Read El beso de la mujer araña Online
Authors: Manuel Puig
DIRECTOR: Es una lástima.
PROCESADO: Yo hice todo lo posible, señor.
DIRECTOR: Pero ¿no hubo ni la menor insinuación de nada?, ¿la más mínima pista? … Porque bastaría algún elemento… para que nosotros pudiésemos actuar. Y ese pequeño elemento ya justificaría que yo le pusiese la firma a sus papeles.
PROCESADO: Imagínese, señor, que más quiero yo, que salir de acá. … Pero peor sería que les inventase algo. De veras, Arregui es como una tumba. Es un tipo cerrado, y con una desconfianza total, qué sé yo, es imposible, es… no es humano.
DIRECTOR: Míreme de frente, Molina, hablemos humanamente, ya que usted y yo, sí somos seres humanos. … Piense en su madre, en la alegría que le daría. Y piense en que nosotros lo protegeremos, en que no le va a pasar nada una vez en la calle.
PROCESADO: Con tal de estar en la calle, no me importaría nada de nada.
DIRECTOR: De veras, Molina, no tiene que temer a represalias de ninguna especie, nosotros le vamos a dar vigilancia continua, va a estar perfectamente protegido.
PROCESADO: Señor Director, yo eso lo sé. Y se lo agradezco mucho, que piense en eso, en que yo necesite custodia… Pero ¿qué puedo hacer?, peor sería que le inventase algo que no es cierto.
DIRECTOR: Bueno… lo siento mucho, Molina… En estas condiciones yo no puedo hacer nada por usted.
PROCESADO: ¿Entonces todo queda en la nada?… de mi libertad condicional, quiero decir. ¿No queda esperanza de nada?
DIRECTOR: NO, Molina. Si usted no nos proporciona ningún dato, yo me veo imposibilitado de ayudarlo.
PROCESADO: ¿Ninguna recomendación por buena conducta?, ¿nada?
DIRECTOR: Nada, Molina.
PROCESADO: ¿Y la celda?, ¿me van a dejar en la misma celda, por lo menos?
DIRECTOR: ¿Por qué?, ¿no prefiere estar con gente… más comunicativa que Arregui? Debe ser bastante triste estar con alguien que no habla.
PROCESADO: Es que… no pierdo la esperanza de que algún día me cuente algo.
DIRECTOR: No, creo que ya ha hecho bastante por ayudarnos, Molina. Lo vamos a pasar a otra celda.
PROCESADO: Por favor, señor, por lo que más quiera…
DIRECTOR: Pero qué pasa… ¿está encariñado con Arregui?
PROCESADO: Señor… mientras esté con él, tendré esperanza de que me cuente algo, … y si me cuenta algo hay esperanza de que me suelten…
DIRECTOR: No sé, Molina, tendré que pensarlo. Pero creo que no será conveniente.
PROCESADO: Señor, de veras, por lo que más quiera…
DIRECTOR: Contrólese, Molina. Y ya no tenemos más que hablar, vaya no más.
PROCESADO: Gracias, señor. Por lo que pueda hacer por mí, gracias desde ya…
DIRECTOR: Puede irse.
PROCESADO: Gracias…
DIRECTOR: Hasta pronto, Molina.
SUBOFICIAL: ¿Llamó, señor?
DIRECTOR: Sí. Puede acompañar al procesado.
SUBOFICIAL: Muy bien, señor.
DIRECTOR: Aunque antes quiero decirle algo al procesado. Molina… mañana esté listo con sus cosas para dejar la celda.
PROCESADO: Se lo ruego… No, no me quite mi única posi…
DIRECTOR: Un momentito, que no he terminado de hablar. Mañana tenga todo listo porque saldrá en libertad condicional.
PROCESADO: Señor…
DIRECTOR: Sí, mañana, a primera hora de la mañana.
PROCESADO: Gracias, señor…
DIRECTOR: Y buena suerte, Molina.
PROCESADO: Gracias, señor. Gracias…
DIRECTOR: Nada, hombre, que le vaya bien…
PROCESADO: Pero ¿es en serio?
DIRECTOR: Claro que es en serio.
PROCESADO: No lo puedo creer…
DIRECTOR: Créalo… y a portarse bien, en la calle. Que no le conviene ya macanear con pibes, Molina.
PROCESADO: ¿Mañana ya?
DIRECTOR: Sí, mañana a primera hora.
PROCESADO: Gracias…
DIRECTOR: Bueno, ya vaya que tengo que hacer.
PROCESADO: Gracias, señor.
DIRECTOR: De nada.
PROCESADO: Ah!… una cosa…
DIRECTOR: ¿Qué le pasa?
PROCESADO: Aunque salga mañana… si me vinieron a ver, o de mi casa, o el abogado…
DIRECTOR: Hable… ¿o prefiere que salga el Suboficial?
PROCESADO: No, es decir… si vinieron a verme, ellos no podían estar seguros de que yo salía mañana…
DIRECTOR: ¿Qué quiere decir?… no le entiendo. Expliquese, que tengo mucho que hacer.
PROCESADO: Sí, que si vinieron me hubiesen traído paquete… Y para disimular con Arregui…
DIRECTOR: No, no tiene importancia ya. Dígale que no le trajeron nada, porque el abogado sabía que usted salía en libertad. Ya mañana comerá en su casa, Molina.
PROCESADO: No era por mí, señor. Era por Arregui… para disimular.
DIRECTOR: No exageremos, Molina. Está bien así.
PROCESADO: Perdone, señor.
DIRECTOR: Que le vaya bien.
PROCESADO: Muchas gracias. Por todo…
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—Pobre Valentín, me mirás las manos.
—No me di cuenta. Lo hice sin querer.
—Se te fueron los ojos, pobre tesoro…
—Qué lenguaje… ¿y?, ¡contá algo rápido!
—No me trajeron paquete. Me vas a tener que perdonar.
—Qué culpa tenés vos…
—Ay, Valentín…
—¿Qué pasa?
—Ay, no sabés…
—Vamos, ¿qué es todo ese misterio?
—No sabés…
—Vamos… ¿qué pasó? ¡Dale!
—Mañana me voy.
—¿De la celda?,… qué macana.
—No, me dejan salir, en libertad.
—No…
—Sí, me dieron la libertad provisional.
—Pero es una maravilla…
—No sé…
—Pero no es posible… ¡es lo más genial que te podía pasar!
—Pero ¿y vos?… Te vas a quedar solo.
—No, no es posible, tal golpe de suerte, ¡Molinita!, es genial, genial… Decime que es cierto, ¿o me estás cachando?
—No, de veras.
—Es genial.
—Sos muy bueno de alegrarte tanto por mí.
—Sí, me alegro por vos, pero también por otra cosa… ¡esto es fabuloso!
—¿Por qué?, qué tiene de tan fabuloso…
—Molina, vos vas a servirme para algo fabuloso, y te aseguro que no vas a correr ningún riesgo.
—¿Qué es?
—Mirá… en estos últimos días se me ocurrió un plan de acción extraordinario, y me moría de bronca pensando que no se lo podía pasar a mi gente. Me devanaba los sesos buscando una solución,… y vos me la servís en bandeja.
—No, Valentín. Yo no sirvo para eso, vos estás loco.
—Escuchame un momentito. Va a ser fácil. Vos te lo memorizás todo, y basta. Con eso ya está.
—No, vos estás loco. A mí me pueden seguir, cualquier cosa, para ver si no estoy en combinación con vos.
—Eso se arregla. Podés dejar pasar unos días, dos semanas.
Y yo te digo cómo hacer para darte cuenta si te siguen o no.
—No, Valentín, yo salgo en libertad condicional, cualquier cosa me encierran de nuevo.
—Te aseguro que no habría el menor riesgo.
—Valentín, te lo ruego. No quiero saber una palabra de nada. Ni dónde están, ni quiénes son, nada.
—¿No te gustaría que un día yo también saliera?
—¿De acá?
—Sí, libre.
—Cómo no me va a gustar…
—Entonces me tenés que ayudar.
—No hay nada que yo quisiera en el mundo más que eso. Pero escuchame, es por tu bien que te lo pido… no me des ningún dato, no me cuentes nada de tus compañeros. Porque yo no tengo maña para esas cosas, y si me agarran les voy a largar todo.
—Soy yo y no vos el responsable por mis compañeros. Si te pido algo es porque sé que no hay riesgo. Todo lo que tenés que hacer es dejar pasar unos días, y hacer una llamada desde un teléfono público, no desde tu casa. Y citar a alguien en un lugar falso.
—¿Cómo en un lugar falso?
—Sí, en caso de que la línea del teléfono de mis compañeros esté intervenida. Por eso les tenés que dar un lugar en clave, por ejemplo les decís en la confitería Río de Oro, y ellos saben que es otro lugar, porque todo por teléfono lo hacemos así, ¿me enten- dés? Si nombramos un lugar es que nos referimos en realidad a otro. Por ejemplo el cine Monumental es la casa de uno de nosotros, y el hotel Plaza es una esquina en el barrio de Boedo.
—Me da miedo, Valentín.
—Cuando te explique todo se te va a ir el miedo. Vas a ver lo fácil que es pasar un mensaje.
—Pero si la línea está intervenida me comprometo yo, ¿o no?
—Hablando desde teléfono público, no, y cambiando la voz, que es lo más fácil del mundo, eso yo te lo enseño. Hay mil maneras, con un caramelo en la boca, con un escarbadiente debajo de la lengua… Mirá, eso es nada.
—No, Valentín…
—Después volvemos á hablar.
—¡No!
—Como quieras…
—…
—¿Qué pasa?
—…
—No te eches ahí… Mírame por favor.
—…
—No escondas la cara en la almohada, por favor te lo pido.
—Valentín…
—¿Qué hay?
—Me da pena dejarte solo.
—Nada de pena. Estate contento que vas a ver a tu madre, y la vas a poder cuidar. Eso era lo que querías, ¿no es cierto?
—…
—Vamos, mirame.
—No me toques.
—Bueno, está bien, Molinita.
—… ¿No me vas a extrañar?
—Claro que te voy a extrañar.
—Valentín, yo hice una promesa, no sé a quién, a Dios, aunque no creo mucho.
—Sí…
—Y es que lo que más quería en la vida era poder salir para cuidar a mamá. Y que sacrificaba cualquier cosa por eso, que todo lo mío venía después, antes que todo yo pedí poder cuidar a mamá. Y se cumplió mi deseo.
—Estate contento entonces. Vos sos muy generoso de pensar primero en otra persona, y no en vos mismo. Tenés que estar orgulloso de ser así.
—Pero ¿es justo eso, Valentín?
—¿Qué cosa?
—Que yo siempre me quede sin nada… Que yo no tenga nada mío de verdad, en la vida.
—Bueno, pero tenés a tu madre, ésa es una responsabilidad, y tenés que asumirla.
—Sí, es cierto.
—¿Entonces?
—Escuchame. Mamá ya tuvo su vida, ella ya vivió, ya tuvo su marido, su hijo… Ya es vieja, ya su vida está casi cumplida…
—Sí, pero está viva todavía.
—Sí, y yo también estoy vivo… Pero ¿mi vida cuándo empieza?, ¿cuándo me va a tocar algo a mí, tener algo?
—Molinita, hay que conformarse. Te sacaste la lotería, de que te dejaran salir. Estate contento con eso. Afuera vas a poder empezar de nuevo.
—Yo quiero quedarme con vos. Ahora lo único que quiero es quedarme con vos.
—¿Te da vergüenza que hable de eso?
—No… Bueno, sí.
—¿Sí, qué?
—Eso, me da un poco de vergüenza.
—Valentín… ¿Si yo paso ese mensaje te parece que vas a salir más pronto?
—Bueno, va a ser un modo de ayudar a la causa nuestra.
—Pero no es que te van a dejar salir enseguida. Vos decís porque así van a hacer más rápido la revolución.
—Sí, Molinita.
—No porque te dejen salir por otra razón.
—No, Molina.
—No te rompas la cabeza, no pienses en eso. Más tarde discutimos.
—Ya no queda mucho tiempo para discutir.
—Tenemos toda la noche.
—…
—Y me tenés que terminar la película, no te olvides. Hace días que no me querés contar nada.
—Es que esa película me pone muy triste.
—Todo te pone triste.
—Tenés razón. …Todo menos una cosa.
—No digas macanas.
—Sí, es una desgracia, pero es así. Todo me pone triste, que me cambien de celda me pone triste, que me dejen salir me pone triste. Todo menos una cosa.
—Afuera lo vas a pasar bien, te vas a olvidar de todas las que pasaste en el penal, vas a ver.
—Es que no me quiero olvidar.
—Bueno… ¡basta de macanas!, no me jodas más, ¡¡por favor!!
—Perdoname.
—…
—Por favor, Valentín, decime que me perdonás.
—…
—Te cuento la película, te la termino, si querés. Y después te prometo que no te jodo más con cosas mías.
—Valentín…
—…
—¿Qué querés?
—Yo no voy a pasar el mensaje.
—Está bien.
—Es que tengo miedo de que antes de salir me interroguen sobre vos.
—Como te parezca.
—Valentín…
—¿Qué?
—¿Estás enojado conmigo?
—No.
—¿Querés que te termine la película?
—No, porque no tenés ganas.
—Sí, si vos querés te la termino.
—No vale la pena, ya me imagino cómo termina.
—¿Termina bien, verdad?
—No sé, Molina.
—Viste que no sabés. Yo te la termino.
—Como quieras.
—¿En qué parte estábamos?
—No me acuerdo.
—A ver… Yo creo que habíamos quedado en que él la ve qué ella se hizo prostituta por darle de comer a él, y que ella se da cuenta. Y que cuando ella vuelve a la madrugada a la casa ya no lo encuentra.
—Sí, ahí era.
—Bueno. A todo esto el magnate la ha estado buscando, porque se ha enterado de que ella está en la última miseria, y el tipo está arrepentido de lo que ha hecho. Y esa mañana llega un coche fastuoso a la casita frente al mar. Y es el chofer del magnate, que la manda a buscar. Ella se niega, y al rato llega el magnate mismo. Le dice que lo perdone, que todo lo ha hecho por amor, por la desesperación de perderla. Ella le cuenta lo que ha pasado, llora desconsoladamente. Entonces el magnate se siente arrepentidísimo, y le dice que si ella ha sido capaz de tales sacrificios es porque a ese hombre lo quiere y lo querrá para siempre. Y le dice «esto es tuyo», y le entrega un cofre, con todas sus alhajas, le da un beso en la frente y se va. Ella entonces empieza enloquecida a buscar al muchacho por todas partes, porque con la venta de las joyas tiene dinero de sobra para que él haga una cura con los mejores médicos y en los mejores sanatorios. Pero no lo encuentra por ninguna parte, hasta que comienza a recorrer las cárceles, y los hospitales. Y en una sala de enfermos graves finalmente lo encuentra. El organismo de él está destrozado, primero por el alcohol, y después por el hambre y el frío. El frío de las noches durmiendo tirado a la orilla del mar, sin tener donde ir. Cuando él la ve le sonríe, y le pide que se acerque para abrazarla. Ella se hinca al pie de la cama y se abrazan. Él le dice que la noche anterior tuvo miedo de morirse, porque la enfermedad se agravó mucho, pero que esa mañana, al sentirse fuera de peligro, pensó en que ni bien estuviera mejor la iba a ir a buscar, porque todo lo que los separó no tenía importancia, y que de algún modo juntos van a empezar de nuevo. La chica entonces mira a la monja enfermera que está al pie de la cama como buscando una confirmación de lo que él dice, que se va a curar. Pero la monja mueve casi imperceptiblemente la cabeza en señal de que no. Y él sigue hablando, empieza a decir que le han ofrecido nuevos trabajos, en diarios importantes, y que también le han ofrecido mandarlo como corresponsal al extranjero, y que juntos se van a ir lejos de todo, y se ven a olvidar de sus sufrimientos. Es recién entonces que la chica se da cuenta que él está delirando de fiebre, y gravísimo. Él le dice que le ha compuesto otra letra, pero que ella la tiene que entonar, como canción, y él le susurra de a poco las palabras, y ella las repite, y suena un fondo musical, que viene como del mar, porque él, en su delirio, se imagina estar con ella en un espigón de pescadores a la luz dorada del atardecer. Y él le dice, y ella repite, «… Si tengo tristeza… me acuerdo de ti…. Si tengo alegría, me acuerdo de ti. Si miro otros ojos, si beso otra boca, si aspiro un perfume… me acuerdo de ti…», y desde el espigón miran hacia el horizonte, porque se acerca un velero, «… Te llevo muy dentro, muy dentro de mí… Te llevo en el alma, me acuerdo de ti…», y el velero atraca ahí en el muelle chiquito de los pescadores, y el capitán les hace señas de que suban ya porque zarpan enseguida, aprovechando el viento favorable, que los llevará muy lejos, en un mar sereno, y las palabras siguen, «… nunca pensé… que me crearas… tanta, tanta obsesión… nunca creí, que me robaras el corazón… Por eso mi vida… me acuerdo de ti,… de cerca y de lejos, me acuerdo de ti… De noche y de día, como melodía, te llevo en el alma… me acuerdo de ti…», y él se imagina que ya juntos en la borda del velero miran abrazados hacia el infinito, no hay más que mar y cielo, porque el sol ya se puso detrás del horizonte. Y la chica le dice que la canción es hermosa, pero él no le contesta nada, está con los ojos abiertos, a lo mejor la última cosa que vio en esta vida es a los dos en la borda del velero, abrazados para siempre, y rumbo a la felicidad.