—Y lo es: vuelto hacia el adepto con un dedo sobre la boca, aconsejando silencio… Es el
tacere
de los filósofos del arte oculto. Al fondo, la ciudad amurallada circunda las torres, el secreto. Observe que la puerta está cerrada. Hay que abrirla.
Tenso, muy alerta, Corso pasó más páginas hasta llegar a la segunda lámina: el ermitaño ante otra puerta, con las llaves en la mano derecha. La leyenda era
CLAUS. PAT.T.
—
CLAUSAE PATENT
—descifró sin dificultad la baronesa—:
Abren lo cerrado
, las puertas cerradas… El ermitaño significa conocimiento, estudio, sabiduría. A su lado, fíjese, el mismo perro negro que, según la leyenda, acompañaba a Agripa. El perro fiel… De Plutarco a Bram Stroker y su
Drácula
, sin olvidar el
Fausto
de Goethe, el perro negro es uno de los animales preferidos por el diablo para encarnarse… En cuanto al farol, pertenece al filósofo Diógenes, que tanto despreciaba los poderes temporales y lo único que pedía al poderoso Alejandro era que no le hiciese sombra; que se apartara porque le tapaba el sol, la luz.
—¿Y la letra Teth?
—No estoy segura —golpeó ligeramente la lámina—. El Ermitaño del Tarot, muy parecido a éste, va a veces acompañado de una serpiente, o del bastón que la simboliza. En la filosofía oculta, la serpiente y el dragón son guardianes del recinto maravilloso, jardín o Vellocino, y duermen con los ojos abiertos. Son el Espejo del Arte.
—
Ars diavoli
—dijo Corso al azar, y la baronesa sonrió a medias, asintiendo misteriosa. Sin embargo él sabía, por Fulcanelli y otras viejas lecturas, que el término
Espejo del Arte
no se encuadraba en la demonología, sino en la alquimia. Se preguntó cuánto de charlatanería encerraba la erudición con que lo obsequiaba su interlocutora y suspiró para sus adentros, sintiéndose como un buscador de oro metido en un río hasta la cintura y con el cedazo en las manos. Después de todo, concluyó, las quinientas páginas de un
best-seller
tenían que llenarse con algo.
Pero Frida Ungern ya pasaba a la tercera lámina:
—El lema es
VERB. D.SUM C.S.T ARCAN
. Es decir:
VERBUM DIMISSUM CUSTODIAT ARCANUM
. Lo podemos traducir como:
La palabra perdida guarda el secreto
. Y el grabado es significativo: un puente, la unión entre la orilla clara y la oscura. Desde la mitología clásica hasta el juego de la oca, su sentido está claro. Puede unir la tierra con el cielo o con el infierno, igual que el arco iris… Naturalmente, para cruzar éste hay que abrir antes las puertas amuralladas que lo cierran.
—¿Y el arquero escondido en la nube?
Esta vez casi se le alteró la voz al preguntar. En los ejemplares Uno y Dos, del hombro del arquero colgaba un carcaj vacío. Pero en el número Tres el carcaj contenía una flecha. Frida Ungern apoyaba un dedo en ella.
—El arco es el arma de Apolo y de Diana, la luz del supremo poder. La ira del dios, o de Dios. Es el enemigo que acecha a quien cruza el puente —se inclinó, queda y confidencial—. Aquí significa una terrible advertencia. No es recomendable jugar con estas cosas.
Corso asintió mientras pasaba a la cuarta lámina. Sentía rasgarse velos en su razón; las puertas empezaban a abrirse con chirridos demasiado siniestros. Ahora tenía ante sí al bufón y su laberinto de piedra, bajo el lema: FOR. N.N OMN. A.QUE. Frida Ungern lo tradujo como
FORTUNA NON OMNIBUS AEQUE
:
La suerte no es igual para todos.
—El personaje equivale al loco del Tarot —aclaró—. El loco de Dios del Islam. También lleva, por supuesto, su bastón o serpiente simbólica en la mano… Es el bufón medieval, el
Joker
de la baraja, el comodín. Simboliza el Destino, el azar, el fin de todo, la conclusión esperada o inesperada: observe los dados. En el medievo, los bufones eran seres privilegiados; se les permitían cosas vedadas a otros, teniendo por misión recordar a los señores su condición mortal, y que su fin era tan inevitable como el de los demás hombres…
—Aquí expresa lo contrario —objetó Corso—.
La suerte no es igual para todos
.
—Claro. Quien se rebela, quien ejercita su libertad y arriesga, puede ganar un destino distinto. De eso trata este libro, y de ahí el bufón, paradigma de libertad. El único hombre realmente libre, y también el más sabio. En la filosofía oculta el bufón se identifica con el mercurio de los alquimistas… Emisario de los dioses, conduce a las almas a través del reino de las sombras…
—El laberinto.
—Sí. Ahí lo tiene —señaló el grabado—. Y como ve, la puerta que le da acceso está cerrada.
También la de salida, observó Corso con un estremecimiento involuntario, antes de pasar nuevas páginas en busca de la siguiente lámina.
—Esta leyenda es más simple —dijo—: FR.ST.A. Es la única que me atrevo a aventurar. Yo diría que faltan una u y una r:
FRUSTRA
. Eso significa
En vano
.
—Muy bien. Es exactamente lo que dice, y la alegoría coincide con el lema. El avaro cuenta su oro, ajeno a la Muerte que sostiene en las manos dos símbolos definitivos: el reloj de arena y una horca de campesino.
—¿Por qué la horca y no una guadaña?
—Porque la muerte siega, pero el diablo recolecta.
Se detuvieron en el sexto grabado, el hombre colgado de la almena por un pie. Frida Ungern hizo un gesto de tedio con las manos y la boca, como si fuese demasiado obvio:
—
DIT.SCO M.R.
es
DITESCO MORI
:
Me enriquezco con la muerte
, frase que puede pronunciar el diablo con la cabeza muy alta. ¿No le parece?…
—Supongo que sí. Después de todo es su oficio —Corso pasó un dedo por la lámina—. ¿Qué simboliza el ahorcado?
—En primer lugar, el arcano número doce del Tarot. Pero hay otras interpretaciones. Yo me inclino por la que anuncia el cambio a través del sacrificio… ¿Conoce la Saga de Odín?:
Herido, colgué de un cadalso
barrido por los vientos
durante nueve largas noches…
—… Puestos a establecer asociaciones —prosiguió la baronesa—: Lucifer, paladín de la libertad, sufre por amor al hombre. Y le proporciona el conocimiento a través del sacrificio, condenándose a sí mismo.
—¿Qué puede decirme de la séptima lámina?
—
DIS.S P.TI.R MAG
. no es demasiado explícito en principio; pero deduzco una frase tradicional, muy del gusto de los filósofos herméticos:
DISCIPULUS POTIOR MAGISTRO
.
—¿
El discípulo supera al maestro
?
—Más o menos. El rey y el mendigo juegan al ajedrez en ese extraño tablero donde todas las casillas tienen el mismo color, mientras el perro negro y el blanco, el Mal y el Bien, se despedazan con saña. En la ventana aguarda la luna, que es al mismo tiempo la oscuridad y la madre. Recuerde la creencia mítica de que, tras la muerte, las almas se refugian en la Luna. Usted leyó mi
Isis
, ¿verdad?… El negro es color simbólico de las tinieblas y las sombras cimerias, el sable de la heráldica, tierra, noche, muerte… El negro de Isis se corresponde con el color de la Virgen, que va de azul y se asienta sobre la luna… Al morir volvemos a ella, a la oscuridad de donde venimos, ambivalente por protectora y por peligrosa… Los perros y la Luna tienen también otra interpretación: la diosa cazadora Artemisa, la Diana de los romanos, era conocida por la forma en que se vengaba de quienes se enamoraban de ella o trataban de aprovecharse de su femineidad… Supongo que sabe a qué me refiero.
Corso, que pensaba en Irene Adler, asintió despacio.
—Sí. Les soltaba sus perros a los mirones, tras convertirlos en ciervos —tragó saliva, a su pesar. Los dos canes enzarzados en mortal pelea del grabado le parecían ahora extraordinariamente siniestros. ¿Él y Rochefort?—… Para despedazarlos.
La baronesa le dirigió una mirada neutral. El contexto lo ponía Corso, no ella.
—En cuanto a la octava lámina —prosiguió—, no es muy difícil su sentido básico:
VIC.I.T VIR.
corresponde a un bonito lema,
VICTA IACET VIRTUS
. Lo que significa:
La Virtud yace vencida
. La Virtud es la doncella a punto de ser degollada por ese apuesto joven provisto de espada y armadura, mientras al fondo gira la rueda inexorable de la Fortuna o el Destino, que avanza despacio pero siempre da la vuelta completa. Las tres figuras que hay en ella simbolizan los tres estadios que se representaban en la Edad Media bajo las palabras
regno
(reino),
regnavi
(reiné) y
regnabo
(reinaré).
—Nos queda un grabado.
—Sí. El último, y también la alegoría más significativa.
N.NC SC.O TEN.BR. LUX
es sin duda
NUNC SCIO TENEBRIS LUX
:
Ahora sé que de las tinieblas viene la luz
… En realidad estamos ante una escena del Apocalipsis de San Juan. Roto el último sello, en llamas la ciudad secreta, llegado su tiempo y tras pronunciarse el nombre terrible o el número de la Bestia, la Cortesana de Babilonia cabalga, triunfal, sobre el dragón de siete cabezas…
—No parece muy rentable —dijo Corso— tomarse tanto trabajo para encontrar este horror.
—No se trata de eso. Todas las alegorías son una especie de composiciones en clave, de jeroglíficos… Del mismo modo que en una página de pasatiempos un número 1, el sol y un dado pueden componer la expresión
un soldado
, las láminas y sus leyendas, combinadas, permiten establecer con el texto del libro una secuencia, un ritual. La fórmula que proporciona la palabra mágica.
El verbum dimissum
o lo que sea.
—Y el diablo hace acto de presencia.
—Teóricamente.
—¿En qué lengua es el conjuro?… ¿Latín, hebreo o griego?
—No lo sé.
—¿Y dónde está el fallo del que hablaba madame de Montespan?
—Ya le dije que tampoco lo sé. Sólo he podido establecer que el oficiante debe construir un territorio mágico donde situar las palabras obtenidas, tras ordenarlas en una secuencia cuyo orden desconozco, pero que podría establecerse con el texto de las páginas 158 y 159 de
Las Nueve Puertas
. Mire.
Le mostró el texto en latín abreviado. La página estaba marcada por una ficha de cartulina llena de notas a lápiz con la letra pequeña y picuda de la baronesa.
—¿Consiguió descifrarlo? —preguntó Corso.
—Sí. O al menos eso creo —le ofreció la ficha con anotaciones—. Ahí lo tiene.
Corso leyó:
Es el animal ouróboro el que circunda el laberinto
donde atravesarás ocho puertas antes del dragón
que acude al enigma de la palabra.
Cada puerta tiene dos llaves:
la primera es aire y la segunda materia,
pero ambas son la misma cosa.
Situarás la materia en la piel de la serpiente
en el sentido de la luz de levante,
y en su vientre el sello de Saturno.
Abrirás el sello nueve veces,
y cuando el espejo refleje el camino
obtendrás la palabra perdida
que trae la luz de las tinieblas.
—¿Qué le parece? —preguntó la baronesa.
—Inquietante, supongo. Pero no entiendo una palabra… ¿Y usted?
—Ya se lo he dicho; no demasiado —pasó las páginas del libro, preocupada—. Se trata de un método; una fórmula. Pero hay algo aquí que no está como debe estar. Y yo tendría que saberlo.
Corso encendió otro cigarrillo sin hacer comentarios. Él ya conocía la respuesta a esa pregunta: las llaves del ermitaño, el reloj de arena… La salida del laberinto, el tablero, la aureola… Y más cosas. Mientras Frida Ungern explicaba el sentido de las alegorías, él había descubierto nuevas variaciones que confirman su hipótesis: cada ejemplar era diferente de los otros. Proseguía el juego de los errores, y necesitaba ponerse a trabajar con urgencia, mas no así. No con la baronesa pegada a él.
—Me gustaría —dijo— echar con calma un vistazo a todo eso.
—Naturalmente. Dispongo de tiempo; me gustará ver cómo hace su trabajo.
Carraspeó Corso, incómodo. Llegaban a lo que había temido: la parte adversa del asunto.
—Trabajo mejor a solas.
Aquello sonó a error. Una nube oscurecía la frente de Frida Ungern.
—Me temo que no comprendo —miró la bolsa de lona de Corso con suspicaz interés—. ¿Está insinuándome que lo deje solo?
—Se lo ruego —Corso tragaba saliva, intentando sostener su mirada el mayor tiempo posible—. Lo que estoy haciendo es confidencial.
La baronesa parpadeó ligeramente. La nube descargaba tormenta, y el cazador de libros supo que todo podía irse por la borda de un momento a otro.
—Es usted muy dueño, por supuesto —el tono de Frida Ungern parecía capaz de helar las macetas de la habitación—. Pero éste es mi libro y ésta es mi casa.
Aquél era un punto en que cualquiera hubiese ofrecido disculpas antes de batirse en retirada, mas Corso no lo hizo. Se quedó sentado, fumando sin apartar los ojos de la baronesa. Al cabo sonrió con cautela: un conejo jugando al siete y medio a punto de pedir otra carta.
—Creo que me he explicado mal —se había definido del todo su sonrisa cuando sacó de la bolsa de lona un objeto muy bien envuelto—. Sólo necesito estar aquí un rato con el libro y mis notas —palmeó con suavidad la bolsa mientras la otra mano ofrecía el paquete—. Verá que traigo todo lo necesario.
La baronesa deshizo el envoltorio y contempló en silencio su contenido. Se trataba de una edición en lengua alemana —Berlín, septiembre de 1943—; un grueso folleto encuadernado bajo el título
Iden
, publicación mensual del grupo Idus, círculo de aficionados a la magia y la astrología muy próximo a los jerarcas de la Alemania nazi. Una tarjeta de Corso marcaba una página ilustrada. En ella, Frida Ungern, joven y muy bonita, sonreía al fotógrafo. Cada uno de sus brazos —aún conservaba los dos— estaba asido al de un hombre: el de su derecha vestía de paisano y el pie de foto lo identificaba como astrólogo particular del
Führer
. A ella la mencionaba como su ayudante, distinguida señorita Frida Wender. En cuanto al individuo de la izquierda, usaba lentes con montura de acero y su aspecto era tímido. Vestía el uniforme negro de las
SS
. Y no era preciso leer el pie de foto para reconocer al
Reichsführer
Heinrich Himmler.