la prisión no sabiendo si podía encontrarse con Gethzerion en cualquier esquina no le resultaba nada agradable. Las llanuras que rodeaban al complejo parecían estar muy secas. Lo que era un lago durante el invierno se convertía en una llanura durante el verano. Retazos de juncos crecían alrededor de los numerosos agujeros embarrados donde los peces gurra se habían enterrado en el lecho del lago, acumulando el agua durante el mayor tiempo posible.
—He contado unos ochenta caminantes imperiales y puede que unos seiscientos soldados —dijo Isolder—. Es una lástima que no tengamos ninguna forma de enviar un mensaje a las hermanas del clan.
—Puedo enviar un mensaje —dijo Teneniel. Cerró los ojos, y medio murmuró medio canturreó el hechizo para hablar a grandes distancias—. Augwynne, escucha mis palabras, ve con mis ojos... —dijo—. Éstas son las fuerzas que las Hermanas de la Noche envían contra ti.
Teneniel experimentó la familiar sensación de contacto con Augwynne que no le exigía ningún esfuerzo, y permitió que viera a los imperiales en movimiento a través de sus ojos.
—¿Cuánto tiempo crees que tardarán en llegar a la Montaña del Cántico? —preguntó Isolder.
Teneniel rompió el contacto.
—Dos días —dijo—. Deberíamos volver antes de que lleguen.
Estaban en la cima de una colina, ocultos por las grandes hojas verdes en forma de abanico de un frondoso matorral de hierba-cera. Las luces de la prisión brillaban como estrellas en el horizonte, a ocho kilómetros de distancia de ellos. Una torre artillera que parecía hecha de cristal brotaba del suelo como un espino gigantesco. Las paredes de acero negro de la prisión se acurrucaban sobre las verdes colinas. Teneniel murmuró un hechizo muy sencillo para hacer más aguda su vista y examinó la prisión. Pudo ver a varias brujas vestidas con sus ondulantes capas negras fuera de la fortaleza. Los androides guardianes giraban constantemente sobre las torres que coronaban los muros de la prisión y la ciudad resplandeciente, cubriendo toda la extensión del complejo con sus armas. Un vehículo de gran tamaño flotaba en el aire delante de los edificios. La prisión ofrecía un aspecto idéntico al del modelo que les había mostrado Barukka.
Luke cogió los macrobinoculares de su cinturón de armas y herramientas.
—Sólo tienen un transporte fuera, y el aerodeslizador no está. Veo unos cuantos grupos de sensores en las torres, nada demasiado sofisticado... Aun así, Erredós y Cetrespeó tendrán que quedarse aquí. No podemos correr el riesgo de que detecten sus componentes electrónicos. Este sitio es una prisión, por lo que debemos suponer que cuentan con un sistema completo de biosensores. Si queremos entrar sin que se enteren, tendremos que mantenernos fuera de su alcance el máximo de tiempo posible y movernos hacia las colinas trazando un círculo en dirección sur. La roca nos ocultará en cuanto hayamos llegado allí.